La vida más allá de Blur: Graham Coxon presenta nueva banda, The WAEVE

El guitarrista presenta el proyecto que armó con Rose Dougall, voz de The Pipettes y madre de su hijo

Por  JOAQUÍN VISMARA

febrero 25, 2023

Coxon y Dougall trabajaron en el debut de The WAEVE durante la pandemia.

Foto: Gentileza

De un lado, el guitarrista definitivo de la generación brit-pop, devenido solista inquieto capaz de canalizar el espíritu lo-fi y la rabia punk, pero también con el talento suficiente para aportar pinceladas de psicodelia y folk. Del otro, una exintegrante de un grupo revival de los 50, convertida también en artista en solitario, con álbumes que se pasean entre luces y sombras, y con una voz cautivante que supo estar al servicio de talentos y obras ajenas. De un lado, Graham Coxon, responsable de los chispazos eléctricos de Blur; del otro, Rose Elinor Dougall, vocalista de la primera formación de The Pipettes y colaboradora frecuente de Mark Ronson. Entre ambos, un universo de diferencias convertidas en posibilidades a partir de The WAEVE, el dúo fundado por ambos que publicó su debut homónimo el mes pasado, en donde revisitan los ribetes más lúgubres de la tradición musical británica.

Si bien se habían cruzado en algunas ocasiones, el primer encuentro formal entre ellos fue en 2020, cuando coincidieron en un show benéfico en tiempos pandémicos organizado por un amigo en común. Una charla en camarines sobre la idea de hacer algo juntos cobró fuerzas cerca de fin de año, cuando ambos empezaron a intercambiar bocetos por email. “Siempre disfruté mucho trabajar con otra gente a lo largo de mi carrera, pero lo hacía para encajar en proyectos de otros. Esto se sentía como un lugar ideal para existir naturalmente, de alcanzar un montón de cosas que nunca pensé que podría hacer por mi cuenta”, explica Dougall. A su lado, en charla con Rolling Stone vía Zoom, Coxon completa la idea: “Me la pasé haciendo las cosas a mi modo por fuera de Blur, encargándome de las guitarras, el bajo y la batería. A lo sumo llamaba a alguien si no podía tocar bien la parte de algún instrumento, y por lo general eso me ayudaba a mejorar mi música, pero también me ponía en situaciones incómodas con la gente cuando esas cosas no funcionaban. Rose tuvo la idea de que compusiéramos algo juntos, y pensé que de última podíamos ser buenos amigos si no llegaba a resultar. Era una buena salida a esa sensación de desolación que todos sentíamos sobre el final de la pandemia”.

Sobre la base de algunos gustos en común, como los discos de Bert Jansch y la cantante soul Irma Thomas, el dúo comenzó a trabajar las canciones de The WAEVE lejos de los puntos de coincidencia. “Estaba mucho más dispuesto a asumir el riesgo con Rose, porque es mujer y también porque toca el teclado. Pensé que eso haría más fácil complementarnos musicalmente en vez de tener que hacerlo con otro guitarrista, que me parecía aburrido”, explica Coxon sobre un proceso en el que cada uno suplementó la educación musical del otro. “Graham tiene un conocimiento mucho más extensivo de free jazz, y todo ese tipo de música de la que tengo interés, pero no sé demasiado. Como se puede notar en el disco, él es un gran saxofonista, así que hubo mucho para hablar sobre ese tema. También me mostró cosas de prog-rock que quizás en su momento dejé de lado por ser ‘música de varoncitos’ o de nerds, como King Crimson o cosas por el estilo”, cuenta Rose. “Ella siempre me mandaba algún mail con un link, y siempre era algo de excelente gusto y que yo no conocía. Lo que nos aportamos mutuamente fue lo que permitió que esto tomase su forma”, agrega el guitarrista.

De a poco, las canciones de The WAEVE comenzaron a vincularse con las raíces del folk británico, con más añoranza que romanticismo. “La melancolía viene con el territorio, creo que lo sacamos de ahí. Inglaterra es así”, define con simpleza Coxon para poner en contexto su propia obra. “Es nuestra música y los dos cantamos con nuestro propio acento. Puede parecer algo bastante menor, pero eso te pone en un determinado espacio cultural cuando sea que lo hagas”, esboza Dougall, para empezar a detallar la relación de amor y odio que ambos sienten respecto de su propia tierra. “Creo que siempre estuvimos bastante aferrados a la herencia cultural británica, pero es un vínculo bastante complicado que tenemos ahora, especialmente considerando lo que pasó con Brexit y todo lo que está ocurriendo políticamente en este país. Sentíamos que había un montón de conflictos ahí, así que lo que queríamos hacer era ver cómo te reconciliás con tu identidad nacional cuando te sentís tan a disgusto con lo que pasa con tu propio país”, dice.

Pintá tu aldea y pintarás el mundo. El proceso creativo del dúo fue no solo compositivo, sino también observacional. “Hay mucha tradición en mirar las cosas un poco más allá de la imaginación, de ir más allá de donde llegan tus ojos en el medio de la campiña, como se pudo ver con el movimiento psicodélico y el prog-rock, y también en la literatura”, dice Coxon para explicar un proceso que nació durante el confinamiento y requirió bastante de trasladarse utilizando solo la mente. “Se trata de meterse en una suerte de mundo folclórico, y creo que fue fácil en 2020 para nosotros vernos en nuestro propio paisaje e ir más allá de los ojos. La imaginación terminó teniendo un dejo melancólico, pero también se empapó con paisajes y leyendas”, asegura el músico.

En una sintonía similar, su compañera de banda (ahora también su pareja y madre del bebé de ambos) cree que todo forma parte de un proceso con el cual poder hacer las paces con su propio lugar de pertenencia. “Se trata de ver a qué cosas te podés aferrar y con las que todavía te sentís unido. Está la música, pero también los paisajes de una isla hermosa con un montón de ambientes muy variados que pueden influir en tu propia mirada a la hora de componer. Podés ver las cosas de una manera más cinemática cuando escribís, y además está la tradición oral de la música folk, un storytelling plagado de teologías y cosas por el estilo”, completa Rose.

En los últimos años, además de su carrera solista y de su colaboración como guitarrista y cocompositor de Duran Duran, Coxon realizó las bandas de sonido de dos series disponibles en Netflix (The End of the Fucking World y I Am Not Okay with This), y también creó Superstate, una novela gráfica donde cada historia estaba musicalizada con una canción original. Cada uno de esos proyectos parece haberlo sacado de zonas de confort y, de algún modo, también ayudó a la manera de bajar al papel las ideas que surgían para The WAEVE. “Hacer esos soundtracks significó que tenía que conseguir un buen flujo de trabajo y ser bueno grabándome a mí mismo, y también ser capaz de obtener ideas y grabarlas muy rápido. Tuve que aprender a usar la tecnología que tenía a mano, un centro de trabajo de audio digital (DAW, por sus siglas en inglés) para hacer grabaciones hogareñas, y me volví muy bueno en eso”, explica el autor de “Coffee & TV”, sentado en la misma habitación donde se registraron varias de esas tomas. “Teníamos mucho a nuestra disposición, pero todo eso me dio más confianza referida a la grabación y la estructura de las canciones con una DAW para bajar rápido las ideas al llano. También nos ayudó a ponernos en personaje al momento de vocalizar, que es algo que tiendo a hacer mucho últimamente”, dice.

Si bien ambos entendían que The WAEVE les pertenecía a los dos y por eso no debía imponerse el carácter de alguno de sus integrantes en particular, Dougall reconoce que tuvo que empujar a su compañero de banda para que hiciera su “cosa de Graham Coxon” al momento de tocar la guitarra. “Estoy familiarizada con su manera de tocar desde chica, así que manejo bastante ese lenguaje tan específico que es su manera de interpretar. No había manera de que hiciera un disco con él y no lo tuviera tocando la guitarra como tiene que hacerlo”, dice entre risas para justificar los chispazos eléctricos en temas como “Can I Call You” y “Drowning”. “No quería llenar las canciones con mi persona, mi guitarra y mi capricho, quería que tuvieran espacio para la presencia de ambos de manera equitativa. Había momentos en los que Rose me decía: ‘Dale, hacé lo tuyo’. Pero yo estaba un poco reticente”, explica Graham.

De a poco, The WAEVE se transformó también en una suerte de terapia en la que cada uno de los integrantes del binomio ayudaba al otro a encontrar su mejor versión. “Uno de los beneficios de trabajar con alguien más es que llegás a ver a la otra persona como si fuera un espejo. Yo puedo ser objetiva sobre su manera de tocar, y quizás él puede notar cosas en mi manera de cantar que yo no, o tomar registro de algunas de mis fortalezas. Había una sensación de que Graham creía mucho en mí, y eso fue muy liberador y alentador”, reflexiona Dougall sobre algo en lo que Coxon coincide. “Cuando Rose me remarcaba que yo creía en ella, me resultaba extraño, porque no puedo entender por qué alguien no lo haría. La conocí cantando en vivo, quizás ella no se escucha, pero su voz tiene mucho para dar, y quizás antes no estuvo presionada a hacerlo porque querían que hiciera otra cosa, pero siempre podemos hacer más con la voz como instrumento”, dice el guitarrista para graficar los matices de la voz de su compañera, capaz de pasearse entre susurros tétricos y gritos liberadores.

Si bien The WAEVE llegó a dar algunos shows el año pasado y tiene pautada una serie de conciertos para los próximos meses, el anuncio de una nueva reunión de Blur obligó al dúo a reacomodar las agendas para no poner en jaque las prioridades. “Va a requerir un poco de malabarismo. Seguramente toquemos en los mismos festivales y cosas así, pero lo vamos a hacer funcionar”, minimiza Rose antes de cederle la palabra a su compañero. “The WAEVE va a ser prioritario para mí siempre que pueda. Va a ser un año intenso, pero no voy a quejarme. Este es mi proyecto principal, aunque prefiero llamarlo ‘banda’, porque lo siento así, como algo más que solo trabajo. Es algo con lo que estoy conectado profesional y musicalmente”, sintetiza Coxon para buen entendedor.

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