El nuevo disco “positivo” de Interpol tiene una navaja en la tapa. Se sostiene contra un espejo. Se mira la navaja. Pero es positivo, de verdad. A las infinitas melodías que Interpol le sumó al rock garagero de Nueva York surgido en el nuevo siglo (son seis discos en total forjando esa oscuridad directa a Ian Curtis) ahora las están equilibrando hacia el final de la noche. Fue la pandemia, en efecto. Por correo, y desde tres ciudades distintas (Edimburgo, Madrid y Atenas), Interpol compuso The Other Side of Make-Believe. Un disco editado este año que los trae en formato quinteto después de haberse tomado un descanso.
Antes Paul Banks (voz, guitarra) cantaba “Ojalá pudiera vivir libre. / Espero que no me sobrepase. / Establecerse toma tiempo”, en “The New”. Veinte años después tira versos como “El apunte ahora es perfección, siempre. / La dirección ahora quedó atrás. / A través de pasillos de perfección. / Cuando el cambio venga, viviremos en cielos verdes”, en “Toni”. Canción que abre The Other Side of Make-Believe. La tormenta comienza a romper y no sabemos si el cielo está verde porque desde abajo se transita el primer momento de una dura tarde-noche de domingo.
Hay un hombre entre el público que rodea los 40 años. Tiene una remera del segundo disco de la banda: Antics (2004), tiene el cuello roto y la parte de los hombros mojada. Cantó las letras del nuevo disco (“Toni” y “Fables”, a esta última Banks la remarcó en español) pero saltó con el mix que Interpol hizo de sus otros seis discos. De aquella primera gran perla discográfica salieron: “Obstacle 1”, “The new”, “Untitled”, “PDA”. El inicio de algo que todavía continúa.
¿Recuerdan la primera tapa de Interpol? Era un escenario vacío, las luces en rojo. También podía ser un cine sin gente. La soledad como foco. Nadie en el escenario Samsung se sintió así cuando Interpol redondeó su set de una hora con “Rest my chemestry”, una canción con la épica de la guitarra en terreno pixies y con la emotividad al borde del desfasaje mental. Interpol de negro, como siempre, mostró justeza rítmica y profundidad lírica. La cara del cantante, con grandes pecas y las gafas oscuras salpicadas de lluvia, miró hacia el río y evidenció el primer rayo sobre el agua.