The Driver Era en Buenos Aires: la antesala más eufórica de Lollapalooza

Con su batería de hits, los hermanos Ross y Rocky Lynch encendieron la previa del festival internacional ante una multitud adolescente

Por  MARTÍN SANZANO

marzo 15, 2024

Foto: Agustín Dusserre

Como ya ocurrió en su anterior visita, allá por mayo de 2022, también en el Teatro Vorterix, las entradas para ver a The Driver Era se agotaron enseguida. La oportunidad de tener bien cerca a los hermanos Ross y Rocky Lynch, antiguos miembros de la exitosísima banda de pop R5, por fuera del festival Lollapalooza (se presentan este sábado en el Alternative Stage), fue demasiado tentadora para su público.

Quince minutos antes de las 7 de la tarde, la hora pactada para abrir las puertas del teatro, la fila se extendía dos cuadras por la avenida Álvarez Thomas, doblaba en Palpa y continuaba por Delgado. El público de The Driver Era, conformado en su mayoría por chicas adolescentes, aprovechaba la espera para comprar merchandising no oficial: remeras, llaveros, tazas, gorras y hasta mochilas. Mientras tanto, los alaridos eufóricos del puñado de afortunadas que habían logrado formar parte del meet & greet con la banda, se colaba por los portones del teatro: una pequeña muestra de lo que ocurriría horas más tarde.

En la previa de Lollapalooza, The Driver Era hizo su propio sideshow en el Teatro Vorterix. (Foto: Agustín Dusserre)

Como dijimos, The Driver Era es el proyecto de los hermanos Ross y Rocky, que anteriormente integraban R5 junto a sus otros hermanos, Riker (bajista en los shows de TDE) y Rydel. Y, como también dijimos, no era la primera vez que se encontraban con su devoto público argentino. Por eso, en una de sus primeras intervenciones, Ross disparó desde el escenario: “¡Los extrañamos!”. Lo que provocó un griterío que retumbó en todo el barrio de Colegiales.

Antes de que los Lynch aparecieran en escena, le tocó abrir la noche a Juku Ares, que apenas con una guitarra limpia y un micrófono se encargó de animar a la audiencia más entusiasta de su carrera. Era claro que nadie lo había ido a ver a él, pero las chicas estaban decididas a darlo todo y hasta terminaron coreando el nombre del cantante que supo ser productor de Turf y Lea Lopatín.

Disciplinadas y muy respetuosas, las fanáticas de The Driver Era ocuparon cada uno de los espacios del teatro y no se movieron de su lugar en toda la noche. Ni siquiera cuando, pasadas las 21, se abrió el telón y un centenar de teléfonos apuntó, por fin, al número más esperado. “Back To You”, “Get Off My Phone” y “Feel You Know” integraron la tríada inicial e imbatible del show. A medida que iban transcurriendo las canciones, la sonrisa de los hermanos Lynch denotaba lo de siempre, que somos ese público que hace valer la pena el viaje hasta estas latitudes.

Con los primeros botones de su camisa abierta, Ross demostraba una vez más que es el más carismático de los hermanos: se esmera en su performance, disfruta ser el centro y hasta menea su cintura para el delirio general. Ocasionalmente, cede el protagonismo, como ocurre en “Places”, donde Rocky, de perfil más introvertido, toma el micrófono y se hace cargo del asunto. Las chicas lo celebraron vitoreando su nombre.

Riker, Rocky y Ross Lynch, cantando junto a su público en Buenos Aires. (Foto: Agustín Dusserre)

Un sombrero de vaquero, pero rosa chic, fue arrojado desde el público y Ross, sin dudarlo un segundo, se lo puso antes de empezar a cantar “Natural”, uno de los momentos más esperados de la jornada. Y el más rockero, también, con un cierre a todo volumen que logró tapar, al menos por unos instantes, el griterío general. Más tarde llegó “Rumors” y el cantante se colgó la guitarra acústica, pero sin renunciar a sus movimientos hipnóticos.

Luego de proponer un poco de baile con “Keep Moving Forward” y bajar algunos cambios con “Low”, The Driver Era decidió regalarle a su gente un poco de nostalgia con “All Night”, uno de los clásicos de su proyecto anterior, R5. El pico más alto de la noche junto al cierre, protagonizado por “Preacher Man”, “Heart of Mine” y claro, “The Kiss”, su hit absoluto.

Afuera del teatro, una legión de padres esperaba a sus hijos con reposeras, botellas de agua y caras de “¿cuánto falta?”. Adentro, se iba apagando poco a poco la antesala más eufórica del Lollapalooza. Algunas tendrían segundo round el sábado, otras se volverían a sus casas a revivir todo el show a través de sus pantallas. Afónicas, sí, pero felices.

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