Julieta Laso habla de su nuevo disco, ‘Cabeza negra’, su vida en Salta y sobre cómo se ganó su lugar en el nuevo tango argentino

La cantora presenta su nuevo álbum en el Xirgú de San Telmo, este sábado 11 de junio

Por  FACUNDO ARROYO

junio 9, 2022

Julieta Laso

Florencia Blanco

No hay que dar vueltas cuando la certeza es fuerte. Cabeza negra, el nuevo disco de Julieta Laso, funda una nueva disrupción en la música popular argentina. Y le vamos a poner nombre: música criolla argentina. De arranque, por la formación musical que plantearon junto a Yuri Venturín, el productor del disco y director artístico de la Fernandez Fierro: cuatro bandoneones y un contrabajo con caja norteña de percusión y a veces bombo legüero. Algo inusual, fundacional. Y, luego, por el repertorio: de Fito Páez a Alejandro Guyot, de Horacio Guarany a Daniel Toro, de Luciana Mocchi a Violeta Parra, de Tape Rubín a Palo Pandolfo.

Música criolla argentina. Como la música de Buenos Aires que planteaba Astor Piazzolla, como la música campera que buscaba Atahualpa Yupanqui, como la hipótesis que Leda Valladares planteaba en sus hallazgos. En contacto con Rolling Stone, Julieta dice: “Yuri tenía la inquietud de la formación. Quería ver cómo sonaba. En un momento pensaron en guitarras, pero después fueron cuatro bandoneones y un contrabajo. Esa fue la base. Por supuesto, una propuesta muy audaz [se ríe], así que al principio tuve un poco de miedo pero en cuanto lo probamos, nos miramos y nos encantó”.

Tardaron un año para grabar Cabeza negra -que el sábado 11 de junio será presentado en el teatro Xirgu de San Telmo-. Por eso hay que rebobinar un toque. Julieta Laso hacía rato que se quería ir a vivir a Salta con su pareja, Lucrecia Martel. La pandemia aceleró el trámite. Algo que no llamaría así Laso porque para tomar esa decisión antes tenía que enfrentar una de las rupturas más grandes de su vida artística: dejar de ser la cantante de la orquesta La Fierro. “Llegué a hacerme tomografías de lo que me dolía el pecho”, dice mientras reflexiona sobre esa difícil decisión. Pero estuvo todo bien: Salta la recibió de manera impresionante. Descubrió un nuevo mundo cultural, que le aceleró los procesos de inspiración. Además, antes de grabar su cuarto disco solista, protagonizó Terminal norte, un unitario documental dirigido por Lucrecia Martel.

Terminal norte llegó a la Bienal de Alemania y tuvo su presentación en el CCK. Se puede ver gratis en la plataforma Cont.ar. Es, de alguna manera, la primera foto de Laso en Salta. Su bienvenida. Muestra las tertulias que se armaron en el declive de la pandemia, cuando los encuentros se volvieron a fortalecer. Allí está Laso prendiendo un fósforo y admirando lechuzas blancas mientras llegan artistas del lugar como las copleras Mariana Carrizo y Lorena Carpanchay (primera coplera trans de Los Valles Calchaquíes), las noise de Whisky y la trapera B Yami, entre otras. “Somos muy fanáticas de las tertulias, practicamos ese deporte. Tanto en Salta como en Buenos Aires”, aclara la cantante.

Algo se encendía en el pecho tomografiado de Julieta Laso.

También volvió a la actuación después de diez años. Antes de ser cantante, Julieta era actriz. Y de alguna manera eso nunca se fue. Para poder cantar, activó las herramientas que traía del teatro. De hecho se convirtió en una de las mejores intérpretes en vivo del nuevo tango argentino. Y también fue durante el proceso de grabación de Cabeza negra. Julieta volvió a escena con la obra Ojo del Pombero (de Toto Castiñeiras), que ganó La fiesta Nacional del Teatro y ahora girará por todo el país. “Me animé porque admiro y respeto mucho el trabajo de Toto. Tiene un lenguaje propio, entre lo gauchesco y lo moderno. Me subí a una aventura”, dice.

“Me gusta arrancar con algo mundano y volverlo sofisticado”, dice el diseñador Alejandro Ros, responsable de tapas de artistas como Soda Stereo, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez. Sobre la portada de Cabeza negra, que a mediados de junio revolucionó las redes sociales de Julieta Laso, explica: “A la estética visual de Julieta la veo superadora, una presencia que deja huella, alta personalidad”.

Atrás de Ros hubo un equipo que sigue apuntando hacia el norte, Salta principalmente. Laso cuenta: “Entre tanta gente que estuve conociendo en Salta, me hice fanática de un programa de televisión que se llama Juego de reinas. El mejor programa de la televisión argentina. Cuando lo descubrimos no podíamos creerlo. Entonces nos hicimos muy amigas de la conductora, Místika Reech, y de toda esa gente. En el programa hay una ganadora del concurso Drag, que es Katrina Raissa, una persona increíble. Ganó porque su trabajo es tremendo, todo lo que hace con los objetos que tiene a mano. Bueno, y ella formó parte de la tapa del disco. Fue la encargada de hacer el tocado. Le mandamos un boceto y le dijimos que hiciera lo que quisiera. Y después sumé a las otras chicas. Así que se armó tremendo equipo”.

“La foto también la hicieron Ivana Salfity y Cecilia Lutufyan, que viven en Salta. Yo soy de Tucumán, así que todes del norte. Todo esto estuvo supervisado por nuestro best boy Lucrecia Martel”, resume Ros. Tan amigas se hicieron que durante la segunda temporada de Juego de reinas, que está por empezar, serán juradas tanto Martel y Laso como también Valeria Bertuccelli. “Estamos muertas de emoción. El trabajo que hacen es espectacular y lo que no se puede creer es que se haga en Salta”, dice Laso.

Cabeza negra cuenta con doce canciones. Y su autora las piensa con Lado A y Lado B. En la mezcla e ingeniería de sonido estuvo Walter Chacón y los bandoneones están tocados por Sofía Calvet, Milagros Caliva, Ayelén Pais, Natsuki Nishiara, Victoria Gauna y Manuel Barrios. Además de la dirección artística, Yuri Venturín toca el contrabajo y la caja. Es el sucesor de La caldera (2021), ese gran disco con foco en la música argentina de los 60, y continuador de Martingala (2018). Allí Laso estuvo nominada a un Gardel por su interpretación. Antes de ingresar a la Fernández Fierro, había grabado su debut como solista, Tango Rante (2010). 

“Hemos buscado un sonido que podríamos decir de orquesta de bandoneones. Bastante alejado de lo que sería un fueye solista acompañando un cantante”, dice Venturín. Asegura que el sonido del instrumento insignia del tango está grabado de una forma para la mano derecha y de otra para la izquierda. Y sobre su cantante favorita y amiga, agrega: “Ella pertenece a la tradición de poner el corazón a rojo o negro, si es que eso existe. Y apostar en eso es ganar”.

“Al repertorio lo elegimos los dos, con mucho tiempo. Hay de todo: contemporáneas, viejas. Hay muy buenas elecciones de Yuri, que no son muy recordadas pero son bellísimas, como la de Guarany (“Llámame cuando amanezca”) y la de Daniel Toro (“Mi mariposa triste”). Creo que son canciones muy políticas, que dicen cosas fuertes. Así fue que llegamos al título del disco”, explica Laso, que afirma también que Cabeza negra es el país que la identifica. Contrario a ese que se pretende blanco y mira todo el tiempo a Europa.

Uno de los puntos altos del disco es “Ámbar violeta”, una canción de Fito Páez incluida en su furioso disco Ciudad de pobres corazones. “Fue la que más me costó asimilar. Quizás porque no la cantaba tanto. No es una canción conocida de Fito pero está en el tono de Cabeza negra, es decir, de Ciudad de pobres corazones. Cabeza negra es un disco muy dramático, telúrico. Pasado de dramático (se ríe). Es lo más trágico que grabé en toda mi vida. No esperaba que fuera tan trágico, pero es así. Yuri más Julieta igual trágico”, afirma Julieta y Yuri Venturin le devuelve una definición narrativa: “Buscamos una estética que podría ser litúrgica y pagana. De atardecer con turbios presagios, noche solitaria y amanecer sin esperanza”.

Alejandro Guyot es el gran relator del principio, el desarrollo y la actualidad del nuevo tango argentino. Por eso advierte que a Julieta la vio desde que se quedaba sentada esperando para cantar en la milonga Orsai. Y que, a pesar de eso, de que es la hermana menor de toda esa generación, es la mejor. “Me emociona ver su evolución, cómo rompió paradigmas y prejuicios cuando asumió el micrófono en la Fernández Fierro, y cómo creció en su carrera solista como cantante. Ella es la mejor de nosotros”, dice Guyot, contundente. Y también ofrece una frase conocida en el circuito, esa que establece que Julieta Laso está entre Patti Smith y Leda Valladares. Un tango punk para las calles de hoy. “Esta generación de artistas, con ella como faro, le arrebató el underground al rock”, concluye.

Para Julieta todos ellos fueron muy importantes. “Me ayudaron mucho, en Orsai cantaba a las 3 AM para los borrachos que quedaban. Soy muy agradecida, sobre todo a los compañeros del Cuarteto La Púa, los primeros que me hicieron el aguante desde sus guitarras”, dice. Y Guyot redobla la apuesta: “Para mí, Julieta Laso es como una Tita Merello desfachatada”.

No es casual el vínculo, Laso es seguidora de la gran cantante y performer desde siempre. “Tengo un fanatismo raro porque era muy chiquita para que esa presencia me imante, y aún así casi la conozco porque mi mamá tenía decidido llevarme a verla y a saludarla. Finalmente no me animé. Hoy en día sigo viendo sus entrevistas, al menos una vez por año, porque me hacen bien”, cierra la, tan bien definida por Guyot, desfachatada.

La cantora Natalia Lagos agarró el micrófono de La Fierro y estaba caliente. Fue la sucesora de Laso en la orquesta y la tarea no fue sencilla. “Me costó sacarme de encima algunos modos que terminaba imitando de ella”, cuenta Lagos a RS. Dice que Julieta no necesita nada de los atributos que una cantante debe tener porque cuenta con el más importante: “Cuando canta, le creés todo. Ahí está la potencia de Juli, por eso siempre la admiré y la banco un montón”, cierra.  

Dice Lucrecia Martel sobre Cabeza negra: “Es una súplica gritada desde algún balcón desvencijado de Buenos Aires. En un barrio de la zona sur. Desde un puente sobre la autopista Ricchieri. No es un disco exactamente urbano. Es el arrabal de este continente. Buenos Aires creció con gente huyendo de la pobreza, migraciones internas y de países vecinos. En sus barrios se cruzan todas las tradiciones musicales de este continente. La ciudad no mira al río marrón, tampoco acepta su destino de toldería. Cabeza negra en cada canción suplica, no con sumisión, porque el sonido del disco es una amenaza.  Es la liturgia de escuchar canciones de protesta, como si fueran de amor”. Y después agradece a Rolling Stone la repregunta pero prefiere no agregar nada más.

Y Julieta Laso, la que será una de las figuras trascendentes de este 2022 en la música argentina, finalmente se decide y contesta la pregunta sobre su relación con Martel. Siempre en el contexto artístico aunque a Juli se le afloje la voz cuando habla del amor de su vida: “Mi pareja es la persona que más me inspira en el universo. Me interpela en la vida, en cada mañana, y mi trabajo se ve totalmente interpelado. Ella es una persona que me exige más, que me hace preguntarme las cosas millones de veces y eso se vuelve un aprendizaje cotidiano. Para mí vivir con ella es un privilegio. El concepto de Cabeza negra termina saliendo, básicamente, gracias a mi vínculo con ella, sobre todo”.