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Crítica: Viuda de Clicquot (Widow Clicquot)

La Gran Dama del Champán obtiene su propia película biográfica, aunque hecha en Inglaterra y no en Francia donde se desarrolla su historia.

Thomas Napper 

/ Haley Bennett, Paul Rhys, Sam Riley, Natasha O’Keeffe, Ben Miles, Tom Sturridge

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

CORTESÍA

Barbe-Nicole Ponsardin, más conocida como Barbe-Nicole Clicquot o Madame Clicquot, fue una figura clave en la historia del champán y una de las primeras mujeres empresarias de éxito en la Francia del siglo XIX. Nació el 16 de diciembre de 1777 en Reims, Francia, en el seno de una familia acomodada y contrajo matrimonio con François Clicquot, quien provenía de una familia dedicada al negocio del vino, específicamente al comercio de champán. Fue apodada La Grande Dame de la Champagne por su éxito y su influencia en la industria. 

Cuando François falleció en 1805, dejando a Barbe-Nicole viuda a los 27 años, ella tomó la decisión audaz de hacerse cargo del negocio familiar, algo inusual para una mujer de su época. En lugar de vender la empresa o ceder el control a un hombre, Madame Clicquot decidió continuar con el legado de su esposo y dirigir la casa de champán Veuve Clicquot (donde “Veuve” significa “viuda” en francés). 

Uno de sus mayores logros fue la invención del proceso conocido como remuage o riddling. Este método, que consiste en girar las botellas de champán en ángulo para mover los sedimentos hacia el cuello de la botella, permitió producir un champán más claro y de mayor calidad. Este proceso todavía se utiliza en la producción de champán en la actualidad. Además, bajo su liderazgo, la marca Veuve Clicquot se expandió internacionalmente, convirtiéndose en sinónimo de champán de lujo. Durante las guerras napoleónicas, Madame Clicquot encontró formas ingeniosas de sortear los bloqueos comerciales y logró introducir su champán en mercados clave, como Rusia, donde se volvió extremadamente popular entre la aristocracia.

Su historia se cuenta en el libro The Widow Clicquot de Tilar J. Mazzeo, así como en la cinta dirigida por Thomas Napper (Jawbone) a partir de un guion de Erin Dignam (Land) y Christopher Monger (Temple Grandin). Que la película no se realice en Francia con actores franceses es algo tan desconcertante como ver a Joaquin Phoenix y a Vanessa Kirby interpretar a Napoleón y Josefina en el fallido biopic de Ridley Scott (si los ingleses ya incursionaron en el mercado del champán ¿por qué no?). 

Pero dejando a un lado semejante desacierto, podemos decir que Hayley Bennett, la actriz de esa perturbadora cinta conocida como Swallow, logra hipnotizarnos con su presencia como Madame Clicquot, en una película que casi, casi parece un spin off de la serie Outlander, por su tono rosa, melancólico, pesado y romanticón, y que casi, casi, parece un elegante infomercial de alto presupuesto para la marca Veuve Clicquot.   

Al igual que el libro en el que se basa, la película producida por el director Joe Wright (pareja de Bennett), retrata a la viuda de Clicquot recurriendo a flashbacks intermitentes, para mostrarnos su ascenso desde que era una joven amante (más maltratada por su pareja que Blake Lively en El círculo se rompe), para convertirse en una mujer emprendedora que desafía al patriarcado y finalmente rechaza el matrimonio como medio para obtener autonomía legal. 

Es el año 1805 y Barbe-Nicole, de 27 años, enfrenta una difícil situación tras el suicidio de su esposo François (Tom Sturridge de la serie The Sandman), un vinicultor talentoso pero emocional y mentalmente inestable, además de ser adicto al láudano. Su suegro Philippe (Ben Miles) no cree que ella sea capaz de administrar la finca, y sus vecinos, incluida la familia Moët, están interesados en comprar la propiedad. 

Sin embargo, Barbe-Nicole no tiene miedo de ensuciarse las manos y decide continuar con los experimentos de François para perfeccionar lo que se convertiría en la prestigiosa cosecha “cometa”. Con las finanzas de los Clicquot en ruinas y las guerras napoleónicas dificultando el comercio, ella diseña una red de ventas clandestina con la ayuda del astuto Louis Bohne (Sam Riley, quien encarnó a Ian Curtis en la magnífica Control).La fotografía de Caroline Champetier (Holy Motors) evoca este bello mundo de las vides y la cata de vino de una manera etérea y bucólica (hay una hermosa escena en la que Barbe-Nicole aparece y desaparece entre la luz de las velas), pero tanto el director como sus guionistas nunca logran ahondar en la dimensión psicológica de su impenetrable protagonista.

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