Este artículo fue publicado originalmente en octubre de 2020.
La suerte de La dicha en movimiento, el primer disco de Los Twist, se definió una noche de 1983 en el Café Einstein, el bar de Córdoba y Pueyrredón administrado por Omar Chabán. Ahí, Charly García escuchó al grupo de Pipo Cipolatti y Daniel Melingo. Y quedó encantado. Mientras se acercaba el final de la dictadura militar, Los Twist irrumpían buscando sacudir la tristeza con letras cargadas de humor e ironía en dosis de ska, rockabilly, pop y twist que nunca superaban los tres minutos.
“Antes de grabar el primer álbum, le llevamos un demo con dos temas a Daniel Grinbank, y nos dijo: ‘No me gusta, con esto no va a pasar nada’. O algo por el estilo –recuerda Pipo Cipolatti–. Pero Charly le planteó: ‘¿No te gusta? A mí sí. Yo los produzco’. Y en julio de 1983 nos llevó a Panda. Fueron tres días de grabación y mezcla: viernes, sábado y domingo. Vendimos 120.000 copias en tres meses.”
Con desparpajo, frescura y alegría, al ritmo de “Cleopatra, la reina del twist”, primer corte de difusión en las radios, la banda se convirtió en una de las revelaciones musicales del año en el que recuperamos la democracia. En el balance anual de 1983, la revista Pelo eligió a Los Twist –junto a G.I.T., Oveja Negra y Autobús– como un grupo “con futuro prometedor que desde sus letras apuntan a la diversión e ironizan la realidad, y en sus shows hacen bailar hasta a los más apáticos.”
Cuando en 2007 Rolling Stone elaboró el ranking de los 100 Mejores Discos del Rock Nacional con un jurado de músicos, productores y periodistas, La dicha en movimiento se ubicó en el puesto 15°, después de La Biblia, de Vox Dei, y antes de Jessico, de Babasónicos. Esta es la historia, contada por sus protagonistas, de cómo una banda disparatada surgida en el Mágico Parque Genovés, de la antigua Ciudad Deportiva de Boca Juniors, grabó uno de los debuts más exitosos del rock argentino bajo un título extraído de las páginas de un manual de toxicomanía de la Policía Federal.
PREHISTORIA TWIST
GONZO PALACIOS (saxofonista): Los Twist fueron un desprendimiento. La idea madre estaba en el Ring Club, grupo básicamente de Melingo, en el que participaba un montón de personas. Había un momento en que era una especie de performance revival con un quinteto onda años cincuenta, en el que estaban Fabiana Cantilo como voz principal, Cachorro López en bajo, Melingo en guitarra, Miguel Zavaleta o Andrés Calamaro en teclados y yo en saxo. Hacíamos, por ejemplo, “Cuando calienta el sol” y algún tema más de los años 50, entre twist, bolero y balada pop. De ese número quedó más o menos la idea de lo que serían Los Twist.
MELINGO (guitarra y voz): Fabi Cantilo era mi compañera en el Ring Club y además estaba en Las Bay Biscuits, un grupo femenino escenográfico y multitarea dirigido por Vivi Tellas.
FABIANA CANTILO (cantante): El Ring Club fue la previa de lo que serían Los Twist y Los Abuelos de la Nada. Armábamos espectáculos como Juicio oral al Doctor Moreau, que era un tipo que no existía. Miguel Abuelo era el juez; Miguel Zavaleta, el abogado defensor, o al revés. Hacíamos temas con Juan del Barrio y Los Hermanos Clavel. Una serie de personajes maravillosos. Después, creo que apareció Charly. Nos divertíamos como locos y, por supuesto, no ganábamos un mango. Y eso tiene muchísimo que ver, porque así no había problemas. Fue una de las épocas más creativas de muchos de nosotros.
PIPO CIPOLATTI: Yo sabía de la existencia del Ring Club. Había trabajado de lo que ahora se conoce como diseñador gráfico y de columnista en la revista Banana, de Tom Lupo. Ahí conocí a Melingo. En la película Buenos Aires Rock, de 1982, hay una escena vinculada a la policía y la represión en la que aparecemos juntos y yo estoy mostrando el libro Historia de la Policía Federal. A veces nos cruzábamos en cumpleaños de amigos. Ya había compuesto mis canciones y él, que estaba con Los Abuelos de la Nada, tenía las suyas.
GONZO: Cuando empezaron Los Abuelos, el Ring Club no volvió a funcionar, pero Dany tenía la idea de armar en paralelo un grupo más twistero, anclado en los 50. Y yo era un poco su bastón, lo acompañaba a todos lados.
FABI: Pasábamos mucho tiempo en la casa de Melingo, en Chacarita, que era como un club. Éramos un grupete: los que serían después Los Abuelos y Los Twist, Las Bay Biscuits, Zavaleta. Jodíamos, nos cagábamos de risa, hacíamos arte y un día Dany me preguntó si quería cantar en un grupo llamado Los Twist.
GONZO: El nombre salió de un demo grabado con un prototipo de grupo: Melingo en guitarra, clarinete y voz, un señor mayor llamado Armando Sicorsky en trompeta, el Pelado Masanti en bajo, Martín Melillo en batería y yo en saxo. Tenía cuatro canciones: “Estado de sitio”, “Estar de moda” –que en el segundo álbum, Cachetazo al vicio, se llamó “Caribe sound”–, “Popurrí de la televisión”, que tenía fragmentos de la cortina de “El mundo del espectáculo”, “La marcha del elefantito” y “Bonanza”; y el cuarto tema nadie lo recuerda… Un amigo, Rubén Nebur Vázquez, que era del grupo Los Hermanos Clavel, le hizo una tapa con Letraset y le puso de título Chacarita twist. Los Twist sonaba bien: era un nombre concreto, vistoso y parecido a Los Beatles.
FABI: Dany había captado un poco la new wave de Diana Nylon, una chica que estaba de la nuca con la que salía, y antes de estar con él había sido novia de Sergio Aisenstein [socio de Omar Chabán en el Einstein]. A Diana y a Sergio los habían echado de Holanda [risas]. Tenías que estar un poco loco para que te echaran de ahí.
MELINGO: Gran parte de las canciones de La dicha en movimiento estaban hechas con anterioridad a Pipo para la voz de Fabi: temas como “Ritmo colocado” [compuesto en coautoría con Nylon], “Cleopatra, la reina del twist” [compuesto en coautoría con Vivi Tellas], “Jugando hulla-hulla”, “Ulises y las sirenas”, “Quién puso el bomp”.
PIPO: Un domingo me crucé con Melingo en Defensa y Humberto Primo, en la plaza, y me dijo: “¿Por qué no juntamos tus temas y los míos, y hacemos un grupo que se llame Los Twist? Ya estoy ensayando con el Gonzo y Fabi”. Y le respondí: “Sí”. Fue el 30 de abril de 1982, lo recuerdo bien porque era el cumpleaños de Martín Karadagian.
GONZO: A Pipo lo conocí un domingo después de tocar en la plaza de San Telmo. Recuerdo que vi entre el público a un personaje que parecía un marciano, vestido con corbata y un pilotín hasta la rodilla, tenía rulos, era pelirrojo, le faltaban algunos dientes, llevaban anteojos de carey y un valijín Primicia que me llamó poderosamente la atención. Empezamos a charlar y no paraba de decir cosas delirantes. En un momento comenzó a sacar cosas del maletín: libros de sus dibujos, poesías, cotillón… Era como una galera de mago de la que salían todo tipo de cosas bizarras, entre ellas un manual de toxicomanía de la Policía Federal.
PIPO: En ese momento tenía un dúo con Rafael Bini que se llamaba Los Pipos. De ahí salió mi apodo. Yo era Pipo 1 y Bini, Pipo 2. El proyecto duró un año y pico: la idea era no tocar nunca en vivo, solo promocionarlo, y como nos dimos cuenta de que era una pelotudez, lo disolvimos. Ahí fue que se fusionaron mis canciones con las de Melingo, y antes de grabar La dicha también empezamos a componer juntos. No sabíamos si grabaríamos un disco, pero armamos un repertorio.
FABI: La dupla Melingo-Cipolatti era maravillosa, perfecta. Dirigían todo y nosotros no nos quejábamos. A Pipo lo conocía porque era fan de Las Bay Biscuits y venía a vernos. Recuerdo que me hablaba mucho y se ve que tomaba pastillas porque no le entendía nada. Después empezó a modular mejor, pero al principio, aunque era genial, no le entendía un carajo y cantaba lo que me decía Dany. Yo no sabía lo que estaba haciendo, pero con tal de cantar me subía a cualquier barco.
EL EINSTEIN, LOS PRIMEROS SHOWS
FABI: Con Los Twist tocábamos en lugares rarísimos como el Parque Genovés. Yo seguía a Dany y a Pipo a todos lados como si fueran Batman y Robin. No participaba en la parte creativa, ellos me usaban como cantante. Se ve que estaba lo suficientemente loca y cantaba bien para subirme a ese tren. Era todo un disparate importantísimo y, obviamente, genial.
PIPO: Cuando salimos a tocar comenzaron a suceder un montón de cosas. Por un lado, la cuestión cultural, social y política, que a mí no me influía demasiado ni le prestaba atención. Y, por otro, lo contracultural. Ahí conocimos a Chabán, que estaba armando el Café Einstein, y comenzaron a coincidir muchas situaciones.
GONZO: Una noche fuimos con Melingo a ver a un amigo suyo que hacía una performance teatral. Cuando terminó de actuar, nos pusimos a charlar y me dijo: “Acabo de alquilar un lugar en el que voy a hacer una especie de centro cultural con conciertos, y ustedes son el grupo ideal para tocar ahí”. Era Chabán. Nos prestó la parte de atrás para que ensayemos y pintamos algunas paredes, sobre todo Pipo. Creo que Luca [Prodan] también andaba pintando por ahí.
PIPO: En el Einstein ensayaban Los Twist y Sumo. Con Melingo hicimos la instalación eléctrica, pintamos los banquitos y los zócalos, y después comenzamos con los shows. La idea de usar chalequitos amarillos y negros la craneamos con Melingo. Yo era muy respetuoso de la estética y nos pusimos de acuerdo en que manejaba la imagen y lo escénico, y él se ocupaba de dirigir a la banda en los ensayos. Después de los chalequitos compramos smokings rosas en una casa de ropa para mozos.
GONZO: El primer bajista con el que tocamos en vivo en el Einstein fue Juan Bellia, que había estado en Sui Generis, pero duró un show. A la semana siguiente estaba tocando Rick Mor. En la batería estaba [Leo] Romano, pero volvió al rabinato y Andrés [Calamaro] lo cubrió en algunas fechas antes que se sumara Polo Corbella.
PIPO: Los primeros tres fines de semana tocaron Sumo y Los Twist. Todas esas cosas iban sucediendo. No estaba en mis planes ser famoso.
EDUARDO CANO (bajista): Yo era amigo de Calamaro y para pasar el rato tocábamos reggae en el bar punk Le Chevalet. Andrés ensayaba con los Abuelos de la Nada y a través de él conocí a Melingo, que también ensayaba con Pipo, Gonzo y un bajista [Rick Mor], que se fue a tocar con una cantante punk llamada Diana Nylon. Una tarde después de zapadas y cervezas, me propusieron reemplazarlo y acepté.
GONZO: Había que tocar rápido, pocos tonos y poner cara de acelerado. Era un ambiente muy new wave y post punk, nos estábamos desembarazando de lo que llamábamos rock triste.
CANO: En el Einstein, igual que Le Chevalet, pasábamos muchas noches con amigos y a veces tocábamos. Los shows eran muy delirantes y descontrolados, y el público también. Básicamente porque éramos todos los que tocábamos ahí: Virus, Sumo, nosotros y tantos más. Se armaban zapadas entre todos y a veces había peleas de borrachos.
PIPO: Recuerdo que entre nosotros y Sumo, [el clown] Genniol hacía su número en el escenario.
CANO: El ambiente de los 80 eran todas las bandas que surgieron en ese momento: Virus, Soda, Sumo, La Torre, Los Abuelos, Los Violadores. Todas con propuestas muy diferentes, pero unidas por el mismo espíritu de libertad, tolerancia y respeto. Y también estaban García y Spinetta, de los que siempre tuvimos elogios y apoyo. El resto estaban exiliados o fuera de combate.
GONZO: Las letras de Los Twist eran bastante directas. Tenían un humor muy catártico: vamos a reírnos de esta situación que sufrimos todo el puto rato, y enseguida se convertían en himnos. “Pensé que se trataba de cieguitos” era lo que vivíamos todos los días de nuestra vida.
PIPO: Ninguna de las canciones que compuse estuvo basada en vivencias personales. Ni siquiera “Pensé que se trataba de cieguitos”. Ese tema lo hice cansado de las canciones de protesta que hablaban de la yuta hija de puta y se me ocurrió una visión más elegante y tranquila de describir una situación que podía ser muy densa. Pero jamás lo hice pensando que gustaría a la gente.
GONZO: Cada vez que te paraba la policía era media hora de interrogatorio: “¿De dónde venís?”, “¿Por qué estás vestido así?”.
PIPO: A mí no me sucedía eso porque no andaba en nada raro y porque mi papá era policía, una persona muy severa y honesta. Siempre me decía: “Cuando salgas llevá el documento, respetá al policía y no lo subestimes o sobreestimes. Y llevá siempre el carné del [Hospital de la Policía Federal] Churruca para que se den cuenta de que sos hijo de un policía”. Y era así: me pedían el documento y cuando veían el carnet, me preguntaban si mi padre estaba en alguna repartición. A lo que respondía: “Por supuesto, es el escribiente Cipolatti, de seguridad federal”. Y me decían: “Vaya tranquilo”.
FABI: Los primeros shows en el Einstein eran un delirio. Yo vivía a tres cuadras en un departamento en Pueyrredón y Santa Fe que me dio mi papá. Antes de subir a tocar salíamos a dar vueltas en un Fiat blanco y fumábamos porro.
PIPO: “El primero te lo regalan, el segundo te lo venden” salió de una conversación con mi tía. Era jovencito, iba a bailar y me dijo: “Huguito, cuidado. No aceptes nada de un desconocido porque el primero te lo regalan y el segundo te lo venden”. Veinte años después dije: “Gracias, tía. Me diste una idea”.
GONZO: En esa época no podías bailar o ser gracioso y, de repente, aparecen Virus, Los Encargados, Los Twist y los Redondos. Y la reacción de parte del público y la prensa fue importante. Por contrarreacción, a los que estábamos en eso, Charly nos parecía un poco blando. Yo había aborrecido a La Máquina [de Hacer Pájaros], Serú era increíble, pero García nos producía contradicciones Pero, bueno, como argentinos éramos medio cholulos. Melingo se había hecho un poco amigo de Charly y una noche vino a vernos al Einstein.
PIPO: Antes nos había visto en un festival de la revista Pan Caliente en La Rural, en el que tocaban un montón de bandas desconocidas, pedorras, y Los Twist. A nosotros tampoco nos conocían, pero salió buenísimo porque de invitados estuvieron Charly, Calamaro y Gringui Herrera.
FABI: Charly llegó a Los Twist por mí. Lo conocí cuando tenía 18 años. Después me encontró en Las Bay Biscuits y me llevó a los estudios Del Jardín a grabar con él la canción “Transatlántico art decó”. Un día que estaba con Spinetta, me preguntó: “¿Hoy qué hacés?”. Le dije que cantaba con Los Twist y me llevaron en el Mercedes [Benz] azul de Luis. Después me fue a ver a un show y quedó fascinado con todos. Se hizo fan.
GONZO: La noche que vino Charly, en el Einstein había mucha excitación. Recuerdo que estaba Genniol con un bajo de madera y el mango articulado. Todo el mundo estaba desesperado por subir al escenario. Genniol se subía y agarraba el micrófono. Nosotros estábamos cargaditos como siempre y en un momento le dije que se bajara y lo empujé.
GENNIOL: Me caí de la silla en la que estaba parado delante de todo el público. Me levanté, agarré el bajo y le pegué al Gonzo en la cabeza. Yo no irrumpía de caradura cuando tocaba un grupo, más allá de que con Genniol con Coca llegué a trabajar tres veces por semana en el Einstein junto a Stuka. Esa noche Fabiana me agarró del brazo y me dijo: “Vení, Genniol”, y me llevó al escenario.
GONZO: Cuando me di cuenta de que tenía un chichón, me descolgué el saxo y lo surtí en la cara. Nos empezamos a pelear en el medio del escenario y la gente se divertía. Era algo habitual en el Einstein. Quedaron Polo tocando la batería, García en la guitarra y Fabiana diciendo por el micrófono cosas como: “Muchachos, hablando se entiende la gente. No se peléen. Melingo se tiró de cabeza para pelearse con el público. Fueron tres o cuatro minutos de todos contra todos.
GENNIOL: Me agarraron cuatro de Los Twist y me dieron duro. Después me senté en una mesa con el mánager del grupo [Fabián Couto] y nos quedamos charlando. Fue una noche de borrachos que quedó como anécdota. En el Einstein le rompieron el brazo a un policía. Luca tenía una cicatriz en la cabeza porque un zarpado le clavó el pico de una botella en la pelada. Cada dos por tres, me agarraba de la baranda de la escalera y le pegaba una patada voladora a uno que caía rodando. Donde hay excesos de consumos, todo termina mal. En el Einstein había personajes pesados.
GONZO: Después de la pelea, seguimos tocando. Cuando terminamos, nos fuimos a casa de Couto a escuchar la grabación con la parte de la pelea incluida, y en un momento Charly dice: “Chicos, esto hay que grabarlo”. Le contestamos: “Sí, Charly, mañana te vas a despertar y seguro que te olvidás”. Eran épocas en las que se armaban y desarmaban siete grupos por noche. Pero unos días después me llamaron por teléfono para que nos juntemos a ensayar porque venía García. En una semana entrábamos a grabar el disco. El primer disco de Los Twist salió de la excitación de una pelea.
FABI: Cuando Dany me dijo “grabamos este fin de semana”, lo tomé como algo normal.
GONZO: En la previa a grabar el disco tocábamos una vez por semana y ensayábamos de lunes a viernes, seis horas. García pasó a corregir detalles y dar algunas instrucciones, pero el que llevaba los ensayos era Polo, que sabía los arreglos mejor que nosotros. El último en entrar al grupo nos dio la master class de cómo trabajar.
PIPO: En Panda estaba Amílcar Gilabert como ingeniero. Su asistente era Mario Breuer. El productor, Charly. Pero a mí me importaba un carajo porque no conocía a nadie.
BREUER: Los conocí unos años antes de grabar La dicha. Melingo me corría por San Telmo diciendo: “En cualquier momento grabamos con Los Twist”. Yo no lo podía creer, pensaba: “Este se va a poner a hacer twist, está demente”. Tiempo después, Amílcar arregló grabar el disco un viernes, sábado y domingo. Pero estaba con otro laburo, entonces tomó el sonido de los instrumentos y a mí solo me quedó apretar el botón para grabar. Eso hicimos el viernes: la banda grabó junta todos los temas.
GONZO: Charly tuvo una visión: “El disco de Los Twist tiene que ser una foto fija”. Su trabajo fue una cuestión más de logística que de arreglos y lo que salió es prácticamente un show en vivo. Aunque, bueno, tenés los teclados de “Jugando hulla-hulla”, que son maravillosos.
PIPO: Con Melingo nos gustaba grabar como antes, con un micrófono desde arriba que tomara el sonido global. Algo con lo que no estaban de acuerdo los ingenieros de sonido. Inclusive, en uno o dos temas quedó la voz de referencia.
CANO: La grabación fue puro vértigo e intensa, a lo García. Yo era muy joven y el que menos experiencia tenía. Charly era como un prócer del rock y pasar de ensayar en una sala de barrio a grabar con él y verlo trabajar era mágico.
PIPO: Cuando estaba haciendo el solo de “Pensé que se trataba de cieguitos”, como no podía manejar la palanca de vibrato, la manejó Charly. No solamente eso, me prestó su guitarra Rickenbacker y metió unos teclados impresionantes.
BREUER: Al día siguiente, sábado, íbamos a grabar algún overdub y las voces de Pipo, Melingo y Fabiana, pero Amílcar no fue. Yo me había tomado el día con cierto relax, a la mañana me fui con unos amigos a pasear por Villa La Ñata y nos tomamos un ácido. Pero mi mujer me llamó a la casa en la que estaba para avisarme que me buscaban los del estudio. Me subí al Renault 6 de mi vieja y tuve que ir a Panda. El domingo, Amílcar hizo la mezcla.
GONZO: El título de La dicha en movimiento salió de la definición de la palabra cocaína del manual de toxicomanía de la Policía Federal que Pipo llevaba siempre en el maletín.
PIPO: El disco se grabó en un sobrante de una cinta multitrack de un disco de Charly o Serú Girán, no recuerdo. Era una época en la que, si te equivocabas, tenías que cortar la cinta y pegarla con cinta Scotch.
BREUER: Puede que Amílcar haya tenido unos rollos de outtakes o cosas que no se usaban. Pasaba mucho. El disco de Los Twist se grabó en 16 canales con cinta de una pulgada. Lamentablemente, los 80 fueron una época económica jodida: las cintas costaban entre 300 y 350 dólares, y necesitábamos como mínimo cuatro para un disco. Entonces el directivo de la compañía te pedía que grabaras encima de otro disco. Así se borraron muchos masters.
FABI: Se grabaron las bases en un día, las voces en otro y en el tercero se mezcló. Solo Charly García, que es un genio absoluto y apuesta a cosas que nadie ve, puede hacer eso.
GONZO: Amílcar era el mejor técnico de la época. Tenía mucha cultura general y era especialista en hacerte sentir bien. Te trataba como si fueras el mejor músico del mundo para que hicieras una buena toma.
PIPO: Las canciones ya estaban cocinadas. “Mocasín” era más largo, pero como La dicha era muy densa, Charly nos sugirió que durara poquito. Y sobraron temas como “Buenas tardes, mucho gusto”, que incluimos en el segundo disco, Cachetazo al vicio [1984], y un popurrí de canciones de la televisión. Fueron 29 horas y media de grabación. ¿Cuánto tardó León Gieco en hacer De Ushuaia a La Quiaca?
GONZO: La dicha salió por SG Discos [Serú Girán], el sello de Charly que era subsidiario de Interdisc, una de las pocas compañías independientes, que estaba a cargo de Pelo Aprile. García tenía un porcentaje importante de las regalías, creo que se llevaba el 30 por ciento por la producción. Y se lo ganó muy bien. Fue su apuesta. Legítimo y maravilloso. Después de terminar se fue a Estados Unidos a grabar Clics modernos.
PIPO: Charly hizo que La dicha se conociera. Nunca me lo dijo, pero me enteré mucho después, que pensaba que Los Twist era un grupo de moda que iba a pasar y a durar muy poco.