Eric Clapton mostró que no está listo para despedirse con una gran noche de blues en Vélez

En su cuarta visita a la Argentina, al notable guitarrista, de 79 años, se lo vio en plena forma a la hora de repasar los highlights de toda una vida, más algunas perlas inesperadas

Por  CLAUDIO KLEIMAN

septiembre 22, 2024

Eric Clapton, en Vélez, septiembre de 2024

Adán Jones

Es una noche primaveral, son las 21 hs. en punto y está por comenzar el recital de Eric Clapton en su cuarta visita a la Argentina, primera en Vélez (las anteriores, en 1990, 2001 y 2011 fueron en River). Y aunque muchos se han apresurado a decir que es la última, la gira actual no está anunciada como despedida ni nada por el estilo. Por el contrario, Clapton prepara para octubre la salida de un nuevo álbum de estudio, Meanwhile, y su agenda no tiene pausas. Este show es el primero de una breve gira sudamericana que incluye cuatro presentaciones en Brasil, para luego pasar por México y terminar en California, donde también va a participar de un homenaje a Robbie Robertson. Y a juzgar por lo que mostró en Velez, Eric está íntegro a los 79, con su voz y guitarra en plena forma, y una emotividad en su interpretación que contrasta con la actitud en escena, donde sus palabras no van más allá de los agradecimientos de rigor y las presentaciones de los músicos.

Clapton, como de costumbre, estuvo secundado por músicos notables Foto: Adán Jones

Enfundado en un poncho salteño, gorra con visera, pañuelo al cuello, y su tradicional jean azul y zapatos marrones, Clapton resume en algo menos de dos horas toda una vida de música, con un repertorio centrado en el blues, pero que pasa también por su lado más cancionero, el mismo que le ha proporcionado algunos hitos de su carrera.

Empieza con un set eléctrico de cuatro temas donde fue directo al hueso, como para no dejar dudas. Primero “Sunshine of Your Love”, de Cream, el primer hit de su carrera, con ese riff psicodélico que llega directo desde 1967, conservando su potencia intacta. Luego “Key to the Highway”, el blues clásico de Big Bill Broonzy que Eric inmortalizó en su versión con Derek and the Dominos, al que le sigue “Hoochie Coochie Man”, de su ídolo Muddy Waters. Y ya en estos temas se nota la dinámica de la banda: el groove que establecen el bajista Nathan East y el baterista Sonny Emory es majestuoso, lleno de aire, con un swing a toda prueba, mientras que los tecladistas Tim Carmon (que se ocupa de organos y sintes) y Chris Stainton (que se hace cargo de los pianos eléctrico y acústico) y el guitarrista Doyle Bramhall II, proveen ritmo y armonía, y pasan al frente soleando cada vez que su jefe se lo indica. Aquí es Stainton quien demuestra toda su sapiencia blusera (¡este es el tipo que acompañó a Joe Cocker en Woodstock!), y Bramhall (que por algo es texano y fue protegido de Stevie Ray Vaughan) solea con exquisito gusto, con ocasional uso del slide, atesorando cada nota con minuciosidad de orfebre.

Clapton suelta ocasionales sonrisas, disfrutando lo que hacen estas bestias, pero cuando llega su turno, te destruye. La clava al ángulo con una sola nota, a la manera de su héroe B.B. King, y luego desarrolla sus solos con una fluidez que mezcla en partes iguales autoridad y sentimiento, al comando de su característica Stratocaster negra, una nueva versión de la legendaria Blackie. Culmina este segmento con “Badge”, compuesta junto a su amigo George Harrison, también de su época con Cream, con oleadas de feedback incluído.

Pocas palabras y mucha música, en un concierto impecable Foto: Adán Jones

Luego Eric se sienta para un segmento acústico de ocho canciones, que constituye la parte central del show. Comienza con “Kind Hearted Woman Blues”, la primera de sus referencias al mítico Robert Johnson, pasa por algunos highlights del “Unplugged”, como sus versiones de “Running on Faith” y “Nobody Knows You When You’re Down & Out”, y anticipa un nuevo tema de su inminente álbum, “Meanwhile”, la bella “The Call”. Hay un par de elecciones poco previsibles pero muy acertadas, como “Change the World” (aparecida originalmente en single y luego en el compilado Chronicles) y “Believe in life” (de Reptile) que tienen esa cadencia casi latina, con algo de bossa, tan apropiada para el tratamiento acústico.

A esta altura, Eric ha conseguido transformar el estadio en un living, con un silencio total y un clima cálidamente intimista. En “Lonely Stranger” (también del Unplugged), las vocalistas Sharon White y Katie Kissoon hacen unos coros de increíble delicadeza y, claro, cuando remata esta parte con “Tears in Heaven”, la canción que le compusiera a su fallecido hijo Conor, la emoción es compartida por todos los presentes, unas 30.000 personas.

La tercera y última parte del show, nuevamente eléctrica, comienza con otra elección inesperada, “Behind the Mask”, un tema que Eric incluyó en August, uno de sus discutidos álbumes de los 80. El tema es de la Yellow Magic Orchestra, pero en realidad la versión del guitarrista se basó en un demo de Michael Jackson. Pero eso fue solo una introducción para “Old love”, uno de los platos fuertes del show. El tema de Journeyman, compuesto para Pattie Boyd (¡otro más!), en este caso testimoniando el fin de su relación, ha ganado gravitas con el correr del tiempo, y Clapton la lleva a una dimensión épica, con una serie de solos que arrancan encendidos aplausos. Carmon culmina la faena con una serie de virtuosos solos de sintetizador.

Ya sobre el final, para tener una dosis del blues más puro y duro, aparecen dos temas de Robert Johnson, uno que marcara la vida y la carrera de Eric, “Crossroads”, seguido de “Little Queen of Spades”. El final, como no podía ser de otra manera, es con “Cocaine”, su hit de los 70 que es -a la vez que uno de sus temas más populares-, una suerte de tributo a quien fuera otro de sus grandes héroes, J.J. Cale. Incluyó una graciosa cita a “La Cumparsita” durante el solo de Stainton.

Eric regresa al escenario para un único bis, otro de los clásicos que, sin ser de su autoría, ha conseguido convertir en uno de sus temas identificatorios, “Before You Accuse Me”, del pionero Bo Diddley. La interpretación tiene dos particularidades, que Clapton usa una guitarra con la bandera palestina, y que invita al acto soporte, el también texano Gary Clark Jr, para intercambiar solos con él y los demás músicos. Es también para el guitarrista una manera de señalar a quien él considera uno de sus continuadores. Tanto Gary Clark Jr. como el crédito local, David Lebón (que cumplió así el sueño de toda su vida), al frente de sus respectivas bandas, brindaron unos shows de lujo que fueron generosamente aplaudidos, completando una noche de un nivel musical fuera de lo común. Y lo que es más notable, “Dios” estuvo a la altura de sus antecedentes, posiblemente superando sus actuaciones de 2001 y 2011, y dejando la vara muy alta.