Trueno en Dinamarca: “Intento que la recompensa no sea individual, compartir con los que no tienen las mismas oportunidades”

El rapero de La Boca habló con Rolling Stone en el tradicional festival de Roskilde, donde dejó una gran impresión, entre Foo Fighters, Skrillex y Belle & Sebastian

Por  MARÍA FERNANDA LAGO

julio 8, 2024

Foto: Christian Hedel

Hace días que el campo en Roskilde dejó de verse verde. Tras una seguidilla de tormentas, ahora todo es barro, charcos de lluvia y residuos de una semana de festival donde la gente acampa y la fiesta no se toma respiro. Con pronóstico de vientos fuertes y baja temperatura, para el último día de música que cerró en la madrugada del domingo, gran parte del público levantó campamento desde temprano.

El Festival de Roskilde es la fiesta de música más importante de Escandinavia y una de las más tradicionales en el calendario de eventos europeo. Este año celebra su edición número 52 con 200 conciertos y más de 100 propuestas en una experiencia que reúne nuevas tendencias musicales, super estrellas internacionales, talentos daneses y artistas de los rincones más lejanos del mundo. Durante una semana, 130.000 personas disfrutan shows de Foo Fighters, Kim Gordon, PJ Harvey y Skrillex, junto con 21 Savage, Doja Cat, Aurora, SZA, Tems y Charli XCX.

(Foto: Christian Hedel)

En los primeros tres días de festival, las actividades se concentran en el sector donde el público acampa, con charlas, activismo y recitales de bandas locales que se presentan en los escenarios Gaia y Eos. Los cuatro días finales abren los espacios del Arena, Avalon, Apollo, Gloria y el legendario Orange con bandas de mayor renombre que llegan desde todas partes del mundo. 

“Roskilde es como un Woodstock que nunca termina” dice Kristian Nielsen, el encargado del Gaia, que junto al Eos son desde el año pasado las escenas más nuevas del festival. El sentido de estos escenarios es convocar artistas muy populares en sus países y brindarles una experiencia íntima y cercana con el público, según explica. En promedio, el Eos tiene siete conciertos por día y una capacidad para 5000 personas. Este año recibe a Belle & Sebastian, las Otoboke Beaver, un grupo de japonesas punk, y el argentino Trueno, entre otras bandas.

Unas horas antes de subir a escena, Mateo Palacios Corazzina habló con Rolling Stone. “Me encanta tocar en países como Dinamarca porque es conocer otra cultura -dijo en plena expectativa por el show-. Presentar un mensaje que formé en Argentina en un país que no habla tu idioma es plantar bandera, y meternos en lugares donde no nos conocen es poner a la Argentina en el mapa”.

(Foto: Christian Hedel)

¿Vas a adaptar tu show a Roskilde?

Como es un festi nos da mucho menos tiempo que un show propio, pero seguimos priorizando el disco El último baile, eso es lo que venimos a presentar, lo que estuvimos preparando estos meses. Y sumamos algunos hits de Bien o mal y de Atrevido

Roskilde es un festival sin fines de lucro, son 30.000 voluntarios que construyen por una semana lo que llega a ser la cuarta ciudad más grande de Europa del Norte. Cuando todo termina, la recaudación se dona a diferentes causas para ayudar a niños y jóvenes. ¿Sabías esto? ¿Influyó en tu participación?

Sí, me encanta la ideología del festival. Es un poco lo que trato de hacer con mi música. Aportar lo que uno sabe hacer, que el logro y la recompensa no sea individual, sino que se pueda compartir con otra gente que no tiene las mismas oportunidades. Esa es una de las razones por las que vinimos a tocar a Roskilde, además de estar en Dinamarca y conocer el país que también nos emociona una banda.

¿Qué expectativa tenes para esta noche?

Tengo incertidumbre. Hicimos una presentación en Copenhague en 2022, pero era todo público argentino. Era un show nuestro a corte de tickets, pero esta vez va a haber gente de todos lados. Quiero ver qué pasa…

El concierto

Son las 23.30 de una fría noche de verano danés. La lluvia paró. El pronóstico no muestra tormenta ni relámpagos, pero un Trueno que viene de Argentina se prepara para, en una hora, cerrar la serie de shows en el escenario Eos. Mientras tanto, en el silencio de esa espera, el viento trae melodías desde el Orange, donde una multitud escucha a SZA.

Un adolescente sostiene un ramo de flores frente al escenario vacío. Con el brazo extendido, mira estático hacia una escena donde trasladan equipos, acomodan cables y prueban sonido. “¿Cuánto tiempo hará que Trueno no recibe flores?”, se pregunta Iker de 18 años, un mexicano criado en Dinamarca. Mira el ramo que compró en el camino y adelanta que se lo dará cuando cante “Real Gangsta Love”. “Trabajo en un bar español y tengo varios compañeros argentinos. Ni bien me conocieron me dieron mate y me hicieron escuchar a Trueno. Así llegué a su música y me enamoré”, dice emocionado por ser la primera vez que lo verá en vivo. 

Al rato llega su amiga Cecilia, una argentina que se aferra a la valla que separa al escenario del campo abierto y sentencia que de ahí no la mueve nadie. Habla un perfecto danés con su grupo de amigos de la escuela, pero se interrumpe en español y cuenta entusiasmada: “A Trueno lo escucho desde Buenos Aires y me lo traje conmigo. Con mi familia emigramos por el trabajo de mi papá, hace 5 años, justo en 2019 cuando estaba por verlo en el Lollapalooza. Hoy es la revancha, no me lo podía perder”.

La noche está oscura, aunque las madrugadas de verano danés suelen tener más luz, con atardeceres que no se terminan de apagar porque amanecen. El cielo sigue encapotado, con una luna recién nueva que no ilumina. La gente camina con cuidado de no resbalar en un campo minado de residuos y pozos de agua. Jonatan es un adolescente danés que busca charla para acortar la espera, confiesa que a Trueno lo conoció por azar. “Escuchaba música para aprender español y lo encontré en Spotify. Mi canción preferida es Argentina”. Lo dice con un español fluido y acento porteño. En su mayoría entiende las letras o se ayuda por los subtítulos, pero en el freestyle se pierde. “Si no fuese porque quería aprender español igual me gustaría Trueno. Hay un mensaje detrás de su música que llega, no importa el idioma que uno hable”.

(Foto: Christian Hedel)

A las 00.30 del domingo, con puntualidad danesa, se enciende una pantalla con la leyenda “Aguante Messi”. A los costados, la sigla EUB del último trabajo que presenta con esta gira que viene de Madrid y continuará por Barcelona. La gente se acerca hacia los juegos de luces y ante un relámpago de flashes, se escucha la voz de Trueno decir: “Hola, Roskilde” y la pregunta que busca complicidad: “¿Hay gente de Latinoamérica?”. Gritos y aplausos lo confirman, mientras suenan las primeras notas de “Plo Plo” y Mateo saluda con unas buenas noches en danés: “Godaften”.

El público reúne diferentes edades y orígenes: adolescentes, padres con hijos, grupos de amigos adultos, banderas argentinas, mexicanas y españolas. Un poco alejado del escenario, Svend es un danés que vive en Australia. Según confiesa, tiene una larga historia con el festival y esta vez viajó para compartirlo con su hija de 20 años. Juntos eligieron a Trueno, aunque Medina, una artista danesa muy popular entre los adolescentes, diera su concierto en el Arena, casi superpuesto con este show. “Elegimos a Trueno porque venimos justamente a escuchar artistas emergentes”, dice satisfecho con la elección. Mientras suena “Fuck el Police” y Pedro Peligro baila en escena con su hijo, para quedarse unos temas más. 

Tres daneses sacuden los puños al aire y salpican barro a cada salto. Aunque no conocen al artista y es la primera vez que escuchan esta canción, entienden que protesta contra el sistema y eso les resulta razón suficiente para quedarse. Así continúan los hits “Night”, “Rain III” y “Real Gangsta Love” de su último trabajo, cuando finalmente Iker tira el ramo a los pies de Mateo, que lo agarra y continúa cantando con las flores al hombro. 

La multitud se divide entre los que están pegados al frente de la valla, los que saltan en ronda, y los que llegan tímidos para entregarse a la música. Por un lado, los que entienden y cantan cada letra. Por el otro, los que se dejan llevar por un sentimiento común que excede los idiomas. Es el caso de Stephen, otro danés que se suma a la fiesta rapera con su hijo de 21 años. “A Trueno lo escucho desde hace seis meses cuando me lo hizo escuchar mi hijo porque lo encontró en el programa del festival. La verdad, no entiendo las letras en español, pero me queda claro que es anti sistema y eso me gusta en cualquier lengua”.

(Foto: Christian Hedel)

El reloj marca las 01.20 y todavía algunas personas se acercan curiosas al escenario. Mateo agarra una bandera argentina, la pone en alto y grita: “Muchas gracias, Dinamarca”. Después de 19 canciones y una hora de música, la gente pide un bis y así se le concede con “Dance Crip”. Al terminar, Mateo hace una reverencia a su público y dice: “Thank you Dinamarca, let me take a picture with my people in Roskilde, please” entonces en español pide a todos una sonrisa para la foto de despedida.

Las luces se apagan, la multitud se dispersa, y en el campo quedan dos señoras que parecen no enterarse que el concierto terminó. Bailan con los ojos cerrados y los brazos en alto al ritmo de un público que se retira tarareando. Tina y Ewelynn son suecas, pasaron por el Eos y quedaron atraídas por el ritmo. “No conocemos al artista, pero nos gustó, tiene mucha energía y queremos escuchar más de él”, confiesan. De eso mismo se trata Roskilde, de acercarse a los artistas, rotar de un escenario a otro, dejarse encantar por ritmos variados, y tras una semana intensa donde todo parece suceder encadenado al mismo tiempo, volver a casa con música nueva, desconocida y lejana.

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