Björk y la Orquesta Estable del Colón hipnotizaron con su pop sinfónico para las masas

En su cuarta visita al país, la cantante islandesa se presentó por primera vez en el marco de un festival, el Primavera Sound, y ante cerca de 50.000 personas

Por  SEBASTIÁN RAMOS

noviembre 10, 2022

FOTO: IGNACIO ARNEDO

El riesgo musical y estético es parte del ADN de Björk desde sus inicios punks a fines de los años 70, allá en Islandia, y anoche, a días nomás de cumplir 57 años, en su cuarta visita al país como cierre de una de las jornadas más fuertes del Primavera Sound Buenos Aires, construyó un nuevo capítulo para sumar a su desafiante historia: un concierto con orquesta para su debut en Argentina como parte de un festival (las tres visitas anteriores fueron en dos teatros y en la sala del Centro Municipal de Exposicioines) y ante cerca de 50.000 personas. No es lo que el manual festivalero indica, por cierto, pero, se sabe, Björk saca su duende donde y como le de la gana.

FOTO: IGNACIO ARNEDO

La propuesta de su “Björk – Orkestral” estaba destinada a girar por el mundo en 2020, como una suerte de retrospectiva de la obra de la cantante. Pero el Covid hizo lo suyo y recién a mediados de este año pudo retomar esta puesta. De allí que apenas incluya en su set un tema de su álbum más reciente, Fossora, un trabajo que la vuelve a ubicar en otro espacio creativo, entre hongos psicodélicos, un sexteto de clarinetes y beats de última generación. Pero eso será otra historia, porque ella ya no está ahí.

FOTO: IGNACIO ARNEDO

Ayer, lo suyo fue un repaso de su repertorio en plan sinfónico, acompañada en este caso por la Orquesta Estable del Teatro Colón. Un lujo para ella, para los músicos argentinos y, por supuesto, para la gran cantidad de público que se acercó hasta el predio de Costanera Sur sin imaginar demasiado lo que iba a ocurrir. Björk orquestal para las masas.

Empoderada detrás de una máscara de diosa nórdica, la cantante abrió su concierto con “Stonemilker”, de su delicado y profundo disco de ruptura, Vulnicura (2015), con la firme intención de iniciar un viaje que, poco a poco, lleve a todos los presentes al estado hipnótico e intimista que esta propuesta requiere. Una tarea para nada sencilla si se piensa en el contexto festivalero, pero para la que esta amante y defensora de la naturaleza tuvo a la noche de su lado, con un clima ideal para un show al aire libre y una luna llena recién salida del eclipse que se mantuvo en el cielo acompañando bien de cerca cada uno de sus pasos, casi como parte de la puesta minimalista con la que se desarrolló todo el concierto.

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En esa introducción al concepto orquestal se sumaron temas compuestos más aquí o más allá en el tiempo, como “Aurora” (de Vespertine, de 2001), “Come To Me” (de su debut solista, de 1993) o “Freefall” (la única presente de su flamante Fossora). Una vez superada la fase inicial, llegó el turno de algunos de sus clásicos, aunque con arreglos que por momentos hacían difícil su reconocimiento (¿alguien había citado a Bob Dylan anteriormente por aquí?), pero con esa voz de sello inconfundible llevando al frente las armonías originales: “Hunter”, “Isobel”, “Jóga” (probablemente la más ovacionada) e “Hyperballad”. Paisajes emocionales a los que la orquesta local supo aprovechar para lucirse, subir y bajar de intensidad, reemplazar el pulso electrónico con el que fueron compuestas estas pequeñas joyas y hasta hacer que el público mueva sus pies al ritmo de sus cellos y violines. ¿Hubiera sido mejor un lugar como el Teatro Colón para este concierto? Puede ser, claro, pero el plan de abrir mentes y oídos que Björk ha llevado adelante por casi cuatro décadas también implica el seductor juego del arte popular, sin la necesidad, por cierto, de banderas argentinas, temas de Soda Stereo o pulseritas multicolores.

“Grrrrrracias”, dice por última vez la pequeña islandesa luego del único bis, “Pluto” y, después de 75 minutos de vuelo, la exótica azafata del pop universal invitó a todos a bajar y seguir con sus vidas, aunque con una sonrisa instalada en el rostro por el resto de la noche.  

FOTO: IGNACIO ARNEDO

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