Manu Chao no conquista ciudades, las enamora. Así quedó Gualeguaychú tras el paso del pequeño gran músico en la primera parada de su gira Viva Tu por el litoral argentino y difícilmente la ciudad entrerriana olvide su corta, pero afectiva estadía. Es más, muy probablemente, en quince, veinte años, sean muchos más de los 1.000 que agotaron las entradas de la disco Bikini los que recuerden haber estado allí, como ocurre en esos encuentros que marcan la cultura de un lugar, como ocurrió con la primera visita de Manu Chao al país, allá por 1992, en el estadio de Obras y junto a la troupe francesa Mano Negra.
El lunes en Gualeguaychú no hubo postales de jóvenes tomando las calles de la ciudad ni caravanas con banderas en la ruta como sucede con algunos de los artistas locales más convocantes cuando llevan su ritual al interior. No hace falta. Lo de Manu Chao y su gente pasa por otro lado. De allí que en esta vuelta el músico haya elegido “lugares más chicos” para llegar con su rumba sin fin (anteanoche en la ciudad entrerriana, mañana en Corrientes y el domingo en Posadas), en formato “ultra acústico”, íntimo y pasional.
Pero Manu no estuvo solo en el escenario. Lo acompañaron el guitarrista rosarino anclado en Barcelona conocido como Matumati y el rapero nacido y criado en Villa Fiorito Rayo a.k.a. Big Buda, quien había sido invitado a cantar en los conciertos del ex Mano Negra en Obras a principios de este año y quien fuera en este regreso su amigo y confidente más cercano (“desde que Manu llegó no se separaron nunca, estuvieron ensayando y grabando y curtiendo la calle juntos”, confiesan allegados al músico). Así entonces el trío se entregó a ese combo sonoro que este hombre de 63 años define hoy día como “lo peor de la rumba, canciones de rompe y rasca y rolas taberneras”.
Durante dos horas, Manu construye, destruye y vuelve a armar canciones nuevas y clásicos imbatibles, sube y baja el ritmo sin detenerse nunca y vuelta a empezar. Por las calles del desengaño yo pasé con malegría otra vez, porque si yo fuera Maradona viviría como él. Tú la vecina del patio, yo nunca te dejaría, tú mi vecina de arriba, por ti yo me descamisaría. Qué hora son mi corazón. Solo voy con mi pena, sola va mi condena. Sometimes I dream about reality, sometimes I feel so gone. Mala vida. Y así, otra vuelta más. Una montaña rusa emocional que hizo bailar a todos hasta la madrugada del martes y más allá. ¿La sorpresa? El protagonismo de Rayo en escena, que rapea y rapea sobre el ritmo mundial que marca Manu Chao una y otra vez.
Todo alma y sudor y lágrimas y amor. El público vive a Manu Chao como si fuera suyo. Lo abraza y se deja amar. Manu hace lo mismo cuando termina su faena. Baja del escenario entre la gente y se deja tocar, abrazar, amar. Luego lo esperarán adentro y afuera del local, para un último saludo, una foto, un video en apoyo a alguna que otra causa por la que pelear (desde protestas por la minería a cielo abierto hasta el rechazo a la demolición de un anfiteatro de una plaza en Floresta) y una sonrisa más del adiós. Próxima estación: Corrientes. Porque el viento viene y el viento se va. Como Manu. Aunque Gualeguaychú lo recordará por un buen tiempo. Todos los que estuvieron allí… y unos cuantos más también.