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Crítica: Saltburn

Barry Keoghan y Jacon Elordi brillan en un oscuro relato sobre un joven con un gran talento para la seducción.

Emerald Fennell 

/ Barry Keoghan, Jacob Elordi, Rosamund Pike, Richard E. Grant, Archie Madekwe, Sadie Soverall, Alison Oliver

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Prime Video

Retorno a Brideshead es una novela escrita por el autor británico Evelyn Waugh (Decadencia y caída, Un puñado de polvo, ¡Noticia bomba!). Publicada por primera vez en 1945, es considerada como una de las obras más destacadas de Waugh y una de las grandes novelas del siglo XX gracias a su prosa elegante, su aguda observación social y su profunda exploración de la espiritualidad. De ahí nace Saltburn.

La historia está ambientada en la década de 1920 y sigue la vida de Charles Ryder, un joven estudiante de Oxford. Charles se encuentra con la aristocrática familia Flyte, especialmente con Sebastián, quien se convierte en su amigo más cercano. A medida que la narrativa se desarrolla, Charles es introducido en el mundo opulento y complicado de los Flyte y su hogar en Brideshead.

Waugh en su libro describe la decadencia aristocrática y las complejidades de las relaciones humanas. Uno de los elementos centrales de la novela es la exploración de la fe católica, ya que los personajes principales lidian con sus creencias y la influencia de la religión en sus vidas.

La novela, que en palabras de su autor “trata de lo que la teología llama ‘la intervención de la gracia divina’, es decir, el acto de amor unilateral e inmerecido por el que Dios llama continuamente las almas hacia Sí”, fue adaptada en 1981 para la televisión, en una miniserie británica de 11 episodios en la que Jeremy Irons interpretó el papel de Charles Ryder y Anthony Andrews a Sebastián Flyte, la cual fue muy bien recibida por la crítica y el público, gracias a que logró capturar la esencia y la riqueza del libro (muchos consideran que es una de las mejores adaptaciones televisivas de una obra literaria). 

Además de la adaptación televisiva, se realizó una versión cinematográfica en 2008 dirigida por Julian Jarrold y protagonizada por Matthew Goode como Charles Ryder y Ben Whishaw como Sebastian Flyte. Aunque la película recibió críticas irregulares, algunos elogiaron las actuaciones, mientras que otros compararon desfavorablemente la película con la serie de televisión.

Como si se tratara de una cocinera experta haciendo un fricasé con los suculentos ingredientes que tiene a la mano, Emerald Fennell, a quien recientemente vimos como Midge, la barbie embarazada en la popular cinta basada en la muñeca de Mattel, y la directora de la escalofriante cinta de venganza Promising Young Woman (ganadora del Óscar a Mejor Guion), toma algunos de los elementos de la obra de Waugh y las mezcla con elementos de Teorema, el clásico de Passolini, con la saga del señor Ripley escrita por Patricia Highsmith, que cuenta con adaptaciones cinematográficas a cargo de Wim Wenders (El amigo americano), Anthony Minghella (El talentoso Señor Ripley) y Liliana Cavani (Ripley’s Game). A la receta le agregó una cubierta formal extraída del cine exuberante de Stanley Kubrick, el surrealismo ácido de Ken Russell y la mirada crítica a la aristocracia de James Ivory y ¡Presto! Tenemos un plato fílmico bajo el nombre de Saltburn

Quizás por la influencia de Waugh, la película de Fennell, que supuestamente se desarrolla en 2006, se siente como si se estuviera desarrollando en los años treinta, a no ser por los peinados, los vestidos, la música, las actitudes y los dispositivos electrónicos. No obstante, y pese a la sobrecarga de influencias, esta es una interpretación muy particular de un cuento muy contado. La directora logra hacer un estudio meticuloso sobre el círculo de los privilegiados a través de la mirada de un intruso proveniente de un estrato humilde, y expone la verdad sobre el mundo moderno con sus tendencias transaccionales producto del capitalismo que ha permeado (o más bien contaminado) todos los aspectos de nuestras vidas.

Barry Keoghan, el joven actor que nos deslumbró en los clásicos instantáneos The Killing Of a Sacred Deer, del demencial heredero de Kubrick llamado Yorgos Lanthimos; y The Banshees Of Inisherin, de ese amante del teatro de Pinter y del cine de Tarantino conocido como Martin McDonagh, nos ofrece una nueva interpretación tan perturbadora e inquietante como las que nos tiene acostumbrados, encarnando a Oliver Quick, un becado en la Universidad de Oxford que llega como estudiante de primer año y que, con el tiempo, se gana la simpatía del círculo de estudiantes privilegiados. Específicamente, Quick pone su mirada en Felix Catton, un joven aristócrata hermoso que se mueve por el mundo con la frescura e ingenuidad que lleva a la admiración y al deseo sexual por partes iguales. Oliver desea estar junto a él, pero también desea ser él, y la paciencia de su largo juego sociopático es impresionante (Keoghan está programado para encarnar al Joker en la nueva cinta de Batman de Matt Reeves y este preámbulo hará salivar a los amantes del Hombre Murciélago). 

Jacob Elordi, el joven traumado de la serie Euphoria, es aquí tan carismático, sensual y cautivador como lo fue su encarnación de Elvis Presley en Priscilla, la estupenda cinta de Sofia Coppola. Esta es una verdadera estrella en ascenso. Archie Madekwe, el actor de Gran Turismo, también se luce como Farleigh, el primo cínico y mordaz de Felix, quien desconfía de las intenciones de Quick, mientras protege al círculo del intruso que intenta usurpar un lugar entre los aristócratas.

El primer acto, colmado de tensiones y manipulaciones, nos lleva a un segundo acto ambientado durante el verano en Saltburn, la extensa propiedad familiar de Felix que nos retrotrae al Brideshead de Waugh con Linus Sandgren (el fotógrafo de Babylon), registrando con lujo de detalles tanto la opulencia como la decadencia del viejo mundo, evocando también a El gatopardo de Visconti y a la serie Downton Abbey de Julian Fellowes.

Rosamund Pike es maravillosa (como siempre) interpretando aquí a Elspeth, la madre de Felix, Elspeth, una exmodelo que peca de indiscreta, hipócrita y cruel. Richard E. Grant, el actor de esa obra maestra sobre amistades disfuncionales llamada Withnail & I (1987), es estupendo como Sir James, el padre del que Felix heredó su ingenuidad. Alison Oliver es Venetia, la hermana depresiva de Felix, que cae en las redes de Quick y cuyo monólogo en la bañera es de los momentos más vibrantes de la cinta. No podía faltar el mayordomo, que todo lo ve, lo analiza y lo deduce, pero que no se atreve a comprometer su empleo brindando su opinión, y este es Duncan (Paul Rhys). 

Curiosamente, Carey Mulligan, la protagonista de Promising Young Woman, lleva a cabo un papel breve, pero muy bien logrado Pamela, la huésped de la familia, otra intrusa que no posee las mismas habilidades sociales de Quick, quien poco a poco se va convirtiendo en un amalgama entre el Señor Ripley de Highsmith y el visitante de ojos penetrantes interpretado magistralmente por Terence Stamp en Teorema.

Al igual que Stamp en la cinta de Pasolini, Oliver acechará a su presa uno por uno, y en el tercer acto, Fennell llevará su historia a un lugar más oscuro y perverso. Es una pena que la directora cometa el mismo error de Promising Young Woman, y se alargue más de lo necesario, tratándonos de explicar todo con un final efectista que imita a Los sospechosos de siempre y temiendo a las ambigüedades suscitadas. ¡Pero hasta Hitchcock cometió ese mismo error en Psicosis!

Puede que Saltburn no sea una obra original (¿es posible eso?) y su mensaje sobre la diferencia de clases lo hemos leído y visto cientos de veces. Pero es la forma en que nos cuenta la historia de Oliver Quick, lo que convierte su trabajo en una tentación deliciosamente irresistible.

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