Se necesitó una pandemia mundial para que el líder de Interpol, Paul Banks, se expresara a un volumen razonable. Durante dos décadas, el cantante y multiinstrumentista ha hecho un muy buen papel como buscador de incendios, gritando a través del espeso humo del post-punk a los sobrevivientes. Pero debido a que la banda escribió su séptimo LP de forma remota, en su mayoría abandonaron los placeres del culto a Ian Curtis por un enfoque mucho más matizado. Esta versión de los lamentos de Banks (que todavía es bastante intensa) tumbó una cadena de fichas de dominó, lo que le permitió a Interpol hacer música más introspectiva, texturizada y totalmente digerible en The Other Side of Make-Believe.
La nueva faceta introspectiva de Banks resuena a lo largo de todo el álbum. “Pasé vergüenza por esto, ¿estás ahí?” pregunta en ‘Something Changed’. Es un rayo de autoconciencia que le permite al guitarrista Daniel Kessler tocar acordes discretos de piano y al baterista Sam Fogarino para intentar algunos toques de jazz. En ‘Gran Hotel’, el trío entreteje líneas de guitarra y bajo, Kessler evoca algunos cambios de acordes de los Beatles en ‘Fables’ y en ‘Mr. Credit, hacen malabarismos con el bajo. Quizás lo más sorprendente es cómo Banks maneja un poco de optimismo aquí y allá, cantando, “Me gustaría verlos ganar” en la canción de apertura de Make-Believe, ‘Toni’. “Me gusta la inspiración, va en la dirección correcta”, canta, “eso es para mí”.
Pero eso no quiere decir que nada de esta iluminación recién descubierta haya alterado el sonido general de Interpol: Make-Believe todavía se compone principalmente de la forma de tocar la guitarra rígida y temblorosa de Kessler y la voz cortante de Banks se suma a algunas letras extrañas como, “Ella es muy, muy cálida/Su centro puede hacer que los autómatas respiren” en ‘Into the Night’. Ocasionalmente, las líneas elásticas de la guitarra y las voces de Banks se arremolinan juntas y todo se siente un poco como un déjà vu, que siempre ha sido el mayor contratiempo de Interpol. Tampoco hay ninguno de los grandes coros que hicieron de canciones como ‘Evil’, ‘Slow Hands’ o ‘The Heinrich Maneuver’ indicadores de la angustia de los primeros años. En cambio, el álbum es algo diferente y, a veces, audaz.
En ‘Passenger’ de Make-Believe, Banks se lamenta: “Sálvame, estoy en mi cabeza”, que, como ha demostrado cualquier otro álbum de Interpol, ha sido un tema recurrente para Banks. Pero cuando él y sus compañeros de banda relajan su composición, como sucede en Make-Believe, suenan listos para seguir adelante.