Yo estuve ahí: crónica del fin de semana en que Kiss se despidió de sus fans copando Nueva York

El periodista y conductor Gabriel Schultz relata su excursión al Madison Square Garden para presenciar los últimos conciertos del grupo de Gene Simmons y Paul Stanley

Por  GABRIEL SCHULTZ

diciembre 6, 2023

Nunca había entrado al Madison Square Garden, así que debutar ahí como espectador con un show de la banda que acompañó toda mi vida fue maravilloso. Si no sos fanático, no lo entenderías. Porque los dos shows de Kiss, tanto el del viernes como el del sábado, no sólo fueron iguales las dos noches, sino que fueron un calco de los que habían dado en el viejo Interama, el Parque de la Ciudad, en Buenos Aires, en mayo de este año.

Cuando digo que fueron iguales, digo que no hubo ningún cambio ni en la escenografía, ni en la lista de temas. La única diferencia fue que el último show, el del sábado se transmitía a todo el mundo bajo la modalidad de pay per view, y hubo una previa en vivo donde estuvieron los hijos de Paul Stanley y Gene Simmons, y también una hija de Tommy Thayer, que el guitarrista reconoció hace un par de años después de hacerse un ADN. Tabién estuvieron Chris Angel, un mago muy famoso que es fan de Kiss, y Desmond Child, un tipo que compuso canciones para Ricky Martin y Bon Jovi, que es el autor de “Fui hecho para amarte”. Un autor de la hostia que, además, hizo otros temas para Kiss

Para ser sincero, el público estaba compuesto por gente cincuentona. Y eso, si me pongo generoso. ¿La verdad? Había muy poca juventud. O sea, había gente joven, pero era gente que iba a acompañar a sus padres y madres.  En general, casi no hay gente joven sola viendo a Kiss.  

El merchandising, por supuesto, era imponente. Pero no sólo eso. Durante los días previos a los shows, todo Nueva York estaba tomado por Kiss. Entonces, por ejemplo, había un negocio para el merchandising que se había armado por tres días, nada más que para esta ocasión. En distintas esquinas te regalaban una edición especial del New York Post con tapas de alusivas a Kiss.  También había un local en el que te hacían tatuajes temporarios gratis y te pintaban la cara, también gratis, los dos días del recital. Pero para todo esto había colas de dos o tres horas. Yo empecé a hacer la cola para pintarme la cara, pero al final no me aguanté y me fui, pero sí logré entrar al puesto de venta de merchandising. Y, por supuesto, me compré la remera alusiva al último show. 

¿Una más? En una pizzería te vendía una caja de Kiss coleccionable con la pizza. Algunos locos argentinos la compraron, pero valía 54 dólares. Está bien que la pizza era grande, pero a mí me parecía demasiada plata… 

Y después, bueno, lo del Empire State. Los usuarios de la aplicación iHeart Radio, al sintonizarla, podían escuchar la música al unísono de las luces y los efectos que alumbraban al edificio. 

La puesta en escena era idéntica a la de todos los shows y la lista de temas, también.  Igual, por ejemplo, a la del que dieron en Buenos Aires, en mayo de este año, en el viejo Interama, en el Parque de la Ciudad. Solamente había unas grúas que los sacaban a Gene Simmons y a Tommy Thayer casi hasta el techo del Madison. Creo que en Buenos Aires no lo hicieron porque no tenía demasiado sentido hacerlo en un lugar plano. 

Pero, el resto fue todo igual. Quizás por eso es que no puedo destacar ningún momento especialmente emotivo del show. Pero en mi caso la emoción era constante. Pensaba todo el tiempo que esa era la última vez. La última vez que podía verlos, la última vez que iban a volar por arriba de la gente, la última vez que Gene Simmons iba a escupir sangre o fuego. Ellos, en cambio, parecían tranquilos. Solamente un par de veces dijeron que era el último show pero te diría que casi  no se percibía ninguna emoción en particular. Aunque me emocionaba mucho, pensé que iba a largar alguna lágrima, pero eso no me pasó. 

Sí me acordé, durante el show, de la primera vez que supe de su existencia. Tenía doce años y estaba en el cumpleaños de un amigo, en una casa del barrio de La Paternal. Alguien puso “Fui hecho para amarte” y me partió la cabeza. Al día siguiente, me compré el simple. Y poco tiempo después conseguí Desenmascarado (1980). Y a partir de ahí empecé a ir para atrás, o sea, a comprarme todo lo que se podía. Primero, con los que se editaban acá, pero también algunos importados. Así fui armando mi colección de Kiss. Pasaron muchos años hasta que los pude ver, en su primera visita a Buenos Aires, en 1994. Y, por supuesto, uno nunca se olvida de la emoción de la primera vez. Y aunque en ese momento tocaban sin la máscara, sin estar pintados, fue una experiencia genial. Después pude verlos un montón de veces, en el Estadio Obras, en la cancha de River… Ya perdí la cuenta de cuántos fueron los shows que vi, pero, sinceramente, es la banda que más veces vi en vivo. Al menos, entre las extranjeras. 

Por eso es lógico que haya sentido un poco de angustia. Y aunque anunciaron la versión 2.0 con avatares, eso a mí no me genera ningún tipo de interés. A lo sumo, veré algún video si se consigue el link. Pero los hologramas no me interesan. En definitiva, se terminó la banda que me acompañó toda mi vida.

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