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Crítica: Mi amigo robot (Robot Dreams)

Un perro y un robot establecen una fuerte amistad en una película animada que no necesita de palabras para partirnos el corazón.

Pablo Berger 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cinetopia Films

Sara Varón es una ilustradora, escritora de cuentos infantiles y autora de cómics nacida en Illinois, pero que estudió en Nueva York, donde reside actualmente. En alguna ocasión confesó ser pésima para dibujar personas y, por esa razón, se ha inclinado por la tradición de las criaturas antropomórficas. Sus historias a menudo nos presentan a parejas disparejas como un gato y un pollo, un pastelito y una berenjena y un perro y un robot, estos últimos protagonistas de su novela gráfica Robot Dreams.

La amistad con los robots se ha llevado al cine infantil de una manera hermosa y conmovedora en los clásicos de la animación El gigante de hierro, Big Hero 6 y, por supuesto, Astroboy, la piedra fundacional del anime. En acción real hemos visto a robots intentando hacer contacto con los humanos en la comedia Corto Circuito, en el drama de ciencia ficción IA: Inteligencia artificial y en la ocurrente cinta Robot & Frank. Ahora, Pablo Berger (el autor de esa obra maestra silente y surrealista del cine español conocida como Blancanieves) se une a estas películas sobre robots con un nuevo clásico instantáneo de la animación, que adapta el cómic de Varón de una manera arriesgada y magistral. 

Tanto el cómic de Varón como la película de Berger no incluyen diálogos y se apoyan casi que exclusivamente en las imágenes para contar su historia. Berger se aprovecha del carácter audiovisual de su medio y utiliza la canción September de Earth, Wind & Fire, uno de esos temas que hace vibrar a todo el mundo, para potenciar el contenido emocional de la simpática y, al mismo tiempo, triste historia sobre un perro y su amigo robot. Este recurso ya lo habíamos visto en Abracadabra, una cinta no silente de Berger, en la que el popular tema ochentero de Steve Miller Band hace parte integral de la historia.

Decir que Robot Dreams es una cinta animada infantil que nos habla sobre el valor de la amistad constituiría un insulto, porque en realidad va mucho más allá, ya que es una profunda reflexión sobre la naturaleza y los altibajos de las relaciones afectivas. Así como Fernando Trueba logró hacer esas maravillosas obras de animación para adultos llamadas Chico & Rita y Dispararon al pianista, gracias a una fructífera colaboración con el artista plástico Javier Mariscal, Berger se une a los animadores y dibujantes de cómics José Luis Ágreda (director de arte de la fantástica Buñuel en el laberinto de las tortugas) y Benoît Feroumont (quien colaboró con Sylvain Chomet en el clásico animado silente Las trillizas de Belleville), para confeccionar esta historia de corte melancólico ambientada en la Nueva York de los años ochenta, en donde los animales antropomórficos han reemplazado a los seres humanos y los robots pueden comprarse para acompañar a las almas solitarias. 

El primer acto de la cinta animada de Berger está colmado de felicidad y los espectadores sentimos que nuestro corazón se hace más grande. Pero, luego, un desafortunado accidente en el segundo acto que es mejor no revelar, nos termina estrujando el corazón. El título original (Robot Dreams) hace referencia tanto a la literatura de Isaac Asimov (Yo, Robot) y Philip K. Dick (¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) como al robot creado por Varón que sueña con volverse a encontrar con su amigo del alma. Los guiños al cine clásico, la dirección de arte de Yuko Harami y la música de Alfonso de Vilallonga, son esenciales para el cambio de tono orgánico de la cinta, que al final nos romperá el corazón e intentará sanarlo en su epílogo.Ahora bien, como las criaturas antropomórficas de la cinta de Berger no poseen un género definido, se podría pensar en Robot Dreams como una historia de amistad, pero también como una historia de amor. Y es que, sin importar el género, la amistad, el amor y la pérdida hacen parte de lo que nos define como seres humanos. Que esta sea una cinta sobre una amistad o un romance gay, queda a consideración del espectador. Lo cierto es que Berger logra un verdadero milagro, el cual consiste en realizar una cinta sobre un perro y un robot que habla con mucha elocuencia sobre las emociones humanas. 

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