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COLOMBIA 1993: Una historia de música y terror

Una mirada a un pasado que continúa marcando el presente del futuro de la música (y la vida) en Colombia, un pasado que se cuenta en discos

Por  LUISA PIÑEROS

abril 11, 2023

Guillermo Torres; Andy Caitlin

‘Colombianos, hace unas horas recibí la confirmación del ministro de Defensa sobre la muerte del narcoterrorista Pablo Escobar a manos del Bloque de Búsqueda’.  Corría el 2 de diciembre de 1993 cuando el presidente de Colombia, César Gaviria, en una inesperada alocución presidencial, le anunciaba al país la caída de uno de los personajes más siniestros en la historia de nuestra violencia en su relación con el narcotráfico. Este año se cumplen tres décadas de su muerte en una tierra que aparentemente despertaba al progreso, cuando en realidad era una patria desmembrada, sin dios ni ley, sumisa y atemorizada. Sin embargo, debemos recordar que Escobar y el Cartel de Medellín no eran los únicos responsables de la sangre que corría; según Rutas del Conflicto, en 1993 se presentaron al menos seis masacres en distintos lugares de nuestro territorio, cometidas por grupos paramilitares y miembros de la Fuerza Pública.

Colombia era una nación sin identidad musical, pero con buen olfato sonoro, y en medio del horror del terrorismo, salieron al mercado producciones discográficas que hoy son referentes para narrar el caos y la esperanza que se tejieron en medio de tanta violencia: Aterciopelados, Carlos Vives, Ekhymosis, Totó la Momposina y 1280 Almas dieron a luz álbumes definitivos en medio de una siniestra contienda.

Esta es una mirada retrospectiva a una Colombia que no puede borrar su pasado de mafias, masacres, crímenes, corrupción y música. Un tributo a la nostalgia y las canciones que son infinitas en el tiempo, porque nuestras músicas seguirán siendo el medio más digno para reescribir la historia.

Con el corazón en la mano

Aterciopelados

Aterciopelados se estrenó con un primer álbum en el que hacía una declaratoria de resistencia en medio de aquella oleada terrorista que parecía no tener fin. A través de 15 canciones en onda punk, con una estética que apelaba al mundo kitsch, Héctor Buitrago y Andrea Echeverri presenciaban la llegada de MTV Latino, siendo testigos de la aparición del discman y la consolidación del formato VHS para las películas. En ese entonces, el salario mínimo de los colombianos era de 89.052 pesos, la telefonía celular aún no estaba disponible, y en las calles circulaba en simbólico billete de 10.000 pesos con el rostro de una mujer emberá.

En medio de la zozobra colectiva que se vivió en aquel entonces, la radio juvenil comenzó a sonar una corta pero sustanciosa canción de menos de dos minutos que sacudieron las mentes y oídos de los jóvenes bogotanos. Se trató de ‘Mujer gala’, el primer sencillo del álbum, que tuvo el apoyo de la casa disquera BMG junto a la división de Culebra, el sello que se encargaba de escoger nuevos grupos en Latinoamérica.  La Derecha y 1280 Almas también hicieron parte del fichaje. 

Un portentoso tigre, cuya imagen fue tomada de las calcomanías que decoraban las busetas, fue la portada del álbum que la propia Andrea, 30 años después, define: “Ese disco tiene que ver mucho con la realidad del país, pero también tiene que ver con La Pestilencia, que también estuvo asociada a la realidad del país. Desde el sonido fue una propuesta punk, con un medio agresivo y un panorama violento.  Allí había toda una propuesta identitaria, de saber a qué suena un bogotano o qué sale de la unión entre el punk y el art nouveau”.

Al rock se le abrieron las puertas para ser tenido en cuenta por una disquera y sonar en la radio. Fue el inicio de la construcción de un movimiento. “En nuestro caso fue un grito de libertad. Nosotros recordamos con mucha angustia que la gente rechazaba lo que no fuera normal, lo que no fuera conocido, Héctor y yo teníamos un look rarísimo, y la gente se paraba cuando uno se sentaba en una  buseta. Había esa cosa de ser raro y ejercerlo”, recuerda. “Que nos empezara a ir bien, eso era lo que era increíble; conquistamos un espacio de libertad, de ser alternativos y de alzar nuestra voz y de sonar como éramos”.

El dúo de Andrea y Héctor se complementaba con Charlie Márquez (guitarra) y Andrés Giraldo (batería), la producción del disco estuvo a cargo de Juan Antonio Castillo, y la mezcla la hizo el británico Richard Blair, recién llegado al país para trabajar en el álbum La Candela Viva de Totó La Momposina, disco editado por Real World, y que ha sido uno  de los álbumes  más importantes en la carrera  de Sonia Bazanta Vides, quien para 1993 contaba con 53 años de edad. 

“¡Alerta, cundinamarqueses, atención! Bogotá informa, los servicios secretos de la policía investigan el crimen de una mujer que hasta el momento no ha sido identificada…”; la locución nasal de un periodista de la radio AM fue el preámbulo para la canción ‘La Gomela’, que abría Con el corazón en la mano. Su letra estuvo inspirada en una crónica roja del desaparecido periódico El Espacio, que día a día sorprendía a los bogotanos con titulares que rayaban en lo amarillista, noticias que destilaban sangre y una habitual contraportada exhibiendo a una voluptuosa mujer desnuda.

Para aquel entonces, los colombianos veían las noticias de las explosiones de los carros bomba en los Noticieros QAP y el Noticiero Nacional, los mismos que el 5 de septiembre de 1993 le contaron al país la hazaña histórica de Colombia frente a Argentina con el inolvidable 5-0, que se convirtió en el casi único triunfo representativo de nuestra selección. Esos cinco goles marcaron a un pueblo hastiado de las balas, las toneladas de dinamita explotando y los sicarios en moto, ajustando cuentas con sus ráfagas disparadas a diestra y siniestra. Cinco goles no acabaron con la violencia del Cartel de Medellín, pero al menos trajeron una tregua de 90 minutos para muchos.

Colombia vivía entonces –literalmente- con el corazón en la mano y los Aterciopelados desafiaron las leyes del buen comportamiento para introducir un nuevo código musical que se quedó adherido para siempre con canciones como ‘Sortilegio’, ‘Ella’, ‘Quieto veneno’, ‘La cuchilla’ y ‘Para mí solito’.

Clásicos de la Provincia

Carlos Vives

“Ahí tienen su hijueputa casa pintada”; la célebre frase es extraída de la película La estrategia del caracol, estrenada el 25 de diciembre de 1993. Bajo la dirección de Sergio Cabrera, la cinta fue un fiel espejo de la sociedad colombiana que acude a todo tipo de trucos y artimañas para conservar la dignidad. Sin duda, fue una de las películas que marcaron los años 90, y contó con la actuación de grandes figuras, incluyendo a Carlos Vives en el papel de José Antonio Samper Pupo, el periodista encargado de reportar el desalojo de ‘La casa Uribe’.

Cuatro meses antes del estreno, en agosto de ese mismo año, salió al mercado un disco incomprendido por los puristas y aclamado por el nuevo público que desprevenidamente se acercó a escuchar Clásicos de la Provincia. Vives, con 32 años de edad, se la jugó junto a sus músicos por un trabajo seductor, renovador para el género. Ese año, comercialmente todo giraba en torno al álbum Título de amor de Diomedes Díaz, quien también publicó en 1993 una joya discográfica a la que le salió la más dura competencia cuando en las extintas tiendas de discos, las estanterías exhibían los clásicos que Vives había reinterpretado.

Clásicos de la Provincia fue un retrovisor que miró al futuro, un homenaje a los compositores olvidados que ayudó a ampliar nuestro espectro musical, les mostró a los nuevos oídos que se podía enriquecer la instrumentación manteniendo la esencia y el toque de lo tradicional, dándole una bocanada de aire fresco al vallenato.

Fue sin duda un diciembre feliz para Colombia. ‘La gota fría’ sonaba casi en simultánea en todas las radios del país. El video rotaba en los pocos canales con programas musicales, mostrando a un Vives lleno de vitalidad, protegido ante el riesgo porque conocía muy bien sus raíces. El álbum llegó en el momento más oportuno, cuando el país dolía, pero no se daba por vencido, a pesar de ver correr tanta sangre. El arte y el entretenimiento marcaron una ruta de escape que nos ayudó a no sucumbir.

Niño gigante

Ekhymosis

En 1993, Iberoamérica palpitaba con la originalidad de ‘Vasos vacíos’ de Los Fabulosos Cadillacs, se enamoraba de Alejandro Sanz con ‘Si tú me miras’, y escuchaba el debut de Laura Pausini con ‘La soledad’; Gloria Estefan estrenaba Mi tierra, Los Rodríguez nos entregaban uno de sus mejores álbumes en Sin documentos, y Luis Miguel facturaba sin parar con Aries, que incluía clásicos como ‘Suave’ y ‘Hasta que me olvides’.

En Medellín, bajo el sello Codiscos, salía al mercado Niño gigante de Ekhymosis, la banda sonora de una ciudad enclavada en las montañas de Antioquia, testigo de excepción ante un capo de la mafia que puso en jaque a todo un país. Liderada por Juan Esteban Aristizábal y Andrés García, la banda ya se había dado a conocer en el mundo de los sonidos extremos con su participación en la banda sonora de Rodrigo D. No futuro, otra de las películas emblemáticas del cine colombiano.

El primer disco de Ekhymosis apareció el mismo año en que se publicaron álbumes como Zooropa (U2), Are You Gonna Go My Way (Lenny Kravitz), Emergency on Planet Earth (Jamiroquai), o Pablo Honey (Radiohead ), y, a pesar de eso, logró llegar a lo más alto de las listas nacionales.

La letra de ‘Solo’ nació de una colaboración entre Juan Esteban y Andrés, durante un viaje que los llevaba a un concierto en Cali. Entre el viaje y la espera para el inicio de aquel show, crearon su más preciada joya, la canción que les dio el boleto hacía el reconocimiento. Niño gigante reflejó en sus letras y sonido la rudeza e inestabilidad que había en el país. Tanta angustia dio origen a los acordes metaleros de canciones como ‘Depresión’, ‘El llanto vivo’ o ‘Permanezco vivo’. 

Después de Niño gigante, la banda tomaría un rumbo sonoro muy distinto, más cercano al pop y las músicas del Caribe. A comienzos de este siglo Juanes empezó una carrera en solitario, pero esa es otra historia.

Háblame de horror

1280 Almas

En 1993, la ciudad de Seattle era una gran incubadora de música, y la escena grunge plantaba definitivamente sus banderas con la salida de In Utero de Nirvana y Vs de Pearl Jam. 

Bogotá era una ciudad con muy pocos estudios de grabación, empezaban a nacer bandas, pero los recursos eran limitadísimos. Entre ese incipiente ramillete estaban las 1280 Almas. Con un presupuesto bastante bajo lograron grabar lo que inicialmente fue un demo y que un año después se convertiría en un disco referente para catalizar las emociones punzantes de tantos jóvenes que encontraron en ‘Soledad criminal’, ‘Háblame de horror’ o ‘Lo que puedes desear’, el medio perfecto para hacer catarsis. El primer tiraje salió en formato casete con el arte en blanco y negro para ser coloreado, cosa que al parecer nadie hizo.

Posteriormente, Háblame de horror se editó en CD con arte a todo color bajo el sello Hormiga Loca de MTM y contó con la producción de Ricardo Rodríguez. Lo que comenzó como un demo, se convirtió en un disco insigne para el rock colombiano. Al respecto, el director y productor de radio Héctor Mora cuenta: “Cuando tuve la oportunidad de conocer la música de las 1280 Almas a través de su álbum debut, fue claro que el disco representaba la independencia y un espíritu libre para desarrollar música gestada en ciudades crudas y rudas, pero con una identidad muy importante frente a los problemas y referentes que veíamos cotidianamente en Bogotá”.

La candela viva

Totó La Momposina

Este fue el laboratorio musical en el que se incubaron las más poderosas canciones registradas por primera vez para Real World Records. Con la acertada intervención de Phil Ramone en la producción, La candela viva salió al mercado el 9 de septiembre de 1993, y es sin duda un registro sonoro que habla por sí solo sobre la identidad musical que por tantos años la inigualable Totó ha preservado con toda su fuerza y talante.

Su voz estuvo acompañada por sus hijos y nieta en una espontánea fiesta de tambores que evocó alguna celebración de esas que se hacen en el patio de la casa, siendo el mítico estudio inglés el templo donde se recreó una escena cotidiana del Caribe colombiano. De Talaigua a Inglaterra, haciendo miles de kilómetros en el camino, 11 canciones cobraron vida gracias a los oídos atentos de Richard Blair y Phil Ramone, que no fueron ajenos a la explosiva sonoridad de temas con ‘El pescador’, ‘Adiós fulana’, ‘Dos de febrero’, ‘Malanga’, o la canción que da título al disco.  Gaitas, música de sexteto, sonidos enraizados entre África, Cuba y Palenque, más un sin fin de elementos, conformaron un álbum que sigue siendo vigente y que vio la luz cuando hablar de Colombia en el exterior era sinónimo de todo, menos de músicas tradicionales.

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