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La gravedad y la esperanza

Una mirada a los ojos de los chicos que desprecian la vida, que no temen jugársela para ser vistos de otra manera

Laura Mora 

/ Carlos Andrés Castañeda, Davidson Andrés Flórez, Brahian Stiven Acevedo, Cristian Camilo David Mora

Por  RODRIGO TORRIJOS

Laura Mora llega muy lejos con su segundo largometraje; es la primera cinta colombiana en alcanzar la Concha de Oro en el Festival Internacional de Cine de San Sebastián.

JUAN C. COBO

Laura Mora dice que Tren al sur de Los Prisioneros la ha acompañado siempre. Sin embargo, le sorprendió que la canción fuera también un himno para los intérpretes de su segunda película. Ninguno tiene más de veinte, solo escuchan cumbias o guarachas, y matan los días descolgándose por las montañas de Antioquia a velocidad suicida en sus bicicletas. Esquivan camiones, buses y otras amenazas, “Hacer gravity es puro desprecio por la vida, pero con la adrenalina a uno se le olvidan los problemas”, dice Brahian, que interpreta a Culebro, “el antagonista”.

Los reyes del mundo surgen de la imagen de esos jóvenes que viajan colgados de los camiones, perdiéndose entre la bruma de las montañas del norte de Antioquia. La región es reconocida por su belleza, pero también por ser el hervidero donde surgió el paramilitarismo. Ra, el protagonista de esta historia, es un chico de las calles que recibe la notificación para reclamar un terreno del que su abuela fue desplazada violentamente décadas atrás. Así emprende el camino con sus hermanos de la calle en la única forma que conocen, atravesando el aire como un puñal en medio del desprecio y la incomprensión. Los reyes del mundo transitan de la esperanza a la realidad. Para hacerlo, esta cinta nos muestra el mundo como un reflejo confuso que brilla en la pupila de esos niños envejecidos a punta de violencia. “Manéjese bien para que lo maten de último”, aconseja una prostituta madura a uno de los chicos en una de las primeras paradas de su viaje.

Hay dos cosas que Laura toma en contravía en su largometraje, con respecto a sus películas anteriores. Primero, sacó mucha música incidental de la maleta y viajó ligera de tracks para, según ella, “internarse en esa belleza inquietante y siniestra de Antioquia”. Se fue con el himno de Los Prisioneros, con una cumbia de Pibes Chorros, y el sonido de un piano destartalado que apareció como un milagro en un bar de mala muerte, perfecto para el ambiente del prostíbulo que aparece en la película y que, según Laura, “es Colombia”. El score de la película, a su vez, mantiene un destello perpetuo de incomodidad y remarca una densa sensación de tragedia, evocando momentos sonoros de westerns italianos experimentales.

Vértigo, desencanto y crudeza.
JUAN C. COBO

Por otro lado, cambia la mirada hacia el gravity. En Matar a Jesús, Laura Mora descendía junto a los chicos, retrataba la velocidad y la magia de ese instante fugaz, en una cinta que hablaba del asesinato de un padre por sus convicciones políticas. En Los reyes del mundo, cuenta desde la distancia. Simplemente ve a dos hombres en su tradición de competir. Ellos se alejan de la cámara y se pierden en la niebla. De su estilo autoral permanece un soberbio manejo de los espacios íntimos de los personajes, una dirección de actores que todo el tiempo protege a sus protagonistas y una claridad en el sentido narrativo de la historia. El principal aporte de Los reyes del mundo a la cinematografía nacional radica en abordar desde un espacio íntimo uno de los problemas fundamentales de la realidad colombiana, el de la tenencia de la tierra.

Los reyes del mundo es una tragedia, una ironía cruel que corona a los que en otras ocasiones hemos llamado “los nadie” con una diadema de esperanza. Planeamos en la caída de sus personajes y encontramos una respuesta mirando a los ojos de esos chicos que plantaron cara al país, levantaron barricadas, y aun siendo masacrados en las calles, abrieron la puerta para cambiar la historia.  Desde el margen de la carretera, Laura Mora presenta una de las mejores películas colombianas de todos los tiempos. Acierta en el ritmo, el tono, el montaje, la dirección de actores y en el guion. Es una película poderosa, divertida, ensoñadora y profética, que indudablemente se convertirá en un clásico para quienes estén interesados en ver historias profundas que estallan en momentos y lugares históricos específicos.

Durante la película, los integrantes del reparto se aburrían cuando no tenían grabación, y se integraron a los equipos de fotografía y producción, encontrando así un oficio que también se alimentaba del vértigo. Al terminar el rodaje, consiguieron inscribirse en un diplomado de cine en la Universidad de Antioquia y seguramente van a llegar a contar sus propias historias. El país que se negaba a verlos, y solo se referiría a ellos como gamines, como escoria, como vándalos, no solo logra verlos finalmente a los ojos, también debe prepararse para que ellos nos digan lo que ven en nosotros. 

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