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Emma Stone, un final digno

Emma Stone, estrella de ‘La La Land’, dejó atrás una infancia llena de ansiedad en Arizona para convertirse en la más libre y auténtica de las actrices estelares de Hollywood

Por  ROLLING STONE

noviembre 6, 2020

Cortesía

EXTRAÍDO DE RS165, FEBRERO 2017

El lugar favorito para comer sushi de Emma Stone está en el Sunset Boulevard en Los Ángeles y no tiene ningún tipo de publicidad afuera. Un espacio pequeño, escondido entre una clínica de depilación láser y un local de mensajería. Apenas nos sentamos cuando empezó a hablarme sobre su hernia hiatal. “No puedo comer picante”, dice Stone. El problema es que parte de su estómago sube hacia su esófago, lo que suena bastante grave pero en realidad es algo manejable, a pesar de que incrementa el reflujo y la acidez. “Nací con eso”, asegura con una sonrisa. Separa sus palillos y dice: “Era como un señor pequeño cuando era niña”.

Conocí a Stone hace aproximadamente 11 minutos, pero me da la sensación de estar con un viejo amigo. Se acerca hacia la mesa y se burla conspirativamente de chistes que hemos dicho hace apenas un segundo, pero que parecen bromas que compartimos desde hace años. Echa la cabeza para atrás y me pide que examine sus fosas nasales porque está segura que tiene una partícula desagradable. Durante la cena, dos tipos toman asiento cerca de nosotros. Stone los mira fijamente y después me dice en un susurro: “¡Por Dios, creo que el ex novio de Paris Hilton se acaba de sentar ahí! Es el que parece un imitador de Elvis Presley”. Señala con el pulgar hacia la izquierda fracasando en su intento de ser discreta, mientras dirige mi mirada hacia un hombre muy bien parecido. Puede que sea alguna conquista de Paris Hilton o puede que sea otra persona totalmente distinta. Me vuelvo para ver a Emma quien posiblemente es la persona más famosa del restaurante, y está sonriendo con un aire de complicidad. “Es él, ¿verdad?”, me pregunta.

Stone es descabelladamente amable y cualquier persona que la haya visto actuar podría inferirlo. Es una estrella totalmente humana, del tipo que de cierta forma te engaña cuando actúa y se te olvida que es una estrella. “No es pretensiosa, no miente y es eléctricamente inteligente”, asegura Jonah Hill, actor con el que Emma Stone protagonizó su primera película, Superbad.

Stone es comúnmente comparada con su heroína Diane Keaton: Ambas son hermosas, graciosas y musas de Woody Allen. La combinación que tiene Stone de valentía, humor ácido y un aura que proyecta bondad, se vuelve magnético en lugar de aburrido, tiene mucho en común con algunos de sus héroes como Tom Hanks. Audicionó para actuar junto a él en El amor llama dos veces en 2011, no tanto por el guion sino por el hecho de que adora a Hanks. No consiguió el papel, me confesó cabizbaja. Pero ese mismo año, participó en Historias cruzadas y se robó escenas en Amigos con beneficios y Loco y estúpido amor; así que las cosas no fueron del todo mal.

Al ver esas películas y otras que Emma ha elevado a través de los años –Superbad, Se dice de mí, Zombieland y El sorprendente Hombre-Araña–, podrías tener la impresión de que se encuentra delante de los demás y que se la está pasando extremadamente bien en sus propios términos, sin preocuparle si hay alguien viéndola.

Vive en Nueva York. Sus sentimientos hacia Los Ángeles, al lugar que alguna vez llamó hogar, se han suavizado recientemente, pero por un tiempo no podía soportarlos. “Es como yo imagino que es el ambiente en Washington, D.C.”, admite. “Un lugar en donde te rodeas de personas que constantemente ascienden y se caen en los rankings de poder y es lo único de lo que pueden hablar o en lo que pueden pensar”. En Nueva York normalmente participa en algunas obras de teatro o se queda en casa a ver películas con sus amigos –un círculo que incluye a artistas como Martha MacIsaac, Sugar Lyn Beard y Jennifer Lawrence.

“Hacemos viajes juntos o sólo nos relajamos en nuestras casas y vemos televisión”, asevera. “El mes pasado estuve en casa de Jen y vimos Hocus Pocus” [Stone mantuvo una relación con su coestrella Andrew Garfield por varios años, pero me dice que estos días es soltera]. Ahora se encuentra en Los Ángeles pues está promocionando su excelente nueva película, La La Land. Un musical cautivador con su propia dulzura que habla sobre dos rotos soñadores de Hollywood.

Stone encarna a una tormentosa aspirante a actriz y Ryan Gosling a un dedicado adicto al jazz que fantasea sobre abrir su propio club. Ambos se enamoran mientras bailan y cantan alrededor de Los Ángeles. El descaradamente romántico punto de vista de la cinta es un salto hacia los viejos tiempos. La secuencia que da inicio al filme, orquestada en una carretera, marca el tono, transformando el abismo textual de Angeleno en una eufórica y coreografiada fantasía.

La película es un puente entre lo clásico y lo contemporáneo. “Necesitaba alguien quien pudiera lograr que los musicales tradicionales se percibieran relevantes y accesibles para las personas que piensan que no les gustan los musicales”, admite el escritor y director de la cinta, Damien Chazelle. “Emma es muy actual, pero de cierta forma, también hay algo atemporal en ella”.

Incluso antes de su lanzamiento formal, La La Land parecía acrecentar los rumores como una fuerte contendiente para los premios Óscar. Hace algunas semanas, Emma asistió a la cena anual del Governor’s Ball Awards, la noche que se hizo esta entrevista tuvo una sesión de preguntas y respuestas organizadas por la Academia y al día siguiente fue a la premiere de de La La Land. “Siento como si hubiéramos empezado a promocionar la película en agosto y no hemos parado”. No es que se queje: La La Land figura como la aparición de Stone más arriesgada hasta el momento, incluso cuando ya había estado nominada con anterioridad. Cuando lo menciono, dice: “No me gusta pensar en eso –su modo normal radica en burlarse de si misma, no auto promocionarse–, trato de mantener mi mente ocupada con lo que tengo que hacer en el momento, no necesariamente hacia donde me dirige”.

El alcohol ayuda. “¿Quieres sake?”, me pregunta. Pedimos una botella y me sirve un vaso, como es la costumbre japonesa. Le regreso el favor y le menciono que alguna vez discutí este gesto de etiqueta con un chef japonés que comparó servir tu propio vaso de sake como masturbarse en público.

“¡¿Masturbación?! Yo sólo he oído que es de mala suerte”, se ríe. Me entretengo en otra cosa y me sirvo sake. “Te acabas de tocar en la mesa”, me recuerda. Pido disculpas y le sirvo de nuevo, a lo que contesta: “Adelante, por favor. Tócame en la mesa”.

Emma Stone cumplió 28 años, pero ofreció su primera interpretación a los seis años, en un musical de la escuela con temática de Acción de Gracias. Creció en Scottsdale, Arizona, siendo hija de una ama de casa y de un contratista, además de su hermano menor. “Mi papá comenzó su propia compañía, así que no tuvimos mucho dinero hasta que tenía ocho años, cuando su empresa se volvió exitosa”. Los Stones criaron a sus hijos como luteranos [“Católicos light”, dice Emma]. “Eran permisivos y comprensivos, nos apoyaban en todo. Decían: ‘Si vas a tomar en una fiesta, llámanos y nosotros te recogemos’”. La llamaron Emily, Emma fue el nombre que ella escogió cuando se unió al Screen Actors Guild y descubrió que había otra Emily Stone.

Su infancia fue buena en algunas formas y turbulenta en otras. Era una niña profundamente nerviosa, le daban ataques de pánico a menudo. “Mi cerebro naturalmente se saltaba 30 pasos hasta el peor escenario posible. Cuando tenía como siete años, estaba convencida de que la casa se estaba quemando. Lo podía sentir. No era una alucinación, era sólo un peso en el pecho, no podía respirar y juraba que el mundo se iba a acabar. Hubo muchas de esas señales, pero mi ansiedad era constante. Solía preguntarle a mi mamá millones de veces qué haríamos en el día. ¿A qué hora me iba a dejar? ¿Dónde iba a estar? ¿Qué pasaría a la hora de la comida? Me sentía con nauseas. Llegó a tal grado que ya no quería ir a casa de mis amigos. Me era difícil abrir la puerta para ir a la escuela”.

Sumamente preocupados, los padres de Emma la hicieron tomar terapia. “Ayudó muchísimo”, confiesa. “Escribí un libro llamado: Soy más grande que mi ansiedad y aún lo conservo. Dibujé un monstruo pequeñito en mi hombro que me hablaba y me decía que todas esas cosas no eran ciertas. Cada vez que le hacía caso, se hacía más grande. Si lo escucho lo suficiente, me destruye. Pero si continúo no haciéndole caso y no le doy el crédito que necesita, se hace más pequeño y se disuelve”. Otra forma de hacer desaparecer al monstruo fue actuando. Creando un mundo inventado que le permitiera olvidarse del real. “Comencé a actuar en un teatro juvenil, haciendo improvisación y sketches de comedia”, cuenta la actriz. “Para improvisar tienes que estar presente y esa es la antítesis de la ansiedad”.

Le encantaba la comedia desde siempre, veía algo de ella en el personaje Judy Miller de Gilda Radner, una chica que no encajaba del todo y que se sentía más cómoda cuando hacía un show de televisión imaginario en su sala. Stone también adoraba a John Candy, su trabajo como un hombre triste pero optimista en Planes, Trains and Automobiles le parece: “Uno de los mejores actos de todos los tiempos por que crea esta idea increíble que también logró Gene Wilder que es combinar un corazón roto con comedia. Así es la vida, ¿no? A pesar de que la vida sea muy oscura, todos los días siguen sucediendo cosas extrañas y graciosas”.

Stone continúo trabajando en obras de teatro e improvisando, además de comenzar su entrenamiento con un maestro local quien “aparentemente había estado con William Morris en la década de los setenta”, comenta Emma, mismo que más tarde también logró a través de algunas viejas conexiones en Hollywood que Stone tuviera un agente. Así que en realidad no fue una desilusión cuando a los 14 años les informó a sus padres que quería dejar la preparatoria y mudarse a Los Ángeles para tratar con todas sus fuerzas de volverse profesional. Les notificó a sus padres a través de una presentación en PowerPoint que se titulaba: “Proyecto Hollywood”. Otros padres probablemente se hubieran sentido desconcertados, pero los de Emma  ya conocían este lado lógico de la actriz. Cuando tenía 12 había hecho otra presentación haciendo una exitosa campaña para que la dejaran estudiar en casa. También decidieron darle la oportunidad de actuar. En enero de 2004, Stone se mudó con su madre a un departamento en Park LaBrea al sur de Hollywood.

La mudanza era aparentemente temporal, confiesa Stone. “Fue como: ‘Nos vamos a quedar para la primera temporada, no para siempre’, audicioné tres meses seguidos y no obtuve nada”, sus padres comenzaron a inquietarse. Sin querer rendirse, encontró un trabajo en el que cocinaba premios para perros, un empleo bastante ridículo al que se aferró: “Solía decirles ‘Ven, estoy trabajando. No tengo audiciones, pero debo quedarme’”.

Consiguió suficiente trabajo para mantener la esperanza viva. “Participé en un episodio de Malcolm el de en medio”, recuerda. “Y un episodio de Medium. Fui la voz de un perro en La vida secreta de Zach y Cody”. Stone también formó parte de un episodio en la comedia de Louis C.K, Lucky Louie, actuando como una niña con muchos problemas. “Fue increíblemente lindo conmigo”, recuerda. “Y muy protector, por que tenía 16 años y mi personaje estaba, cómo decirlo, ofreciéndole sexo oral. Me lo he encontrado varias veces después y me dice: ‘¿Te acuerdas de aquella vez?’”.

Stone obtuvo apoyo crucial en su carrera por parte de la directora de casting, Allison Jones, una veterana de la comedia que ayudó a lanzar las carreras de James Franco, Jonah Hill y Seth Rogen. “Audicioné para Allison por tres años”, admite Stone. “Solía llamarme para algún papel y nunca terminaba bien, pero un buen día, me llamó y me dijo: ‘Mañana no abro la oficina pero ven de todos modos que necesito grabarte para algo’. Era Superbad”. Stone consiguió el papel, actuando como Jules, la compañera popular y hermosa de Jonah Hill a quien no le daba miedo decir bromas sobre orgasmos. Desde entonces, Stone se ha concentrado en empujar su rango, como lo ha hecho Hill, para participar en dramas serios.

La característica que unifica todos sus personajes es la decencia, misma que estuvo expuesta en Historias cruzadas en donde interpretó a una privilegiada mujer blanca en la era de los años sesenta, hasta encontrarse con la ganadora del Óscar, Birdman, en la que obtuvo una nominación como Mejor Actriz de Reparto dándole vida a la hija de Michael Keaton, recién salida de rehabilitación. Aquel papel es uno de los pocos en donde Stone interpretó a un personaje que continuamente se equivocaba. (Claro, sin contar cuando le ofreció sexo oral a Louis C.K). Se describe a sí misma como una persona que le encanta complacer a los demás y acepta que es difícil imaginarse encarnando a un villano pronto. “Si parte de lo que has deseado en tu vida es no molestar a nadie, es normal sentirse atraída por personajes que sienten lo mismo”.

Pero una noche en 2013,  mientras grababan Birdman, Stone perdió la calma y fue fantástico. La cinta que el director Alejandro González Iñárritu orquestó con una serie de tomas extremadamente largas, exigía no sólo un nivel de crudeza emocional de Emma, sino que también requería exactitud técnica. “Tenía que aparecer justo al final de una escena, era aterrador porque todo estaba medido en tiempo”. Se equivocó en una toma. “Alejandro me dijo: ‘¡Emma, necesitas ir más rápido cuando cruzas la esquina sino vas a arruinar la película!’ Y yo pensaba: ‘Esto es un verdadero horror, es muy difícil, está loco’. Esa misma noche, Edward Norton y yo estábamos grabando una escena en una azotea como a las 2 de la mañana, llegamos a la toma 30 y Alejandro no estaba obteniendo lo que quería. Nos dijo: ‘Tal vez no va a funcionar’. Fui a mi vestidor, comencé a caminar y pensé: ‘¡No puedo hacerlo, voy a perder la puta cabeza!’. Algo se metió dentro de mí. Usualmente me encanta tener contenta a la gente, pero fue como: ‘A la chingada. Ya no me importa’. Regresé, hice mi escena y estaba como loca, escupía y Alejandro dijo: ‘Hermoso, ahí está’”. Stone sacude la cabeza al recordar. “Dejé de intentar que fuera perfecto”.

La La Land, como Birdman, dependía no únicamente de una interpretación emocional auténtica, ya que la actriz está en cámara casi toda la cinta, pero también le requirió una coreografía especializada con tomas interrumpidas. Cuando comenzó a considerar el papel, Chazelle recuerda: “Me dijo: ‘¿Cuánto tiempo de preparación tengo? Porque no lo pienso hacer a medias. Si voy a bailar tap, quiero aprender a hacerlo. No quiero hacer trampa’ [con ángulos de cámara favorecedores o acercamientos que robaran atención del baile]. Eso no es normal para un actor, o incluso para una persona, querer hacerte las cosas más difíciles”.

Stone describe su avance en el filme de otra forma. “Otras veces en el pasado, rodando una película me han dicho que estoy siendo un obstáculo para el proceso cuando he dado mi opinión o una idea”, confiesa Stone. “Quiero dudar que tenga algo que ver con que soy mujer, pero han habido veces que cuando improviso se han reído de mi broma y después se la han dado a mi compañero”. “O también he dicho: ‘Esta línea no va a funcionar y me dicen: “Sólo hazla, si no funciona la quitamos en edición”’, obviamente no la quitaron y jamás funcionó.

Cuando le pregunto si ha considerado escribir un guion o dirigir alguno, sus ojos se agrandan. “Escribir es muy interesante, pero nunca lo he hecho”, confiesa la actriz. “Y dirigir, es un trabajo difícil. Son todas aquellas cosas que no te preocupan como actor: ‘Perdimos una locación. Ese vestuario está mal’. Habiendo iniciado en la improvisación”, continua, “en donde todo depende el equipo, creo que estar al frente de todo, no sería algo con lo que iría bien”.

Stone está sentada en el asiento delantero del auto que renté, mientras cruzamos Hollywood. El valet de su hotel alzó las cejas cuando Stone se subió al coche. “Esta es la primera entrevista que hago en un Sentra”, me cuenta mientras nos dirigimos hacia el este. Han pasado algunos días desde nuestra cena, pero decidimos ir a correr al Griffith Park. No viene vestida para la ocasión, pero observo que viste de negro. “Incógnito”, me dice mientras sonríe.

El hecho de que su pelo rojo esté cubierto por el gorro de su chamarra le ayuda bastante para esconderse. Nos dirigimos hacia una polvosa montaña y comenzamos a respirar con trabajo. Al poco tiempo, Stone se para y comienza a tomar aire, parece que se agacha a vomitar: “¿Vamos a subir eso? ¿Estás bromeando?”. Estaba en excelente forma para La La Land, y para su siguiente cinta estaba aún mejor. Para el filme biográfico Billie Jean King subió casi siete kilos de puro músculo entrenando duro. “Pero –menciona tratando de flexionar un bíceps inexistente–, lo perdí demasiado pronto”.

Encontramos un espacio para sentarnos. Personas con más condición nos rebasan. Hormigas marchan alrededor de nuestros pies. Enfrente de nosotros, muy lejos se ve el Océano Pacífico, a nuestra derecha está el letrero de Hollywood. Si no fuera por la masa de lodo en nuestros tenis podría ser una escena de un musical. “¿Alguien se aburrirá de esto?”, Stone pregunta mientras suspira y disfruta de la vista. “No me imagino quién podría hartarse de todo esto”.

Mira algunos momentos graciosos de Emma Stone: