Nunca es insensato esperar demasiado de Radu Jude. Allí donde sus predecesores de la Nueva Ola Rumana (Cristian Mungiu, Cristi Puiu) apostaron por el realismo social, el cineasta de Sexo desafortunado o porno loco se aventuró hacia lugares más picarescos, eligiendo retratar las mezquindades de la vida contemporánea a través de la mofa, las citas y el ensayo.
Todos estos elementos, que en 2021 le valieron a Jude el honor máximo del Festival de Cine de Berlín, se encuentran presentes y potenciados en su sátira más reciente, No esperes demasiado del fin del mundo, que ya se encuentra disponible en la plataforma MUBI.
“Tuve dos o tres noches de insomnio absoluto mientras hacía esta película, y llegué a sentir tanto miedo que estuve al borde de detener el rodaje”, cuenta Jude a Rolling Stone por videollamada de Zoom. “Pensé que esto iba a durar para siempre. Pero afortunadamente, con un poco de medicación, superé ese pequeño problema”.
La privación de reposo es precisamente lo que motoriza la narrativa de No esperes demasiado del fin del mundo, que sigue a una asistente de producción precarizada, Angela (Ilinca Manolache), en una jornada laboral de dieciséis horas, de esas que son cada vez más frecuentes en economías azotadas. Sobre Angela recaen distintas responsabilidades, como transportar por Bucarest a los clientes de la agencia de publicidad que la emplea, o audicionar a distintos obreros accidentados para que aparezcan en un spot de protección en el trabajo.
En otras palabras, el apocalipsis según Jude no eximirá a nadie del presentismo en la oficina. Una cosmovisión así es de esperar en un cineasta rumano de 47 años, que creció bajo la dictadura de Ceaușescu y dio sus primeros pasos en una industria desmoronada. Jude tuvo que dirigir más de cien comerciales antes de siquiera pensar en la construcción de una filmografía propia, y la vivencia relatada en la última entrevista de No esperes demasiado del fin del mundo está basada en una experiencia personal.
Pero la inspiración del proyecto tuvo su arraigo en dos incidentes exógenos. El primero fue el fallecimiento de un asistente publicitario de 21 años, que se durmió al volante mientras acataba la orden de su jefe de trabajar veinticuatro horas consecutivas (el rodaje de No esperes demasiado del fin del mundo, en contraposición, se extendió a lo largo de veintidós jornadas de ocho horas). El segundo disparador fue el éxito de Bobiță, la personalidad de internet que Manolache inventó en la pandemia para entretenerse y satirizar a todos esos influencers de hombría derechosa, al estilo de Andrew Tate. La admiración de Jude fue inmediata.
“No trabajé tanto al personaje porque no siento que se aleje mucho de mí, o de lo que pienso y siento. Angela es una mezcla entre Radu, el personaje que Radu inventó y yo”, dice Manolache de su primer protagónico en cine. “Honestamente, el mayor desafío fue aprender el texto y entregar exactamente lo que Radu escribió. Toda esa energía tan punk que se siente en la película ya estaba en el guion. No podría haber pedido a un mejor director”.
Jude concede que fue una creación mutua: “Intento no construir personajes, quizás porque no soy capaz. Los escribo con la mayor neutralidad posible. Cuando me preguntan si es difícil crear personajes femeninos, digo que no porque los escribo como hombres. Luego vienen las actrices, con su personalidad, talento y encanto, y crean al personaje. De mi parte hay solo una propuesta”.
En el caso de Angela, faro moral de No esperes demasiado del fin del mundo, hay una particularidad que la separa del resto de las heroínas en pugna presentes en el cine de Jude (como la docente del video filtrado en Sexo desafortunado, o la directora teatral de I Do Not Care If We Go Down in History as Barbarians). Es que Ángela está demasiado abatida, demasiado abrumada por las exigencias del día a día, como para oponer una resistencia.
Entonces, la única línea de fuga que encuentra para aliviar la furia y vomitar las tensiones que carga consigo reposa sobre estos vídeos breves, pasibles de ser filmados en lo que dura un semáforo en rojo, donde parodia la misoginia del rumano promedio. Y este coqueteo con el fascismo contrae, a su vez, un cierto placer. ¿La derecha extrema es el desahogo de un progresismo harto de sí mismo?
“Es una pregunta importante y también difícil porque, para ser honesto, no entiendo mi película del todo”, comienza a reflexionar Jude. “Cuando la gente me pregunta por qué ella hace este tipo de cosas, digo que en realidad no lo sé; debe tener varias razones al mismo tiempo. Ilinca siempre dice que lo hago por razones de empoderamiento feminista, y creo que en parte tiene razón, pero al mismo tiempo me gustan las discrepancias y las contradicciones. Hay una entrevista con Betty Gordon en Cahiers du Cinéma, en la que le preguntan si es feminista a propósito de su película Variety. Y responde que sí, pero que no congenia con la ideología sin contradicciones de su momento. Recién leí en Facebook a alguien que preguntó: ‘¿el uso de ChatGPT es progresivo o reaccionario?’. No se puede definir y esto es lo que lo hace interesante. Me interesan las cosas que no están exactamente claras”.
Así como Jude pasa de Cahiers du Cinéma a un post de redes sociales, su cine funciona según una lógica igual de asociativa. El desparpajo de No esperes demasiado del fin del mundo hilvana pasajes de un clásico rumano de 1981, Angela Goes On, con los TikToks de Bobiță y la narrativa central sobre el video institucional en el que trabaja Manolache. Este gesto godardiano, el de reunificar el pasado, el presente y el futuro de las imágenes en movimiento, extiende la pregunta sobre la naturaleza y el potencial del cine (de hecho, Jude asegura que su próxima película, que ya está en posproducción y se titula Dracula Park, se filmó con un iPhone).
“Esta es una película autorreflexiva, y uno de sus temas centrales es la construcción de las imágenes. Hoy en día, con tantos deep fakes e inteligencias artificiales como Zora y ChatGPT, estamos entrando en un nuevo régimen de imágenes. Creo que es emocionante en muchos aspectos, y también aterrador en muchos otros. Lo que yo espero es que la película capture un poco de esta nueva era. Tal vez sea didáctica, porque llama la atención sobre algunos de los peligros implicados en la creación de imágenes. Pero no tengo un problema con lo didáctico, tengo un problema con el didacticismo. No estoy ofreciendo una solución, tampoco he leído ningún libro del tema. Simplemente, estoy señalando un problema. No creo que necesitemos a André Bazin para entender esta nueva ruptura. Hasta hubiese sido difícil para él entender lo que realmente está en juego con estas imágenes nuevas”.