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Ellas hablan

La adaptación de la novela de Miriam Toews es asumida por la directora de Historias que contamos y protagonizada por un elenco de lujo, logrando transmitir sus importantes mensajes

Sarah Polley 

/ Rooney Mara, Claire Foy, Jessie Buckley, Judith Ivey, Frances McDormand, Ben Whishaw

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de UIP

La canadiense Sarah Polley inició su carrera como actriz infantil en varios papeles secundarios en cine y televisión, hasta que llamó la atención por su hermoso papel en el clásico de culto Las aventuras del Barón Munchausen de Terry Gilliam. Como excepción a la regla, Polley logró trascender sana y sobria al status de actriz adulta, con unas notables apariciones en las destacadas cintas independientes Exotica y The Sweet Hereafter de Atom Egoyan, Last Night de Don McKellar, eXistenZ de David Cronenberg, Go de Doug Liman, The Claim de Michael Winterbottom, Mi vida sin mí y La vida secreta de las palabras de Isabel Coixet y El amanecer de los muertos de Zack Snyder, entre muchas otras.

Fuertemente influenciada por Coixet, Polley inició su carrera como directora con la bellísima cinta Lejos de ella, acerca de un hombre maduro que se enfrenta a la pérdida de memoria de su esposa, debido al Alzheimer. La comedia romántica Take This Waltz, es un trabajo menor comparado con su ópera prima, pero logra unas destacadas interpretaciones de Michelle Williams, Seth Rogen y Sarah Silverman. Luego llegó Historias que contamos, un aclamado trabajo e innovador trabajo documental, acerca de una familia de narradores de historias, la cual es su propia familia.

Polley ha estado estrechamente ligada con el mundo de la literatura. Su debut como directora está basado en una historia corta de la ganadora del premio Nobel Alice Munro. Y ella fue la guionista de la estupenda miniserie Alias Grace, dirigida por Mary Harron (I Shot Andy Warhol, American Psycho), adaptación de la novela de Margaret Atwood.

Su cuarta película como directora, no es la excepción, ya que se basa en el libro de Miriam Toews inspirado en unos eventos reales ocurridos en una colonia menonita ubicada en Bolivia. La adaptación de Polley (ella es también la guionista) se ubica en Canadá en el año 2010 y llega a ser un trabajo aterrador, inspirador, incómodo y gracioso por partes iguales.

Usando una estrategia obtenida del teatro (mucho diálogo y locaciones reducidas), Ellas hablan nos muestra a un grupo de mujeres, encarnadas por un grupo más que destacado de actrices, que debate acerca de su futuro. El espectador se enterará que las mujeres de esta comunidad menonita, aislada de la civilización y cimentada en la fe, ha sido víctima de repetidos abusos y violaciones, perpetrados por los hombres de su misma colonia. Las alternativas son tres: pedir perdón a los violadores y seguir con sus vidas, oponerse y pelear o abandonar la comunidad.

Como suele ocurrir en toda sociedad machista y patriarcal, los hombres atribuyen las violaciones (muchas realizadas con somníferos que administran en las noches a las mujeres), a fuerzas sobrenaturales y demoniacas o a unas mujeres que mienten o exageran sobre lo que les sucede. En esta comunidad, los padres violan a sus hijas y los hermanos a sus hermanas. Pero cuando un hombre viola a una pequeña niña, su madre ataca al violador y este es arrestado. Sin embargo, los hombres de la colonia van en ayuda de su amigo y deciden vender gran parte de la materia prima que sustenta a la comunidad, para pagar la fianza. Es más, les piden a las mujeres que perdonen a sus agresores. Las mujeres someten las tres alternativas a votación y ellas se decantan por dos alternativas: pelear o huir. Es así que once de las mujeres se reúnen para tomar una decisión.

Entre ellas encontramos a “cara cortada” Janz (Frances McDormand) madre de Helena (Shayla Brown) y Anna (Kira Guloien), y quien se opone a abandonar su comunidad; junto a ella está Agata (Judith Ivey), y sus hijas Ona (Rooney Mara) y Salome (Claire Foy). Ona es una mujer soltera que quedó embarazada luego de una violación; y Salome (Claire Foy) es una madre cuya hija de cuatro años de edad fue violada e infectada con una enfermedad venérea que la llevó a buscar antibióticos, pese a la oposición de la comunidad en hacer uso de la medicina tradicional.

Greta (Sheila McCarthy) es una mujer que utiliza a sus yeguas para explicar su posición frente al debate. Su hija Mariche (Jessie Buckley), es una mujer casada con Klass, un hombre brutal. Mejal (Michelle McLeod), la hermana menor de Mariche, es otra sobreviviente de las agresiones a las mujeres, quien sufre de repetidos ataques de pánico y una compulsión por fumar. Aujte (Kate Hallett), la hija de Mariche de dieciséis años de edad, es la narradora de la historia, la cual se le cuenta a la hija de Ona que está por nacer.

Dentro del grupo se incluye a un hombre (además del productor Brad Pitt), y este es August (Ben Whishaw), el encargado de tomar la minuta de la reunión (las mujeres no saben leer y escribir). La madre de August fue exiliada de la comunidad por enfrentarse a los hombres y eso le permitió al hombre acudir a la universidad. August regresa para convertirse en profesor de los niños y jóvenes de la colonia y está perdidamente enamorado de Ona. La novela de Toews se centra en las minutas de August, pero aquí Polley decide basarse en la voz en off de Aujte, la cual nos ayuda a analizar y a sentir todo los que estas mujeres están viviendo y sintiendo y, a su vez, sirve de apoyo para unas discusiones sobre la violencia, el poder, el perdón, la culpa, la vergüenza, la fe y la masculinidad tóxica, cargadas de inteligencia, emoción y sentido del humor, y que, en definitiva, son el corazón de la cinta.

La hermosa fotografía de Luc Montpellier (colaborador con Polley en Lejos de ella), se contrapone a lo horrible y escabroso de la historia, pero la música de Hildur Guðnadóttir (Joker, Tár) sorpresivamente carece de la sutileza necesaria para este relato y se siente entrometida. Polley se olvida que la tarea de un director es la de contar una historia en imágenes y decide centrarse en los rostros de las mujeres mientras recitan los diálogos de su estupendo guion, generando algunos interludios donde hace uso de su fotógrafo y de su compositora. Esto hace que su trabajo pierda fuerza y contundencia.

Sin embargo, su adaptación llega a transmitir en esencia, los mismos mensajes de la novela de Toews. La fuerte reacción de las mujeres del siglo XXI, se debe a siglos de opresión. Por esa razón “machismo” es una mala palabra que denuncia los excesos y abusos, y “feminismo” es una buena palabra que representa la difícil lucha por una igualdad de derechos.

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