Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente
Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Cuando hablamos de agua, hablamos de vida digna en América Latina

Cada día se hace más urgente recordar el estrecho vínculo entre el derecho al agua, los conflictos asociados a este bien colectivo y la justicia climática en América Latina.

marzo 22, 2024

FIAN

El agua puede crear paz o desencadenar conflictos. Lo dice la ONU en el Día Mundial del Agua de 2024, pero lo dicen voces expertas desde hace décadas, alertando sobre lo que se conoce como crisis, luchas o incluso “guerras por el agua”. 

Más que un análisis fatalista del futuro, lo que intentan mostrar estas investigaciones es que la distribución inequitativa del líquido más preciado para la sostenibilidad de la vida, tal y como la conocemos en la Tierra, es una fuente de tensiones geopolíticas. Latinoamérica y el Caribe no es una región ajena a estas crisis. 

El investigador argentino Esteban Castro ha analizado estos fenómenos desde una mirada política y no solo ambiental, como suele presentarse. Con esto en mente podemos hacer un repaso rápido del carácter político de este elemento con algunos datos:  

Primero, el agua dulce, que es la única que podemos beber, se encuentra distribuida de forma desigual y representa solo el 2.5% del total del agua en el Planeta. Segundo, son diez los países que controlan alrededor del 60% de los recursos de agua dulce globales. Tercero, aproximadamente la mitad de la población mundial sufre una grave escasez de agua al menos durante una parte del año. Cuarto, en 2022 se encontró que 2200 millones de personas todavía carecen de agua potable gestionada de forma segura, incluidos 110 millones de personas que beben de aguas superficiales (arroyos, charcos o lagos) que no son aptas para el consumo. Quinto, cerca de 260 cuencas hidrográficas y un gran número de acuíferos son compartidos por dos o más países.

Aunque estas cifras no se concentran exclusivamente en América Latina, la región no es inmune a una tendencia que es global. Por ejemplo, mientras países como Brasil y Colombia tienen grandes fuentes hídricas, Chile, México y otras zonas de Centroamérica se consideran más vulnerables a algo denominado estrés hídrico. Sin embargo, al interior de países con buenas fuentes de agua también se encuentra un acceso desigual a este líquido.

De hecho, la organización no gubernamental Pacific Institute, que hace seguimiento a conflictos relacionados con el agua, muestra que solo entre 2020 y 2023 hubo 51 casos en la región. México, Perú, Colombia, Venezuela y Bolivia tienen el mayor número de eventos. 

Fuente: elaboración propia a partir de los datos de www.worldwater.org

Los conflictos por el agua pueden ser muy diversos. Abarcan luchas comunitarias ante megaproyectos; afectaciones a ríos, páramos y cenotes por intereses económicos; reclamos por el acceso a agua potable; disputas por fuentes hídricas entre empresas, individuos y gobiernos y también escasez del líquido vinculado a la crisis climática mundial. Este amplio abanico de tipos de conflicto tiene explicación justamente por la naturaleza del agua y sus muchas dimensiones. 

Las luchas comunitarias por el agua en Latinoamérica: una amarga historia

Para entender los conflictos por el agua hay que entender las varias dimensiones de este elemento, dice Catalina Quiroga, integrante de la Asociación Cambium: Clima, ambiente, investigación-acción, y estudiante de doctorado en Geografía Humana en Lund University. Tenemos el agua para tomar, para la producción de comida y la soberanía alimentaria, para el saneamiento, para el disfrute, etc. Por tanto, “es importante entender que el agua hace parte de la garantía de derechos sociales, económicos y políticos, y sobre todo de la vida digna, así que pensar en el agua es conectar no solo con las desigualdades alrededor del acceso a ella, sino del acceso a la Tierra y a la naturaleza”, dice. 

Las muchas dimensiones del agua hacen que esté íntimamente relacionada con los conflictos y las luchas territoriales, que en gran parte involucran a comunidades históricamente marginadas. El emblemático caso de la Hidroeléctrica de Urrá, en el Caribe colombiano, es solo un ejemplo. El proyecto fue inaugurado en el año 2000 tras una larga oposición de los pueblos indígenas de la zona. Están documentadas las afectaciones ecológicas y económicas por la desviación del río Sinú, además del posterior desplazamiento forzado, así como el asesinato y desaparición de defensores del territorio, como el del líder indígena Kimy Pernía Domicó, en 2001.  

América Latina tiene una historia amarga en torno a la defensa del territorio, el agua y el ambiente. Según la organización Global Witness, esta es la región más letal para las y los defensores de la Tierra. Basta recordar a la líder indígena Berta Cáceres en Honduras y su férrea lucha contra la represa de Agua Zarca, por la cual fue asesinada en 2016. 

Las tensiones por sequías en Uruguay y México 

Aunque no todas las crisis por el agua se desarrollan de la misma forma, la escasez en periodos de sequía es una de las principales preocupaciones de varios países en el mundo. Uruguay vivió un 2023 difícil en ese sentido. Por más de tres meses, la población tuvo que vivir con agua salada y el riesgo para su salud. Una fuerte sequía afectó a la represa Severino en un país pequeño y en teoría favorecido por abundantes fuentes de agua dulce. A pesar de que el clima no ayudó y durante tres años se fue secando la represa, el reclamo ciudadano señalaba mala gestión estatal y presiones del sector agropecuario que usa grandes cantidades de agua para cultivos de soja y el cría de ganado. 

Con la llegada de las lluvias las medidas se relajaron, pero la inquietud por el agua potable quedó. Esta se considera la peor sequía desde 1947 en el país del Cono sur y un ejemplo de las presiones que las altas temperaturas por el cambio climático pueden tener incluso en países ricos en agua. 

En el caso de México, un país que tiene uno de los números más altos de conflictos por el agua en la región, hay una larga historia de luchas entre comunidades, gobierno y empresas. Aunque la noticia actual tiene que ver con la escasez de agua en la Ciudad de México, el asunto no es nuevo. Hay una gran paradoja en esto pues la ciudad fue construida sobre un lago que fue vaciado desde la colonización española para controlar las inundaciones y expandir la urbe. Hoy la ciudad tiene 22 millones de habitantes y lo que en otras ocasiones afectaba solo a algunos sectores, en este momento es un reclamo generalizado por la ausencia de lluvias, las altas temperaturas y las presiones de la agroindustria sobre este elemento. 

Se ha hablado incluso de un “día cero” donde ya no habría agua suficiente para atender las necesidades básicas de la población. La fecha ha variado entre junio de este mismo año hasta el año 2028 o 2050. Algunas expertas han declarado en medios de comunicación que no es posible determinar este evento, como algunos sectores han difundido, pero no niegan la gravedad de la situación actual. La realidad es que hay reducción en el suministro del agua y que se deberán tomar medidas para prepararse ante un futuro más seco. 

En cualquier caso, la que ocurre en la CDMX no es la única crisis por este líquido vital. En Chihuahua, Chiapas, Puebla, Yucatán, Guanajuato, entre otras, se han registrado conflictos entre 2020 y 2023. Varios de estos tienen relación con protestas de campesinos por acceso al agua para sus cultivos o por ciudadanos que se oponen a la privatización del acceso al agua y los costos del servicio. Las tensiones en zonas fronterizas con Estados Unidos se han dado también por el Tratado de Límites y Aguas que obliga a México a cumplir una deuda de suministro con su vecino desde 1944. Para complejizar más el panorama, el megaproyecto del Tren Maya del gobierno actual ha sido denunciado por el peligro ambiental que representa no solo para la fauna, sino para ecosistemas tan preciados como los cenotes.  

Ante las distintas aristas de pensar el agua en términos de conflictos o de paz, la investigadora Quiroga recalca en la importancia de pensar el agua en sus diferentes dimensiones y escenarios, lo que implicaría pensarnos en el agua en su relación con la justicia climática y no bajo las lógicas del mercado, pues no tener en cuenta esa centralidad en el debate solo pude crear desigualdades.

CONTENIDO RELACIONADO