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Fear Inoculum: el regreso de un gigante

El quinto álbum de estudio de Tool es un éxito que desafía todas las corrientes de la industria

Por  JUAN P BENÍTEZ

octubre 20, 2019

Maestros veteranos más allá del bien y del mal.

Travis Shinn

Vamos directo al punto: difícilmente algún disco de 2019 supere lo que está ocurriendo con Fear Inoculum de Tool. El lanzamiento de este álbum es un fenómeno excepcional que no se puede pasar por alto, y vale la pena hablar de él más allá de hacer otra reseña canción por canción, como las docenas que ya existen en YouTube (algunas muy interesantes, por cierto). Desde luego podríamos quedarnos hablando durante horas acerca del álbum, de sus estructuras no convencionales, de sus métricas irregulares, de las pequeñas células rítmicas que se convierten en pasajes majestuosos con aires sinfónicos, de sus fragmentos meditativos, de sus melodías vocales etéreas, de su impecable producción, de la solidez del cuarteto… Pero sería una tarea interminable y poco práctica sumergirse profundamente en cada uno de estos aspectos, tan característicos en Tool, y dejar de lado la importancia de un álbum que merece abordarse por encima de los tecnicismos musicales.

En primer lugar, las páginas se quedarían cortas para una obra de esta extensión (casi 90 minutos), y porque, acertadas o no, las reseñas, dejando de lado la parte técnica, nunca son absolutas ni dejarán de ser la opinión subjetiva de alguien que oye y califica un trabajo según sus propios criterios o las emociones que le genere la música en un determinado momento. Dicho esto, es claro que hay opiniones divididas respecto a este quinto trabajo de estudio de Tool, y que poner a todos de acuerdo siempre será imposible: “es una obra maestra”, dicen algunos; “es un disco absolutamente sobrevalorado”, dicen otros. Si dicen que el disco de Tool está sobrevalorado, ¿qué podríamos decir de los lanzamientos de Taylor Swift, Post Malone o Ed Sheeran?

Maynard James Keenan.
KEVIN RC WILSON

También hay quienes restan importancia a lo nuevo de Tool porque el rock no es hoy la tendencia dominante, y es claro que los parámetros que definen la música popular han cambiado, pero eso no implica que un disco deba desvirtuarse solamente porque pertenece a un género que no está en la cima de las listas.

¿Quién dijo que los discos son ‘buenos’ o ‘malos’ según el momento que reflejan los listados de popularidad? Eso sería como decir que ningún disco de música clásica vale la pena en el siglo XXI. ¿Debemos dejar de leer el Quijote? La dictadura de las tendencias no puede decirnos lo que debemos admirar o ignorar. Sería como pensar que por existir 10 películas de ‘Rápido y Furioso’ y 30 de Marvel, tendríamos que dejar de ver a Almodóvar, a Kubrick y a Alan Parker. Por todo eso, en este caso lo más sensato es hablar del contexto histórico y cultural en el que aparece este álbum que, gracias a los largos años de misticismo y secretismo en el que se vio envuelto su proceso de creación, sumados a las extrañas circunstancias que lo rodean y a las exorbitantes cifras que lo respaldan, se ha convertido –no cabe duda– en uno de los sucesos musicales más extraordinarios de los últimos tiempos.

¿Resulta exagerada la afirmación? A juzgar por los hechos, no parece ser así. No todos los días una banda de rock no comercial lanza un álbum 13 años después de su último trabajo y llega al Número Uno de las listas del Billboard 200 con canciones que sobrepasan los 10 minutos; algo sumamente extraño teniendo en cuenta que la duración promedio de un sencillo es de 3 minutos y medio, que las audiencias de hoy en día buscan la inmediatez y que los artistas más jóvenes mandan la parada en las listas.

Portada de Fear Inoculum.

¿Cuántas veces una banda de rock de unos cincuentones destrona de ese primer lugar a Taylor Swift, la actual reina del pop? No es exactamente lo mismo, pero fenómenos así son contados, y aquí podríamos recordar lo que ocurrió con Nevermind, de Nirvana, en 1991, cuando destronó a una superproducción como Dangerous, de un Michael Jackson en la cima de su popularidad. Aquí debemos tener en cuenta que la música de Tool es mucho más densa y difícil de asimilar que la de Nirvana, Michael Jackson o Taylor Swift. Estamos hablando de un disco en el que seis composiciones superan los 10 minutos de duración. Es una rareza en tiempos de Maluma y Cardi B.

Tampoco es frecuente leer en la revista Forbes un artículo acerca de un álbum de rock que genera ganancias millonarias y es considerado como un fenómeno comercial. Y no siempre una banda lanza (y agota) un disco, que no sea una recopilación de éxitos, en un formato físico de lujo que puede costar más de 150 dólares en eBay –con una pequeña pantalla incorporada, sonido y un folleto de 36 páginas que incluye las letras y está decorado con el más suntuoso arte–, cuando la mayoría de la música se consume en formatos digitales. Lo de Fear Inoculum no es sobrevalorado, es algo inmenso en 2019, y va más allá, repito, de las opiniones divididas sobre su contenido musical. La clave de Tool fue la paciencia para hacer lo que quería hacer, porque un grupo de su magnitud, que se encuentra más allá del bien y del mal, ya no tiene que demostrar nada ni complacer a nadie. Es inmenso porque todo esto está ocurriendo en un momento en el que el rock ha dejado de ser protagonista, desde hace mucho tiempo, en un mainstream dominado por el hip-hop y por “revelaciones” del pop que surgen y desaparecen con la misma velocidad. Es un cimbronazo en la mesa al final de una década llena de artistas blandengues y pusilánimes, una década en la que muchos de los grandes grupos de rock del pasado ya no se preocupan por arriesgarse a sacar nuevo material y, en su lugar, viven cómodos aferrados a sus glorias de otras épocas, bien sea haciendo giras con sus grandes éxitos, tocando en cruceros o radicados en Las Vegas. La paciencia es una virtud difícil de desarrollar, pero trae grandes frutos. Tool supo esperar, sus fans supieron esperar y, en su mayoría, no han sido defraudados. En cuanto al álbum, solo el tiempo dirá si se convertirá en un clásico del rock o si simplemente sobresalió como un muy buen disco que iba en contra de la corriente en una época dominada por música prefabricada en la que no había mucho que rescatar.

Adam Jones en la guitarra.
LUKE SPENCER

La calidad puede ser subjetiva y discutible, pero la relevancia es otra cosa, y está comprobada en este disco. Tool lo ha logrado, Slipknot llegó muy alto también con We Are Not Your Kind, aunque no haya punto de comparación con Fear Inoculum. Ahora las preguntas podrían ser: ¿quién continuará haciendo que el rock se mantenga en la pelea?

¿Servirá esto para darle un nuevo aire al género y permitirle que recupere la confianza en sí mismo? La respuesta no la tiene Imagine Dragons, tal vez tampoco la tenga Dave Grohl, tendremos que esperar, ojalá por poco tiempo.

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