La revolución musical: 25 fenómenos que hoy expanden y mejoran lo que escuchamos

Plataformas, herramientas, lenguajes y contenidos. En las últimas décadas, casi todo cambió, sino en el arte, al menos en la industria de la música. Estas son nuestras 25 razones para celebrar (con canciones) semejante transformación

Por  Daniel Flores

abril 12, 2023

Ignacio Arnedo

Rolling Stone Argentina cumple 25 años acompañando y reporteando la evolución del mundo de la música en todas sus expresiones. Fue un período y es un presente de grandes cambios en ese sentido. Y esta es apenas una síntesis de todas esas transformaciones y de los principales motivos que nos da la música hoy para levantar la copa y también el volumen para celebrar.

1. Millones de canciones en un clic

No todo “está”. Y, seguro, hay mucho para progresar en términos del reconocimiento a autores e intérpretes y en cuestión de algoritmos de las plataformas que ofrecen música. Pero la cantidad de material disponible (de manera legal y gratuita o a precio razonable) hoy a través de distintos (aunque limitados) servicios digitales es insoslayable. El material de catálogo y los últimos lanzamientos de los artistas más populares y los más ignotos conviven en un mismo espacio. Y esto que hoy parece natural, apenas ayer sonaba a utopía.

2. Las mujeres toman el centro de la escena

A la par de otras conquistas, ellas ganaron cada vez mayor protagonismo también en la música durante los años recientes y en buena parte del planeta. El talento siempre estuvo ahí, pero los cambios reales no se produjeron por inercia ni por un mero clima de época, sino que respondieron a reclamos, propuestas y políticas concretas. En Argentina, por ejemplo, la ley 27.539, sancionada en noviembre de 2019, establece un cupo de al menos 30 por ciento de artistas mujeres y personas de otras identidades de género autopercibidas en eventos donde participen tres o más artistas convocados.

3. La espectacular reactivación de los shows en la postpandemia

2022 fue un año récord en cantidad de grandes conciertos internacionales y locales en Argentina, fenómeno que reflejó una tendencia global. Las previsiones para 2023 son menos optimistas, pero de ningún modo regresivas. Una de las principales causas detrás de semejante movimiento de artistas es que, terminada la pandemia, todos se reactivaron al mismo tiempo. Después de sufrir el traumático parate de aquellos meses inciertos, músicos de todo el planeta se apresuraron a retomar las giras, prácticamente al unísono. Del otro lado, afortunadamente, los esperaba un público ansioso por recuperar los conciertos perdidos en cuarentena, que agotó todo tipo de ofertas.

En el caso particular de la Argentina, algunos análisis incorporaron otros motivos detrás del boom de consumo: que el ritmo devaluatorio del peso forzaba de algún modo a gastar el dinero en el corto plazo, descartando cualquier posibilidad de ahorro. La crisis económica, sin embargo, hace difícil comprender solo con estos argumentos fenómenos como las diez noches sold out de Coldplay en River Plate.

4. La segunda (o tercera) vida del vinilo

¿Quién podría haber previsto que, en el momento de mayor expansión del negocio de la música digital e inmaterial, el viejo vinilo viviría un asombroso auge? El nuevo milenio comenzó con la crisis del CD y, en consecuencia, de la industria de la música en general. Sin embargo, el long play de algún modo escapó al cataclismo por una especie de canal paralelo, fuera de cualquier cálculo. La situación tomó desprevenidas a las propias compañías discográficas, que tardarían un poco, pero eventualmente volverían a abrazar entusiastas aquello que pocos años antes habían discontinuado con decisión. Es muy curioso: cadenas de disquerías que oportunamente desterraron sus secciones de vinilos terminaron por ir a la quiebra y esfumarse poco antes de que los LP recobraran protagonismo.

En 2022, las ventas de vinilos crecieron por décimo séptimo año seguido y superaron, por segundo año, a las de discos compactos. Hoy, no pocos artistas eligen lanzar sus trabajos solo en plásticos de 12” y las listas de espera en las fábricas pueden demorar hasta un año, a pesar de que en distintos países abrieron nuevas (y reabrieron otras, desahuciadas a su hora) plantas de producción. El estado norteamericano de Tennessee, por caso, ya cuenta con cinco fábricas, una de ellas propiedad de GZ Media, la firma checa que durante años prensó casi solitariamente vinilos para artistas de todo el planeta.

5. Las enseñanzas del feat

Sin desconocer su ostensible rol como herramienta de marketing, el auge del feat (las colaboraciones musicales) nos deja otras lecciones, no necesariamente inéditas, pero sí saludables. Nos recuerda, por ejemplo, que la unión hace a la fuerza. Y que las combinaciones puede ser muy atractivas. En el proceso, los oyentes disfrutan a un ritmo periódico del tipo de reuniones para las que, tiempo atrás, debían esperar, en el mejor de los casos, hasta la salida de un nuevo disco. Bandas como Gorillaz –incluso con un frontman del rango de Damon Albarn– han hecho del feat una marca de estilo, y artistas como Bizarrap directamente lo utilizan (hasta el momento) como única posibilidad. A veces pura química, otras apenas un ardid para sumar seguidores; colaborar, en definitiva, nos acerca.

6. Las series también suenan fuerte

La aparentemente irreversible caída en las ventas de discos coincidió con otro fenómeno, simultáneo, pero en dirección contraria: el boom de las series. Y este creciente mercado audiovisual, urgido de material nuevo y viejo para sus bandas de sonido, llegó justo a tiempo para brindar nuevas oportunidades a autores e intérpretes en pleno proceso de reconversión. Además de contribuir positivamente a los balances de la industria musical, muchas de estas series aportaron también notables momentos sonoros, con Peaky Blinders y Stranger Things como ejemplos ya clásicos y The Bear y The Last of Us (por Gustavo Santaolalla), como casos recientes.

7. La nueva ola exportadora de Argentina al mundo

Duki agota giras por toda América Latina. Bizarrap y Lali juegan de locales en la tele española. Nicki Nicole y Trueno graban Tiny Desks y Paulo Londra es entrevistado en la edición norteamericana de Rolling Stone y graba con Travis Barker.

Foto: Elizabeth Weinberg/The New York Times

8. El rock and roll sin edad

James Newell Osterberg, alias Iggy Pop, celebró en enero sus 75 años (cuando leas esto, acaso tenga uno más, cumple el 21 de abril) con nuevo disco. Pero Every Loser no es un lanzamiento más en su (contra todo pronóstico) extendida carrera: se trata en verdad de uno de los trabajos más abrasivos en su catálogo. El Padre Fundador del Punk está lejos de ser el único músico de rock activo a su edad, pero definitivamente se distingue como el más estruendoso, tanto sobre un escenario como en estudio. Grabados con la asistencia de alumnos-músicos de Jane’s Addiction, Red Hot Chili Peppers, Foo Fighters y Guns N’ Roses, tracks de Every Loser como “Frenzy”, “Modern Day Ripoff” y “Neo Punk” (más claro, echale wah-wah) remiten sin escalas a aquellos tormentosos años con The Stooges, la banda iniciática de Pop y de todo el hard-rock. Si Iggy sobrevivió, alguna esperanza para el rock debe quedar.

9. Libros de rock: se publican más memorias, bíos y ensayos

Quizás aprovechando el vacío dejado por el decreciente interés en comprar discos, los libros sobre rock y pop ganaron la atención del público melómano y se abrieron en el mercado editorial un espacio que ya demostró ser más que una tendencia pasajera. Por el contrario, no dejan de publicarse más memorias de músicos (chequear Surrender, el reciente volumen de Bono), biografías, portfolios fotográficos, investigaciones históricas y ensayos sobre los artistas, los géneros y las escenas más diversas, desde los orígenes del rock hasta el trap. Los títulos musicales ya cuentan con secciones bien ubicadas en la mayoría de las librerías, editoriales especializadas (como la encomiable argentina El Gourmet Musical) y también ferias propias. Acaso no estemos muy lejos de que prácticamente todo asunto en torno del rock tenga ya su libro publicado, pero siempre habrá lugar y lectores para otras miradas y otros oídos.

10. El acceso fácil a música más variada desmanteló el viejo ecosistema de tribus rockeras antagónicas.

MC Mecha, en la final de Red Bull Batalla de los Gallos 2022, en Movistar Arena

11. Hay mejores escenarios para shows en vivo

El auge de la música en vivo hubiera encontrado un techo más bajo de no haber contado con escenarios adecuados. En Buenos Aires, la inauguración del Movistar Arena, en noviembre de 2019, debió enfrentar antes que nada el desafío de la cuarentena. Pero, meses después, el venue de estándares técnicos y edilicios internacionales y capacidad para 12.000 personas fue clave para alojar el cargado calendario de conciertos que vendría en la postpandemia. Otros escenarios importantes, como el Luna Park y Obras Sanitarias, actualizaron notablemente su infraestructura, mientras que los productores de festivales encontraron espacios alternativos y rendidores para desplegar escenarios de toda escala, como el Hipódromo de Palermo, Tecnópolis y Costanera Sur. El under vio también surgir nuevos clubes musicales, como Strummer Bar, en Palermo.

12. Las visuales suben el volumen

El ascenso de nuevos nombres a escenarios más grandes, la “competencia” entre tantas propuestas simultáneas y, claro, los avances tecnológicos propician cada vez mayores y más sofisticados despliegues visuales para apuntalar las puestas en vivo. El público de espectáculos de cierta escala ya se acostumbró hace rato a seguir los movimientos de los músicos a través de las pantallas, más que directamente. Pero hoy esas megapantallas están, como nunca, también al servicio de visuales más trabajadas y con protagonismo propio. Esa parafernalia hipnótica, de colores y motivos, podría considerarse aún más pertinente cuando se trata de acompañar shows de solistas pop, a lo Lali y Tini, o urbanos, como Duki y Wos (con sus Vélez y Argentinos Jr. de alto impacto). Pero lo cierto es que producciones de bandas como La Renga tampoco descuidan sus pantallas. Incluso grupos emergentes e indies ya incorporan desde su debut en el escenario más austero un integrante no músico a cargo de interpretar visualmente el sonido del proyecto. El factor instagrameable, por supuesto, es otro incentivo para que la imagen le dispute centralidad al sonido.

13. El productor se muestra como artista

Conocíamos bien las trayectorias de leyendas del estudio como George Martin, Rick Rubin o Martin Hannett. Pero todo indica que nos internamos, con la suavidad del fader de una consola Neve A4792, en tiempos en que los productores ganan protagonismo ya no detrás del control sino de cara al público e incluso sobre el escenario. El fenómeno Bizarrap es por demás elocuente, pero de ningún modo un caso aislado.

14. El imparable auge de los rockumentales

En el futuro, ¿todo músico de rock habrá sido retratado en su propio documental? Quizás no lleguemos a tanto, pero es cierto que el ritmo de producción de películas acerca de artistas de todo rango, origen y género, es llamativo. Por supuesto, no faltan tributos fílmicos, desde diversos enfoques, a Beatles, Stones, Dylan o Elvis. Pero… ¿The Sparks? ¿Kathleen Hanna? ¿Anvil? ¿Bobby Liebling, de Pentagram? Todos ellos, y cientos de otros colegas, han sido entrevistados y contados mediante no pocos hallazgos de archivo. Los resultados podrán ser desparejos, pero el menú de historias rockeras documentadas, desde las canónicas hasta las absolutamente oscuras y micro, es fascinante y, por cierto, cumple una misión histórica no del todo reconocida. El más icónico de estos rescates de figuras marginales, olvidadas o incluso desconocidas, es Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012), sobre el misterioso Sixto Rodriguez, que obtuvo un Óscar al mejor documental y animó toda una tendencia.

15. Colaboraciones remotas: lo que pudimos aprender durante la pandemia

Suena osado atribuirle a la emergencia sanitaria por el Covid algún progreso en el campo de la música (más allá de una cantidad considerable de canciones inspiradas en el trauma del aislamiento). El principal efecto de aquellos meses puertas adentro y sin viajes, más o menos extendidos según el lugar del mundo, fue una profunda crisis para el negocio y el arte de la música en vivo (desde las productoras más pesadas hasta el último violinista independiente que toca a la gorra), a partir de la supensión por tiempo indeterminado de todo concierto, ni hablar de giras internacionales. Quedarán casi como gestos retro aquellos desesperados recitales vía streaming, sin público, incluso desde estadios vacíos (Andrés Ciro Martínez, en el Luna Park; Dropkick Murphys en la cancha de los Red Sox, en Boston). Sin embargo, es justo rescatar que esos tiempos complejos alentaron a no pocos músicos a concentrarse en grabar de manera hogareña y a conectarse con colegas en la misma situación en otros puntos del planeta. Por esos días, proliferaron los videos de pantallas divididas mostrando a cualquier número de intérpretes tocando en sincro sin jamás haber estado en una misma habitación o siquiera en un mismo continente. En cuanto las restricciones cedieron, la modalidad cayó en popularidad, pero no hay razones para que la dejemos de lado completamente.

16. El ascenso del neo-post-punk

Una nueva generación de músicos redescubre el poco explorado capítulo de los primeros 80 en el timeline del rock, con nombres como Joy Division, Killing Joke y Wire. Algunos logran desplegar esas influencias por festivales internacionales (Idles, Fontaines D.C.), pero la mayoría milita desde sótanos oscuros alrededor del mundo. A cada escena le llega su revival, nada novedoso en ese sentido. Lo distinto y bienvenido del neo-postpunk es que, lejos de una recreación nostálgica de los viejos buenos tiempos de sobretodos negros, se trata de retomar ejes como la experimentación y la búsqueda de lo distinto a través de cierto proceso de deconstrucción del rock. Si se entiende que el postpunk no fue un género sino una confluencia de intenciones, vale la pena retomar su legado.

17. Las redes sociales abrieron para los artistas y las audiencias posibilidades inéditas de comunicación e interacción directa

18. El boom de los podcasts

Días atrás, Spotify presentó con un megaevento sus últimas innovaciones. Entre otras cosas, anunció la incorporación de video en su plataforma de contenidos hasta ahora eminentemente sonoros. La noticia podría implicar cambios profundos en el mundo de los podcasts, formato o medio, o ambas cosas, que prolifera en entornos como el de este servicio de origen sueco. ¿Deberemos llamar de otra manera a un podcast con imagen en movimiento? ¿Pasará a ser, simplemente, un video más? “Video killed the radio star” (el video mató a la estrella de la radio), cantaron The Buggles en 1981, dándole la bienvenida entonces a MTV. Hoy, que MTV hace tiempo no es un canal musical y cuando la misma televisión aún busca cómo redefinirse, sabemos que los medios no se van reemplazando de manera lineal. Es decir, habrá que ver si el podcast “necesita” del video o si su éxito se basa justamente en que podemos consumirlo sin necesitar de mirar. Mientras tanto, los podcasts sobre música se multiplican. Desde los periodísticos, como precisamente los que produce un medio como Rolling Stone, hasta los que conducen los propios músicos. Entre muchísimos más, vale la pena buscar los “programas” de Alice Cooper (Vintage Vault), Questlove (el batero de The Roots), Steve Jones (de los Sex Pistols; Jonesy’s Jukebox) y Roberto Musso, del Cuarteto de Nos, que en La lámina que no está reflexiona junto a distintos invitados sobre el más reciente disco de la banda.

19. La nueva generación de instrumentos musicales 

Producto estrella en la tienda de regalos del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Orba 2 es una semiesfera negra, no más grande que un viejo despertador, sin cuerdas ni teclas, pero capaz de programar ritmos, tocar sintetizadores y samplear sonidos con dos dedos. Es solo uno de tantos instrumentos midi poco ortodoxos que, en todas formas y dimensiones, ganan terreno en el mercado.

20. La ¿aún pequeña? ayuda de las plataformas amigas

Queda mucho por avanzar en materia de regalías para los artistas a partir del nuevo esquema de circulación de obras musicales. Una iniciativa interesante es la del Bandcamp Friday, mediante la que la popular plataforma les permite a artistas y sellos recuperar el 93% del dinero obtenido por sus ventas (el 7% restante se destina a tasas y otros costos). No es la solución, pero representa al menos el reconocimiento de un problema.

El festival Primavera Sound, en Buenos Aires

21. El triunfo de los festivales

Lollapalooza alcanzó dimensiones y locaciones que Perry Farrell no debe haber ni considerado cuando imaginó la primera edición de su festival a principios de los noventa. El Cosquín Rock probablemente haya superado en varios aspectos a su tío abuelo folclórico. El Primavera Sound insinúa instalarse también en Buenos Aires como otra instancia clave (y diferente) en el calendario festivalero de la región. A pesar del duro parate pandémico –al que no podemos dejar de regresar una y otra vez en estas páginas–, los festivales no solo gozan de buena salud y mejor convocatoria sino que multiplican sus negocios con sponsors y derechos de transmisión. Los megaeventos multiescenario y de varias jornadas confrontan a distintos públicos con artistas que no han visto en directo en otras circunstancias, dan gran exposición a talentos emergentes ante audiencias normalmente fuera de su alcance y reúnen en unas pocas horas propuestas diversas.

22. El ritmo (más) global

Cuando empezamos a escuchar más seguido la palabra globalización, se trataba de un fenómeno bien unidireccional, al menos en términos de consumo cultural: es decir, se refería a que todo el mundo tendiera a acceder a los mismos contenidos. En lo musical, estos últimos tiempos trajeron algunos rasgos de una globalización más interesante y multidireccional. En junio de 2021, BTS se convirtió en la primera banda coreana en la tapa de Rolling Stone (¡con una versión distinta por cada integrante!). Al mismo tiempo, la música latina, en particular, pero no exclusivamente la generada desde Puerto Rico, se posicionó fuerte como ritmo global. Incluso el afrobeat, que en tiempos de Fela Kuti era un tesoro descubierto por unos pocos melómanos fuera de África, ganó una inédita exposición internacional. Y estos son sólo algunos ejemplos desde distintos rincones del planeta.

23. El arte de encontrar grabaciones perdidas

Quizás ya lo leíste: mientras lo entrevistábamos para la nota de tapa de este número, Andrés Calamaro se dedicaba a revisar pacientemente bolsas con docenas de CDR cargados de canciones grabadas en portaestudios, que en muchos casos jamás había vuelto a escuchar. Su plan es publicar algo de esta música inédita y va en línea con la proliferación de discos con tomas alternativas, outtakes y más rarezas, que muchos artistas están sacando a la luz (a pesar de la debacle en las ventas de discos). Lo que para algunos podría ser excesivo y no del todo necesario, para muchos fans es una fiesta. Los box sets de los Beatles, por ejemplo, con tanto material “alternativo”, que hacen sospechar que la banda acaso haya estado activa aún más tiempo del que el mundo tuvo noción. O el flamante Fragments-Time Out of Mind Sessions, nada menos que el volumen ¡17! en la Bootleg Series de Bob Dylan, en este caso enfocado en su obra de 1997. Son tantas las historias de masters perdidos, incluso sobregrabados o hasta destruidos en incendios o inundaciones, que la aparición y restauración de viejas sesiones siempre puede ser interesante, al menos para los completistas del caso. ¿Precisamos realmente escuchar la cuarta toma fallida y descartada de un lado B de Aerosmith, cuyo lado A de por sí no era gran cosa? Probablemente no. Pero es bueno que los fans puedan decidir por sí mismos.

24. Más herramientas para los músicos independientes

Muchas de las razones para celebrar enumeradas en estas páginas tienen que ver con nuevas herramientas e interfases para producir y compartir música. Hablamos de utilidades a las que acceden y hoy aprovechan por igual músicos independientes y también grandes sellos y conglomerados de la industria del espectáculo. ¿En absoluta igualdad de condiciones? No exactamente. Pero es innegable que, por estos días, Harry Styles, un trío de black metal de La Paz, Dua Lipa, El Doctor y un coro de monjes de Bután, llegado el caso, exponen (y, eventualmente, cobran por) su arte a través de las mismas plataformas, cuando no las graban con los mismos programas.

25. Medios & rock: es tiempo de amplificar lo que suena

Los puntos 1 al 24 de esta lista dejan en claro que vivimos uno de los períodos más intensos, agitados, dinámicos y cautivantes en la historia de la música pop. Se producen transformaciones en el ámbito de la producción, la distribución, la difusión, el consumo y la puesta en escena, por nombrar sólo algunos aspectos, casi a la velocidad con la que hoy se graba y se publica un nuevo single: de la mañana a la noche. En ese contexto, Rolling Stone celebra sus 25 años en Argentina decididamente comprometida a acompañar la actualidad, amplificar lo nuevo, retratar a los artistas emergentes y dar cuenta de los fenómenos. Todo, con la profundidad de campo que otorga una trayectoria de un cuarto de siglo en el país y una tradición periodística iniciada en noviembre de 1967, en California. Aquella revista es ahora, además de un medio impreso mensual, un sitio web, distintas redes sociales, contenidos en otros formatos digitales e incluso eventos y hasta series de NFT. Pero lo que importa sigue estando acá. Y lo que suena, también.

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