La nueva serie El Pingüino se puede ver como una operación de suma. Por un lado, profundiza la bien recibida película The Batman, de Matt Reeves, de 2022. Le da a Colin Farrell otra gran oportunidad de interpretar al villano del título; y las prótesis que usa para convertirse en el obeso y cicatrizado Pingüino, lo hacen físicamente más grande.
También se puede ver a El Pingüino como un ejercicio de resta. Es una de Batman en la que Batman nunca aparece y apenas se lo menciona. Todo ese látex le impide a Farrell desplegar a gusto su carisma innato. Y la historia es un drama de la mafia con mucha carnicería, pero carente de un personaje suficientemente convincente o complejo en el centro de todo el caos.
La serie fue desarrollada por Lauren LeFranc, veterana del mundo de los superhéroes y alrededores, con títulos como Agents of S.H.I.E.L.D., Chuck e Impulse (spin-off de Jumper). Por eso llama la atención que The Penguin sea tan reacia a mostrar sus raíces en el cómic, cuando no directamente avergonzada de ellas. En lugar de Oswald Cobblepot, el apellido del Pingüino es Cobb, y la mayoría de la gente lo llama “Oz”. A pesar de esto, Oz Cobb inicia una guerra de pandillas que parece destruir la mitad de Ciudad Gótica, Batman nunca interviene. El Pingüino se pone brevemente una variación de su clásico traje y sombrero de copa, en un episodio tardío (aunque sin monóculo ni paraguas), pero la mayor parte del tiempo lleva lo que parece ser vestuario remanente de Donnie Brasco. Un nuevo personaje, Sofia Falcone (Cristin Milioti), hija del rey del crimen Carmine, tiene un nombre en clave al estilo de supervillano: The Hangman, pero se deja ver con vestidos y abrigos llamativos en lugar de un disfraz más tradicional. La casi total ausencia de otros personajes del universo Batman (salvo un villano de baja categoría que aparece en un episodio) hace que The Penguin parezca una extensión sin gran interés en la marca. Es un drama al estilo de Boardwalk Empire, pero diluido, cuyo personaje central tiene algunas características en común con cierto personaje famoso.
La serie retoma la historia donde la película termina. Los barrios más pobres de Gotham aún se están recuperando de las inundaciones desatadas por las bombas del Acertijo. Y la muerte de Carmine Falcone (Mark Strong) ha creado un vacío de poder en el inframundo criminal de la ciudad, que el malvado Oz Cobb pretende aprovechar.
Lo que sigue es un ciclo particularmente vicioso, donde Oz —con ayuda de Victor (Rhenzy Feliz), un adolescente nervioso cuya familia fue aniquilada por las inundaciones— juega una y otra vez con los dos bandos del conflicto, logrando inevitablemente que ambos confíen en él a pesar de su reputación de ser un sinvergüenza engañoso. Como señala Sofía —en la primera de muchas encrucijadas donde podría y debería simplemente matar al Pingüino, pero no lo hace por… razones—: “Eres tan bueno para salirte con la tuya, incluso a costa de la vida de otro”.
Puede ser divertida la idea de un villano que constantemente se sale con la suya ante personas que, sin duda, deberían darse cuenta de dónde se meten. Pero, aparte de algunas elecciones de banda sonora poco convencionales (Oz es aficionado a Dolly Parton) y una actuación de la que hablaremos en un momento, The Penguin no se preocupa mucho por ser divertida. Oz es un personaje sombrío, amargado y bidimensional cuya perpetua capacidad para superar a la competencia se vuelve frustrante porque no resulta lo suficientemente profunda como para dedicarle tanto tiempo. Una película centrada en el Pingüino podría seguir teniendo dificultades para lidiar con el hecho de que el truco de la transformación de Farrell —que, tanto en actuación como en maquillaje, es muy convincente— no compensa la falta de magnetismo o matices detrás del maquillaje. Quizás la mecánica de la trama no resultaría tan forzada en dos horas en lugar de ocho.
Esas contorsiones también tienden a entorpecer el trabajo de la mayoría de los otros actores. El gran Clancy Brown (no ajeno a las adaptaciones de cómics) interpreta al principal rival de los Falcones, Sal Maroni, con material potencialmente sustancioso, especialmente en la segunda mitad de la temporada. Pero cada vez que Brown parece estar a punto de hacer algo notable, Maroni tiene que tomar una decisión inexplicable, sólo para mantener en movimiento la trama.
La única intérprete que logra superar tantas dificultades es Milioti. No importa el género o el papel —desde la madre en How I Met Your Mother hasta quedar atrapada en una pesadilla de Star Trek en Black Mirror— Milioti siempre aporta toda su energía y un toque especial a cada serie que tiene la suerte de contar con ella. En un producto que llega a ser opresivamente sombrío, Milioti claramente se divirte como la desmesurada Sofía, incluso cuando descubrimos que es mucho más complicada y trágica de lo que parece. Es increíble y termina eclipsando a Farrell de la manera en que tantos Batman de la gran pantalla han sido superados por los villanos en sus respectivas películas. Como suele suceder, es una división de trabajo injusta: Farrell tiene que llevar la historia, mientras que Milioti principalmente se limita a lucirse.
El final de la temporada sugiere que cualquier futura aventura del Pingüino podría estar más conectada con el amplio mito de Batman. Pero los avances de otras temporadas y películas no hacen mucho si la historia actual no es emocionante por sí misma.
No hay nada malo en trasladar a un personaje icónico de un género a otro. DC tiene toda una línea de cómics que han trasladado a Batman y/o a sus aliados de la Liga de la Justicia a la Londres victoriana, el Viejo Oeste, la Unión Soviética de mediados de siglo. Pero si El Pingüino solo quiere usar al antiguo Oswald Cobblepot para contar una típica historia de mafias, necesita proponer una versión mucho más interesante, con un protagonista más convincente, de lo que tenemos acá.