La década de los ochenta puede que hoy en día esté idealizada, pero quienes la vivimos, la recordamos como una época sórdida, colmada de violencia, cocaína, sexualidad reprimida y algo de buena música. Hay que recordar que también fue una década de muchas películas basura (los principales géneros eran las cintas descerebradas de acción y las horribles películas de terror de calidad dudosa, producidas por los grandes estudios y con una infinidad de secuelas, en donde actores como Kevin Bacon, Johnny Depp, John Travolta y Matthew McConaughey tuvieron sus primeras oportunidades).
Ti West, quien en X mezcló la era dorada del gore con la era dorada del porno y que en Pearl fusionó la Era Dorada de Hollywood con el cine de terror de los años cincuenta y sesenta, ahora nos entrega la tercera parte de su trilogía, ahora ambientada en los años ochenta caracterizados por el cine gorno y de venganza, los thrillers eróticos, el giallo y los slashers.
Mia Goth, quien interpretó a la actriz porno Maxine y a la anciana desquiciada en X, y que luego encarnó la juventud de la anciana en la magnífica Pearl, ahora regresa como Maxine, esta vez dispuesta a hacer la transición de actriz porno a actriz mainstream. Pero a diferencia de Traci Lords, que lo hizo con Cry-Baby, la comedia irreverente de John Waters, nuestra Maxine va a intentar seguir los pasos de Marilyn Chambers, que pasó de ser la protagonista del “clásico” del porno Behind The Green Door a participar en Rabid, el clásico de culto del otrora maestro del horror David Cronenberg. Sin embargo, y de acuerdo con la misma Maxine, Chambers no es una actriz. En cambio, ella sí lo es. Curiosamente, esta es una cita parafraseada de la opinión que tenía Chaplin sobre Buster Keaton y, de hecho, tanto Keaton como Chambers son brutalmente referenciados en la cinta de West.
La principal fuente de inspiración en X fue Masacre en Texas. La de Pearl fue Carrie. Ahora con MaXXXine, West regresa a Brian De Palma para inspirarse en Doble de cuerpo, la cinta de 1984 sobre un actor de películas clase B (Craig Wasson), obsesionado por la actriz porno Holly Body (Melanie Griffith), que a su vez se inspiró en Ventana indiscreta de Hitchcock. Los afiches y la música de Frankie Goes To Hollywood dan cuenta de ello.
Ahora bien, las tres películas además pueden pensarse como un gran homenaje a Hardcore, la cinta de Paul Schrader sobre un padre religioso en busca de una hija que sucumbió al mundo del porno duro; y a Psicosis, el clásico de Hitchcock. Es por ello por lo que el Motel Bates está aquí presente, con Maxine haciendo el papel de un Norman reformado (como sucedió en Psicosis 2) y Kevin Bacon, el actor del clásico ochentero Footloose, vestido de una forma muy similar al malogrado investigador privado Milton Arbogast.
MaXXXine está ambientada en 1985, la época en la que la película y la banda sonora de St. Elmo’s Fire estaban en furor (como lo escuchamos de la voz de Casey Kasem, el presentador del mítico programa radial American Top 40). Pero también es la época de las estrellas porno del Betamax y el VHS como Ginger Lynn y la mencionada Lords, así como los tiempos del miedo al satanismo (encarnado en el Heavy Metal) y al Night Stalker, un asesino en serie real que aterrorizó la ciudad de Los Ángeles, agrediendo sexualmente a mujeres jóvenes.
Hay que recordar que los asesinatos del “acechador nocturno” y la administración conservadora de la Era Reagan avivaron las protestas en contra de la violencia y la obscenidad en el cine, la televisión y la música, y revivieron la idea de una industria del entretenimiento satánica, monstruosa y desalmada que se remonta al Hollywood Babylon de Theda Bara, la “Vampiresa de Hollywood” y Elizabeth Short, la “Dalia Negra” (ambas referenciadas en la trilogía) y que en la actualidad tomó mucha fuerza debido al movimiento MeToo y a los escándalos sexuales de productores como Harvey Weinstein y estrellas como Armie Hammer. Todo esto hace parte de la trilogía de West, quien nos recuerda las enseñanzas del maestro George A. Romero (La noche de los muertos vivientes) sobre cómo el mejor cine de terror es el que va más allá del sobresalto para desarrollar un subtexto sociopolítico.
Como si se tratara de la música de Prince, la trilogía Goth/West mantiene su interés en la dicotomía entre lo carnal y lo espiritual; y del mismo modo que las cuatro versiones de Nace una estrella, esta trilogía nos habla de una forma cáustica sobre la obsesión de muchos por convertirse en una persona famosa.
El prólogo de MaXXXine nos muestra un vídeo casero en el que una niña baila y su padre, un predicador, asegura mientras filma a su hija, que ella se convertirá en toda una estrella. “No aceptaré una vida que no merezco”, dice la niña Maxine, repitiendo lo mismo que alguna vez dijo Pearl, su antagonista en X. Luego veremos a Maxine, presentado una audición para la película de terror El Puritano 2, la supuesta secuela de una exitosa película sobre posesión demoníaca protagonizada por Molly Bennett (Lily Collins, la hija del cantante ochentero Phil Collins y la protagonista de Espejito Espejito, la cinta sobre Blancanieves en la que el Príncipe Encantado fuera interpretado por Armie Hammer). La secuela de El Puritano va a ser dirigida por Liz Bender (Elizabeth Debicki canalizando a Lars von Trier en versión femenina, el tiránico director danés con quien Goth trabajara en Ninfomanía). Luego de dar una brillante audición, una de las productoras dice “muy bien, ahora ¿nos puedes mostrar tus pechos?”
Dos de sus amigas del porno, Amber (Chloe Farnworth) y Tabby (Halsey), van rumbo a una fiesta organizada en las colinas de Hollywood organizada por un productor misterioso y desaparecen. Maxine recibe un video anónimo que puede afectar su carrera, ya que revela su oscuro pasado, y los detectives Williams (Michelle Monaghan) y Torres (Bobby Cannavale), la presionan para que comparta información, pero Maxine no quiere que un escándalo acabe con una carrera en el cine que hasta ahora se inicia. La química entre Cannavale y Monahan es maravillosa y un spin off policíaco no estaría para nada mal.
Cuando aparece John Labat, el sucio investigador privado encarnado por Bacon, Maxine se encarga ella misma del asunto usando unas llaves como manopla. Pero cuando regresa con sus chantajes, Maxine acude a su agente y abogado Teddy (un deliciosamente viperino Giancarlo Esposito) quien la va a ayudar a aplastar sus molestias. La fotografía de Eliot Rockett (colaborador constante de West) recrea a la perfección el sucio ambiente del Hollywood de la época. Esto bien podría ser Érase una vez en Hollywood parte 2 (vale la pena recordar que West dirigió la secuela de Cabin Fever, el debut de Eli Roth, protegido de Tarantino, en una experiencia que detestó). La hábil edición de West con sus transiciones y pantallas divididas al estilo de De Palma y sus cambios de formato de vídeo a cine, ayudan muchísimo a la maravillosa experiencia inmersiva de esta cinta, que bien puede ser el equivalente de lo que hizo Edgar Wright con el Swinging London de los años sesenta en Last Night In Soho. Ni hablar del estupendo diseño de vestuario de Jason Kisvarday y Mari-An Ceo y la banda sonora con temas de ZZ Top, New Order, Animotion y Kim Carnes, junto con el score en sintetizador de Tyler Bates, que deriva de la música de John Carpenter y Goblin.
Pero como sucedió con las dos cintas anteriores, todo gira (y debe girar) en torno a la presencia magnética y poderosa de Mia Goth, quien nos deleita interpretando a una Final Girl más empoderada que Jamie Lee Curtis y muy cercana a la Ms. 45 de Abel Ferrara o a la tuerta de A Cruel Picture. Y su director lo sabe. Estamos hablando de un autor que destila cine por los poros y que sabe muy bien lo que está bien y lo que está mal en el Hollywood del pasado y el presente.
West no ha descartado la posibilidad de una cuarta entrega. ¿Qué tal Maxine en el Hollywood del futuro? La idea es fascinante.