Las Armas Bs. As.: “El algoritmo es una promesa de libertad falsa que muchos creyeron”

La banda que irrumpió con fuerza en la escena platense a puro rock garajero y blues bonaerense, ahora celebra sin prejuicios la vida moderna bailando en la pista más pop

Por  JUAN FACUNDO DÍAZ

agosto 15, 2023

“No podemos ser ortodoxos porque no nos sale", dice Míster de Las Armas Bs. As.

Foto: Manuel Cascallar

Para Las Armas Bs. As., la quietud es la primera forma de la muerte. Después de diez años, el grupo de La Plata celebra un nuevo aniversario como banda mientras se reconoce en constante transformación. El rock con tintes souleros de su etapa iniciática que abrazó la geografía bonaerense y los santos paganos para abordar los grandes tópicos de la vida como Dios, la muerte, la soledad, el mundo entero y el amor, hoy reconoce su actualidad más cercana al pop y las texturas de los años ochenta. Y el máximo reflejo de esto es El Futuro, Vol. II (¡Oh!), su último EP, un trabajo de dos canciones que responde a la crueldad de la modernidad, al individualismo impuesto por los tiempos regidos por las redes sociales y la tiranía de los algoritmos. A cambio de esto, el grupo ofrece, como contraparte, la sorpresa.

“Me genera orgullo poder sostener un proyecto esencialmente artístico y estético solventado en vínculos humanos muy profundos”, reflexiona Ramiro García Morete, el Míster, guitarra y voz del grupo. “Más allá de la cifra de diez años, que es anecdótica o circunstancial, creo que hoy en día, en tiempos de fragmentación, de tecnoliberalismo y de individualidad magnificada, cualquier forma de proyecto colectivo, donde tenés que habitar y cohabitar con otras voluntades, es un gesto desafiante y fascinante”.

A lo largo de tres discos y un puñado de EP, el grupo que completan Pinky, Longa, Lucas y Marky logró construir, destruir y volver a edificar una narrativa tan propia como puntual. “Siempre hubo una conciencia de un relato y de querer contar pequeños mundos”, dice Ramiro. “Tuvo sus virajes, saltos y modificaciones, pero hay un hilo, algo que la cohesiona sin atarla. No es que las canciones sean crónicas o cronologías. La narrativa es sonora, es visual. El acto creativo o la primera chispa creativa precede al concepto o a las ideas y esas ideas para mí no encorsetan al proyecto sino todo lo contrario, le dan un orden”.

El Míster dejó el chaleco de jean de la primera época por el saco que lo viste en esta era de modernidad pop. (Foto: Gentileza Eva Pardo)

En 2014, después de desarmar Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete, Ramiro y Pinky se encerraron en un garaje en forma de dúo para darle cauce a un puñado de canciones más cercanas al rock de The Black Keys o Gary Clark Jr., alejándose del sentimiento folk símil Dylan o Calamaro de su grupo anterior. “Proponíamos algo muy rockero para La Plata, quizás sofisticado para el rock popular barrial. Además, estábamos muy influenciados por la música afroamericana para ese momento, donde, excepto las escenas de hip-hop y muy pocas otras cosas, no se encontraba tanto groove”, explica Ramiro.

El imaginario volcado sobre Vol. I, su debut de 2016, estuvo ubicado entre rutas de la llanura pampeana, parrillas camineras y persecuciones policiales. Para El camino no elegido, su sucesor de 2018, el grupo llevó ese camión que recorría las rutas provinciales ahora hacia la hostilidad del conurbano y con eso mismo las miserias de la gran ciudad. Un sonido más cercano al blues para abordar una realidad que dolía, la soledad, el sexo vacío, la patronal y el gatillo fácil. “Mostraba cómo ese gran horizonte se iba acercando a los asuntos más políticos. Hablaba de nuestros caminos como músicos y también de un camino que había tomado la sociedad”, dice. Incógnito, el disco que finalmente coronó la trilogía allí por 2020, achicó la distancia focal y redujo el mundo a la intimidad de una habitación, ya más cercano al pop y las baladas tristes, para narrar la ausencia de esa persona que se fue y ofrecer una radiografía sentimental descarnada. “Terminó siendo casi profético, relatos más íntimos, eso que ocurría cuando hay algo que escapa a la exposición”.

Lo que siguió desde ese momento fue darle lugar a una nueva etapa para el grupo, tanto discursiva como sonora. Y la llegada del futuro, ese que se prometía a sí mismo con buenaventura, golpeó a la humanidad como todo un palo. Y Ramiro, con su pluma y sensibilidad, construyó para Las Armas Bs. As. una lectura del presente –social y del arte–, de la tecnología y la humanidad, sin intención de carácter profético, sino con una visión de lo que llegó y no así de algo que todavía estaría por venir. Fue de esa forma como dio inicio a una nueva trilogía: El Futuro Vol. I (2022). Acompañados por las voces de Amparo Torres, de Isla Mujeres, y Carmen Sánchez Viamonte, el grupo coqueteó con la pista de baile y el pop electrónico. En ese EP, mientras acercaban su sonido a horizontes más similares a New Order que a sus influencias anteriores, la banda puso en juego nuevas temáticas: “En la pantalla no sos igual/ Detrás de la pantalla tu vida no es igual”, cantan en “Pantalla”, viéndose atravesados de lleno por las redes sociales y la forma de mostrarse y relacionarse en la modernidad. “Me he pasado la vida entera pensando en el futuro. Algún terapeuta barato diría que descuido el presente, pero creo que no. Pensar en el futuro es un enfoque filosófico sobre lo que pasa ahora mismo en general. Yo ya presumía un cambio de paradigma a nivel cultural y tecnológico”, dice.

El testimonio de esas inquietudes fue uno de sus trabajos solistas llamado El último piano blanco sobre la Tierra (2019). Allí, Ramiro planteó el escenario de un futuro distópico que describe la fantasía para entender la realidad. “La melodía se antoja un ejercicio barroco. La síntesis es evolución”, dice la introducción del trabajo mientras Nilsson, un reputado músico futurista, canta: “Ese mundo que apenas conocí, con canciones y sol en el jardín, ya no existe más, fue hace tiempo su fin”. En ese escenario situado cerca del año 2100, las canciones duran un puñado de segundos, ya despojadas incluso de letras. Pero Nilsson, o el Míster, elige hacerlas como antes. Como hoy. “Pensar que fui y soy el mejor senso-ritmo-programador. ¿Dirían ‘letrista’ en la antigüedad?”, juega Míster mientras ironiza sobre su lugar entre los mejores compositores de canciones de la actualidad argentina.

El último piano blanco… hizo las veces de manifiesto, como si afirmase que, si todo sigue el curso de la modernidad de hoy en día, las canciones podrían llegar a ser eso, impulsos breves pensados por corporaciones, sin sentimientos, sin presencia de autoría humana. Casi como si hubiese anticipado las capacidades de la inteligencia artificial o herramientas como ChatGPT. Toda esa distopía se sostiene y corona con un último track donde Mariano Llinás, el director y guionista más importante del cine argentino contemporáneo, aporta su voz para una narración extendida del personaje protagonista que, finalmente, se revela ante esa modernidad y roba el último piano blanco sobre la Tierra para hacer una canción.

“El verdadero motor de esa discusión filosófica estaba inspirado por mi preocupación sobre esta lógica del arte reducido a un mensaje, del arte resuelto, acabado. Yo creo que es todo lo contrario”, explica. “El arte es un conflicto, una pregunta, un volumen uno, un incógnito, algo que empieza. Y la tesis, inexpugnable a mi gusto, de que no se puede separar la historia del arte de las condiciones de producción y de las evoluciones tecnológicas”. De esta forma, entendiendo que la obra está condicionada por su contexto, es donde entran en juego las formas en las que se produce la misma pero, también, en las que circula. “Se alteró la forma de consumo y por ende de divulgación de cualquier obra. Entonces, todos aquellos que produzcan sentido están cada vez más limitados. La mayor parte intenta luchar contra eso de manera casi imposible, porque hoy los sueños húmedos del capitalismo a nivel económico se trasladaron también al consumo cultural, donde hay un 1 % que acumula riqueza y el 99 % pelea contra eso. Supongo que eso afecta mucho a las obras. El algoritmo es una promesa de libertad falsa que muchos creyeron”.

Sin embargo, en un tiempo histórico donde la circulación de la música está mediada por una fuerza invisible que afecta, a su vez, la forma en la que esa misma se produce, es donde toma mayor importancia un acto de humanidad. Allí se refuerza el gesto de ese proyecto colectivo de tracción a sangre llamado banda de rock. “Lo que se está disputando acá es la autonomía, la libertad. Y para eso teníamos bandas de rock, para ser libres y para ser otros”, dice Ramiro. “Yo soñé siempre mundos posibles e imposibles a través del arte, no sé si tanto para representar a alguien sino más bien para representar ideas, porque no sé si me llevo tan bien conmigo o estoy tan enamorado de mí como para querer reafirmarme todo el tiempo. Y siento que no representamos en términos de representatividad a nadie y quizás eso no funcione en Instagram. Ahora, nadie puede negar que no representamos ideas. La representación y la representatividad son necesarias, pero lo prioritario es el arte, ¿no?”.

Ese acto de humanidad, esa forma de saltar el laberinto de las máquinas por encima, ese nuevo futuro entre tantos futuros posibles, esas nuevas preguntas y tormentos con esbozos de respuestas se vio materializado en un nuevo EP, El Futuro Vol II. Y la forma en la que encarnó todo esto fue con un rasgo tan frágil como humano, casi como un mensaje lanzado a la inmensidad del océano en una botella o un árbol que cayó en un bosque sin que nadie lo viera. Este nuevo EP fue publicado de un momento para el otro, de sorpresa, sin campañas de anticipación y expectativa, sin el famoso y tan cliché agite de la previa del “se vienen cositas”. Lo que siguió allí fue, con su estreno, un intento de guiar las buenas intenciones del algoritmo: si muchas personas se sorprenden al mismo tiempo, ¿podrían sorprenderse las máquinas y mostrar aún más su lanzamiento para tener mayor alcance?

Si la idea madre para Las Armas Bs. As. se transformó en la existencia de múltiples futuros posibles, el grupo tomó de lleno ese que los llevó hacia su versión más pop. Adictos a la polisemia, mientras plantean cuestiones que pueden sonar referidas a relaciones humanas, las canciones continúan replanteándose el mundo: “Suena bien aquello de no pensar como en los dogmas del nuevo milenio/ que aprendí deslizando un celular/ dispositivo de castigos y premios”, canta en “Los dogmas del nuevo milenio”, una balada sangrante, tan frágil como melancólica. “No podemos ser ortodoxos porque no nos sale, porque no tenemos la pericia instrumental para sonar exactamente como un género en particular o porque sencillamente es nuestra naturaleza”, dice Ramiro. “El juego de contrastes y de conflictos es los que nos atrae. Al principio nos propusimos hacer un disco que pareciera de blues pero lleno de recursos del hip-hop y la electrónica. Ahora intentamos hacer un disco que parezca ochentoso, más cercano al pop de esos años o a la electrónica contemporánea, con instrumentos cercanos al rock”.

Tanto como los futuros posibles, la forma en la que Ramiro García Morete recorre su camino artístico refleja cómo es una persona infinita. “Yo creo que, a lo largo del tiempo y los proyectos, la pulsión es la misma. A veces me abruma haber llegado a esta edad y tener la misma voracidad. No me alcanza la vida para hacer todo lo que deseo y mostrar todos los universos que tengo adentro”, dice.
Ramiro es la máxima representación de la figura geométrica del poliedro, al mostrar y hacer brillar una de sus caras, o cada uno de sus proyectos, las otras no dejan de estar allí pululando. Y eso mismo es, además, el espíritu de libertad que asume Las Armas Bs. As. al desafiar el avance de la modernidad. Mientras avanzan las máquinas, cuando la tiranía del algoritmo dicta el pulso de la época, el grupo conserva y abraza la sorpresa como un rasgo de humanidad.