Neo Pistea: “Si hoy te identificás con un político, algo raro está pasando en tu mente”

Estuvo ahí cuando explotó lo que se llamaría “género urbano”. Hoy es una de las voces menos complacientes al hablar del estado de las cosas en la escena

Por  YUMBER VERA ROJAS

noviembre 2, 2023

Neo Pistea: “Hay una camada de rock de los 90 en adelante que no la entendí”

Manuel Cascallar

“Como todo estaba tranquilo y consolidado, me dieron ganas de hacer un disco así”, dice Neo Pistea. “No estaba muy conforme con la escena ni con lo que sucede con el trap. Al principio, el mensaje era muy real y orgánico. O al menos yo lo veía de esa forma. Si bien lo relacionaban con las drogas y la misoginia, había algo detrás que no se notaba: el mensaje de lo bohemio. De no tener acceso a nada y hacerlo igual. Y de vivir en la marginalidad. La vida que vive el artista era lo que contábamos. Esa realidad fue cambiando y las canciones empezaron a hablar de otras cosas. También tuvieron otros ritmos. El trap se fue mezclando con el pop y el reggaetón, hasta que de pronto se perdió. Entonces apareció el género urbano. A partir de ese momento, me comenzaron a preguntar para cuándo se venía la colaboración con Tini. Necesité marcar una pared. Era muy importante para mí marcar esa pared”.

Por lo que decís, lo viviste con angustia.

Personalmente, me puedo relacionar con cualquiera. Pero no puedo hacer lo mismo con mi música. Tengo otra visión, otro mensaje y otra manera de expresarme. La escena dejó de parecerse a lo que yo planteé en 2016 con respecto al trap. Y la forma de contar lo que pensaba y me pasaba fue a través de los instrumentos y de una banda.

En medio del aburguesamiento en el que se enfrascó la música urbana local, Neo Pistea, el pionero del trap argentino, pateó el tablero. Y retumbó fuerte. Demasiado. A tal punto que está irreconocible. Nadie la vio venir, pero el artista hizo alarde una vez más de su talento para desconcertar. Amén de su tino para estar un paso más allá de todo y de todos. Si Charly les dedicó el tema “La vanguardia es así” a “todos los amigos que están vivos en prisión”, el Neo versión 2023 canta: “Me compré un pistolón. Ahí está, en un cajón. Ta’ juntando telaraña’. Me quité de la acción, desayuno en la mañana dos tostado’ sin jamón. De guachín que soy raro, pero siempre campeón. Igual a Moby Dick, voy con arpón”. “Campeón” es una de las once canciones de su segundo álbum, NEO. Así, en mayúsculas, como recordatorio de que ese prefijo que alimenta a su álter ego indica novedad. También es el nombre de “El Elegido” en Matrix.

No es novedad que un MC se ponga la piel del rock, aunque lo que hizo en esta ocasión el nativo de Merlo tiene muchos puntos en común con la crudeza de Sleaford Mods y la oscuridad existencialista de Tricky. Sin embargo, el músico apela a la simpleza para describir los orígenes de esa intención. “Está relacionado con un montón de géneros que escuchaba de adolescente o de más chico. Pensá que soy del 94, y todo el mundo trap surgió más adelante”, explica. “Volver a eso me sirvió no sólo para escapar un poco de la escena, sino también para mostrar otra cara y otra manera de entender la música. Por más que tenía ganas de hacer algo más experimental, la línea siempre fue la misma: violenta y fuerte. Durante mucho tiempo, escuché nü metal y otros tipos del metal. Tengo una foto, que quiero usar alguna vez, en la que aparezco en un pelotero mirando a la cámara con mi remera de Metallica. Mientras los otros niños saltan”.

¿Consumiste rock argentino?

Me gustan Spinetta, Charly, los Abuelos, Soda y Vox Dei. Y me encanta Viejas Locas. Nunca escuché a Los Piojos. Tampoco Divididos o La 25, que son artistas que escuchan los pibes de mi edad. Hay una camada de rock de los 90 en adelante que no la entendí.

¿Las canciones de NEO siempre estuvieron diseñadas para que suenen así?

Cuando llevamos hits míos, como “Criminal” y “Medusa”, al metal [para los shows en vivo], me di cuenta de que no podría haberlas pasado a otro tipo de sonido. Tienen mucha energía y fuerza. Y más ahora que me acompaña una banda. Empecé a ver que hay cosas en mi manera de rapear y de mostrarme que están relacionadas. Si miro un video de Pantera y le saco la música y le pongo una base de trap, es un show de Travis Scott. Comprendí que había un conector en todo eso y lo hice a mi estilo. Me patea la cabeza, me queda bien. De todas formas, hay otras canciones del álbum con las que abro el juego. Entre las que está “Bombastic”, que es más funk.

“Interludio para escuchar con auriculares” se torna, en cambio, en el clímax iconoclasta en la obra de Neo Pistea. Se trata de un track que pone el foco seminal en el sonido como recurso primario para la composición (en sintonía con la música concreta creada en la Francia de la posguerra), a partir de la recreación de un escenario. Lo que desata luego una suerte de zapada lisérgica. Es una oda al atrevimiento, incluso en los silencios. “No tengo oído absoluto, pero alguien que lo tiene te puede decir algo de la calle que esté en re o en mi. Cada chasquido es una nota”, dice uno de los coautores e intérpretes del mega éxito “Tumbando el club”. “Todo eso de los sonidos en la cotidianidad me vuelve loco. No deja de flashearme. De repente, me doy cuenta de que la baliza de mi auto está al ritmo de la canción que escucho en ese momento. Lo mismo me pasa con el motor, por más que no pueda describir cuál es la nota”.

¿Cómo nació ese tema?

Hace rato que tenía ganas de hacer un interludio. Uno largo, porque en realidad suelen durar menos. No se dio en el disco anterior, así que estaba seguro de que lo quería hacer en este. De hecho, fue el último o anteúltimo tema que hicimos para el disco. Cada vez que comentaba que quería hacerlo, me decían que no iba a funcionar. Seguí adelante igual, y comencé a cranearlo con el garageband del celular. En un momento, escribí una línea de bajo, y llamé a mi hermano, que toca el bajo, para que lo grabara. Con el teléfono fui armando el orden de las partes. Volví a todos locos con que quería meter voces, el sonido 360 y los chasquidos. Y luego queríamos acceder a un micrófono que grabara así. Lo terminamos grabando con unos audífonos. Fue un aprendizaje el tiempo y las ideas que invertimos para lograrla. Era justamente lo que buscaba: una aventura.

Ese mismo sentido del lance fue lo que llevó a Neo a descubrir el trap, así como a darle una traducción argentina. Su trap del lejano oeste, junto con el R&B onírico de Coral Casino y la revolución del freestyle, ayudó a sentar las bases de la actual movida urbana nacional. “Escuché rap de muy chico y pasé por varios de sus subgéneros. Nunca fui de escuchar mucho rap español, que siempre fue fuerte en Argentina”, reconoce Sebastián Chinellato, el nombre detrás del alias. “El gangsta rap me llevó al crank y al sonido de Chicago. Eso fue mutando hasta llegar al trap. También conocía lo que venía haciendo la comunidad dominicana en Nueva York. Se metieron con el trap mucho antes que los puertorriqueños. Fueron los primeros en absorber esa cultura y la pasaron al español. A mi modo de ver, lo que sucedió en Puerto Rico y Estados Unidos yo lo transmití acá. En la forma en que lo entendí. Siempre la bajada fue argentinizarlo”.

Tuviste mucho cuidado con “caribeñizar” tus letras y tu elocuencia en la performance.

Recién ahora me doy cuenta de esa estética lírica. Mi visión fue hacerlo lo más real posible. Quise contar las cosas que me pasaban a mí: hablando del barrio, de la calle o de las adicciones de mis amigos y la mía. No podía hablar de la codeína porque no había llegado acá. Pero sí le hice un tema al Rivotril porque era la droga que consumía mi generación. Siempre respeté mi realidad y la de mi país.

Si hay un rasgo que atraviesa tus discos, aparte de esas canciones tan visuales, es esa especie desentimiento de culpa por hacer dinero mediante tu arte.

Puede que en el subconsciente haya un grado de culpa. Siento que haber vendido la imagen del reventado y del despilfarrador de cierta forma me perjudica, porque no es el mensaje que me representa. Si bien anduve con joyas y cadenas, al ser papá entendí el mundo de otra manera. Estaba en una matrix, y no comprendía un montón de códigos y valores que no estaban relacionados con lo material. Me cuesta escribir sobre cosas que no vivo.

En “Intro”, tema que inaugura tu nuevo disco, rapeás: “Me porto mal, yo no quiero crecer”. ¿Te referís a vos o a tu hijo?

Para mí es una de las canciones más importantes del disco. Cuando compongo, mi hijo me tira frases y me ayuda. Pero esto es un mix de situaciones que me pasan con él y de las que salen respuestas como: “Me gusta portarme mal”, que es parte de la letra. Al igual que “Perdoná, papá. Perdoná, mamá”. Intenté incluir frases que me dice y hasta de una película que vimos juntos. Son cositas que me marcan y me conectan con él. La idea es que la gente se sienta identificada con un niño, sin que sepa que lo es. Creo que lo conseguimos, al punto de que abrimos los shows con ese tema. Fue épico porque se entendió la fórmula. Que te entiendan es lo más importante.

También te animaste a sumar neologismos. Una de las canciones nuevas se llama “Tiki”. ¿Qué significa?

En la jerga callejera, es como un pase. Pero es un poco menos: “Me tomo un tiki y estoy”. Tengo que ir a trabajar: “Me tomo un tiki”. La gente que está en adicciones lo entiende así. Al mismo tiempo, significa un poquito. Y yo traté de darle un doble sentido: “La vida se te va en un tiki”. Desde que tomás el primero, según mi teoría, tu vida corre a una velocidad impresionante. La culpa de eso la tiene el capitalismo. Sólo se trabaja para buscar plata. Eso aplasta tus sueños y tus proyectos.

¿Te sorprende que gente de los sectores populares de la Argentina haya sido seducida por la bajada de línea de la ultraderecha?

Mis abuelos siempre estuvieron atentos a la política. Cuando llegué a la adolescencia, el primer análisis que hice fue que todos eran una mentira. Y siempre cargué con el dolor de ver cómo le mienten a la gente. Pero lo que más me duele es que la gente les crea y vea una posibilidad de escape en ellos. Está todo armado. Antes eran teorías “conspiranoicas”, pero hoy todo eso se sabe. No puedo creer cómo pueden confiar en un político. Que un candidato bardee al otro ya es suficiente para que lo voten. Si hoy te identificás con un político, algo raro está pasando en tu mente. Te estás identificando con alguien que te va a cagar. Todos se llevaron plata. Si nunca me puse de ningún lado es porque sé que joden a la gente y lastiman. Automáticamente, eso los hace mis enemigos. No sé manejar la impotencia que me dan.

Al igual que L-Gante, arrancaste tu carrera gracias a las netbooks que entregó el programa Conectar Igualdad. Si la vicepresidenta de la Nación te hubiera mencionado a vos y no a él, ¿pensás que hubieses tenido la misma exposición?

Yo creo que zafé. L-Gante ocupó un lugar que no venía ocupando nadie. A nivel social, me parece que él fue más importante que Duki. Por el movimiento que hizo en Argentina con el RKT y por su manera de mostrarse. Yo lo veía en los programas de Mirtha y de Susana y no entendía qué hacía ahí el chabón. Después lo leía en una nota diciendo que le encantaba eso. Entonces entendí que ese es su mood. Te lo juro por mi hijo: a mí me dicen que hay 30.000 dólares para ir a lo de Mirtha, y no voy. Ese programa le hizo mal a un montón de gente. Los que van saben sobre su hipocresía. Terminan normalizando cosas. Son la generación de los que olvidan.

Neo Pistea: “Descubrí que la calidad de vida radica en la armonía y la paz”. (Foto: Manuel Cascallar)

Pese a que firmó uno de los discos más notables de la música popular contemporánea argentina en 2023, para Neo Pistea lo fundamental es el equilibrio. No es fortuito que lo haya adaptado como su palabra vital. “Descubrí que la calidad de vida radica en la armonía y la paz”, sintetiza. “Estuve en los mejores lugares del mundo, y no me encontré. Hace poco, pasé unos días en Dubái. Me pareció loco que la gente quiera estar allá, cuando ese mundo se cae en un segundo. Es de chicle. Uno toma un camino no por ignorante, sino porque sigue un pulso. Una vez que cruzás la meta, te planteás tu próximo objetivo. En el instante en el que me sentí óptimo con respecto a mi carrera, mi economía, mi familia y mi lugar de pertenencia, me replanteé ciertas cosas para seguir adelante. Hoy los sellos se mueren por firmar a un artista como yo. Eso hace que la industria se meta en tu música. Lo divertido que tenía el trap es que estaba fuera del sistema. Aún respeto mis raíces”.

¿Qué querés decir con eso?

Ahora vivo en Merlo. Me cuesta despegarme del barrio. Hace cuatro o cinco años, viví en Caballito. Pero no me pude hallar. No me gusta Capital, no me gusta venir. No me gustan el ruido ni la energía de la ciudad. Mi mamá es de Misiones y me crie trepando árboles. A veces, me preguntan por qué no tengo un BMW. Yo vivo en calles de tierra. Prefiero armar comedores. Todavía puedo hacer mucho por esa gente.

¿Cómo hacés con el egotrip?

A Duki, YSY A, C.R.O., Khea y a mí nos cargaron de mucha responsabilidad. Y es difícil lidiar con eso cuando tenés 21 o 22 años. Imaginate lo que tuvieron que vivir YSY A o Khea, que en ese momento tenían 17. La única manera que tenés para sobrellevar eso es la educación que te inculcaron. Esos valores, códigos y sentimientos se ven reflejados cuando sos grande. Yo me siento igual que todos. Lo trabajé siempre. Pero mi vida no es igual que la de los demás. El hecho de estar lúcido me la hizo más fácil.

¿Sobre qué quisiste cantar en “Ancestral”?

Hay ciertas canciones en las que todo es más místico. Tengo temas que me bajan directamente. Es una línea inentendible: sale rápida. De repente, reconocí un momento de inspiración o un momento importante para hacer música. Y con esto último me refiero a que, por más que la esté pasando mal, igual intento componer. A veces es inspiración, pero también está lo otro. “De tanto sentimiento, se me explota el bypass. Dibujo un compás, hay vino con pan”, digo en el tema. Hago referencia a Dios. Si me cae un piano encima, ya está.

El tribalismo de ese tema recuerda a los raperos Orishas. Pura macumba cubana.

Lo que pasó es que arrancamos con la percusión. Eso nos llevó a lo cubano. Cuando la canción estaba lista, empecé a hacer algunas armonías con voces que nunca uso. Eran de la salsa o más cubanas.

En mayo pasado, en el Festival Cultural Saldías, mientras Neo Pistea sacudía epilépticamente su cuerpo, al ritmo de la banda que lo acompañaba, un grupo de chicas y chicos enmascarados invitaba al pogo. Meses más tarde, en la fecha que el artista compartió con Bhavi, en el patio de la Ciudad Cultural Konex, la troupe enmascarada reapareció. Durante esa performance, a manera de gesto de complicidad (o quizá de fidelidad), lanzaron al escenario su característico pasamontañas de lana verde. El MC de la zona oeste del conurbano lo recogió del piso y amagó con ponérselo. Pero terminó llevándolo en una mano. Era una clara señal de diálogo y reivindicación. Esa tribu se autodenomina Cactus Jack y se le apareció por primera vez en un show en Mar del Plata. Desde entonces, el amor fue incondicional.

“Fue super natural nuestro vínculo. Es algo que la gente no entiende bien”, asienta Neo. “Esa comunidad está en todos lados. Van también a los shows de Dillom. Vos viajás a Tierra del Fuego y los Cactus Jack están allá. Claramente, llaman la atención por las máscaras y por cómo reaccionan en los shows. Es impresionante. De la nada, fueron creciendo y creciendo. Hacen la gran Jack Black en Escuela de rock: se tiran del escenario, y capaz que nadie los agarra. Se la pegan en la cabeza. Hay recitales en los que suelen subirse al escenario y eso trae un montón de problemas con los de la seguridad del lugar. Pero son tan salvajes que lo hacen igual. El otro día, lo hicieron en un show en el que los artistas medio que los trataron mal y los de seguridad los sacaron. Yo intenté siempre ser cordial con ellos y a partir de eso surgió un cariño mutuo. Hay tan buena onda que me agregaron a un grupo en Instagram. Siempre están en todos mis shows”.

Eso es militancia.

Y sí. Eso es militancia. Les estoy reagradecido. Más allá del pogo, la energía que manejan es fuertísima. Es un papel que se ganaron ellos. Lo que hizo conocidos a los Cactus Jack de acá, porque es un fenómeno global, es que aparecieron en el documental de Travis Scott, cuando él vino a Buenos Aires. Eso está muy pegado a lo cultural de Texas y Chicago, a la manera violenta en la que se vive el trap allá. Esa comunidad tomó su nombre del sello y de la línea de ropa de Travis. De ahí viene el color verde.
En el encierro al que obligó el Covid-19, el artista, tras poner a circular varios singles, un mixtape y el EP Oro y perfume (2017), sacó finalmente su primer álbum de estudio: Punkdemia. Si bien se dice que el trap es el punk de la música urbana, de los tres acordes que distinguen al género el disco no tiene nada. Sólo la actitud. “No siento que el punk ni el trap tengan ningún conector musical, pero sí que ambos sacudieron a una época”, reflexiona. “Ofrecieron otra manera de pensar, de hacer música y hasta de sonar. Escuchás los discos de Flema o de Ricky Espinosa y parece que hubieran sido grabados en un teléfono. Esa marginalidad y carencia de recursos están pegadas al trap. Sin haber estudiado música, podés hacer una canción. Ya no tenés que cantar, porque existe el Auto-Tune. Ni tampoco es necesario que toques un instrumento. Decime si eso no es muy punk”.

Un asunto que también linkea a ambos álbumes es tu cara y la manera en que la interviniste. Eso está latiente tanto en la canción “TNT” como en “Portación de rostro”.

Cuando me tatué, no me imaginé el grado de discriminación que existe. Al momento de hacer esas canciones, me di cuenta de que es un tema que me acompañó toda la vida. Se dice que Argentina no es un país racista, pero yo lo veo acá. La gente que no sabe a qué me dedico o no me conoce, seguramente me va a mirar mal. Ya lo padecí: apenas entro a un lugar y paso por una mesa, agarran sus celulares y carteras.

Producido por Leandro Nicolás Coca (socio musical del artista), y traccionado por Tery Langer (integrante de los grupos Carajo y Arde La Sangre), NEO vio la luz en un período en el que el postpunk y el punk le plantaron cara a la música urbana. Lo que advierte una inminente crisis generacional ante el recambio. “Eso es lo que me pasa ahora, luego de que apareciera una generación abajo y otra más abajo”, confía el integrante del supergrupo de trap Modo Diablo. “De repente me pasó no entender algo. Ya sea un video, una entrevista o la forma en que se está rimando. Yo soy de los 90 y esa es una generación muy jodida. Tuve casete, discman, MP3, MP4, y ahora tengo un iPhone. Todo eso te deja siempre en la mitad. Estás entre los 80 y los 2000. En ese lapso, hay 70 millones de kilómetros de evolución tecnológica y musical. Amigo, yo jugaba a El Príncipe de Persia, y ahora juego a Call of Duty”.

Al salir del búnker de su disquera, Neo Pistea toma rumbo hacia la plaza Mafalda. Una vez que trasciende el límite entre Palermo y Colegiales, de un lado de la calle se aprecia una pancarta que promociona Barrabrava, la serie de Prime Video en la que hace el papel de Huevo. Mientras que en la otra esquina un puñado de chicos recién salen del turno vespertino del colegio. Dos de ellos lo reconocen y se le acercan para hacerse una selfie. Al toque, se suman tres más. Y luego irrumpe una horda quinceañera. Lo que motivó la pregunta de por qué aún no se animó a consumar un estadio. “Tengo ganas de hacerlo, pero no quiero depender del trap”, afirma el MC, quien por lo pronto, en Buenos Aires, actuará en C Complejo Art Media el 3 de noviembre. “No voy a hacer nada para apresurar eso. Si algo entendí es que el tiempo es una invención del humano. No existe. Hay un problema con el tiempo que es la inmediatez. La ansiedad que manejamos ahora. Eso genera confusión”.

¿Y cómo hacés para lidiar con eso?

Hoy un año es un siglo. Imaginate lo que es para la industria que uno no saque material en dos años. La realidad es que un año es nada. Son 365 días. Quiero llevar una carrera durante toda mi vida, más allá de tocar o no. Tengo ganas de seguir haciendo cosas diferentes. Si vendo panchos, la gente no quiere que venda hamburguesas. Pero yo quiero vender hamburguesas, y capaz en 20 años me armo un restorán. Muchos dicen que el trap no es arte. ¿Qué sabén lo que es el arte para esa persona?

¿Qué es el arte para vos?

Charly dice que la música debe tener ciertas cosas para ser música. Coincido. Pero si no hacés música ¿no sos artista? Si mi música no tiene armonía, ¿no soy artista? Valoro y respeto el arte. Lo respeto de verdad. Aunque me parece que va más allá de una canción. Mientras los demás están haciendo trap, yo hago esto. No lo hago por los números, ni por la plata. Lo más importante es no hacer música de mierda.