Cómo es ‘Juego de reinas’, el reality que busca la próxima superestrella drag queen argentina

Su segunda temporada es uno de los fenómenos más disruptivos de la pantalla local

Por  ROLLING STONE

septiembre 7, 2022

“Camuflaje eficaz/ espero por mostrarte más/ todo lo profundo ama el disfraz”, dice Gustavo Cerati en “Camuflaje”, de su disco Siempre es hoy. Algo de eso hay en Juego de reinas, el reality de drag queens emitido por el canal 10 de Salta –y con más de 270.000 visualizaciones en YouTube–, que ya está en su segunda temporada.’

El programa, en la línea de RuPaul’s Drag Race, el reality norteamericano furor en Netflix con adaptaciones en países como Reino Unido y Holanda, busca a la próxima superestrella drag argentina entre trece participantes de todo el país, elegidas mediante un casting previo, con retos semanales y la posterior evaluación de un jurado.

“Todo empezó por querer hacer un programa donde mostrar el drag del Norte. Pasaba que se hacían certámenes a nivel nacional y siempre eran en Buenos Aires, pero casi nunca participaban drag queens del Norte. Quedaba todo concentrado ahí. Entonces teníamos ganas de darles lugar a las artistas del NOA. Porque cuando se hacían eventos en el Norte nos pasaba lo mismo: llegaban de todas partes menos de Buenos Aires. Así que buscamos alzar la bandera de un solo reality donde pudiéramos mostrarnos todas”, dice Mistika Reech, la conductora drag y la mitad de la dupla creativa que ideó Juego de reinas, junto con Lalo Longarela.

Mistika es una de las revelaciones del programa. Drag desde hace 12 años, como Pablo Goldaraz fue funcionario público en Salta. Durante seis años ejerció como director general y presidente del Banco Municipal de Becas, una dependencia de la Secretaría de Desarrollo Humano de la municipalidad salteña. Pero una nueva gestión política lo forzó a un cambio en su propia vida. “Sabían que también era drag queen y eso les pesó un poquito, así que me apartaron del puesto”, sintetiza Mistika.

Al poco tiempo, la pandemia. Mistika ya trabajaba en canal 10: era co-conductora de En la sala, un magazine de información general con notas de actualidad, espectáculos y entrevistas a personalidades de la provincia, desde candidatos a concejales hasta influencers. En el mismo canal, Lalo llevaba adelante una columna llamada A color, con temática LGBTIQ+ y una agenda que podía ir de la información sobre el VIH hasta la diferencia entre ser drag queen y trans. No tardaron en cruzarse y descubrir que compartían las ganas de trabajar para que la comunidad drag tuviera más posibilidades de expresarse abiertamente. Así comenzaron a idear un nuevo programa.

Les llamaba la atención que en el país no existiera un reality de drag queens y, sin conocimientos previos de producción, decidieron hacerlo ellos mismos. No solo para mostrar el talento de las participantes, sino también como un grito político que visibilizara su situación social, económica y laboral. Así crearon su propia fórmula con un mix de ampliación de derechos, arte y brillos.

“Es necesario que exista Juego de reinas para abrir las puertas y decir que el drag queen no es un artista de boliche, va más allá de eso”, agrega Lalo, que explica que quienes hoy eligen ser drag queens deben convivir con el rechazo familiar o laboral, la discriminación o, directamente, todo a la vez. En Argentina, como en gran parte del mundo, se rechaza aquello que se desconoce.

Las participantes del certamen despliegan su talento mediante desafíos semanales, desde sesiones de fotos, monólogos, creaciones de vestuario hasta musicales. También hay aire para que se conozcan sus historias de vida. El reality hace entonces un zoompara trazar el camino del artista, siempre desde el lado del humor, con color y mucha extravagancia. Cuenta Mistika que una de las chicas trans que participaron en el certamen le dijo que jamás supo lo que era ir al cine con un amigo, porque ninguno la quería llevar; cada vez que lo planteaba, todos le decía que no. “Nunca pudo conocer a la familia de sus amigos, sus amigos la negaban –dice Mistika–. Muchas pasaron por cosas muy crueles. Hay una deuda tan grande de la sociedad, que solo cuando se hace visible se empieza a entender. Queremos mostrar esa realidad y que la gente entienda que hoy es ridículo meterse en la vida íntima de las personas”.

El primer episodio de Juego de reinas se emitió el 19 de marzo de 2021 y el 4 de julio se hizo la gran final en el Teatro Ópera de Salta. “El desafío más grande era hacerlo en Salta, porque es una provincia megaconservadora. Tenemos una iglesia cada 400 metros. La sociedad no estaba preparada para ver drag queens en la calle, para entender lo que estaba pasando”, dice Mistika.

En septiembre del año pasado comenzaron los castings de cara a 2022 y recién terminaron en diciembre. El equipo no se tomó respiro ni vacaciones. La segunda temporada arrancó finalmente el 1° de julio y, de entrada, planteó un desafío: tenía que ser más sorprendente y glamorosa que la primera. Fue una maratón de trabajo sin pausa y con las tarjetas de crédito en rojo.

Decidieron algunos cambios. Por ejemplo, consiguieron un hostel gay friendly en pleno centro de Salta, que oficia de casa para las participantes, como en un Gran Hermano, pero con diversidad en serio. Sumaron también a una participante de Jamaica, que le dio al programa cierto toque internacional. Su nombre drag es Dolly Ashanti, tiene 30 años y una historia fuerte, que la trajo hasta Argentina y que se conocerá en los próximos capítulos.

Por otro lado, el mensaje del reality logró amplificarse y llegó a figuras como la cineasta salteña Lucrecia Martel, la cantante Julieta Laso y la actriz Valeria Bertuccelli, quienes empatizaron con la primera temporada y quisieron participar de la nueva edición. De hecho, ofician en esta vuelta como jurados durante galas puntuales.

“Queríamos ser parte de esta alegría, no hay muchos programas en donde naufrague el ridículo. Nos dragueamos con lo que teníamos, que era un poco de vestuario de la película Zama y unas polleras cholas de mi mamá, y nos sentimos espléndidas”, dice Martel de su paso por el show.

“Valeria Bertuccelli nos dijo que quería estar en el programa, ser parte de esto, y se pagó el pasaje de avión y el hotel. Cuando la tuvimos en el estudio fue un momento muy emocionante porque golpeamos muchas puertas en todos lados para poder conseguir apoyo y la ayuda llegó, al final, de personas que no nos imaginábamos”, dice Mistika.

Es que, aunque Juego de reinas fue declarado de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación, es una producción independiente financiada por algunos auspiciantes y los propios bolsillos de sus creadores. “Esto es un abrazo artístico que nos impulsa a seguir peleándola y dándolo todo”, suma Lalo.

Las relaciones entre estas artistas se intensificaron. Como sucedió con Julieta Laso, que invitó a Katrina Raissa, la ganadora de la primera final, a participar de la tapa de Cabeza negra, su más reciente disco. Katrina se coronó reina gracias al 41,5% de los votos del público que participaba a través de redes sociales.

“Como profesional el programa me dio un reconocimiento único. Me dio oportunidades que antes no tenía”, cuenta Raissa. Ella se encargó del tocado de Julieta Laso para la foto de tapa. Mistika y Steffan Mestrovic, jurado en la primera edición, se encargaron del maquillaje. Para Laso, Juego de reinas es “el mejor programa de la televisión argentina”.

Entretenimiento y política se mezclan, de algún modo, en Juego de reinas, un proyecto que patea el tablero del costumbrismo argentino y avanza a fuerza de brillantina y realidad. “Es el primer programa de mi provincia donde veo un ejercicio genuino de la política, sin mezquindad partidaria, sin agenda de elecciones, con el interés puesto en hacer mejor la convivencia entre las personas”, resalta Martel.

“El arte drag queen, en realidad, sirvió para sacarlos adelante, para encontrar un camino y decidirse a ser felices haciendo lo que les gusta”, dice Mistika, que asume su lugar de anfitriona y da la bienvenida al show.

Luciana Miranda Sequeira

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