Cenizas, diamantes y tesoros de archivo: la historia detrás del nuevo documental de Don Cornelio y La Zona

La mítica y oscura banda de Palo Pandolfo en los ochenta es objeto de una de las películas con temática rockera más esperadas del Bafici

Por  Daniel Flores

abril 9, 2024

Don Cornelio y La Zona

gentileza ricky piterbarg

Una cámara de video hogareña que aparece en el momento justo en la vida de una banda. Un músico con vocación archivista que se toma el trabajo de guardar prolijamente unos cuantos cassettes VHS y carpetas con volantes, recortes de prensa, manuscritos y bocetos. Pequeñas decisiones pueden causar un poderoso efecto varias décadas después. Y algo de eso ocurrió para que en 2024 se estrene Cenizas y diamantes, documental de Ricky Piterbarg sobre Don Cornelio y la Zona, uno de los grandes grupos de los 80, que, con Palo Pandolfo en la voz, después de editar dos discos y dejar su huella en los escenarios del under porteño (y algún set de televisión), se separó en 1989.

“Esta película es como el tercer disco de Don Cornelio”. Alejandro Varela, guitarrista de Cornelio, definió así a este film de casi una hora y media, que se estrenará en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici, del 17 al 28 de abril). De aquella camada de rock oscuro surgida en los primeros años de la democracia recuperada, quizás Don Cornelio sea el nombre más influyente y apreciado hasta hoy, con una obra que incluye clásicos como “Ella vendrá” y “Tazas de té chino” y una obra abrasiva, testimonial e imprescindible como el disco Patria o muerte. Pero lo que era argumento suficiente para la existencia de Cenizas y diamantes (título de una canción del primer LP), se potenció aún más con la muerte de Palo, el 22 de julio de 2021. El músico llegó a apoyar esta producción, en la que hoy su ausencia establece el tono y el ánimo de varios pasajes.

Don Cornelio, en los 80, en Prix D’Ami

Otra tragedia marcó al documental. En verdad, fue Roly Rauwolf, un fan de Cornelio, quien arrancó con el proyecto en 2011, cuando Palo invitó a sus viejos compañeros a compartir uno de sus shows como solista en San Isidro. Rauwolf registró esa poco pretenciosa reunión y vio allí una posible película. Fue él quien digitalizó los VHS que el baterista Claudio Fernández había tenido la precaución de preservar, con conciertos, ensayos, escenas urbanas y ratos de puro paveo de entrecasa, que hoy tienen un valor no calculado allá por el ocaso de la Primavera Alfonsinista. Lamentablemente, luego de idas y vueltas de las que suelen demorar este tipo de iniciativas, el director falleció en octubre de 2020. Apenas dos meses después, el Instituto de Cine y Artes Visuales aprobaba un subsidio para la película.

El director y músico Ricky Piterbarg (Venimos de muy lejos, Ikigai), a quien Rauwolf había sumado en busca de apoyo, decidió completar el trabajo de su amigo. Tres años más tarde llega al estreno en el Bafici con una mezcla de sentimientos más allá de lo perceptible en la pantalla. “Después de algunos momentos duros, toda esta etapa final de la película fue de alegría –confiesa el cineasta-, sobre todo a partir de que los chicos la vieron. Ahí sentí alivio. Alejandro, el guitarrista, dijo: ‘Bueno, esto viene a ser como el tercer disco de Cornelio’. Más no puedo pedir”.

Cuenta Piterbarg que en aquellos años la banda contaba con una cámara propia, muchas veces en manos Nessy Cohen, amigo del grupo y artista plástico, autor de las tapas de los dos discos de Cornelio. Esto le provee a Cenizas y diamantes un ingrediente absolutamente raro para una banda subterránea de esa época. “En las grabaciones se nota ese ojo de alguien que trabaja la imagen. Y también un ojo inexperto, porque por momentos se escucha que no saben bien si la cámara está encendida o no. No es que haya tanto, serán unas diez o doce horas, no más. Pero no tiene desperdicio. Por eso cuando Roly lo vio por primera vez, me dijo: ‘Uy, loco, esto tiene una potencia tremenda’”. Otro detalle fue determinante: “Claudio, además de baterista, es coleccionista de billetes, y fue obsesivo con el cuidado del archivo, si bien algunas cintas habían sufrido un poco la humedad y hubo que hacer dos digitalizaciones para rescatarlas. Hay cosas que de hecho no se ven bien, pero la decisión fue usarlas igual, porque al final también esa calidad de imagen tiene que ver con una época”.

Además del archivo, otra gran parte de Cenizas y diamantes hace foco en los ex Cornelios, los mencionados Varela y Fernández, más el bajista Federico Ghazarossian (que armó Los Visitantes con Palo), el saxofonista Fernando Colombo, el trompetista Sergio Iskowitz y el tecladista Daniel Gorostegui Delhom (teclados). Pero, en lugar de entrevistarlos sentados en un sillón al estilo clásico de los rockumentales, Piterbarg los convoca, junto con algunos amigos, a una especie de galpón de La Boca parecido a los sitios en los que ellos, sin sospecharlo, solían hacer historia under casi cuarenta años atrás, como La Luna o Medio Mundo Varieté. El resultado es un encuentro cerca de lo festivo, donde el director no pretende revelar detalles biográficos ni reconstruir una línea histórica, sino detectar con sus cámaras algunos rasgos sutiles, pero esenciales, en esas personalidades y en su vínculo colectivo como banda.

“Quería que la película transpirara como esa época, como transpiraban el Parakultural y todos esos sótanos. Eso mismo que tiene el material de archivo. Hay algo que sale de ese material y yo quería que el registro actual también tuviera un poco de ese olor. No me interesaba hacer entrevistas. Me parecía que fue una banda que estuvo poco tiempo y que la persona que más podría haber hablado era Palo, y había fallecido. En todo caso, Claudio también era el vocero de la banda, pero los otros no participan mucho en entrevistas. Entonces dije: ‘Vamos a hacer un encuentro de ellos y de la fauna que los rodeaba en algún lugar que nos permita sentirnos con las características de aquellos años, donde de repente puedan ir al baño y hacer lo que quieran, y estar ahí, charlar y ver qué sale’”.

Don Cornelio se separó en 1989. Y ese material de archivo siempre estuvo ahí. ¿Creés que, por alguna razón, este tipo de proyectos necesitan que pase mucho tiempo para poder encararlos?

Hay una maduración que es innegable. Uno ya tiene un peso que no tenía hace 20 años. No sé si se necesitaban tantos años, pero sí varios tamices. Como con los vinos, la maduración da otro sabor. Pero del lado de los músicos, la verdad es que ellos siempre se ven. Si bien dejaron de hacer cosas juntos, todos los años se reúnen para celebrar esa amistad. Y es lo que Claudio rescata de la banda al final de la película, ¿no? La amistad.

Cenizas y diamantes se proyectará en estas funciones del Bafici: viernes 19 de abril, 19.15, Cinepolis Houssay 1; jueves 25, 21.15, CC San Martin 2; sábado 27, 18.50, CC San Martin 2. Las entradas ya están a la venta en el sitio oficial del festival.

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