Crítica: El aroma del pasto recién cortado, de Celina Murga

En su primer película en diez años, con producción de Martín Scorsese, la cineasta entrerriana propone un juego de espejos, sin juicios ni clichés, entre las respectivas crisis matrimoniales de dos profesores universitarios

Por  BARTOLOMÉ ARMENTANO

septiembre 27, 2024

El aroma del pasto recién cortado, de Celina Murga

Hay una potencia sugerente en cualquier impresión que se percibe en el nivel de los sentidos. Es por medio de ella que el color de las granadas remite a la dignidad armenia, y es a través de su evocación que el silencio de los corderos acalla consigo a la inclemencia del mundo. Del paladar se ha dicho otro tanto: el sabor del sake ordena la vida social, el de las cerezas justifica la vida a secas, y morder una magdalena puede ser un acto profundamente memorioso. 

De manera similar, la cineasta entrerriana Celina Murga ha identificado en El aroma del pasto recién cortado a la pasión huidiza que solía estar al alcance de cierto adulto de mediana edad, cuando todavía era joven y bailaba con mayor frecuencia, ajeno a los desgastes de la rutina doméstica. Tal es la circunstancia de Pablo (Joaquín Furriel) y Natalia (Marina de Tavira, la actriz mexicana nominada al Oscar por Roma), dos profesores de una Facultad de Agronomía que navegan sus crisis maritales engañando a sus respectivas parejas con integrantes del estudiantado. 

Las similitudes entre Pablo y Natalia no se agotan allí. En el nuevo largometraje de Murga, el primero que estrena en diez años, la narración se repite alternadamente, pero no en el sentido de Rashomon o de un montaje paralelo. Más bien, El aroma del pasto recién cortado es una sucesión de escenas espejadas, que se acumulan como lo hacen los años de un matrimonio longevo, una tras otra. Hasta las líneas de diálogo que pronuncian Furriel y de Tavira llegan a rimar, pero las situaciones en las que se encuentran insertos también exhiben sus variaciones correspondientes. En estas fluctuaciones se asienta el interrogante principal de la película: ¿Cómo incide nuestra posicionalidad de género en escenarios que son idénticos?

El guion, que fue galardonado en el Festival de Cine de Tribeca, responde a la pregunta con sagacidad, interesándose más en el nivel de la minucia que en el de las grandes proclamas. Lo que destaca a El aroma del pasto recién cortado es precisamente el trazo fino de Murga, que jamás incurre en juicios condenatorios sobre el adulterio, ni tampoco en ideas esencialistas con respecto al hombre, la mujer o el deseo. De hecho, las similitudes que descubre la directora superan ampliamente a las diferencias, que son decisivas sin que eso implique una renuncia a la verosimilitud. 

Por mandato social, ninguno de los enredos centrales son iniciados por la parte femenina, por ejemplo. Y es a raíz de estos mismos roles prohibitivos que el ego masculino reacciona de forma distinta ante la noticia de la infidelidad. El diferencial más evidente, no caben dudas, se advierte en la complicidad del Decano universitario con el personaje de Furriel, una vez que se viralizan ambos affaires

Ese ejercicio, el de prestar atención a las variables para reflexionar sobre dinámicas de poder, se postula en dos conversaciones tempranas del film, que transcurren en el lecho matrimonial y  están excepcionalmente actuadas (Romina Peluffo y Alfonso Tort brillan junto a la dupla protagónica, en los papeles de cónyuges traicionados). Ni la Carla de Peluffo ni el Hernán de Tort logran conseguir empleo, y sus parejas no conectan con esa frustración: Pablo desprecia su propio trabajo, Natalia responde que las mujeres siempre padecieron de desventaja en sus búsquedas laborales. No es casualidad que El aroma del pasto recién cortado transcurra en una Facultad de Agronomía, ni que se hable tanto de procesos edafogenéticos: la consistencia de la tierra se configura en contrapunto a los entornos familiares de Pablo y Natalia, que todo el tiempo amenazan con derrumbarse.

Es posible que la mesura propuesta por El aroma del pasto recién cortado hubiese tenido una fuerza distinta si la película hubiera sido estrenada en otro contexto (al parecer, el guion comenzó a ser desarrollado en 2018). Sea como fuere, lo que se mantiene al margen de cualquier anclaje temporal es la inventiva de Murga en su lugar como directora. El juego de espejos, por ejemplo, se plasma en la forma: las situaciones simétricas se filman invirtiendo el eje de acción según el caso, y los vidrios aparecen constantemente como motif. Hay dos planos particularmente memorables: uno captura el reflejo de Marina de Tavira luego de ser besada por primera vez; el otro, que juega con los tercios de la composición, encuadra a la familia de Joaquín Furriel en el baño del departamento.

El aroma del pasto recién cortado suele ser destacada por contar con la producción ejecutiva de Martin Scorsese, un dato hermoso en un contexto de desprestigio hacia el cine nacional. Pero no es la primera vez que Marty colabora con la directora. Y, en cualquier caso, los méritos de la película van mucho más allá de su adyacencia con el maestro detrás de Buenos muchachos. Así suene un tango o una canción de Louta, Celina Murga sigue bailando.

CONTENIDO RELACIONADO