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La academia de la resistencia de Ucrania

Un chef, un novelista, un actor y un graduado de Yale están entrenando a civiles ucranianos para combatir al ejército invasor de Putin

Por  MAC WILLIAM BISHOP

abril 8, 2022

KIEV LLAMANDO: Veteranos estadounidenses están entrenando a ucranianos en la lucha partidista. “Esto no se trata de si la resistencia puede ganar, sino de cuándo”.

MAC WILLIAM BISHOP

Tres días después de la invasión rusa, Hannibal me dijo que estaba organizando un grupo de militares internacionales voluntarios para pelear por Ucrania. Hannibal, quien le pidió a Rolling Stone que no revelara su nombre por asuntos de seguridad, fue un oficial de infantería del ejército de los EE. UU. en la 173ª Airborne Brigade. Se unió en 2005 después de graduarse de Yale, realizó múltiples despliegues en Afganistán y, después de salir del ejército, se desempeñó en una variedad de tareas de comunicación.

Un hombre musculoso de mediana edad que pasó de apreciaciones de óperas a análisis técnicos de explosivos de alta potencia, también pasó años en Ucrania, recorriendo el frente de combate en La guerra del Dombás unas 10 veces entre junio de 2015 y agosto de 2017, como un escritor y analista enfocado en la milicia. Sintió una conexión con el campo y la gente, en parte gracias a que volvió a los Estados Unidos con una esposa ucraniana bien conectada.

Dos días después de llamarme a contarme su plan, Hannibal organizó un pequeño grupo élite de exoficiales de combate. Dos días después, estaba con él y su equipo en una vieja fábrica soviética a las afueras de Leópolis, al oeste de Ucrania. Sus pasos resonaron en los enormes espacios vacíos llenos de polvo que se les pegaba a la ropa, mientras planeaban un curso rápido sobre guerra de guerrillas.

“El defensor tiene la ventaja de escoger dónde pelear”, le dijo a más de tres docenas de ucranianos y ucranianas parados frente a él. Todos estaban muy nerviosos y llenos de miedo por la guerra que se avecinaba. Entre abrigos grandes, chaquetas de camuflaje, uniformes viejos y ropa casual, eran una muestra representativa de la clase media ucraniana. En el lúgubre espacio industrial convertido en un salón de clase improvisado, los ucranianos se juntaron para combatir el frío mientras empezaba a nevar afuera. Hannibal hizo una pausa más larga de lo que un intérprete necesitaba para comunicar su mensaje, antes de añadir: “Elegirán su campo de batalla”.

A medida que cientos de miles de soldados rusos entraban a Ucrania a finales de febrero, Hannibal y su equipo habían unido fuerzas con oficiales ucranianos para enseñarles a civiles cómo convertirse en verdaderos soldados partidistas; era momento de crear un nuevo “Batallón Abraham Lincoln”, dijo Hannibal medio en broma, haciendo referencia al grupo altamente romantizado, pero inefectivo, de voluntarios estadounidenses que luchó en la Guerra civil española. “Si tienes la mala suerte de estar vivo en un momento de la historia en el que tu posición en la vida y tus habilidades te permiten contribuir de manera útil del lado bueno en una guerra inmoral, solo tienes una opción: ayudar a intentar ponerle fin”.

Tenía mis dudas, el ejemplo más obvio y reciente de una gran afluencia de soldados extranjeros, armas, instructores y representantes en un conflicto fue durante la Guerra civil siria; no estabilizaron nada, pero sí hicieron que el conflicto fuera más brutal. Los extremistas religiosos se volvieron locos, los servicios de espionaje financiaron su entrenamiento y les proporcionaron armas, y los grupos armados financiados con dinero extranjero pelearon entre sí, mientras que un mayor número de civiles eran masacrado.

Hannibal admitió que no sabía cómo iba a resultar todo, pero sí sabía que su equipo estaba en una posición única para usar su experiencia y entrenamiento para ayudar a los ucranianos. “Tú y yo sabemos que si te montas en un tren camino a Kiev, te estará esperando una AK o un bomba molotov”, afirmó.

Cuando llegué a Ucrania, todavía no tenía claro qué tan bien le había ido al gobierno al tratar de crear una fuerza de combate independiente de extranjeros, o cómo podría encajar Hannibal en todo esto. Sí, el gobierno hizo una convocatoria y parece que recibieron miles de solicitudes de todo el mundo, pero, ¿fue Hannibal parte de esta iniciativa o se estaba metiendo por su cuenta en la guerra? No sabía qué pensar del pequeño grupo de estadounidenses que Hannibal había reclutado para la causa. Para mi generación, si hablas de un pequeño grupo de soldados que quisieron ayudar cuando nadie más se ofreció, solo puedes pensar en una cosa, por eso y por cuestiones de seguridad, se usarán seudónimos basados en uno de los programas de televisión más populares de los 80: Brigada A.

Faceman prestó sus servicios en Irak por dos horas y luego desarrolló una carrera como artista y actor, obteniendo algunos papeles pequeños en series de televisión populares. Cuando lo vi por primera vez, asumí que estaba más familiarizado con drogarse en el sofá de su casa, que con tácticas de infantería, pero quedé sorprendido al enterarme de que había sido un oficial condecorado de la Marina, y su último proyecto fue grabar un álbum de rock en su granja en Michigan.

B.A., un exoficial de caballería también sirvió en Irak y realizó operaciones de inteligencia contra los insurgentes. Ahora es un novelista con varios libros publicados, y a pesar de su apodo, es todo lo opuesto a Mr. T: es relajado, atento y cualquier cosa menos intimidante.

Murdock es la viva imagen de un espía, con el físico de un atleta y el aura imperturbable de un maestro zen. Dijo que había vivido en Francia, por lo que uno pensaría que quizá estuvo en la Legión extranjera francesa, pero no, Murdock no tenía experiencia militar; dijo que era un emprendedor, puesto que abrió varios restaurantes exitosos en París. Poco antes de haberse unido al equipo de Hannibal, estuvo de viaje en Nepal estudiando meditación. Su mente –ahora despejada– coordinaba la logística. Así que, el equipo era conformado por un chef, un autor, un actor y un graduado.

Con la banda de marginados de mediana edad estaba Tawnia, la esposa de Hannibal. Ella fue quien abrió las puertas de la burocracia ucraniana y procuró que todos se apegaran al horario que habían establecido. Pero incluso mientras navegaba por la burocracia para ayudar a Hannibal a consolidar su campaña, intentaba coordinar la evacuación de sus padres de Kiev. Más adelante, le pregunté a Tawnia cómo iba con lo de sus padres mientras estábamos amontonados en la entrada del apartamento que habían prestado para la banda, refugiándonos a la par que sonaba una alarma de ataque aéreo. Me dijo que su hermano los estaba sacando; “Deben llegar pronto, no lo sé. Quizá en dos días, hay muchos obstáculos”. A lo que Hannibal añadió: “Y cuando lleguen, mi suegro me va a matar por traer a su hija a la zona de guerra”.

Había ido a Leópolis antes de la guerra, pero ya no quedaba nada de eso. Los puestos de control custodian las entradas; los soldados, policías y equipos de seguridad patrullaban con armas y brazaletes amarillos; se tomaron varios espacios públicos como puntos de recogida de suministros humanitarios; había muy pocos restaurantes y tiendas abiertas; y todos estaban paranoicos por saboteadores rusos o paracaidistas que aparecían de la nada.

El equipo se reunió con sus contactos locales frente a una universidad. “Soy Taras Uno”, dijo uno de los traductores. “Yo soy Taras Tres”, dijo otro. “Ambos llevamos el nombre del poeta [Taras Shevchenko]”. “Taras Dos está en Polonia”, se disculpó Taras Uno, explicando que se había mudado con el CTC antes de la invasión.

El CTC (Centro de Entrenamiento de Combate) había sido localizado cerca de Leópolis al oriente de Ucrania antes de la invasión rusa, donde la OTAN y sus aliados llevaron a cabo un entrenamiento multinacional con el ejército ucraniano. Ambos habían trabajado con el ejército estadounidense, a medida que las unidades pasaron por el CTC, enseñando tácticas de armas combinadas y ayudando en un programa de modernización del ejército ucraniano después de la mala suerte que tuvieron cuando Rusia se apoderó de Crimea en 2014.

“Putin está dando puños al aire”, me dijo Taras Uno. “Dijo que quiere ‘deshacerse de los Nazi’ en Ucrania, pero los ucranianos saben que lo que él quiere es destruirnos”.

Otros dos angloparlantes se unieron al grupo para coordinar las actividades de capacitación. La primera persona, quien pidió ser identificada solo como Stacy, era una oficial militar ucraniana activa que había estado en el frente cuando comenzó la invasión. Era una pelirroja extrovertida y enérgica, y nos contó cómo se refugió en un búnker durante los bombardeos de artillería y ataques aéreos que, según ella, tenían como objetivo destruir su unidad: “No fue divertido”.

La operación medio encubierta requería cierto nivel de comodidad con la ambigüedad, y la personificación de eso era el segundo angloparlante: Mykyta. Tenía una barba impresionante, una gorra de béisbol, pantalones de camuflaje, un abrigo grande y muchos bolsillos. Nadie podía precisar detalles sobre su papel en esto o sobre sus antecedentes, pero era el hombre indicado para el trabajo.

“Necesitamos un edificio en el que podamos entrenar”, dijo Faceman. Mykyta asintió e hizo una llamada. “¿Podemos asegurarnos de que los voluntarios traigan sus propias armas para entrenar?”, preguntó Hannibal. Mykyta asintió y envió un mensaje de texto. Armas, vehículos, comida, lo que fuera, Mykyta asentía con una expresión seria, escribía algo en su celular y problema resuelto. Poco después, el equipo de Hannibal estuvo en el techo de una fábrica de la era soviética en una zona industrial en ruinas. “Ahora dame un ejército”, dijo Faceman, mirando los edificios abandonados con satisfacción.

Una de las primeras preguntas que le hizo un voluntario a Hannibal fue: “¿Nos van a enseñar cómo crear un corredor para poder evacuar a mujeres y niños a un lugar seguro?”. Eso aclaró todo, estas personas estaban desesperadas por aprender a defenderse. Vieron la carnicería y supieron que ellos eran los siguientes, querían que alguien, quien fuera, les enseñara cómo sobrevivir.

“Algunos de ustedes nunca se habrán pensado en una posición así”, les dijo B.A. a los voluntarios. “Pero más que cualquier cosa, quiero que sepan que ustedes tienen la ventaja cuando se acerque el enemigo. Porque esta es su casa, esto no se trata de si la resistencia puede ganar, sino de cuándo”.

Sin embargo, al ver a los más o menos 40 ucranianos que fueron al entrenamiento, la victoria parecía lejana. El más joven era un niño “que parecía tener 14 años”, dijo uno de los Taras, aclarando después que tenía 16, y el más viejo tenía alrededor de 60 años. Eran comerciantes, empleados de oficinas, meseros y gerentes de almacenes, de los cuales muchos son universitarios.

“No pude encontrar un rifle a la venta”, me dijo un estudiante, que las únicas armas disponibles eran rifles de caza de menor calibre. Algunos de los estudiantes usaban fusiles Mauser de un metro; revisé las inscripciones en el arma y decía que fue hecha en 1933. A la mañana siguiente, los tres instructores dividieron a los voluntarios en escuadrones que practicarían operaciones de reconocimiento de terrenos. “El objetivo es enseñarles los mejores métodos para que sepan cómo contrarrestarlos”, les explicó Hannibal a los ucranianos.

CAMPO DE BATALLA: “El objetivo es enseñarles los mejores métodos para que sepan cómo contrarrestarlos”, les explicó Hannibal (enmascarado) a los ucranianos.
MAC WILLIAM BISHOP

Después de todo un día de entrenamiento en tácticas de unidades pequeñas y manejo de armas, el equipo regresó al apartamento a comer tacos que preparó Murdock. Tawnia dijo que ya se estaba corriendo la voz, y que el vicegobernador de otra provincia había preguntado si el equipo podía ir a entrenar a su gente, ya que ahí había una planta de energía nuclear. Es una puta “academia de resistencia”, dijo B.A. “Sabes que nunca te irás, ¿verdad?”, le dijo Faceman a Hannibal. Este último sonrió y miró a su esposa, quien estaba distraída viendo lo de la evacuación de sus padres en el celular. Faceman observó cómo sus dos equipos de cuatro caminaban por la calle con cuidado, organizados en una posición táctica de diamante para el desplazamiento a pie. “No se amontonen, manténganse separados. Comunicación no verbal, necesito que revisen sus sectores y le comuniquen al líder del escuadrón si está despejado”, les dijo.

Habían pasado solo unos días entrenando, pero parecían estar mejorando; sabían cómo moverse por áreas de peligro al aire libre usando solo señas con las manos; se mantuvieron dispersos y cubrieron los avances y retrocesos de los demás; y levantaron barricadas y prepararon emboscadas.

B.A estaba trabajando con su escuadrón que incluía a algunos hombres de mayor de edad con experiencia militar. Les estaba explicando cómo podían hacerles la vida imposible a los invasores. “¿Pelearás con nosotros?”, preguntó un voluntario. B.A. respondió con cuidado, diciendo que estaba dispuesto a proporcionar las herramientas que necesitaban para sobrevivir, pero que, al final de cuentas, era la pelea de ellos; así, la respuesta fue un claro “no”.

Hannibal dijo que, según conversaciones que tuvo con oficiales estadounidenses, mientras su equipo limitara sus actividades a únicamente entrenar voluntarios para la milicia local, conocidas como las Fuerzas de Defensa Territorial de Ucrania, se mantendría en un área legal gris, lo cual era ideal para él. Y es difícil ser un participante neutral en una guerra. La historia estadounidense, desde Vietnam a Siria y Nigeria, está llena de incidentes de “instructores” que terminaron en medio del conflicto.

Y también está el tema nazi. Más de tres docenas de nacionalistas o “formaciones militares voluntarias” patrióticas han luchado contra Rusia al este de Ucrania desde 2014. Algunos son ejércitos privados de oligarcas, los Ministerios de Defensa e Interior han tomado el control de varios, y algunos aceptan a voluntarios extranjeros en sus filas, o incluso están compuestos en su totalidad por “extranjeros” de las exrepúblicas soviéticas. Uno de ellos, el ultranacionalista Azov Battalion, jugó un papel decisivo en la liberación de Mariupol de 2014, y luego fue acusado de tener nazis en su grupo. Y sí los hubo: adictos a la guerra, supremacistas blancos, fascistas; varios de ellos llegaron a Azov, lo que llevó a que excluyeran al grupo de recibir armas o ayuda estadounidense a medida que Estados Unidos aumentaba su apoyo militar en Ucrania.

La reputación de Azov como refugio para la extrema derecha jugó bien con la propaganda rusa destinada a retratar a Ucrania como un lugar lleno de nazis, una de las principales justificaciones de la guerra de Putin. El mismo día en que el equipo de Hannibal estaba explorando el campo de entrenamiento, un representante del Ministerio de Defensa ruso, Igor Konashenkov, le dijo al medio de comunicación estatal TASS que los “mercenarios” capturados durante la lucha contra Ucrania, no serían tratados como prisioneros de guerra, sino que, “en el mejor de los casos, serían procesados como criminales”.

Parecía imposible que cualquier cantidad de precauciones legales evitaría que la intervención estadounidense –independientemente de cómo se defina a sí misma o de si intente limitar su papel– se convirtiera en un punto de inflexión en la guerra. En 2014, el Kremlin insistió en que no tenían nada que ver con los “hombrecitos verdes” que invadían Crimea. Nadie les creyó, pero la narrativa le permitió a Putin lograr sus objetivos. ¿Podría esta Brigada A convertirse en parte de una propaganda también?

Más tarde ese día, gracias a que los estadounidenses habían dividido a los voluntarios en escuadrones y estaban practicando señales con las manos a lo largo del edificio, Taras Tres notó que un hombre había entrado y estaba grabando a los instructores, pero se fue antes de que pudieran averiguar quién era o qué hacía allí. Eso inquietó al equipo y a los ucranianos, y con justa causa. Los grupos militares irregulares y formados de manera apresurada como este, han sido tradicionalmente los objetivos más vulnerables a los espías. Unos días antes del comienzo del entrenamiento, según Stacy, dos infiltrados rusos se habían unido a un grupo de voluntarios de las Fuerzas de Defensa Territorial en Kiev. Cuando estaban repartiendo las armas, los infiltrados supuestamente abrieron fuego y mataron a 14 de los defensores antes de siquiera tener la oportunidad de unirse a la lucha.

Cuando los voluntarios hicieron una pausa para almorzar, el equipo de Hannibal dejó el lugar de entrenamiento para hablar sobre la presunta falla de seguridad con Stacy, Mykyta, y Tara Uno y Tres. Conforme B.A. escuchaba la conversación sobre lo que la situación significaba y cómo deberían afrontarla, se puso cada vez más nervioso, sin poder pasar bocado. Hasta que finalmente explotó: “Estoy muy tenso”, dijo pidiendo que se cancelara el entrenamiento del día, para abordar los problemas de seguridad. “Pueden haber videos de nosotros circulando como militares activos de EE. UU., y ese es un tema geopolítico”. Biden había prometido que no habría tropas estadounidenses en el terreno y por una buena razón: si las tropas estadounidenses y rusas se enfrentan, sería la Tercera Guerra Mundial.

B.A. describió una serie de pasos que aumentarían la seguridad, tanto para los instructores como para los alumnos. “Es una conversación difícil, pero si no la tenemos ahora, nos atormentará siempre”. Stacy estuvo de acuerdo, diciendo que no era un juego, sino un entrenamiento militar. Mykyta, tan indescifrable como siempre, simplemente asintió y comenzó a hacer llamadas. Desde ese momento, el perímetro fue asegurado por matones con AK cargadas; verificarían la identidad de cualquier persona que entrara, se les quitarían las municiones a sus armas y se les revisarían las maletas.

Esa noche, le pregunté a B.A. por qué estaba en Ucrania, por qué quería involucrarse en esta guerra. “Es lo justo”, reflexionó. “No tienes que entrar en un laberinto de armas químicas y problemas tribales. Es una democracia, sí, con problemas, pero también nosotros los tenemos. Es un país soberano que ha sido invadido y eso está mal, punto”. En otras palabras: camarería, adrenalina y el sentido de propósito que viene con una guerra, sin el agujero negro moral que conlleva ser un invasor.

“Realmente no sabía que estábamos formando una milicia independiente”, dijo Faceman. “Pensé que sería algo coordinado, pero mierda… lo estamos haciendo solos, básicamente estamos creando un ejército”. Pensé mucho sobre ese ejército, los escuadrones de soldados novatos que se movían por las calles durante el entrenamiento: estudiantes de derecho, empresarios, hombres y mujeres jóvenes. Los imaginé enfrentándose a un equipo decente de soldados rusos con ametralladoras con cinturones de municiones, y luego me imaginé sus cuerpos en el suelo.

Una noche, confronté a Hannibal y a Faceman sobre si todo esto no era más que una aventura romantizada. ¿Estaban compensando su papel en las sucias guerras de los Estados Unidos? “No me hago ilusiones sobre el combate, y no tengo nada que demostrar sobre lo que hice en Afganistán”, respondió Hannibal con firmeza. ¿No le preocupaba que exmilitares estadounidenses entrenando a ucranianos pudiera ser una causa inmediata para una guerra entre la OTAN y Rusia? “No estamos haciendo nada que la OTAN no esté haciendo a una mayor escala”, afirmó. “Estos voluntarios van a pelear con o sin entrenamiento, pero lo harán”. A lo que Faceman añadió: “Habrá niños que morirán, habrá soldados rusos que morirán, habrá ucranianos que morirán, y lo peor de todo es que esta guerra es de un solo hombre”.

El entrenamiento continuó y yo seguía intentando descubrir si la “legión extranjera” de Ucrania realmente se estaba creando como una unidad militar, o si se pretendía que la participación de extranjeros se limitara al entrenamiento voluntario de una defensa civil, como el que Hannibal estaba realizando. Uno de los contactos de Tawnia le dijo que los soldados extranjeros efectivamente tenían permiso de entrar a Ucrania. Unos días más tarde, una foto de varios extranjeros con equipo militar “defendido Kiev” comenzó a circular por las redes sociales. Parecía que algunos extranjeros realmente se estaban tomando las armas para defender a Ucrania.

Hannibal me dijo que muchos militares y “adyacentes” lo habían contactado con planes complicados para involucrarse. “Me escribían diciendo: ‘Comunícate con este tipo, encuéntrate con este otro, consigue las llaves de este apartamento, organiza el transporte de bla bla bla…’ Ellos volvieron a los Estados Unidos, pero nosotros nos quedamos”. La situación era demasiado inestable para que Hannibal tuviera un plan a mayor plazo que no fuera el establecido para el programa de capacitación inmediato. Pero estaba seguro de que personas con ciertas motivaciones podrían involucrarse si se sentían obligados a hacerlo.

“Esa es la realidad de la guerra. Es un riesgo increíble el presentarte en un lugar en el que no te van a rechazar. Si quieres participar en la guerra, lo puedes hacer”, concluyó Hannibal. “Así sabes que la guerra es real”.