Cantilo! ¡Cantilo! ¡Vení ya!”, se escucha gritar a una voz nasal claramente identificable. La cámara sigue a una joven Fabiana Cantilo en medio de una fiesta, hasta llegar a una habitación en donde un grupo de muchachos miran un televisor. Charly García, de remera negra, jardinero azul y anteojos bien grandes y rojos, quita la vista de la pantalla y le pregunta a la Cantilo: “¿Qué decís? El flaquito narigón del teclado la rompe, ¿no?… Me está copiando”. La escena es el final del primer capítulo de El amor después del amor, la serie biopic sobre Fito Páez que acaba de estrenar Netflix, e intenta recrear el momento en que García vio por primera vez tocar a Páez, allá por 1982, durante la presentación de Tiempos difíciles, de Juan Carlos Baglietto, en el estadio Obras, acompañado por La Trova Rosarina.
Es la primera, pequeña pero crucial, aparición de Charly en la serie, y alcanza para comprender por qué al mismísimo Fito Páez se le ocurrió que Andy Chango tenía que hacer el papel de García. “Fito no me dio elección”, dice ahora Chango, confortablemente sentado en el sillón del amplio y despojado living de su coqueto departamento de Almagro, que ahora okupa su hija de 20 años. “Fue en enero del año pasado, yo había trabajado mucho el año anterior, algo raro en mí, pero bueno, había colaborado en abrir el Café Berlín, y tuve el programa de radio de FutuRock y eso ya es trabajar mucho para mí. Por eso estaba tratando de reponerme, de beber menos, de bajar la dosis de Rivotril. Lo había pensado como un mes de descanso y, cuando estaba entrando en esa frecuencia, me llamó Fito y me anotició de que iba a tener que hacer de Charly en la serie. Fito es muy amigo, una de las personas a las que no les puedo decir que no a nada, porque me bancó absolutamente toda la vida. Obvio que esa misma noche me desperté diciendo: ‘No, esto no lo puedo hacer’. Pero bueno, la verdad es que había algo seductor también, porque yo soy un aventurero. Sin ser actor, solo había tenido un papel secundario en la serie Según Roxy, un papel muy chiquito, hacía de hermano bobo de la protagonista, entonces tenía que hacer de mí mismo. No es que actué. Era una locura, pero para la locura yo siempre estoy”.
Andy Chango hoy no está en los medios como lo estuvo a mediados de la década de 2010, ni como panelista, ni como notero, ni como invitado tirabombas. Tampoco tiene un disco entre manos ni tiene pensado tocar en el corto plazo. Es más, dice que, al menos para él, el rock, ese espacio por el cual se hizo conocido, está agotado. Y, por cierto, tampoco está desesperado por trabajar. Compositor, músico y cantante con un pie en Madrid y otro en Buenos Aires, bon vivant por elección, gran polemista y verborrágico animador de reuniones, Chango hoy disfruta de haber sido Charly García por una temporada. Y va por más.
“Creo que acepté hacer de Charly porque era algo imposible. Las cosas normales no te las hago, no me salen. Pero éste era un desafío imposible, porque es una persona viva, con una personalidad extrafuerte y que todavía hoy nos parte la cabeza a todos. Además, hacer de Charly García es un lugar de exposición muy grande, porque te pueden verduguear para el resto de tu vida. Primero estaba muerto de miedo, pero me fui haciendo la idea y cuando me puse el bigote, ya fue… Ahí me convertí en Charly. Dejé de sentirme un suicida y un vendedor de humo cuando me pusieron el bigote. Ahí me miré al espejo y sentí que era Charly. Por otra parte, yo soy muy fácil de confundir, porque ya estoy confundido…”.
Chango asegura que lo más difícil de “ser Charly” fue “mantener ese nivel de locura que tenía Charly a los 28, 30 años. Tenía que estar con la energía de ese Charly. Y ese Charly era imbatible, estaba cinco días sin dormir y te grababa todo Clics modernos, con todos los videos, encerrado en el estudio. Era una locura. Cada escena era una carga. Mi método actoral, si se quiere, era estar reloco. Era ser Charly. Recrear a un genio y estar loco. Siempre me creí un genio, pero porque mi mamá me decía que lo era, entonces eso lo tenía fácil, aunque sin ser un genio. Y la locura también la tengo. Trabajé con Julieta Otero, una gran directora y profesora de teatro además de actriz, y nos juntamos dos o tres días para analizar gestos, vestuarios, videos, entrevistas, conciertos”.
-En tu vida te cruzaste y te hiciste amigo de buena parte de los personajes de la serie, ¿cómo fue interactuar con los “dobles” de tus amigos?
-Fue una locura, yo me tomaba tres copitas, me ponía el bigote y, para empezar, ya me creía Charly. Y después tenía a mi lado al falso Calamaro, al falso Fito, al falso Fernando Moya [manager de Fito], el falso Ale Avalis [amigo de la juventud de Fito], todo un disparate, una locura. Era Volver al futuro cuatro. Un despelote para mi psiquis y encima yo la adornaba con un par de detalles, un poco de alegría, y la confusión era real. Entonces estaba con Divina Gloria en una fiesta, bebiendo unas copas, tomando una rayita. “¿Pero esto qué es? ¿Un déjà vu? ¿Yo soy Charly?”. Un poco me la creí y los tenía a todos cagando. Yo era Charly todo el tiempo, como ese documental Jim y Andy sobre la vida del comediante Andy Kaufman]. Pasó algo parecido. Se sembró un poco el terror en el equipo, je, je.