En diciembre de 2019, el productor Dimitri Rassam se reunió con el director Martin Bourboulon en un restaurante en París para hablar sobre su deseo de adaptar la novela de 1844 Los tres mosqueteros de Alexandre Dumas, escrita en colaboración con el escritor fantasma Auguste Maquet. Por casualidades del destino, La venganza de los mosqueteros (1994), dirigida por el fallecido Bertrand Tavernier, fue producida por su padre, Frédéric Bourboulon, cuando Martin tenía tan solo catorce años.
El director aceptó la tarea y el productor reclutó al dúo de guionistas conformado por Matthieu Delaporte y Alexandre de La Patellière (Lo mejor está por venir, 22 balas), quienes aceptaron de inmediato. Debido a la extensión de la novela (publicada inicialmente en folletines por el periódico Le Siècle), los estudios Pathé anunciaron que la película se dividiría en dos partes tituladas D’Artagnan y Milady, respectivamente, siguiendo la tradición iniciada por Bernard Borderie en 1961 y Richard Lester en 1973, quienes confeccionaron unas fabulosas adaptaciones para el cine con los mosqueteros.
La primera entrega, estrenada en cines a comienzos de este año, no logró superar los estándares establecidos por Borderie y Lester, pero definitivamente fue mejor que la efímera adaptación de Disney de 1993 (existe también una malograda versión animada directo a vídeo con Mickey, Goofy y Donald del 2004), y que la horrenda versión de 2011, a cargo de Paul W.S. Anderson, el artífice de la insufrible saga de Resident Evil.
Esta segunda parte, mantiene el tono de su predecesora sin mejorar o empeorar las cosas, enfocándose en Eva Green, quien sigue los pasos de Mylène Demongeot, Faye Dunaway, Rebecca de Mornay y Milla Jovovich, interpretando a Milady de Winter, la mujer fatal primigenia que trabaja para el Cardenal Richelieu, aquí encarnado por Eric Ruf. En la primera parte, Milady saltó desde un acantilado y todo parecía indicar que había muerto, pero el título ya nos advierte que no fue así.
Tanto en la novela de Dumas y Maquet, como en la cinta de Bourboulon, Milady está involucrada en un complot enrevesado y truculento, para llevar a Francia a la guerra con la pérfida Albión, explotando una traición por parte de los hugonotes. Todo esto se realiza con el objetivo de derrocar al rey Luis XIII (Louis Garrel) y el principal conspirador no es quien todos consideran el candidato obvio.
Nuestros cuatro héroes (los tres mosqueteros más uno), D’Artagnan (François Civil, un joven actor cuya referencia inicial al personaje fue una serie animada protagonizada por perros), Athos (Vincent Cassel), Porthos (Pio Marmaï) y Aramis (Romain Duris), regresan a sus andadas sin hacer uso de los clásicos sombreros de pluma, infiltrándose entre los conspiradores para descubrir qué está sucediendo. Como siempre, el joven D’Artagnan está en plan de rescatar a su amada, Constance Bonacieux (Lyna Khoudri), de secuestros y encarcelamientos como si se tratara de Mario rescatando a la Princesa Peach de las garras de Bowser. También se hará una revelación sobre el pasado de Athos.
Se le agradece mucho al director que las escenas de lucha se realicen de una manera artesanal como se hacía en el pasado, con ayuda de dobles y sin recurrir a los efectos especiales digitales (las locaciones también son reales). No obstante, aunque son tan intensas y expertamente elaboradas como en la primera película, el fenómeno generado por ese clásico instantáneo llamado John Wick 4, hace que cualquier secuencia de acción parezca sosa e insulsa.
Esta nueva adaptación de Los tres mosqueteros nos presenta a un nuevo personaje, Hannibal (interpretado por Ralph Amoussou), el cual está basado en la historia real de Louis Anniaba, el príncipe de Assinie y el primer mosquetero negro de Francia (se habla de un spin-off para la televisión); y se está a la espera de una tercera parte, que ojalá sea mucho más potente, pícara y emocionante. La tercera es la vencida.