Este artículo fue publicado originalmente en la revista Rolling Stone Argentina #65, agosto de 2003.
Era así, como el dibujito de la tapa de Pocketpop. Podía tener casi 40 años y parecer una niña. Pero no como esas viejas apendejadas, estiradas hasta el absurdo, sino como esas mujeres seguras de sí mismas, que saben que conservar el sentido lúdico de las cosas es un pulso vital. Era tímida, callada, y aunque muchas veces podía ser la persona más famosa de una fiesta, prefería no llamar la atención. Es probable que no le hiciera falta.
Podría decirse que María Gabriela Epumer fue protagonista del rock argentino de las últimas dos décadas por dos motivos fundamentales: integró, como cantante, guitarrista y compositora, Viuda e Hijas de Roque Enroll, uno de los grupos prototípicos de mediados de los 80, indispensable para entender lo que luego se llamó “la primavera alfonsinista”, y fue, durante casi todos los 90 y hasta ayer, la guitarrista y cantante de las últimas dos bandas de Charly García, la estrella de rock más grande de este país.
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Eso no fue todo. La lista de discos y bandas en las que participó es larga. Tocó con su tía, Celeste Carballo; con María Rosa Yorio; con Fito Páez; con Luis Alberto Spinetta; con Alejandro Lerner… Formó varios grupos, todos de mujeres: Rouge, en los 80; Las Chicas, en los 90; Maleta de Loca, con la ex viuda Claudia Sinesi. Era hermana del guitarrista Lito Epumer (Madre Atómica, Spinetta) y nieta de uno de los guitarristas del cantor de tangos Agustín Magaldi. Era, además, descendiente de los indios ranqueles (un tatarabuelo suyo había sido cacique) y una militante por los derechos de los indígenas. Admiraba a Robert Fripp, de quien fue alumna en varias ocasiones y quien llegó a tocar como invitado en sus discos.
Había nacido el 1° de agosto de 1963. El pasado 6 de julio, de un modo sorpresivo e inexplicable, María Gabriela murió. Aunque inevitables, las muertes no se esperan. Pero si había alguien del mundito del rock local de quien nunca podíamos imaginar una noticia así, era de María Gabriela. Porque, aunque había probado de todo, no consumía habitualmente sustancias tóxicas; porque cuidaba su cuerpo con una dedicación poco habitual para los músicos de rock, y porque no. Pero sí.
Los periodistas carroñeros salieron rápidamente a tirar hipótesis absurdas de sobredosis, excesos y bla bla. Puro prejuicio. Nada de eso ocurrió. María Gabriela sufrió un paro cardiorrespiratorio y se murió. Venía sintiéndose mal hacía un par de días, pero nadie, ni los médicos que había consultado, ni ella, pudieron prever lo que finalmente sucedió.
“Leo el diario una vez por semana”, le dijo a Rolling Stone hace tres años. “La verdad es que la vida real no me interesa mucho. Me gusta más la otra.” Para los que nos quedamos en la vida real por un rato más, María Gabriela nos dejó su obra, sus discos, sus canciones. Y un agujero en el escenario de Charly que, por ahora, parece imposible de llenar.