En la última década, la vida solista de Francisco Bochatón se volvió un reflejo intermitente. El regreso de Peligrosos Gorriones lo mantuvo ocupado en algo parecido a una segunda oportunidad para la gran banda platense de los 90. La nave madre nunca despegó, aunque dejó un disco en vivo y otro de estudio con algo de aquella furia inicial que inspiró −en los comienzos del nuevo milenio− a buena parte de la generación del rock argentino más indie.
Antes de grabar con sus viejos camaradas, Bochatón lanzó La vuelta entera (2012), un disco alejado de aquel cancionista insumiso que conmovía a Gustavo Cerati y se revelaba como un autor de recambio. La reciente edición de Ropa de animal mejora el audio del planeta Bochatón. El despojo y sus efectos de antaño se disipan mientras crece una épica romántica a favor de las melodías instantáneas, casi todas sometidas a los remolinos emocionales de un dramaturgo pop cada vez más agudo y afinado. Son nueve canciones en donde no resuelve los conflictos del amor, ni siquiera los cuestiona, lo suyo es abrazar el sentimiento y convertirlo en retratos, visiones existenciales u otras delicias de un momento con pocas certezas.
La producción compartida junto a Eduardo Bergallo juega a favor de un power-pop sofisticado, otro detalle distintivo que convierte a Ropa de animal en la mejor versión solista del autor de “Siempre acampa”.
El alarido incómodo del tema que le da título al disco abre un juego leal y mordaz, lo que sigue es una sucesión de canciones tan directas como el impacto beat de “Moviéndome” o la preciosa cadencia de “Alumbra”. Y hay más, “Chau”, “Alas” y “Accidente” son hits potenciales para todas las playlists del futuro.
