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La tierra para las que la trabajan

Un nuevo informe muestra que solo el 18% de las personas propietarias de las tierras agrícolas en América Latina son mujeres

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

diciembre 9, 2021

Tomada de latfem.org

Las historias de Yasmín en Honduras, Ana Rosalia en Guatemala, Wilma en Bolivia o Ligia en Colombia tienen muchas cosas en común a pesar de encontrarse a kilómetros de distancia. Quizás la conexión más importante es que son mujeres campesinas y defensoras de la tierra en cada uno de sus territorios, algo para nada menor en una región donde la concentración de la tierra en pocas manos mantiene un sistema de desigualdades donde las mujeres campesinas son las más afectadas. 

Un reciente informe elaborado por LatFem y la organización We Effect ahonda en las brechas que perpetúan las desigualdades y que precarizan las vidas de campesinas, indígenas y afrodescendientes en América Latina y el Caribe. Entre los múltiples hallazgos se muestra que, por ejemplo, siete de cada diez mujeres campesinas, indígenas y afrodescendientes en Bolivia, Colombia, Guatemala, Honduras y El Salvador acceden a tierras para producir alimentos, pero solo tres son poseedoras legales de la tierra que trabajan. 

La investigación fue llevada a cabo en estos cinco países a través de métodos mixtos de recolección de información. Encuestaron a 1.994 mujeres, realizaron grupos focales y entrevistas en profundidad con defensoras ambientales y especialistas clave que conocen y acompañan procesos territoriales en la región. Los resultados del estudio presentan una realidad que no sorprende, pero que a la vez permite analizar con mayor profundidad las desigualdades socioeconómicas que mantienen en la precariedad el trabajo en el campo, especialmente para las mujeres. 

Es así como el problema del acceso y tenencia de la tierra, el derecho a la alimentación, los riesgos para las defensoras de la tierra y los impactos de la pandemia por covid-19 son explorados entre las mujeres que participaron. De esta manera, se abarca un panorama que retrata la desigualdad en un aspecto tan básico para la supervivencia humana como es la alimentación. Además, le da una mirada de género que nos interpela no solo en términos de desigualdad, sino de reconocimiento de las mujeres campesinas y rurales en la sostenibilidad de la vida y las labores de cuidado que efectúan diariamente. 


Las mujeres en América Latina no son dueñas de la tierra que trabajan


El trabajo agrícola ha recaído históricamente en las manos de campesinos y campesinas que sufren diferentes impactos de la distribución actual de la riqueza. La población compuesta por los pueblos originarios y campesinos representan el 90% de quienes producen alimentos. La mitad de esa fuerza laboral son mujeres. Como menciona el informe, ellas son en su mayoría quienes producen alimentos a pequeña escala, pero “habitan la paradoja de alimentar al mundo sin tener titularidad sobre la tierra que trabajan”.

Esta desigualdad marcada por el género, la clase social y la raza, pone a las mujeres rurales, campesinas, indígenas y afrodescendientes en una condición de difícil solución en el modelo económico actual. En su mayoría, solo pueden acceder a la tierra a través de la herencia y en una baja proporción por medio de préstamos. 

Pero la relación con la tierra no solamente se ve afectada por la falta de títulos sobre ésta. La defensa misma del territorio en Latinoamérica ha vuelto a defensoras y defensores objetivos militares por resistir ante el acaparamiento, concentración y extranjerización de tierras en sus países. 

Un 58% de las participantes del estudio aseguró no haber denunciado las amenazas sufridas, mientras que el 83% de las que sí denunciaron creen que esto no fue tomado en cuenta en su país. Un 30% dijo haber sufrido violencias o amenazas por su rol en la comunidad y este tipo de violencia además es explícita en contra de su condición como mujeres, pues al sufrir actos de violencia o amenazas, el 50% percibió “diferencias” en el tipo de violencia “por ser mujer”.

Al medir el impacto de la pandemia por Covid-19 se encontró que se acrecentaron las dificultades en el acceso a alimentos (57% de las mujeres rurales consultadas así lo reportaron) y que la forma de resolverlo fue por su cuenta o con su comunidad. Esto por un lado pone en evidencia los vacíos en la atención estatal en la materia como un factor común en la región. A la vez, resalta la importancia de la solidaridad y la cooperación en las comunidades campesinas. 

Las historias de estas mujeres además de ser un testimonio de su relevancia para la reproducción de la vida, son un llamado a las instituciones estatales y organismos regionales para atender los peligros que ellas enfrentan. 

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