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El Sida: una pandemia que se nutre de la desigualdad

En el día Mundial de la Lucha contra el Sida se hace necesario recordar que las poblaciones más vulnerables son las más expuestas al virus y que los retos nacionales y mundiales siguen mediados por la desigualdad socioeconómica

Por  LAURA VÁSQUEZ ROA

diciembre 1, 2021

Anna Shvets

Desde la llegada del Covid-19 el mundo tuvo que familiarizarse con la palabra pandemia, con su magnitud, su severidad, sus consecuencias. Esto por supuesto no significa que las pandemias sean algo reciente. El Sida (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida) es quizás la pandemia inmediatamente anterior más grave que ha golpeado a millones de personas en el mundo durante décadas. Y, a pesar de los avances más recientes en su mitigación, por mucho tiempo el estigma y la desigualdad han contribuido a su persistencia. Ahora, con los efectos del coronavirus se acentuaron las barreras para enfrentar su avance.

Los datos de ONUSIDA a diciembre de 2020 muestran que 37,7 millones de personas viven con esta enfermedad en todo el mundo. Aunque se considera que el paso de los años ha hecho más lento el ritmo de infección por VIH, ha aumentado el acceso a tratamientos y hay menos muertes por Sida, la distribución actual de la enfermedad es una muestra de la discriminación sobre las poblaciones más vulnerables.

Aunque el VIH y el Sida no son lo mismo, la desinformación hace que se mezclen los términos y por tanto las nociones sobre esta enfermedad. Según la Organización Mundial de la Salud, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) infecta a las células del sistema inmunitario, alterando o anulando su función. La infección produce un deterioro progresivo del sistema inmunitario, con la consiguiente “inmunodeficiencia”. Cuando el sistema inmunitario es deficiente, deja de cumplir su función de lucha contra las infecciones y enfermedades. Por su parte, el Síndrome de inmunodeficiencia adquirida (o Sida) es un término que se usa para las etapas más avanzadas de la infección por VIH, cuando además se presentan algunas de las más de 20 “infecciones oportunistas” o de cánceres relacionados con el VIH.

Las organizaciones comunitarias y las entidades especializadas en la lucha contra el Sida insisten en el cambio de condiciones de vida para una persona que vive con VIH en la actualidad, pues se puede llevar una rutina normal con un tratamiento adecuado. Sin embargo, el estigma prevalece y a pesar de que se ha explicado cómo no se transmite el VIH, en la vida cotidiana aparecen los “por si acaso”. Las personas dicen entender, pero, aunque sepan que no se van a infectar compartiendo un plato, “por si acaso” lo lavan dos veces. Los más cercanos, con todo el amor, pero con ignorancia o ideas erróneas, perpetúan estas prácticas que generan un gran dolor en quienes viven con la enfermedad.


La distribución del VIH/Sida en el mundo no corresponde al azar. No es casual que en los países más pobres y en las poblaciones más vulnerables del mundo haya una mayor prevalencia de los casos


Diferentes investigadores han encontrado además cómo los prejuicios y el estigma se encadenan con las condiciones sociales adversas que a la postre aumentan el riesgo de adquirir el VIH. La coincidencia de mayor presencia del virus en ciertas poblaciones no es gratuita y más bien corresponde a grupos sociales que históricamente padecen diversos tipos de discriminación. Paul Farmer y Arachu Castro, entre otros expertos en el tema, han apelado al término de violencia estructural para explicar esta distribución de la enfermedad entre comunidades víctimas de enormes desigualdades. La distribución del VIH/Sida en el mundo no corresponde al azar. No es casual que en los países más pobres del mundo haya una mayor prevalencia de los casos, como ocurre en Haití o en diferentes naciones africanas.

La Corporación Red Somos, una organización de base comunitaria que combate estereotipos sobre el VIH, insiste en los efectos negativos que tiene la pandemia por covid-19 en las metas trazadas internacionalmente y las cuales Colombia ha adscrito. La estrategia 90-90-90 adoptada por ONUSIDA pretendía llegar en 2020 a que el 90% de las personas con VIH conocieran su diagnóstico, el 90% de ellas recibieran tratamiento y el 90% de quienes lo reciben tuvieran una carga viral indetectable. En el caso colombiano las organizaciones ven con preocupación el avance en estos porcentajes y en la fiabilidad de los datos del Ministerio de Salud al respecto.

Mientras el Ministerio de Salud calcula que solo el 71% de las personas que viven con VIH saben de su condición, el organismo CAC, (Cuenta de Alto Costo) indica que solo el 60% conocen que tienen el virus. John Ramírez, director de la unidad médica de la Corporación Red Somos insiste en que es necesario en este punto hacer informe sombra desde la sociedad civil porque los datos del Minsalud no son convincentes, especialmente en los últimos dos años. “La respuesta al VIH se rezagó a raíz de la pandemia. Los datos hasta 2018 son más robustos, de ahí en adelante no es claro. Pareciera que por Covid le hubieran quitado el derecho a atención de calidad, continua y oportuna a las personas que lo necesitan”, afirma.  

Como explican en Red Somos, en Colombia todavía 50 mil personas que viven con el VIH no lo saben y en el contexto del coronavirus las consecuencias en detección y atención son enormes. En medio de las medidas sanitarias se interrumpieron servicios de prevención y tratamiento del VIH, se intensificó el estigma y la discriminación, se empobrecieron las comunidades más vulnerables, precisamente aquellos grupos de mayor afectación por el VIH como migrantes, personas LGBTI, trabajadoras y trabajadores sexuales, entre otros.

Precisamente el impacto en poblaciones diferenciadas como las y los migrantes en Colombia es mayor, esto por las dificultades para acceder al sistema de salud y para recibir tratamiento oportuno, especialmente si tienen un estatus irregular. Gran parte de las personas migrantes en este momento provienen de Venezuela, un país con un gran desabastecimiento de medicamentos, así que su llegada a Colombia está motivada en muchos casos por necesidades en salud.


En Colombia todavía 50 mil personas que viven con VIH no lo saben


Al llegar a un país donde el sistema de salud es mixto (público y privado) y donde las barreras para la afiliación son tan grandes para esta población, muchas personas que conocen su diagnóstico no pueden continuar con el tratamiento necesario para mantener una buena calidad de vida. A esto se le suma que hombres y mujeres empobrecidos por la misma migración han tenido que recurrir al sexo por supervivencia en condiciones de negociación mínimas para tener una salud sexual óptima y por tanto se encuentran más vulnerables a adquirir el virus. En este punto Ramírez hace una aclaración importante y es que el comportamiento del virus entre población migrante y población colombiana es muy similar, por eso es preocupante que se estigmatice a los migrantes con datos oficiales que mal presentados pueden llevar al aumento de la xenofobia.

Ramírez comenta con inquietud que no hay un programa nacional de VIH y que los proyectos de prevención han perdido fuerza en ciudades como Bogotá a tal punto que en ocasiones las autoridades distritales indican que no hay condones, una medida básica para prevenir el virus. Además, con la pandemia por covid-19 el acceso al sistema de salud se ha reducido pues la población que perdió su empleo en la pandemia y no puede pagarse seguridad social no tendrá continuidad en los tratamientos.

Las implicaciones de no tener claridad en los datos y de no atender las necesidades de la población con VIH pueden ser varias, especialmente en términos de cumplimiento con los compromisos internacionales de contención del VIH que pueden llevar a una atomización de la enfermedad. “Podemos tener una bomba de tiempo allí”, dice.

Las organizaciones sociales como Red Somos enfatizan en la necesidad de intensificar la respuesta desde la prevención, la atención en salud y la generación de condiciones sociales y de protección para “retomar lo perdido y el abandono que generó dedicarse al Covid 19. No podemos permitir que años de avance se rezaguen más”.

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