La banda bogotana revivió los sonidos que cambiaron el rumbo del rock colombiano a mediados de los 90. La noche comenzó con versiones de ‘El Dorado’ y ‘Si No Se Pudo, Pues No Se Pudo’, donde la voz de Andrea Echeverri se siente tan fresca como aquellas grabaciones originales. Los arreglos de guitarra y las segundas voces alientan estas canciones y le aportan un sonido moderno, pero sin perder esa esencia rebelde y rockera con la que Aterciopelados se abrió camino por la industria musical hace 30 años.
La presentación no solo fue un recorrido por el cancionero latinoamericano, sino también una celebración definitiva de la trayectoria de Aterciopelados, cuyas letras se han convertido en eslóganes de vida para los colombianos y toda Latinoamérica. ‘Sueños del 95’ todavía viene cargada de emotividad y nostalgia, mientras que la sangre del punk todavía se siente en ‘Errantes’ y ‘No Futuro’.
El amor por su tierra natal todavía se siente con fervor en ‘Colombia Conexión’ mientras que el icónico riff de ‘Candela’ sigue resonando entre arreglos de funk y cumbia. Las colaboraciones con otros artistas en tarima les dieron un toque nuevo a estos clásicos del rock colombiano con Alejandro Gómez-Cáceres en ‘Las Cosas de la vida’ y Rubén Albarrán, de Café Tacvba, en ‘Mujer Gala’ y ‘La Estaca’.
Los éxitos memorables como ‘Florecita Rockera’ y el inmortal ‘Bolero Falaz’ hicieron que la audiencia reviviera con nostalgia aquellas canciones que invadieron la radio durante los 90 y los 2000. Andrea Echeverri y Héctor Buitrago guiaron a la audiencia a través de una experiencia musical que encapsuló treinta años de historia, rompiendo estereotipos y convenciones desde el escenario.
La calidad de la grabación del El Dorado en Vivo es impecable, los ingenieros Harbey Marín, Carlos García Murcia, Oscar Jaime, Jorge Corredor, Juan Esteban vélez, Daniel Ruiz y el ingeniero de mastering José Blanco se encargaron de darle el toque final a estos himnos del rock.
Este evento, cargado de nostalgia y emotividad, terminó de consolidar a El Dorado como un pilar fundamental en el legado sonoro de Colombia, recordándonos que la música puede transformar no solo nuestras memorias colectivas, sino también nuestras propias vidas. Una noche que resonará en la historia musical de Colombia y que deja un eco duradero de la colombianidad en el escenario internacional.
