‘Mi culo es mío’, cómo es el libro que estudia al reggaetón como una zona de exploración estética de los movimientos feministas

Por  PAZ AZCÁRATE

julio 15, 2024

Miss Bolivia, una de las artistas que entiende al baile como una forma de manifestación y resistencia.

Gaspar Kunis/ Inés Auquer (Archivo Revista Brando)

Hubo un momento en Argentina, entre 2010 y 2020, en el que el reggaetón pasó de ser el género musical misógino por antonomasia a una zona de exploración estética no sólo válida, sino de interés, para los movimientos feministas. Ese es el primer recorte que hace Mercedes Liska en su libro Mi culo es mío. Mujeres que bailan como se les canta (Gourmet Musical).

Fue un cambio en muchos niveles al mismo tiempo: una reformulación de las formas de relacionarse sexual y afectivamente, un desarme del binarismo de género y que en nuestro país tuvo un correlato desde la estructura estatal (leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género).

Estos cambios afectaron directamente a los cuerpos, a sus movimientos en el espacio público y a su forma de participación en la escena musical. Donde antes había cuerpos preparados para ser vistos y narrados por la mirada masculina, pasó a haber cuerpos con voz propia, nuevas libertades y la posibilidad de pasarla bien sin dar explicaciones. Dice Liska: “Del culo cosificado al culo revolucionario”.

La autora se concentra en esta zona del cuerpo y en sus movimientos para hablar del lugar del baile en una forma específica del activismo inaugurada en esa década. De aquella verdad para entender cómo la militancia colaboró en delinear una poética novedosa, en sintonía con la época, que mezcló la música con el activismo. Miss Bolivia, Kumbia Queers y Chocolate Remix son algunos de los proyectos en los que se detiene, en este ir y venir entre lo ético y lo estético de esa transformación.

El movimiento argentino Ni una menos fue una parte importante de esa escena, pero Liska encuentra pioneras en todo Latinoamérica, incluso a partir de la década del 90, marcando a la reina de la bailanta Lía Crucet como una de las primeras argentinas en exhibir un erotismo inusual para una mujer de la época.

En el sentido inverso, la cumbia y el reggaetón también moldearon a los movimientos feministas: la autora analiza la aparición del baile durante performances de grupos de activistas y reconstruye cómo la conquista de derechos femenina fue alterando el paisaje cumbiero nacional. De bailarinas a mujeres con voz propia, Liska encuentra en Dalila, por ejemplo, a una de las primeras cantantes del género en contar historias de romances lésbicos.

La interseccionalidad del trabajo de la autora permite también abrir preguntas sobre el moralismo (usado como disfraz de prejuicios de raza y clase) con el que la cumbia villera en Argentina y el reggaetón en Centroamérica fueron juzgados en sus inicios. En suma, el libro de Liska permite entender qué zonas comunes tienen músicas y vocalistas como Kathleen Hanna y Rude Girl La Atrevida, o cómo se gestó lo que podría considerarse el movimiento riot grrrl de la cultura latinoamericana.