Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente
Diapositiva anterior
Diapositiva siguiente

Crímenes del futuro

El director de Videodrome, La mosca, Pacto de sangre, El almuerzo desnudo y eXistenZ nos entrega una nueva obra maestra de la ciencia ficción y el horror corporal

David Cronenberg 

/ Viggo Mortensen, Léa Seydoux, Kristen Stewart

Por  ANDRÉ DIDYME-DÔME

Cortesía Mubi

David Cronenberg, a sus 79 años de edad, es un autor quien, en esta época de entretenimiento fácil y efímero, se atreve a ir contra la corriente y hacer algo prácticamente atípico: Una película colmada de ideas. El filme se estrenará el 29 de julio en MUBI y durante todo el mes de agosto en la Cinemateca de Bogotá.

La carrera del director canadiense se inició a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta, con una serie de películas de terror y ciencia ficción clase B (Stereo, Crimes of the Future, Shivers, Rabid, The Brood) en las que la se exponían sus obsesiones particulares, relacionadas con los misterios del cuerpo y la sexualidad humana.

En los años ochenta, Cronenberg se convertiría en el artífice de varios éxitos tanto comerciales como de crítica (Scanners, Videodrome, The Dead Zone, The Fly, Dead Ringers). Luego, en la década de los noventa, el director se desprendería gradualmente de las estructuras narrativas del cine de género, para incursionar en un cine experimental muy cercano a la sensibilidad de David Lynch (The Naked Lunch, M. Butterfly, Crash, eXistenZ).

Para el nuevo milenio, Cronenberg llegó a ser uno de esos pocos y afortunados directores, que pudo hacer un cine personal, afín con su madurez y fiel a sus temáticas y conceptos (Spider, A History of Violence, Eastern Promises, A Dangerous Mind, Cosmopolis, Maps to the Stars).

Desde hace ocho años, el director no nos entregaba una nueva cinta y se sospechaba de su retiro (sus únicas apariciones se dieron como actor en la estupenda actualización de Star Trek conocida como Discovery). Ahora llega a las pantallas Crímenes del futuro, un trabajo que comparte el mismo título de una de sus primeras películas y que, aunque no llega a ser un remake, sí aborda los mismos temas relacionados con el cuerpo, la enfermedad y la muerte.

Crímenes del futuro se siente como una especie de remezcla de los más grandes hitos en la carrera de Cronenberg. Su escenario distópico se asemeja mucho al desarrollado en eXistenZ. La posibilidad de que el cuerpo humano mute y nos traicione, la podemos asimilar a las premisas trabajadas en Scanners, Shivers, The Brood y The Fly. La cirugía, la cercenación y la mutilación como formas de liberación y expresión sexual, estuvieron presentes en Rabid, Dead Ringers y Crash, la necesidad de ser reconocido y la obsesión por la celebridad nos recuerda a Fast Company, Cosmopolis y Maps of the Stars. Asimismo, el oscuro mundo mediático y sus transformaciones, hicieron parte de Videodrome y de la ya mencionada eXistenZ.

El protagonista de esta nueva película es Viggo Mortensen, quien ya había colaborado con Cronenberg en A History of Violence, Eastern Promises y A Dangerous Method. Robert Pattinson, el protagonista de Cosmopolis y Maps of the Stars, es intercambiado por Kristen Stewart, la actriz que se dio a conocer junto a Pattinson en la saga de Crepúsculo. 

Sin embargo, antes de introducir a los personajes encarnados por Mortensen y Stewart, la película se inicia con una madre asesinando a su hijo, crimen que le da a la cinta un aire de tragedia griega. Pero dicho acto no va a desencadenar el acto final, sino que hace parte de una serie de sucesos simbólicos que, Cronenberg utiliza para hablarnos sobre el presente, pese a que su obra se desarrolla en el futuro.

De una manera cínica, como también calmada y consciente (como si el director y guionista entendiera que a su público le cuesta entender que su cine es un cine de ideas), Cronenberg nos explica sus intenciones. Mortensen interpreta a Saul Tenser, quien junto con su pareja Caprice (Léa Seydoux) hacen parte de unos populares actos de performance, una expresión artística que, en el futuro, ha reemplazado a la obsesión de las personas por los youtubers e influencers.

Tenser, como muchas otras personas de su época, sufre del “síndrome evolutivo acelerado”, una condición en el que las personas desarrollan espontáneamente órganos internos inútiles o de función inespecífica (similares a nuestro apéndice o las cordales).

Los performances que practican Saul y Caprice, se aprovechan de dicho síndrome y tienen que ver con tatuajes, peircings, cirugías, extirpaciones y discursos sobre la “belleza interior” (ayuda mucho que las personas del futuro ya no sufran de infecciones o experimenten dolor, por lo menos como hoy en día lo experimentamos).

Con esta premisa, Cronenberg quiere poner en evidencia las tendencias y contradicciones de la generación actual, la cual recurre a la autolesión (conocida como cutting o risuka), no solo para sentir algo (la falta de placer hace que se recurra al dolor), sino también como un particular medio de expresión estética y sexual (la cirugía como el nuevo sexo). Desde aquí, el performance equivale a la urgencia de ser reconocido, la cual es alimentada por las redes sociales (no importa lo que se haga, lo que importa es tener una aprobación exterior) y el discurso sobre “la belleza interior” nada tiene que ver con nuestras emociones y sentimientos, sino que termina siendo un discurso vacío y reconfortante al que se apela para no sentirse vano o superficial.

Kristen Stewart interpreta a Timlin, la colega de Wippet (Don McKellar) e integrante junto con él del Registro Nacional de Órganos, una organización gubernamental supuestamente encargada de impedir los excesos y las manipulaciones del Síndrome evolutivo acelerado. Sin embargo, los dos admiran en secreto a los artistas de performance quienes van en contravía con los objetivos de la organización. Asimismo, Saul es el informante de Cope (Welket Bungué) un policía que no comparte las “ideas” de los supuestos artistas conceptuales, como si se tratara de un roquero veterano tratando de entender la fascinación de los jóvenes por el reggaetón.

En el universo de Crímenes del futuro, la tecnología (muy similar a los dispositivos vistos en eXistenZ) se integra con las personas que sufren del síndrome y les ayudan a dormir, descansar y deglutir (probablemente también a defecar). Existe también un grupo de personas, del cual hace parte Lang Dotrice (Scott Speedman), el padre del hijo muerto, quienes están convencidas que hay que abrazar el síndrome como un nuevo paso evolutivo y defienden el consumo de nuevos alimentos, los cuales están basados en plástico. Hoy en día, cuando se nos informa sobre la presencia de microplásticos en la comida que consumimos, la idea de una nueva dieta se convierte en algo casi profético.

La insatisfacción constante, característica de nuestros tiempos, también está presente en el relato futurista de Cronenberg. Por medio de una empresaria artística, Saul conoce al Dr. Nasatir (Yorgos Pirpassopoulos), un personaje que bien parece sacado de The Naked Lunch. Nasatir es quien le habla al artista sobre el concurso de belleza interior y le pide que participe en él (este concepto, tomado como algo literal, ya se había trabajado antes en Dead Ringers).

A su vez, Dotrice, quien guarda el cadáver de su hijo Brecken (Sotiris Sozos), le propone a Saul utilizarlo en un performance, ya que este nació con el síndrome y era un consumidor de plástico “natural”. Podríamos pensar que Djuna (Lihi Kornowski), la madre de Brecken, mató a su hijo por un consumo desaforado y excesivo (en el prólogo vemos como el niño devora una caneca de la basura hecha de plástico), mientras que el padre quiere que la nueva generación sea una de consumidores desaforados y excesivos, y aspira a que su intención sea respaldada por un artista, el cual va a explotar un cuerpo sin vida, para que tenga validez. Dentro de las observaciones sobre todo lo que no está bien en nuestra sociedad actual, Cronenberg no se olvida de la industria del entretenimiento, incluyéndolo a él como parte de ella.

CONTENIDO RELACIONADO