Conociendo Rusia busca su lugar en el cancionero popular argentino

En su nuevo disco, 'Jet Love', Mateo Sujatovich sigue corriendo detrás de la canción perfecta, con el ADN de los grandes solistas del rock nacional

Por  GONZALO BUSTOS

mayo 7, 2024

“Solo necesito tu amor/ tu amor es tan fuerte/ calma el dolor/ dolor que siento en el fondo del corazón”, canta Mateo Sujatovich. Van algo más de 60 segundos de disco y ya incrustó en tu cabeza un estribillo nuevo. Un poco de eso se tratan sus canciones, no las de Jet Love, el cuarto disco de Conociendo Rusia, sino las de toda su discografía. Incluso, podríamos decir que esa es su búsqueda artística. Porque Mateo, de 31 años, hace canciones pop llenas de una fuerza pregnante que te empuja a cantarlas en loop.

¿Acaso no se trata de eso, al menos en cierto sentido, aquello de hacer una buena canción? Una melodía tarareable y una letra que se repite y repite. Para construir eso no usa muchos elementos. Melodías movedizas, historias —en su mayoría de amor— bien contadas y la referencia a buena parte de la genética del rock nacional: algo de Charly García —los teclados flotantes, por ejemplo—, un toque de Luis Alberto Spinetta —las armonías suaves desplazándose por las canciones— y mucho de Andrés Calamaro —el pulso latoso, las guitarras, los estribillos (los estribillos)—. Una canción simple y bella.

Todo empieza con “Jet Love”, el track uno arranca con un avión levantando vuelo, después el redoblante y la guitarra. El teclado, cuando aparece, lleva la canción a otro nivel: la hace levitar en una intro de corte indie. Cualquier similitud con “Back in the USSR” de The Beatles suena a bien lograda. En ese clima lo que sigue es una canción sobre la falta de amor, la sensación de vacío que, incluso, parece ir más allá de la relación cuando canta “Ya tengo miles de guitarras/ no tenga ganas de tocarlas/ Y me imagino otra vida para mi”.

Grabado en los estudios Sonic Ranch de El Paso —Texas, Estados Unidos— durante 19 días junto al productor Nico Cotton —el ladero infaltable de Mateo—, Jet Love representa un paso al frente para Conociendo Rusia. Tras un LP debut que, coqueteando entre la canción pop y la sutileza del indie rock, lo puso en escena con hits como “Rápido en el desierto” o la balada “Cicatriz”; un segundo disco consagratorio como fue Cabildo y Juramento —con canciones que se volvieron imbatibles como “Cabildo y Juramento, “Puede ser” y “Cosas para decirte”— que quedó suspendido por la pandemia y terminó convirtiéndose en un éxito extraño que condujo a La Dirección, el tercer disco, engendrado en el encierro y cuyo resultado sabe a poco. Este nuevo disco reubica a Mateo en el cancionero actual de la escena musical argentina. Y podríamos arriesgar un poco más: lo posiciona como uno de los pocos exponentes de eso que conocemos como rock nacional.¿Cuánto del mainstream de hoy está compuesto por canciones como las conocemos en su concepto tradicional?

Con “Lo mejor”, el adelanto del disco, Mateo volvió a meterse en la conversación. Una canción que empieza lenta, con la voz algo rota y triste como si fuera un tango, y que después levanta suave, cobijada por las armonías, para alcanzar su momento estelar —y quizás, el pico musical del álbum— con un juego entre cuerdas de guitarras, líneas de teclados y batería que remite al Charly de Serú Girán.

Otra canción que sigue la línea industria nacional pero tiene colaboración con la mexicana Natalia Lafourcade es “Cinco horas menos”. Una balada de estirpe calamaresca calibrada en tiempo de Los Rodriguez, con una letra que retoma el concepto amor-vuelo-distancia que da nombre al disco y en la cual las voces se combinan sobre un arreglo de guitarra sútil y hermoso. El otro feat. del álbum es con el brasileño Tiago Iorc. “Late más” tiene una cadencia a lo “Yesterday” de The Beatles que con la estrofa en portugués te lleva a una playa de arena clara, en un noche de viento y con el mar rompiendo las olas.

Si algo distingue a la canción pop y, ergo, a las canciones de Conociendo Rusia es la ductilidad en la simpleza. Acá pasa con “Te lo voy decir”: bailable, alegre, con mucho del debut de la banda para romper con el registro tonal de Jet Love. En la forma de cantar, en el pulso beat, en el coro reside la diferencia. El cierre, con el desfasaje en las cuerdas mientras Mateo canta la coda, es otro momento top del disco.

El final es pomposo con “Parte de mi” y ese teclado que lleva la canción a una escala de estadio y que parece parido por Fito Páez. Quizás, sea una señal de hacia dónde se dirige el avión que comanda Mateo, que parece, tiene como destino final meterse en el cancionero popular argentino.