El primer ministro de Haití, Ariel Henry, ha accedido finalmente a renunciar a su cargo en medio de una espiral de caos y violencia que se ha apoderado del país. Esta decisión llega tras una reunión de líderes regionales en Jamaica este lunes, donde se discutió una posible transición política para Haití.
Asumiendo el cargo tras el trágico asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, Henry había prometido celebrar elecciones antes de finales de agosto de 2025. Sin embargo, según un acuerdo previo, su mandato debía concluir a principios de febrero, lo que generó tensiones adicionales en medio de la crisis existente.
La situación se volvió insostenible, con poderosas bandas criminales exigiendo la renuncia de Henry, quien finalmente accedió a dimitir a través de un video publicado en las redes sociales del Gobierno. “El gobierno que lidero renunciará inmediatamente después de la instalación de un consejo [de transición]”, afirmó, agradeciendo al pueblo haitiano por la oportunidad brindada y solicitando su colaboración para restablecer la paz y la estabilidad lo antes posible.
A sus 74 años, Henry había construido su reputación como un destacado neurólogo antes de ingresar a la arena política. Su ascenso en la política del país fue tardío, siendo nombrado ministro del Interior en 2015 y luego asumiendo brevemente el cargo de Asuntos Sociales y Trabajo. Sin embargo, fue su designación como primer ministro por el presidente Moïse lo que lo puso en el centro de la tormenta política de Haití.
El asesinato de Moïse sumió al país en el caos, exacerbando aún más la desconfianza hacia Henry, especialmente después de que se revelara que había mantenido contactos telefónicos con uno de los principales sospechosos del magnicidio. A pesar de sus intentos por justificar estas comunicaciones, su legitimidad como líder se vio gravemente comprometida.
La capital, Puerto Príncipe, y sus alrededores llevan meses bajo un estado de emergencia, con un toque de queda extendido, mientras que pandillas armadas mantienen el control de las calles, quienes exigían la dimisión del primer ministro designado. La situación ha alcanzado niveles críticos, con la destrucción de más de 40 estaciones de policía, el debilitamiento evidente de las instituciones gubernamentales, además de robos, asesinatos y secuestros.
El reciente intento de asesinato contra Henry durante una ceremonia en Gonaives subrayó la peligrosa situación en la que se encontraba el país. A pesar de este ataque, el primer ministro continuó con su agenda política, enfocada en la organización de elecciones y la adopción de una nueva Constitución, en línea con los objetivos de su predecesor, Moïse.
Su renuncia, que se había anticipado durante días, fue finalmente aceptada después de que el grupo de naciones caribeñas CARICOM dejara claro que su figura representaba un obstáculo para la estabilidad de Haití y que era necesario su apartamiento para dar paso a un consejo de transición.
En un principio, la Casa Blanca había considerado que Henry regresara a Haití para supervisar el proceso de transición, pero la intensificación de los enfrentamientos armados hizo que Estados Unidos cambiara de parecer. Sin el apoyo de Washington ni de los países vecinos, su renuncia se convirtió en algo inevitable.
Por su parte, el secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, se comprometió a proporcionar 100 millones de dólares adicionales para financiar una fuerza de seguridad compuesta por 1.000 soldados de Kenia, respaldada por la ONU. Esta contribución se suma a los 200 millones de dólares previamente destinados para este fin, así como 33 millones adicionales designados para asistencia humanitaria.
Esta decisión, tomada en consulta con socios internacionales como Estados Unidos, Francia y la ONU, pretende allanar el camino hacia unas elecciones democráticas y una transición pacífica del poder. Sin embargo, el camino hacia la estabilidad en Haití sigue siendo incierto, con numerosos desafíos por delante y la urgente necesidad de abordar la crisis de seguridad que continúa plagando al país.