“Estaría bueno hacer unas fotos con un colectivo de la línea 166, que es de acá, de Morón. Ese bondi representa mucho para nosotros. Milo siempre dice: ‘Mirá hasta dónde llegamos con el 166”, nos sugiere Tito, amigo y socio en lo que respecta a la producción visual de Milo J. “La terminal está acá nomás, podríamos preguntar si podemos hacer las fotos ahí”, se entusiasmó enseguida Martín “Marta” Bianchi, el músico de 22 años integrante de la crew Bajo West que también oficia de manager todo terreno del nuevo niño terrible de la escena musical argentina. Y con ese comentario, casi al pasar, empezaba la aventura detrás de la producción fotográfica para el número 312 de Rolling Stone.
Veinte minutos después, en una tarde calurosa de febrero, una comitiva compuesta por “forasteros” en el oeste bonaerense (cronista, jefe de fotografía y secretario de redacción de Rolling Stone, todos nacidos y criados en CABA, al igual que el director de marketing de Dale Play -management de Milo J-, más Tito, santafecino con domicilio en el barrio de Recoleta) salió bajo el sol en búsqueda de “la terminal del 166”, para una inspección previa. Una odisea conurbana que se extendió por más de una hora, dando marchas y contramarchas por las calles aledañas a la estación Morón del tren Sarmiento, cruzando una y otra vez las mismas vías, siguiendo las distintas indicaciones vertidas por una decena de transeúntes acalorados.
Una vez que logramos arribar al inmenso galpón de la Empresa Línea 216 (que administra más de diez líneas de colectivos de la zona oeste, entre ellas la 166) entendimos por qué nos costó tanto encontrarlo. “Esto no se llama terminal, se llama cabecera”, nos explicaron los choferes con la misma amabilidad con la que de allí en más, tanto empleados como directivos de la empresa, trataron al equipo de Rolling Stone y, en especial, al nuevo “hijo pródigo” de Morón.
Una semana más tarde, al fin, se realizarían las fotos con Milo. Los primeros en llegar a la cabecera del 166 para la producción de tapa fueron los miembros del equipo de Rolling Stone, seguidos por la gente del Almacén Botánico Dos Cactus y la encargada de los arreglos florales, que le sumarían fantasía selvática a la sesión de fotos. Con el inusual movimiento, no tardaron en acercarse algunos choferes con sus hijos, que habían logrado dar con el dato, a pesar de que el mismo responsable de la empresa a cargo del operativo jura no haber roto la promesa de discreción.
A la hora pactada, en el asiento de acompañantes de un Ford Kuga híbrido, llegó Milo J, acompañado por su madre, Aldana, y su compinche y amigo de toda la vida, Foco. “El que baja del auto y camina con su metro ochenta, un poco inclinado, como quien esconde la altura, con una remera de Yellow Submarine de los Beatles, y saluda con un abrazo para golpearse luego la mano abierta en el corazón dos veces en señal de amistad, es Camilo, un adolescente simpático y respestuoso, que hasta ayer a la medianoche estaba preocupado por conseguir jugadores para un fulbito”, retrató el momento el periodista Gabriel Plaza, en la nota de tapa de este mes. “Un switch invisible que sólo perciben los más cercanos se activa cuando sale cambiado para las fotos. Entonces, aparece el Milo J artista, seguro de sí mismo… Y el que, ya sin timidez, adquiere una mirada pendenciera de rapero de los suburbios y se divierte posando arriba del colectivo 166“.
Luego de una hora de fotos arriba y abajo del bondi (y tras firmar autógrafos y sacarse fotos con todos los niños, y no tanto, que esperaban por su ídolo), la producción se trasladó al estudio de los Bajo West, allí donde Camilo creó a Milo J, en el barrio San José. “Me gustaría hacer una sonrisa medio rara, que no se note si estoy contento o sufriendo”, insiste Milo antes de los primeros retratos con el fondo azul de las paredes del estudio, rodeado por sus amigos y músicos de su crew, mientras las productoras vuelven a copar el ambiente con plantas de todo tipo.
Milo mira a cámara y dispara un sinfín de muecas que hacen estallar de risa a todos. Enojado, labios afuera, con una ceja levantada, mostrando la lengua, de espalda y de perfil. Como si la sesión para la portada del álbum A Hard Day’s Night, de The Beatles, se trasladara en tiempo y espacio aquí a Morón.
En los momentos de pausa, este joven de 17 años musicaliza la velada con temas de Kanye West, Billy Bond y La Pesada, los Redondos y Cuti y Roberto Carabajal. “Soy lo más random que hay”, confiesa sobre sus gustos musicales. Y esta producción histórica (la primera que da para un medio gráfico y que lo convirtió en el músico argentino más joven en llegar a la tapa de Rolling Stone) lo confirmó.
Agradecimientos:
Empresa linea 216 s.a.t.
Nicolas Marques, Jefe de personal cabecera 269, y empleados y directivos de cabecera 269
Producción: Josefina Vides
Plantas: Almacén Botánico Dos Cactus
Arreglos florales: Lucas Arioni
Estudio Bajo West
Asistente: Morel Gutiérrez