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Crítica: Masha y el oso ¡El doble de diversión! (Masha and the Bear: Twice the Fun)

Puede que no posean la belleza de la animación lograda por Pixar o Ghibli, pero las historias sobre la pequeña niña y su amigo úrsido son encantadoras e irresistibles.

Artem Naumov, Vasiko Bedoshvili 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Cineplex

Había una vez una niña llamada Masha, quien vivía con sus abuelos. Un buen día, Masha se perdió en el bosque mientras recogía bayas y setas. Al llegar a la casa de un oso, él la retuvo como sirvienta, amenazándola. Masha ideó un plan para escapar: convenció al oso de llevar una cesta de pasteles a sus abuelos, ocultándose en ella. Los perros del pueblo asustaron al oso, dejando la cesta. Los abuelos, al abrirla, encontraron a Masha sana y salva.

Este es, palabras más, palabras menos, el cuento de Masha y el oso, de autor anónimo y que se remonta a la tradición oral rusa. En 2009, Oleg Kuzovkov creó una serie de televisión basada en el cuento y transformó al oso en un ser benigno y una figura paternal para Masha. El resultado es un programa animado extremadamente popular en todo el mundo.

En la serie de Kuzovkov, Masha es una niña en edad preescolar muy activa y enérgica, que debido a su inmensa curiosidad siempre se mete en situaciones divertidas y a menudo causa pequeños problemas, especialmente para el oso grande y amistoso que trabajaba en un circo y con el que vive en el bosque. Ahora, se presenta en cines la película animada que no renuncia al formato de episodios cortos, lo que la hace accesible para los niños más pequeños. 

Masha y el oso ¡El doble de diversión! consta de cinco adorables historias carentes de violencia y personajes malvados. La primera historia se realiza en la ciudad (algo inaudito para quienes seguimos la serie siempre desarrollada en el campo), y donde veremos al oso sin nombre trabajar como fotógrafo de bodas para poder cumplir con su sueño de tener un yate para recorrer el océano. El segundo episodio nos muestra a Masha y a su amiga pingüina absortas en juegos que estimulan sus fantasías y al oso compartiendo ese mundo. La tercera historia nos muestra a unas abejas a las que Masha sobrealimenta y que necesitan de ejercicio para recuperar su vitalidad. Para ello llega un oso gimnasta algo petulante que imparte una clase de aeróbicos que no resultan muy bien. El cuarto episodio tiene que ver con la visita del tigre con el que el oso trabajaba en el circo y con unos actos de magia que ellos improvisan para encanto de Masha y de sus amigos del bosque. Y el episodio final está relacionado con la Navidad y con otro cuento ruso tradicional conocido como Los hermanos doce meses, en donde un grupo de magos se reúne en invierno para despedir el año y a quienes Masha conoce, especialmente al niño conocido como enero.

Puede que la animación de Masha no sea la mejor (no corresponde a la bellísima tradición de la animación rusa de antaño) y que posea el mismo formato de animación 3D por computador de bajo presupuesto asociada a las series infantiles de televisión (hay que decir que el recuento de la historia de los doce meses está animado en 2D y sí posee una gran belleza). Sin embargo, el encanto tanto de la serie de televisión como de los cinco episodios que componen la película de Masha y el oso está en sus historias entrañables, simpáticas e irresistibles, acompañadas siempre de grandes hitos de la música clásica.

Esperemos que Las historias espeluznantes de Masha, uno de los tres spin-offs de la serie (junto con Las canciones de Masha y los cuentos de Masha), tenga su propia versión para cines. ¡Eso sería algo deliciosamente aterrador! 

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