El Instituto Nacional de la Música (Inamu) logró en 2016 una misión casi imposible: recuperar el catálogo de Sicamericana, sociedad anónima que supo editar música, especialmente durante los 60 y 70, bajo el célebre sello Music Hall y otras etiquetas como Sazam y TK. Un impresionante inventario de más de 2.500 títulos se encontraba trabado por cuestiones judiciales desde 1993, a partir de la quiebra de la empresa, impidiendo su reedición y su regreso a manos de los artistas. Gracias al rescate, lograron relanzarse en los últimos tiempos La grasa de las capitales y Serú Girán, de Serú Girán; Los Gatos Salvajes; Metegol, de Raúl Porchetto; y Mandando todo a Singapur y Con los ojos cerrados, de María Rosa Yorio.
Sin embargo, el riquísimo y ecléctico legado de Music Hall, una auténtica factoría musical, sigue hasta hoy mayormente restringido a unos pocos coleccionistas.
Entra en escena Boom Boom Kid. “Cuando me enteré de lo del catálogo de Music Hall, lo fui a encarar a Diego Boris, presidente del Inamu en ese momento, le propuse hacer unos compilados con ese material y me dijo que le encantaba y que le diera para adelante”, cuenta el músico, que efectivamente puso primera: durante el siguiente lustro trabajó en el armado de cinco vinilos con ese legado, tres volúmenes bajo el nombre de The Crazy World of Music Hall, con perlas de rock, soul, garaje y psicodelia, grabadas entre 1962 y 1979; y dos partes de Locura Tropical, con ritmos latinos. Ahora los discos acaban de publicarse en formato vinilo a través del sello español Beat Generation.
Con una quincena de tracks por LP, se trata de temas en su mayoría nunca reeditados y en algunos casos directamente inéditos. Con restauración sonora del reconocido Gustavo Gauvry, hay rarezas, únicos singles de artistas que jamás llegaron al álbum, versiones descartadas por motivos desconocidos y muestras de absoluto exotismo musical. Pioneras como Las Minifaldas y Las Mosquitas, proyectos fantasma de Billy Bond, hallazgos como la versión de “Hit the Road Jack” por un tal Fredy Luciano. Disponerse con toda la atención a bajar la púa y pinchar cualquiera de estos cinco vinilos de punta a punta es un viaje en el tiempo… a bordo de una máquina calibrada de manera bastante particular.
La edición es cuidadísima: cada disco incluye fotografías de época tan excéntricas y sugerentes como la música que contienen, láminas internas con abundante información (al menos donde esa información existe) y diseño gráfico a tono de compilados con el mismo espíritu originados en mercados con mayor cultura vinilera.
Incansable militante del DIY a velocidad hardcore, BBK es además de músico un melómano sin muchos paralelos en el país. Esa veta de su amor por la música la despliega bajo el alias de DJ Iniciales BB. “De muy chico empecé como DJ de asaltos. Y siempre me gustaron las canciones lado B, descubrir bandas en discos que otros descartaban y hacer compilados en casete”, cuenta el ex Fun People.