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Crítica: Demon Slayer: El clamor de la victoria (Kimetsu No Yaiba: Kizuna no Kiseki, Soshite Hashira Geiko e)

Llega de nuevo a los cines Demon Slayer, pero ¿es en realidad una película?

Haruo Sotozaki 

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía de Sony

The Rocky Horror Picture Show es todo un fenómeno cultural que se originó como una película musical de 1975, dirigida por Jim Sharman. Aunque inicialmente recibió críticas mixtas y no obtuvo un gran éxito en taquilla, se convirtió gradualmente en un fenómeno de culto, especialmente conocido por su interacción con el público durante las proyecciones en vivo.

Lo que realmente hizo destacar a la cinta fueron sus seguidores, quienes suelen vestirse como los personajes, lanzar objetos específicos en momentos clave de la película, y recitar líneas de diálogo junto con los actores en la pantalla. Esta interacción transforma las proyecciones en eventos llenos de energía y diversión, donde la audiencia se convierte en parte integral de la experiencia.

Esto es, básicamente, lo que necesitaba la proyección de Demon Slayer: El clamor de la victoria, basada en el manga Kimetsu No Yaiba de Koyoharu Gotōge y serializada para la revista Weekly Shonen Jump de Shueisha desde febrero de 2016 hasta mayo de 2020, extremadamente popular tanto en Japón como en el mundo, gracias a una extraña mezcla entre Evil Dead, Ninja Scroll y One Piece, que logró calar con el público.

La historia sigue a Tanjiro Kamado, un joven que se convierte en un cazador de demonios después de que su familia es masacrada por un demonio y su hermana Nezuko es convertida en uno. Tanjiro se embarca en una búsqueda para vengar a su familia y encontrar una cura para Nezuko, mientras lucha contra poderosos demonios en el proceso acompañado de un experto grupo de cazadores de demonios conocido como Los Pilares. 

La adaptación al anime, dividida en arcos argumentales, fue producida por el estudio de animación Ufotable y hasta la fecha cuenta con tres temporadas (ya se anunció una cuarta). Como las reglas de la industria del anime dictan que si una serie es exitosa debe tener sus propias películas, Demon Slayer contó con un largometraje llamado El Tren Infinito, el cual fue una secuela directa de la primera temporada. 

Pero luego llegaron esas horribles películas recopilatorias que se podría pensar, fueron concebidas para atraer nuevo público, algo que está muy lejos de ser verdad, ya que solo apelan a los fanáticos acérrimos que necesitan ver más de Demon Slayer en el período entre temporadas, como si se tratara de un adicto que no puede dejar de consumir su dosis regular y al que hay que mantener su vicio.

Antes de su emisión por televisión, los primeros cinco episodios de la segunda temporada se proyectaron en cines en Japón durante dos semanas, bajo el título Demon Slayer: Vínculo entre hermanos. Una segunda película recopilatoria, Demon Slayer: Hacia la Aldea del Herrero, que incluye los episodios 10 y 11 del “Arco del Distrito del Entretenimiento” y una proyección avanzada del primer episodio del “Arco de la Aldea del Herrero”, se estrenó en Japón el 3 de febrero de 2023. 

Esto nos lleva a la tercera película recopilatoria, Demon Slayer: El clamor de la victoria, que incluye los dos últimos episodios del “Arco de la Aldea del Herrero” y una proyección avanzada del primer episodio del “Arco del Entrenamiento Hashira”, que es la que viene al caso. Si usted nunca ha leído o visto Demon Slayer, lo más probable es que se sienta más perdido que los aldeanos enmascarados que son víctimas de los demonios antropófagos y llegue a cuestionar sobre si lo que está viendo es una película o más bien un extenso contenido promocional de la serie pagado por los mismos espectadores. 

Primero que todo, hay que decir algo que enfurecerá a muchos, pero que aquí se dirá, así intenten callarme con el perturbador y sexista bozal de Nezuko. Demon Slayer no es una serie grandiosa. Sus trazos gruesos, su humor ultra exagerado, su hiper violencia gratuita no apta para menores y sus personajes femeninos sexualizados, así como la falta de cuidado en la construcción de los estereotipados personajes, la pone muy lejos de las maravillosas Dragon Ball y One Piece (de hecho, Naruto está también por encima de ella). Y si la comparamos con las películas de Ghibli, la distancia bien se podría medir en años luz. 

Pero una cosa son las películas animadas basadas en series que cuentan historias alternativas o que sirven de intercuelas entre las temporadas (las divertidas cintas de Dragon Ball son un ejemplo) y otra muy diferente, es este reguero indiscriminado de escenas de capítulos televisivos previos, acompañados de un par de capítulos sueltos proyectados en el cine. 

Si los seguidores disfrazados de los personajes de Demon Slayer se hubieran tomado la sala para reproducir diálogos, recrear peleas o lanzar cosas hacia la pantalla, tal vez la cosa hubiera tomado algún sentido. Pero tener que soportar un tráiler promocional de una hora y cuarenta y cuatro minutos debe constituir todo un absurdo, y eso va tanto para los que seguimos la serie, como para los que no.   

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