Antes del regreso de Los Piojos, Andrés Ciro Martínez debutó en… ¡Copenhague!

Exclusivo: de gira por Europa, el cantante tocó por primera vez en la capital danesa, donde este año los shows argentinos son récord, entre público con camisetas albicelestes y algunos europeos curiosos

Por  MARÍA FERNANDA LAGO

octubre 4, 2024

Andrés Ciro Martínez en Copenhague, octubre 2024

Juan Manuel Soruco

“¿Cómo se pronuncia la Ø?”, pregunta Andrés Ciro recién llegado a Copenhague. Parece curioso, con ganas de aprenderlo todo. En sus redes sociales comparte una foto de un Fernet, una Coca-Cola y una lata de galletitas danesas con las que sus anfitriones locales le dan la bienvenida. Después del posteo saldrá a conocer la capital danesa, en un paseo organizado por los puntos más turísticos: el Ayuntamiento, el Parlamento, la Biblioteca Real, para terminar en la mítica y autoproclamada Ciudad Libre de Christiania. Las preguntas se suman, cómo se dice “gracias”, “hola”, palabras que usará al subir al escenario el miércoles por la noche, cuando de su primer concierto en esta ciudad.

El cantante se toma el metro para volver a su hotel en Vesterbro, cerca del distrito Meatpacking danés. En el camino se cruza con algunos argentinos que lo descubren, lo saludan y le piden fotos. Una sorpresa entre la cotidianidad danesa.

Broder Bastos, bajista de Los Persas Foto: Juan Manuel Soruco

Copenhague es la octava ciudad en la actual gira de Ciro y Los Persas por Europa, que sigue por Dublín, Nápoles y terminará el domingo 6 de octubre en Ibiza. El festejo por los 15 años de la banda vibra una gran expectativa en esta ciudad lejana. Días después del difundido cruce de comunicados entre los integrantes de Los Piojos, las cinco funciones agotadas en diciembre en el Estadio Único de la Plata y las dos fechas nuevas el 25 y 26 de enero de 2025, Andrés no quiere hablar con la prensa. “Todavía no hablé con nadie en Argentina, y si hablo con alguien tengo que hablar con todos”, se excusó. Es claro: no quiere que nada opaque su fiesta de quince.

Son las 18.30, la gente espera en fila que abran la puerta de Amager Bio, una sala de conciertos con capacidad para 1300 personas, en un barrio al sur del Copenhague más turístico. Es una tarde nublada con mucho viento, típica de un otoño escandinavo que se siente invierno.

Las puertas abren 18.56, cuatro minutos antes de lo anunciado y los primeros que llegan se pegan a la valla que apenas separa, con menos de un metro, el escenario del público. Mientras tanto, un reggae de Bob Marley acompaña la espera. El escenario está a oscuras, y los reflectores iluminan lo que en breve será una pista de baile, pogo y nostalgia para muchos.

“A pesar de las cuatro horas de viaje en tren es una alegría para los que vivimos afuera tener la oportunidad de ver artistas de nuestro país”, dice Majo, que llegó al mediodía desde Gotemburgo, Suecia. Cuenta que en general no van a tocar artistas argentinos a su ciudad y agrega: “No soy la única que lo vive como un gran evento, aunque sea una banda que en Argentina capaz no iría a ver”.

A un ritmo tímido, empiezan a aparecer camisetas con el número 10, banderas celestes y blancas. La primera tanda de público completa el largo de la valla, y mientras el reggae marca una espera relajada, se arman grupos de distintas edades que conversan con alguna bebida en mano. Hay familias, amigos, parejas de argentinos, parejas de argentinos con nórdicos, y hay también grupos de daneses como Marlene, John, Christian y Susanne. “Somos amigos y tenemos como tradición comprar boletos una vez al mes para descubrir una movida cultural nueva. A Ciro no lo conocemos, pero en principio nos gusta Argentina y tenemos una gran expectativa ante el show”. Como acostumbran a decir los daneses, se despiden con un “God koncert” (buen concierto) y las sonrisas delatan el entusiasmo.

Este año Copenhague recibió una cantidad de artistas rioplatenses, como nunca antes: Babasónicos, Jorge Drexler, No Te Va Gustar, Wos, Kevin Johansen con Liniers, El Kuelgue y Trueno (que estuvo en el Festival de Roskilde). Esto mismo comenta Facu, que llegó a Dinamarca en 1991 y sigue a Ciro desde Los Piojos. “Es increíble cómo se mueve la cultura con la inmigración. Cuando yo llegué acá esto hubiese sido imposible, ahora se da por todos los argentinos que vinieron para Copenhague, que terminan trayendo la cultura, la comida, sus costumbres, y hoy la música”.

Con unos minutos de atraso, a las 20:14, Ciro salta en el escenario al ritmo de “Banda de garage”, sigue con “Desde lejos” y después de “Taxi boy” pronuncia el esperado: “Buenas noches, Copenhague”, y agrega: “quiero escucharlos cantar, sino voy a creer que son todos daneses”. Así introduce “Vas a bailar”, con un video de sus hijos proyectado en la pantalla del escenario. 

Ir a tocar tan lejos de casa es un acto de amor hacia los que añoran cantar a coro sus melodías y esa complicidad que sólo tiene los que comparten una cultura. Fran es argentino y músico, hace tres años que vive en Dinamarca, y menciona un poco esto. “Acá ya hay público suficiente para que vengan nuestras bandas. Ciro estuvo en España hace dos años, el año pasado tocó en Milán y ahora es un sueño verlo llegar a Copenhague. La verdad, lo veo como un acto de patriotismo y la respuesta está a la vista”. Si bien el lugar no está lleno, se ve completo, con espacios para bailar y saltar sin empujones. Según Gastón Castro, de Malvada, la productora local, se vendieron 650 entradas.

Cuando llega “Tan solo”, Ciro entrega el micrófono y la gente se apodera de la canción por completo, mientras la banda acompaña con música y se escucha un “muchas gracias, Copenhague”.  El momento se corta con una risa, cuando Andrés avisa desde el escenario que se perdió un celular y pide aplausos para que aparezca el dueño. “Falta sol, arena y estamos en playa Varese”, se oye decir entre la multitud de palmas.

De pronto, en la charla que continúa con el público entre tema y tema, Ciro pide en inglés que levanten la mano quienes son daneses, y mientras algunas manos aisladas se alzan, les pregunta por qué a todas las cosas les “mandan” la Ø. Desde que llegó tiene una obsesión con esa o tachada y con las ganas de llevarse todas las impresiones posibles de esta nueva ciudad.

Después de un video con goles de la Selección Argentina de futbol y una recopilación de imágenes de la banda, desde los primeros años hasta ahora, como en una verdadera fiesta de 15 suena el ritmo de “Antes y después” y vuelan vasos con cerveza. Así se despiden, pero no tardan un segundo en volver con “Como Alí”. Con esta seguidilla de temas, para Copenhague esto parece un adelanto de la vuelta de Los Piojos. La gente salta en un pogo, de acá para allá, como si estuviera en un Estadio de Obras nórdico. Dos puestos de cerveza en cada costado del escenario dejan en claro que estamos en Dinamarca. 

No hace falta pedirles el documento a dos daneses altos, rubios que bailan y no cantan cuando suena “Farolito”. La música produce una fusión donde los pocos daneses, alemanes o suecos se mimetizan y las nacionalidades se disuelven. Juan salta como si le corriera sangre argentina por las venas, pero es mexicano. Conoce a Los Piojos porque cuando trabajaba en la cocina de un restaurante tenía compañeros que ponían el cd de Civilización y lo escuchó mil veces. “Eran todos cordobeses, que ponían cuarteto o Los Piojos, y yo prefería rock”.

Dos banderas, en lo alto de un balcón frente al escenario, llevan inscripciones. Una tiene la frase “En este día y cada día” lo firman los pibes de Ama (como se pronuncia el barrio Amager). La otra, con letras en rojo, dice Frankfurt y en negro “cuantas veces arranqué por tu amor”.

El bajista, Broder Bastos, le dedica el tema “Pacífico” a su hija Milu, que reside en Copenhague, y se despiden por segunda vez. El público canta: “no nos vamos nada, que nos saquen a patadas” al ritmo de “Yo no me sentaría en tu mesa”, de Los Fabulosos Cadillacs. No hay dudas de que la gran mayoría es argentina.

El bis suena con “Insisto” y Andrés pide otro aplauso. Esta vez para una pareja de daneses “porque los vi todo el show bailando re copados”. Suben al escenario John y Marlene, la pareja habitué de Amager Bio, e intercambian unas palabras en inglés. Lo que sigue después del abrazo es “Farolito”. La banda se presenta, integrante por integrante, y se despide: “qué alegría estar por primera vez en Copenhague, gracias a todos por venir” dice Andrés. 

La fiesta termina con “Astros”, bien apropiado para una noche de eclipse, y así se completa una lista de 21 canciones. Ciro y los Persas saludan abrazados en fila, hacen su reverencia al público, las luces se apagan y cuando todo parece haber terminado, Ciro regala la última melodía con su armónica y suena el Himno Nacional Argentino. 

La puerta de Amager Bio funcionó durante dos horas y veinte como una línea de frontera. Durante ese tiempo, adentro fue territorio argentino. Entre la gente que retira su abrigo del guardarropa, dos chicas caminan hacia la salida. Afuera espera un food track con sándwiches de milanesa, como último resabio de una noche celeste y blanca. Entre el murmullo que mezcla danés y español se oye que una le dice a la otra: “a cruzar la puerta y volver a la realidad”.

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