‘Colores santos’: Cerati, Melero y el disco que marcó el futuro del rock argentino de los 90

Treinta años atrás, Gustavo Cerati y Daniel Melero trasladaron su amistad y su relación musical a un estudio lleno de máquinas. La historia detrás de este disco clave

Por  OSCAR JALIL

marzo 24, 2022

Colores Santos, cerati, melero y el disco que marcó el rock argentino de los 90
Gustavo Cerati y Daniel Melero, en 1991

Gabriel Rocca

“Yo siento que el disco tiene una carga muy especial y que si no te gusta es culpa tuya”, dice Daniel Melero ante la pregunta de Mario Pergolini sobre la validez artística de Colores santos. A su lado, Gustavo Cerati celebra la ocurrencia y las risas llenan el aire de la vieja Rock & Pop. “Eso significa años de análisis, Melero…, ahora le cargo todo al otro”, responde Pergolini y continúan las carcajadas. Es abril de 1992 y, en los estudios de la avenida Belgrano de Buenos Aires, el tándem Cerati-Melero revela parte de una alianza que empezó como una experiencia lúdica y terminó en una obra que adelantó el futuro del rock argentino de los años 90. “Es la unión de la vanguardia y lo popular, la unión de lo tecno y el rock”, dice Cerati en la misma entrevista sobre su primera incursión por fuera de Soda Stereo. Si Canción animal significó la consagración del trío junto a un productor asociado como Melero, Colores santos expuso de un modo más íntimo el diálogo trascendental entre el líder de ese grupo exitoso y el autor de “Trátame suavemente”. 

La conexión Cerati-Melero arrancó en una sala de ensayo durante los primeros meses del fatídico 1982. Aún Soda buscaba su forma definitiva mientras que el tecladista que se jactaba de no saber tocar ya estaba diseñando a Los Encargados, lo más parecido a un ovni recién llegado a la era del rock argentino post-Galtieri. “Daniel es un artista de los que yo considero grosos en Argentina y siempre lo consideré así. La primera vez que puso una nota de sintetizador antes de que grabáramos el primer disco de Soda, sabía que no era necesario que hiciera mucho más que eso. Él comprendía la música más allá de la ejecución virtuosa”, señaló Cerati a Rolling Stone en marzo de 2003. Entre las tantas historias que sellaron la amistad y un vínculo basado en la admiración mutua, sobresale el momento en que Melero casi se hizo cargo de la producción del disco debut de Soda: “Federico [Moura] fue como una especie de escenógrafo. Yo iba a ser el productor del disco y Carlos Rodríguez Ares, que era el productor ejecutivo, les dijo que yo estaba loco, que nunca iba a llegar a producir un disco. La parte de loco acertó, pero la que no iba a producir discos se equivocó mal ahí. Y los convenció, o los forzó, me acuerdo del día que vinieron los Soda, así como dolidos. Pero cuando les dijo que fuera Federico a mí me pareció una muy buena elección, y creo que lo hizo muy bien. Curiosamente, fue Federico el que les hizo grabar ‘Trátame suavemente’”, dijo Melero a Rolling Stone en 2012. “Siempre tuve una muy buena relación con los Virus, que consistía en decirles que lo que hacían era una mierda”. Federico Moura, además, fue el encargado de convencer a Oscar López para que Los Encargados formaran parte de La Corporación, una de las agencias de representación artística más importantes de los tempranos ochentas. 

Luego del fallido encuentro cumbre entre Luis Alberto Spinetta y Charly García, el proyecto Tango de García y Pedro Aznar, o el no tan compartido Spinetta-Páez con La la la, Colores santos mejoró el catálogo de los discos de a dos. Tal vez la mayor virtud del álbum es su esencia de obra colaborativa, trabajado codo a codo y con baja presencia de vanidades rockeras. En el corazón del álbum aún perdura el espíritu colectivo que dominó las sesiones en donde músicos, asistentes, diseñadores e ingenieros capturaron un instante único repleto de tonos cambiantes, extractos sonoros y ecos imperceptibles lanzados hacia adelante. Es también un trabajo marcado por la belleza y la pérdida que quedó flotando en una galaxia extraña, no tuvo presentaciones en vivo y se animó a frenar por unos meses la escalada continental de Soda Stereo.   

El flash inicial que explica la química Cerati- Melero y que también funciona como pista posible hacia Colores santos apareció primero en “Ves el sol”, tema incluido en Cámara (1991), el segundo disco solista de Melero, en donde Gustavo toca bajos y guitarras mientras asoma una idea de unir rock y electrónica. “‘Ves el Sol’ tenía un ritmo totalmente diferente, y un día vino Diego (Tuñón) y trajo un disco de George Michael, el segundo, en donde usaba el ‘Funky drummer’ de James Brown, y me dice: ‘Esto es lo que hay que hacer’”, dice Melero. El jovencísimo tecladista de Babasónicos ya hacía un tiempo que trabajaba con Melero y tuvo una participación activa en el registro de Cámara

“A mí me encantó y ahí me entero de que viene todo un movimiento alrededor de esta famosa cosa. ‘No necesito verte’ tiene el mismo look y también ‘En camino’, las versiones de Rex Mix, un disco que adoro, un híbrido extrañísimo entre estudio y vivo a la vez, como son todos los discos en vivo, pero que no lo confiesan”. 

Luego de la serie de conciertos en el teatro Gran Rex para la presentación de Canción animal, catorce en total, Soda Stereo acondicionó un camión como estudio móvil, con Mariano López como ingeniero, para registrar uno de los últimos conciertos. “La mezcla de ese show fue lo primero que hicimos en nuestro nuevo estudio. Remixamos el audio y nos pusimos a experimentar con los aparatos nuevos. Nos quedábamos hasta altas horas de la noche jugando con las posibilidades del estudio”, describe Zeta Bosio en su autobiografía. El tratamiento de las canciones terminó en Rex Mix (1991), un EP con remezclas y la inclusión de una nueva canción como anzuelo comercial, “No necesito verte (para saberlo)”, compuesta por Cerati y Melero. “Ellos venían experimentando con este tipo de arreglos, más electrónicos, juegos con loops”, dice Zeta. La canción incluye un sampler del coro de “Come Together”, de Primal Scream, el himno góspel incluido en Screamadelica (1991), en donde la banda británica mezclaba house, rock, dub y soul en una larga y eficaz sinfonía de diez minutos. 

“Siempre me pareció que el disco estaba muy adelantado a todo lo que vino después. Probablemente porque los dos estaban muy informados de la música que se venía haciendo en el exterior. Recordemos que esto es pre-Internet y el que tenía la oportunidad de viajar, tener discos e ir a lugares donde sabías que la tendencia iba por algún lado, creo que se nutrió de esas cosas”, dice Eduardo Bergallo, ingeniero de sonido de Colores santos. “Muchas cosas que hicimos ahí yo las vi varios años después revisitadas tanto por Gustavo como por otros artistas. Rescato la anticipación de ver por dónde podía ir la música que ellos hacían”. En Supersónico, el flamante estudio de los Soda, Bergallo vivió su primera experiencia al frente de la ingeniería de un disco. Sin presiones horarias el espacio se convirtió en un banco de prueba, un verdadero laboratorio de sonido. “Se tomaba más tiempo para hacer el disco. Lo usual eran 300 horas, pero cuando los músicos empezaron a tener sus propios estudios se borró ese límite”, dice Bergallo. La grabación duró un par de meses. “Eso impactó un montón en la experimentación. Las canciones estaban bocetadas de una manera muy simple y creo que el cincuenta por ciento se cocinó ahí con la experimentación y el trabajo en conjunto de ellos dos”. 

En la hoja asignada a enumerar los créditos del disco aparece la mención: “Dedicado a la memoria de Juan José Cerati”. En medio de la grabación de Colores santos —el 3 de enero de 1991—, falleció el padre de Gustavo, víctima de un cáncer de pulmón. “Hay temas como ‘Tu medicina’, que hasta que no murió mi papá no lo pude terminar”, contó Cerati a Rolling Stone en 2003. “Era muy fuerte todo lo que estaba pasando. Pesadillas, sueños que nos contábamos el uno al otro y que eran los elementos básicos con los que trabajábamos en las letras. Fue un gran momento ese encuentro con Daniel”. Meses después y de un modo inesperado, Daniel Melero sufrió la pérdida de su padre. Gustavo estuvo ahí acompañando a su amigo.  

Duelo y redención, el estudio se convirtió en un taller de plástica y la necesidad por desentrañar la vida secreta de las canciones. Cerati y Melero parecen empujarse el uno al otro más allá de sus límites. Eduardo Bergallo registró con su cámara de video varios momentos de las sesiones, que pueden verse en su cuenta de Instagram (@edubergallo). En una de ellas aparece Gustavo tocando el Fender Precision Bass de Zeta, de fondo suena “Vuelta por el universo”. “Muy buen gusto para tocar el bajo también”, dice el ingeniero de sonido. El tema que abre Colores santos incluye un remix oculto de “Crazy”, el máximo éxito de Seal. Aunque la cita es muy evidente en los primeros compases, “Vuelta por el universo” es un exquisito modelo de pop electrónico detallista. La astronomía, el trip continuo y un ritmo envolvente proyectan los anhelos del dúo abocado a la búsqueda de la canción perfecta. Definida por Cerati como “el ticket para iniciar el viaje”. 

En diálogo con Rolling Stone en 2003, Gustavo Cerati reconoce en Colores santos la fascinación por abrir mil ventanas contenidas en las capas sonoras, pero la búsqueda no terminó ahí: “Eso hubiera sido desde el punto de vista técnico-musical lo que nos entusiasmaba. Pero la profundidad del mensaje de ese disco, de lo que ocurre con ese disco, de la emoción de ese disco, estaba muy inyectada por las experiencias personales profundas de ese momento”. La reciente ruptura de la relación de Cerati con su novia Paola Antonucci es otro motivo que puede escucharse en las letras del disco. Aunque es mucho más divertido hurgar en la serie de samples que incluye el álbum en el tiempo en que no se acreditaban las citas explícitas. Además de Seal, aparecen They Might Be Giants con “Someone Keep Moving My Chair”, en el ataque rítmico de “Marea de Venus”; el acorde inicial de “A Hard Day’s Night”, de los Beatles, suena a los veintiséis segundos de “Pudo ser”, un precioso mid-tempo con la voz de Carola Bony; “Cozumel” contiene varios compases de un simple muy  difundido por esos días de la banda inglesa Stereo MCs, el tema original se llama “Goin’ Back to the Wild”. Y hay más, la batería Madchester de los Stone Roses es la matriz percusiva de “Marea de Venus”. Pero ninguna de estas apropiaciones en forma de fragmentos breves le quita un ápice de valor artístico a Colores santos. Al contrario, estrena el uso del sampler sin culpa rockera y lo incorpora directamente a la caja de herramientas imprescindible en el viaje hacia otras dimensiones sónicas. 

La trama de sonidos sostiene el sistema nervioso del disco. Son esos ruidos, algunos casi imperceptibles, los que levantan pequeñas catedrales pop que siguen sonando modernas treinta años después. Canciones como “Hoy no soy yo” y el clásico “Vuelta por el universo” carecen de arrugas. Más escondidos, el ambient según Melero de “Alborada” o el trip-hop criollo revelado en “Cozumel” explican el campo liberado de una obra a la que se la tildó de “marchosa” por la ausencia de bateristas, aunque el resultado final llega mucho, pero mucho más lejos. 

“A diferencia de Cámara, en Colores santos comencé a recuperar un sonido más orgánico. Al menos en los términos de Brian Eno”, dijo Melero. Según Bergallo, buena parte de la identidad del disco está dada por los recursos que Cerati ya tenía en su guitarra, totalmente intervenida con tratamientos de sonidos y mucha experimentación en los samples. “Al grabar en cinta con la limitación de los canales, posibilita una especie de consistencia de lo que vas logrando”, dice el ingeniero de sonido. “Todo lo que íbamos haciendo quedaba grabado en forma definitiva y no teníamos opción como la de hoy en día, con las computadoras, en donde decís: ‘Bueno, grabemos un arreglo’. Creo que es uno de los grandes impactos que tiene la música hecha de esa manera porque la herramienta es distinta, la cinta te limita pero te da esa consistencia que es muy importante”.

Meticuloso y obsesivo, Cerati se tomaba tardes enteras solamente para samplear. Tenía una colección muy grande de samples: “Como también de sonidos propios que él generaba con sintetizadores o con pluggins un poco más adelante”, dice Bergallo. Además de su arsenal privado de ingeniería sónica, siempre tenía a su lado un cuaderno de sinónimos en donde también registraba frases y otros datos. “Cuando llegaba el momento de hacer una canción, iba probando y calzando cosas. A veces el error aparecía y ahí estaba Daniel enseguida para decir: ‘Eso que no tiene nada que ver me encanta y está buenísimo’. Esas son cosas que al final quedaban. Y por otro lado, Dani iba probando samples, deformándolos y estirándolos y generando texturas”. 

Sólo dos músicos invitados participan de Colores santos, nada de estrellas rutilantes para cargar la obra de expectativas ajenas. El recordado multiinstrumentista Flavio Etcheto y la cantante Carola Bony formaron parte del proyecto. Etcheto ya era un viejo conocido de Melero y con su banda La Forma fue parte de Catálogo Incierto, el sello patrocinado por el ex líder de Los Encargados. Ambos participaron de La Algodonera, una propuesta más experimental del sello disidente. De ahí en más el tecladista y trompetista fue un habitué de los primeros discos de Melero y con el tiempo se convirtió en un aliado permanente de Cerati, trabajó en sus discos solistas tanto como en proyectos compartidos como Ocio y Roken. 

Carola Bony es hija del artista plástico y fotógrafo Oscar Bony y su ingreso a Colores santos resultó un tanto más azaroso. Recién llegada de Milán, en donde vivía junto a su padre, y en medio de un año sabático, formó un dúo de standards de jazz y grabó un demo de dos canciones. “Fui a hablar con Lepes (el papá de Narda, hoy  reconocida cocinera), que regenteaba Paladium y Bajotierra. Le mostré el casete y me aconsejó que intentara hacerme corista de Charly García o de Soda Stereo”. Esa misma noche la cantante, de 19 años, vio a Flavio Etcheto bailando en el boliche: “Pensé que era un personaje salido de Blade Runner, así que me acerqué a hablarle y supongo que habremos cruzado números de teléfono”. A los pocos días, en otra discoteca, Carola pudo ver que estaban en el mismo lugar tanto Charly García como Gustavo Cerati: “A ambos les entregué el casete”. A fines de 1991 viajó a Uruguay para pasar las fiestas en la casa de una amiga. “Tuve una especie de ataque de pánico y con la excusa de tener fiebre me volví a las corridas a Buenos Aires. Al entrar a casa el contestador titilaba con varios mensajes de Gustavo avisando que me buscaban hacía semanas para invitarme a grabar y que ya estaban por llamar a otra persona. Después supe que Flavio había sido decisivo en que insistieran conmigo”. 

La trompeta de Etcheto puede escucharse en “Madre Tierra”, una joya escondida que, por su condición instrumental, quedó un tanto relegada de los temas favoritos que produjo Colores santos. Carola Bony canta en dos temas, pero se destaca en el intercambio sensual de “Pudo ser”, el tema David Lynch, según reveló Cerati. “Me convocaron a una sesión nocturna, estaban el técnico y Daniel Melero. Yo más que nada interactué con Gustavo. Estéticamente nunca había escuchado nada como la canción ‘Pudo ser’. Pienso que me salvó la referencia del jazz, pero sobre todo el microfoneado era excelente: la compresión y el volumen no me hubieran permitido cantar de otra forma sin saturar, estaba todo preparado para el susurro. No creo que hayamos hecho más de cuatro o cinco pasadas”, dice Carola y pasa a otro plano totalmente distinto cuando recuerda su participación en la canción que cierra el disco: “Para Colores santos sufrí bastante porque realmente no tenía referencia alguna, no era fan de ninguna banda local y no había escuchado a fondo nada de acá. No se me armaba en la cabeza cómo cantar. Me vino ‘The Great Gig in the Sky’, de Pink Floyd, que era una canción de mi infancia”, dice y suma detalles. “Fue horrible, un papelón. Nada que ver con lo que el tema pedía. Por suerte los chicos pudieron rescatar algo, y me imagino que lo habrán destrozado con el sampler y al día de hoy que sigo sintiendo vergüenza. Casi ni se me escucha en ese tema… ¡Y con razón!”. 

Melero y Cerati juntos en el estudio durante la grabación de Cámara (1991), el disco de Melero que potenció la conexión entre ambos antes de componer Colores santos / Fotografía gentileza Diego Tuñón.

La estética de Colores santos es otro gesto inaugural, el diseñador gráfico Alejandro Ros se hizo cargo del arte del disco y de ahí en más estableció un vínculo duradero, reflejado en los futuros trabajos tanto de Gustavo Cerati como de Soda Stereo. “Eso que salió en la tapa era un boceto. Yo quería hacer la foto de todos los frascos juntos, algo más producido, trabajando el fondo, las luces, los reflejos, pero a los músicos les gustó así. ¡Hoy no dejaría que eso pase!”, dice Ros treinta años después del lanzamiento del disco. “Esos frascos, pisapapeles, bolas de nieve, eran de todos nosotros. Cerati, Melero, [Gabriel] Rocca y yo aportamos objetos de nuestra colección de porquerías”. Aunque Ros no recuerda ningún modelo en particular que haya influenciado su trabajo, el booklet que acompaña la edición del CD tiene algunos trazos cercanos a los diseños de los discos del sello 4AD, sobre todo en la tipografía utilizada y en la presencia de algunos objetos kitsch. “La tapa me sigue pareciendo horrible, también está muy mal impresa… no se salva nada. Pero el disco sigue siendo genial”. 

Las fotos del disco, y también las imágenes promocionales, se realizaron en el estudio Rocca-Cherniavsky. “Fue en el estudio que teníamos junto a Andy en la calle Charcas, en el barrio de Palermo”, cuenta Gabriel Rocca. Sin asesores de vestuario ni otros consejeros, los músicos eligieron la ropa de sus propios placares. Todavía llama la atención el corte de flequillo Madchester que lucía Melero en las fotos de prensa. “Esas fotos fueron para el sobre interno y la contratapa. Solo éramos nosotros, no había más gente de producción. Lo recuerdo como un día super amable de fotos y creatividad”. Parte de ese tratamiento puede apreciarse en la alteración química de los revelados. “Las diapositivas las revelábamos con c/41 (revelador para negativos color). Esto les extremaba el contraste en los colores y salían con esta alteración cromática que se ve en todo el arte del disco”, dice Rocca. “Gustavo y Dani tenían un concepto de imagen muy claro a esa altura de su carrera y este era un disco muy especial, desde lo disruptivo e innovador en el plano musical, y nosotros desde la imagen gráfica y fotográfica. Es un disco que al día de hoy sigue siendo una Biblia musical”. 

Colores santos fue lanzado el miércoles 25 de marzo de 1992, bajo el patrocinio del sello Sony Music. Llegó a las disquerías en sus tres formatos, y el CD incluía dos temas extra que no aparecen en el vinilo ni en la edición en casete. Tres años después apareció el CD Colores santos: The Remixes, una reedición remasterizada con tres remixes que no aportan nada nuevo y sin la presencia de dos temas importantes como “Madre Tierra” y “Alborada”. La crítica lo recibió bien, pero a medida que pasaba el año, El amor después del amor arrasó con todo en materia de preferencias. Desde el vamos, el dúo decidió que el disco empezaba y terminaba en Supersónico. “Nunca consideramos la idea de presentarlo en vivo. Primero, por el formato: ¿qué íbamos a hacer? ¿Íbamos a ir por ahí con un montón de máquinas? Ese planteo, incluso entonces, nos parecía antiguo”, dijo Melero y sumó más razones para renunciar a una sobrevida de Colores santos. “Queríamos fortalecer tanto a Melero solista como a Soda Stereo. Incluso muchas de las canciones que quedaron fuera del disco pasaron al repertorio de Dynamo: ‘Texturas’, ‘Luna roja’, ‘Camaleón’. También ‘Ameba’, aquel tema que tiene el sample de ‘Mass production’, de Iggy Pop, me parecía más interesante para Soda. No era extraño. Todo ese trabajo formaba parte de un concepto integral”. 

Después de colaborar en la producción artística del sucesor de Canción animal, Melero se alejó del círculo Soda Stereo. En 2003, para la nota de tapa de Rolling Stone, Cerati habló del tema: “Con Daniel estamos distanciados, lo que no quiere decir que espiritualmente lo estemos. Después de todas las experiencias que pasamos con Soda, creo que los dos nos pusimos un poco paranoicos. Una de las cosas que más nos separó con Daniel tuvo que ver con el entorno. En Soda era un poco resistido, por sus convicciones artísticas, porque algunos lo consideran un charlatán. Pero, sin embargo, para mí siempre fue un músico groso, nunca tuve ninguna duda. Tal vez si en ese momento me hubiera separado de Soda y hubiese pasado lo que sucedió mucho tiempo después, sería otra la historia. En ese momento casi que tuve que decidir entre el grupo o Daniel”. 

En 2008 y gracias a una elección de autoridades en SADAIC, los viejos amigos retomaron el contacto y hasta se juntaron a tocar en el departamento de Melero. En esas trasnoches de whisky e intercambio de influencias, un allegado les sugirió a los músicos hacer Colores santos II, a lo que Melero reaccionó de inmediato y trajo a aquel presente el compromiso original de 1991, cuando comenzaron a fantasear con un disco compartido: la regla no escrita acordaba que Colores santos nunca tendría una presentación en vivo… ni tampoco una segunda parte.