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Crecer con ‘Game of Thrones’

Sophie Turner y Maisie Williams sobre su hermandad inquebrantable, su adolescencia surrealista y el final más esperado de todos

Por  BRIAN HIATT

abril 1, 2019

HBO

EXTRAÍDO DE RS189, ABRIL 2019

Ha habido todo tipo de manifestaciones sobrenaturales, muchas de ellas bastante desagradables, en Game of Thrones de HBO, que comienza su octava y última temporada en este mes: resurrecciones, premoniciones, viajes psíquicos en el tiempo, un bebé fantasma asesino, un vasto ejército de muertos, una reina a prueba de fuego, un dragón zombi, dragones regulares (y en la categoría antinatural, una cantidad realmente extraña de incesto). Pero uno de los primeros eventos inexplicables de GoT fue mucho más benigno, incluso dulce. Desde el momento en que Maisie Williams, de 12 años, vio a Sophie Turner, de 13 años, en su lectura de guion de 2009 para los papeles de las hermanas Stark, su conexión fue profunda y extraña. “Fuimos básicamente mejores amigas a partir de ese momento”, dice Turner, ahora de 23 años. “Pensé que Sophie era la cosa más genial que jamás había visto”, dice Williams, ahora de 21 años. “Entiendo por qué hacen lecturas de guion, porque cuando es correcto, es tan correcto, como, somos mejores amigas. Y pudieron ver eso hace tantos años, y debe haber sido verdadera magia ver a estas dos chicas tener el mejor momento juntas”. Incluso en una audición que podría cambiar sus vidas, “hubo muchas risas ese día”, cuenta Nina Gold, la directora de audiciones de la serie en Reino Unido (quien también descubrió a Daisy Ridley para la actual trilogía de Star Wars). “Maisie parecía un alma muy vieja en un cuerpo muy pequeño. Realmente muy parecida a Arya. Sophie era más bien una niña, y desde luego ya no lo es”.

Ese año, Game of Thrones tuvo su primera fiesta de fin de rodaje, en Belfast, Irlanda, luego de que el elenco y el equipo terminaron de grabar a su piloto, un episodio que nunca se transmitió. Los creadores David Benioff y D.B. Weiss se dieron cuenta de que era complicado y difícil de seguir: volvieron a hacer audiciones para varios roles clave y lo volvieron a grabar, salvando su proyecto. Turner y Williams, entre los miembros más jóvenes del reparto, pueden haber sido las primeras en sentir que algo no estaba bien. Como Weiss y Benioff recuerdan en una entrevista conjunta por correo electrónico, las chicas estaban angustiadas en la fiesta: “Recordamos a las dos llorando y abrazándose, porque se querían tanto después de unas pocas semanas, y temían nunca volverse a ver porque el show no sería elegido. Era un miedo viable. Pero estamos muy agradecidos de que no haya funcionado de esa manera, y de que ambas pasaran todos esos años juntas y con nosotros”.

Hacia el final de la primera temporada de Game of Thrones, la vida de los Stark colapsa cuando la intriga real lleva al arresto del patriarca familiar Eddard Stark (Sean Bean) –un hombre demasiado decente entre las víboras– por cargos falsos, lo que lleva a la rápida remoción de su cabeza. Arya se esconde, disfrazada de niño, planeando venganza, mientras que Sansa está comprometida con el monstruoso niño rey Joffrey. Las chicas fueron lanzadas a su suerte, sin protección, pasando de la inocencia a la experiencia más oscura en el curso de una de las historias desgarradoras que siempre han sido el núcleo emocional de la serie.

Después de eso, Turner y Williams no pudieron grabar una escena juntas hasta que sus personajes se reunieron en 2016 para la temporada siete. Tal vez eso fue lo mejor. “Somos una pesadilla para trabajar”, dice Turner. “Si estás trabajando con tu mejor amiga, nunca terminarás ningún trabajo, nunca. Cada vez que intentamos estar serias con cualquier cosa, es lo más difícil del mundo. Creo que realmente se arrepintieron de ponernos en escenas juntas. Fue difícil”.

Ahora que las dos actrices son adultas, eso ha cambiado. Más o menos. “Fue genial tener a dos personas increíblemente ingeniosas jugando entre montajes”, escriben Benioff y Weiss. “Aunque decidieron comenzar a hablar con un acento (británico) del norte, que puede ser real y puede ser su propio invento: al ser estadounidenses, no podíamos saberlo. Pero a veces hablaban con este acento todo el día. De vez en cuando se metía en una escena, y teníamos que recordarles que Sansa y Arya no hablan así”.

En el verano de 1991, un novelista de género convertido en un escritor de TV, inició su ya obsoleto procesador de textos de MS-DOS, listo para crear un nuevo mundo. George R.R. Martin tenía 42 años, recién terminaba de escribir un guion para un Ron Perlman con cabeza de león en el drama de CBS, La bella y la bestia, y con más de una década de aclamada pero no rentable ciencia ficción, horror y prosa fantástica a su nombre. Se suponía que estaba intentado una novela de ciencia ficción, pero de alguna manera se le ocurrió una escena de un cuento diferente: jóvenes que encuentran cachorros de lobo huérfanos en un montón de nieve manchada de sangre.

Fue su primer vistazo a los hombres de la familia Stark, el clan en el centro de lo que se convertiría la serie de libros A Song of Ice and Fire de Martin, y más tarde, una de las producciones de televisión más ambiciosas. Martin sabía, sin embargo, que la familia estaba incompleta. “También quería algunas chicas”, afirma 28 años más tarde, sentado en su oficina de Santa Fe, Nuevo México, donde aún está trabajando en el sexto y penúltimo libro de la serie, utilizando el mismo programa de procesamiento de texto.

Cuando su narrativa llegó a Winterfell, la fortaleza con nieve que los Stark llaman hogar, Martin había creado “dos hermanas que eran muy diferentes entre sí”. Martin estableció su historia en un mundo donde el aliento de dragón es un arma de destrucción masiva y los muertos vivientes, White Walkers, son una amenaza de civilización, pero también modeló sus elementos menos fantásticos como Europa medieval, los roles limitados de las mujeres estaban muy incluidos. “La Edad Media era muy patriarcal”, explica Martin. “Desconfío de una generalización excesiva, ya que eso me hace parecer un idiota. Reconozco que la Edad Media fue de cientos de años y tuvo lugar en muchos países diferentes, pero en general, las mujeres no tenían muchos derechos, y se usaban para hacer alianzas matrimoniales… Estoy hablando de mujeres nobles, por supuesto, las mujeres campesinas tenían aún menos derechos”.

Al mismo tiempo, señala, “esta es también la época en que nació toda la idea del romance cortés: el caballero galante, la princesa. En cierto sentido, el arquetipo de la princesa de Disney es un legado de los trovadores de la época romántica de la Francia medieval”. Cuando conocimos a Sansa al comienzo del libro y la serie, es una ocupante feliz, algo engreída, de un enclaustrado y esponjoso mundo, una princesa de Disney destinada a ser lanzada a un mar de horrores.

“Ella ve el mundo a través de lentes pintados de rosa desde el principio”, asegura Turner. “Es completamente ajena a quién es la familia real. Es como cualquier fan de Justin Bieber: no se dan cuenta de que Justin tiene su oscuridad dentro él”. La joven Turner era, de hecho, “una Belieber, con una pared entera en mi habitación dedicada a él. David y Dan siempre me decían: ‘Mira a Joffrey como si fuera Justin Bieber e imagina esa vida’. Ese es el truco: ¡cómo hacer que Sophie actúe!”.

Arya siempre estuvo destinada a ser lo opuesto, “una chica que se molesta por los roles en los que estaba siendo sometida, que no quería coser, que quería pelear con una espada, a quien le gustaba la caza y pelear en el lodo”, dice Martin. “Muchas de las mujeres que he conocido tenían aspectos de Arya, especialmente cuando era un hombre joven en los años sesenta y setenta. Conocía a muchas mujeres jóvenes que no estaban aceptando: ‘Tengo que encontrar un marido y ser ama de casa’, quienes dirían: ‘No quiero ser la señora Smith, quiero ser mi propia persona’. Y eso es ciertamente parte de lo que Arya es”.

Benioff y Weiss tuvieron que forjar su propio rumbo durante las últimas dos temporadas, después de superar los libros de Martin. “He sido tan lento con estos libros”, confiesa Martin, con un dolor palpable. “Los puntos principales del final serán las cosas que les dije hace cinco o seis años. Pero también puede haber cambios y habrá muchas cosas más”.

Maisie Williams es, en general, una joven enteramente liberada, que irradia tanta posibilidad juvenil que es casi contagiosa. Adoraba Game of Thrones, pero también era una obligación constante para la mitad de su vida. “Lo que más me ha impactado sobre el final de la serie no es el final de la serie”, expresa con los ojos brillantes. “Es que soy libre. Puedo hacer cualquier cosa ahora”. Tiene una década de dinero del mundo del espectáculo en el banco, habiéndose ganado esencialmente un fondo fiduciario. “Es como un momento en el que realmente puedes disfrutar de todo aquello por lo que has trabajado duro. En los últimos seis meses, realmente lo acabo de hacer”. De hecho, pasó la víspera de Año Nuevo en Berlín, consintiéndose con un periodo de 24 horas de clubes. (“Salí a las 8 pm y llegué a casa a las 8 pm”, cuenta. “Estábamos en todas las fiestas, y también ninguna fiesta, al mismo tiempo”).

Tiene una película de gran presupuesto terminada, interpretando a la mutante mujer-lobo Wolfsbane en el spinoff de X-Men, Los nuevos mutantes, pero la película parece atrapada en el limbo corporativo, gracias a la compra pendiente de Disney de Fox. Williams no escatima palabras sobre la situación. “Quién sabe cuándo diablos va a salir”, dice. Se suponía que iban a volver a grabar tomas con “más miedo”, explica, pero en realidad no se han llevado a cabo. Dice que vio a uno de sus compañeros de reparto, Charlie Heaton, el otro día y le preguntó: “¿Qué demonios está pasando con esta película?”. Él tampoco lo sabía. Ella sonríe. “¡Espero que esta entrevista haga que todos se apuren un poco!”. Si alguna vez se estrena, tanto ella como Turner –quien interpreta a Jean Grey en las películas principales de X-Men– se mueren por juntar a sus personajes. “Sería ridículamente estúpido si no lo hicieran”, afirma Williams.

Las opciones completamente abiertas de Williams son todo un conjunto emocionante comparado con su infancia en la ciudad de Bristol, Inglaterra, donde el dinero era escaso. También hubo un poco de oscuridad, una situación que ella insinuará sin explicar del todo. Se mudó a los 16 años, no para alejarse de su familia, sino simplemente para obtener algo de espacio para sí misma después de compartir una habitación con dos hermanas. Sus padres se separaron cuando ella tenía cuatro meses, y dice que su padre biológico no está en su vida (“mi padrastro es, y lo quiero mucho”). Ella alude a la “hostilidad” en su historia familiar. “Fue una situación que yo y mis hermanos y mi madre pasamos juntos”, dice, declinando dar más detalles. “Nos ha hecho a todos mucho más cercanos, pero de ninguna manera ha hecho nada sencillo”.

Ella lo puso todo en Arya, en el dolor traumatizado del personaje y en su capacidad de violencia, tanto frenética como calculada. (“Arya puede tener un recuento de cuerpos más alto que casi cualquier otro personaje principal en la serie”, escriben Benioff y Weiss, “pero casi siempre ha sido justificada por la violencia que ha cometido de una manera u otra”.) “Recurrí a muchas emociones muy reales que sentí en mi vida”, cuenta Williams. “La gente siempre decía cuando tenía 12 años: ‘¿Cómo pudiste alguna vez? ¿En qué te inspirabas?’. Simplemente no saben nada sobre mi pasado. Es algo tan liberador poder explorar estas emociones en un ambiente realmente seguro. Creo que fue muy útil para mí cuando tenía 12, 13 años, simplemente volverme loca, y luego te vas a casa y dices: ‘Oye, qué buen día’”.

Realmente disfrutó los momentos más sangrientos de Arya. “Puedes sentir la adrenalina”, dice, un poco soñadora. “Se siente increíble porque todo es fingido, no importa. Pero, ¿qué otro momento tienes que hacer eso? Hubo una toma que hicimos al final de la tercera temporada cuando apuñalo al chico en el cuello. Me consiguieron una bolsa de arena y un cuchillo falso, y tenían sangre fluyendo, y eran como: ‘¡Apuñala! Sólo hazlo’. ¡Dios mío! Puedes sentir: ‘¡Ahhhh!’”. Sorbe su café. “Fue bueno”.

Era tan joven cuando obtuvo el papel que todavía no había decidido ser una actriz. Tenía la intención de convertirse en bailarina, pero fue reclutada por un agente que la vio en una clase de improvisación. Arya fue su segunda audición. “Recuerdo que vi por todas partes a estas chicas realmente bonitas y me sentí muy desarreglada”, cuenta. “La audición a la que había asistido antes, en mi prueba de pantalla me dijeron: ‘Vamos a cambiar playera’.

Recuerdo que me sentí tan humillada y que sabía que había algo en mí que no estaba bien. Antes de eso, había hecho una audición para las escuelas de ballet y esas cosas, con mis mallas sucias y mis dientes torcidos, y todos los demás eran como si estuvieran en un anuncio. Incluso siendo tan joven, podía sentir eso”. Sonríe. “Pero para Arya, fue perfecto. Eso era exactamente lo que querían. ¡Vete a la mierda con tu sonrisa perfecta!”.

Williams es tan animada y expresiva como Arya es cerrada, sin cara de disimulo. “Cuando soy yo misma, la gente me pregunta todo el tiempo: ‘¿Qué pasa?’. Es porque no estoy consciente de lo que está haciendo mi cuerpo, y siento las emociones como llegan”. Como Arya, ella siente que logra algo casi sobrehumano. Parpadea menos; su respiración se vuelve más superficial. “Me siento hiperconsciente”, dice. “¿Conoces esa película Sin límites? Me siento así. Arya es muy calculadora en la forma en que se comporta, no le gusta que la gente sepa lo que está pensando”.

Williams pasó por una fase reciente e inexplicable cuando sus propias emociones se sintieron inaccesibles. No podía llorar, en pantalla o fuera de ella. (“He salido de eso”, señala. “Lloro todas las semanas”). Coincidió con la temporada ocho, en la que Arya aparentemente se vuelve a conectar con su humanidad. “Fue realmente increíble, la sincronización fue perfecta porque Arya estaba empezando a sentir de nuevo por primera vez”, revela. “Así que en realidad fue hermosa la forma en que funcionaba. Porque por lo general intento interpretar a Arya sin emoción, mientras siento todo. Y esta vez no sentía nada mientras intentaba sentir algo, y funcionó… Creo”. 

Si Lady Sansa te pide que te tomes un shot de tequila con ella, el protocolo te obliga a cumplir. En realidad, Sophie Turner, en este momento, no se parece mucho a Sansa Stark, incluso si su elegante acento melifluo la delata (“Let’s get this pah-ty stah-ted [Vamos a empezar esta fiesta]”, dice). Su cabello en una cola de caballo vuelve a su rubio natural; ella ha adoptado un estilo incongruentemente estadounidense de camiseta blanca y jeans azul pálido, que actualmente se acentúa con zapatos de boliche rojos. En su dedo anular hay un enorme y deslumbrante diamante, cortesía de su prometido, Joe Jonas, quien diseñó el anillo él mismo. Tenía ganas de jugar boliche, así que fuimos a un área privada de Bowlmor en Chelsea Piers, Manhattan, no muy lejos del departamento en Nolita al que acaba de mudarse con Jonas. (“Nuestra habitación todavía está llena de cajas”, cuenta, “y también tenemos dos perros viviendo ahí”).

“Apuesto a que Maisie no se tomó un shot en la cafetería”, asegura, recogiendo una bola de boliche. Decide poner su nombre como “Boy George” en la pantalla de puntuación digital, afirmando, dudosa, que se parecen. Cuando llegan las bebidas, ella se toma la suya de un solo trago y hace una mueca. “Ucch”, dice. “Odio su sabor, pero te emborracha”. Williams describe a Turner como la compañera de escena más simpática que te puedas imaginar: ensayan juntas hasta guiones que no son de GoT. De modo que se deduce que Turner también aplaude a otros jugadores de boliche con un fervor casi eufórico: “¡Tú puedes! ¡Cree en ti mismo!… ¡Eso fue jodidamente brillante!”.

En su bíceps izquierdo hay un tatuaje triangular de aspecto místico basado en “la teoría de Platón de que el alma se compone de tres partes: razón, espíritu y apetito”. Su hermano mayor, Will, tiene uno igual; se supone que es la parte del “espíritu”. Su hermano mayor, James, es “la razón”, pero él optó por no hacerse el tatuaje. “Yo soy el apetito”, dice Turner. “Porque tengo hambre de todo. Lo necesito todo. No materialmente, pero necesito hacer todos estos trabajos y tengo que consumir todo. Y, también, me gusta comer”. En la parte posterior de su brazo derecho hay un contorno de un conejo con algo un poco extraño sobre sus patas traseras. “No tiene ningún significado en absoluto”, afirma. “Mucha gente dice que parece como si dos conejos se estuvieran reproduciendo”.

Se dirige a una sala de billar contigua, que tiene dos sillas enormes, claramente como un trono, en un extremo. “Muy apropiado”, observa, acurrucándose sin majestuosidad en una de ellas. Turner tiene otro gran proyecto, la película de X-Men, Dark Phoenix, que saldrá en junio. Es optimista sobre la película, calificándola como “Dark Phoenix bien hecha”, un pequeño golpe en la notoriamente horrible X-Men: La batalla final, que asesinó la misma historia. “Una de cada dos escenas en Dark Phoenix es, como, la escena más intensa que he hecho”, afirma.

Salir como el personaje principal en una franquicia de superhéroes trae algo de presión. “Simplemente soy un desastre nervioso en este momento”, dice, aunque nunca lo sabrías. A pesar de su aparente luminosidad de espíritu, Turner ha tenido lo que ella describe como problemas de salud mental. “Definitivamente”, confiesa. “Depresión, seguro, ansiedad, todas esas cosas. Todavía lo experimento, pero recibí terapia, estoy tomando medicamentos y me siento mucho mejor. El hecho de que hablé con alguien cambió mi vida”.

Se sintió ofendida por las publicaciones en las redes sociales que sugirieron que la nueva apertura de las celebridades sobre estos temas era “una tendencia”. En todo caso, son simplemente jóvenes famosos que siguen tendencias más amplias. “Definitivamente es una cosa generacional”, dice. “Mi madre todavía me pregunta: ‘¿Por qué necesitas un terapeuta?'”.

Turner también es sólo una “persona muy emocional”, con una fuente profunda de empatía. Solía ​​acostarse en la cama por la noche y literalmente “lloraba por mi personaje”, lamentando el interminable desfile de peligros de Sansa a manos de algunos de los peores hombres de cualquier mundo. “Las cosas por las que ha pasado esa niña son increíbles y horribles”, explica. Sansa tuvo un lento viaje hacia el dominio de su entorno; siempre fue más lista de lo que parecía, con Turner mostrándonos con cuánta precisión examinó su mundo a través de sus ojos azules y cristalinos.

Los sufrimientos de Sansa llegaron a su punto más bajo en la quinta temporada, cuando se casó con el monstruoso Ramsay Bolton. En la noche de bodas, la violó frente a otro personaje, una escena agonizante que podría haber sido la más controvertida en la historia del serial. Estaba lejos de ser el único caso de violencia sexual en Game of Thrones, y para algunos, era la gota final. “La violación no es un dispositivo de trama necesario”, escribió Jill Pantozzi, del sitio web feminista The Mary Sue, y anunció que ya no estaría “promoviendo activamente” Game of Thrones. Benioff y Weiss defendieron el episodio, pero es un punto aparentemente doloroso. Cuando pregunté cómo la reacción cambió su enfoque, eliminaron la pregunta de su entrevista por correo electrónico.

https://www.youtube.com/watch?v=GSrGoaHSNKI&ab_channel=DavosSeaworth

Turner anticipó la crítica, y simplemente no está de acuerdo con ella. “Creo que la reacción fue incorrecta porque esas cosas sucedieron”, dice, mencionando las raíces medievales de GoT. “No podemos descartar eso y no ponerlo en una serie de televisión donde todo se trata de poder, y esa es una manera muy impactante de demostrar que tienes poder sobre alguien”.

Para Turner, el hecho de que la temporada termine con una Sansa “empoderada” que preside la bien merecida muerte de Ramsay Bolton –ella ayuda a hacer que él sea consumido vivo, pieza por pieza, por un grupo de sus propios perros hambrientos– “lo convirtió en una gran historia. Matarlo con los perros, esa era la escena más satisfactoria. Me emocioné mucho porque he estado esperando tanto tiempo para que ella se enfrente a las personas que le han hecho mal”. Turner también disfrutó de la séptima temporada, ya que una Sansa recién adulta finalmente comenzó a dominar los ritos de poder del show. Más de una teoría de los fans dice que la serie termina con Sansa ascendiendo al Trono de Hierro como gobernante de los Westeros, una posibilidad muy remota, pero ahora totalmente plausible.

“Al principio, estaba celosa de Maisie”, revela Turner, “porque ella pudo hacer todas estas peleas de espadas y ser la ruda. Yo pensaba: ‘Sé que mi personaje es muy poderoso’. Sansa se adapta mejor que Arya. Si Arya hubiera estado la situación de Sansa al principio, le habrían cortado la cabeza. Y si Sansa hubiera estado en la posición de Arya, Sansa habría sido intimidada hasta la muerte… Fue realmente frustrante lo lento que fue, pero sólo lo hace más satisfactorio. Estoy feliz de que ella acaba de conectar con su poder ahora”.

Ella ve paralelos entre Hollywood y Westeros. “Hay un montón de Sansa en mí”, asegura Turner. “Entra en algo y piensa que va a ser un gran sueño, y luego se da cuenta, ‘Oh, espera. Tengo que ser muy estratégica en todo. Y Harvey Weinstein es Joffrey o Ramsay. Probablemente peor que eso. Un White Walker’”. Nunca tuvo que trabajar con Weinstein, pero otra figura deshonrada, Bryan Singer, dirigió su estreno en X-Men. Singer también dirigió Bohemian Rhapsody, y Turner repite lo que dijo la estrella de la película, Rami Malek. “Nuestro tiempo juntos fue, como dijo Rami, desagradable”.

La crianza de Turner, en el centro de Inglaterra, fue infinitamente más cómoda y tranquila que la de Sansa, en gran parte dividida entre el set de Game of Thrones y la escuela (aunque tuvo un acosador trastornado por un tiempo en la escuela secundaria: “Fue horrible”, dice con naturalidad). Sus rebeliones adolescentes eran extremadamente normales, como robar vodka de la casa de sus padres para beber con amigos en el parque. Al igual que Williams, ella planeaba ser bailarina al principio; a los 11 años rechazó la admisión a la altamente competitiva Royal Ballet School para tomar clases de actuación.

Turner nunca pensó que se comprometería tan joven, o en absoluto. “Me estaba preparando completamente para estar soltera por el resto de mi vida”, expresa. “Creo que una vez que has encontrado a la persona adecuada, simplemente lo sabes. Siento que soy un alma mucho mayor que la que tengo. Siento que he vivido la vida lo suficiente para saber. He conocido a suficientes chicos para saber, he conocido a suficientes chicas para saber. No me siento de 22 años. Me siento como de 27, 28”. En cuanto a la parte de las “chicas”: “Todo el mundo experimenta”, dice encogiéndose de hombros. “Es parte de crecer. Amo un alma, no un género”.

En el último día de rodaje de Game of Thrones, en Irlanda del Norte el año pasado, Williams todavía estaba en su fase sin llanto. Se sentía insensible. “Volví a mi remolque después de terminar”, cuenta. “Me bañé porque estaba sucia. Arya siempre está sucia”. Se quedó afuera, libre de Arya Stark, absorbiendo “un sol realmente glorioso, el mejor día”. Entró en el remolque del director asistente y tomó una cerveza cuando el equipo indicó oficialmente el final: “Hemos terminado Game of Thrones“.

“No salí esa noche”, cuenta Williams, “porque no quería volver a despedirme de todos. No puedes decirle ‘Adiós para siempre’ a esta serie. No puedes poner esa carga en ningún día. Es como un divorcio. Se tarda mucho tiempo”.

Por su parte, Turner lloró por completo, “porque lloro por todo”, dice. Se sintió particularmente conmovida cuando Benioff y Weiss le presentaron un storyboard de su escena favorita de Sansa, que resultó ser su última escena de toda la producción. Turner ya lo tiene colgado en casa; nadie lo ha notado.

“Me siento muy satisfecha con el final de toda la serie”, afirma. “Cada arco de la historia llegó a un muy buen cierre” (Williams ofrece una pista críptica: “Después de leer la temporada ocho, vi la temporada uno, hay muchas similitudes”). Para cualquier pista que pueda ofrecer, Benioff y Weiss mencionaron dos finales que admiran: “Breaking Bad dio en el clavo. Siempre hablamos sobre el final de Los Soprano, por más controversial que haya sido en su momento, es difícil imaginar un mejor final para ese programa o cualquier programa”.

Pase lo que pase, al menos pudimos ver a Sansa y Arya Stark juntas de nuevo, a salvo en casa, aunque sea brevemente. “Sansa, durante toda la serie, la única razón por la que ha querido sobrevivir es por su familia”, asegura Turner, quien tiene un tatuaje que dice “the pack survives” [la manada sobrevive], citando el show. “El poder de la familia y la unidad es tan fuerte que puede mantener a las personas con vida. Eso es lo más importante que me he llevado del programa: la familia lo es todo”. Sonríe, sentada en su trono de boliche, vapeando. “Creo que Papá Stark estaría muy orgulloso de nosotras”, finaliza. 

Mira “La primera vez” de Sophie Turner y Maisie Williams: