Durante la última edición del Bafici, en los pasillos, en los brindis, en las presentaciones y en las coberturas periodísticas o los hilos de X el tema que monopolizó la conversación fue el futuro de la producción nacional. Es que al mismo tiempo que el festival funcionaba como espacio de encuentro para la comunidad cinematográfica, la gestión del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) notificó a sus empleados que los dispensaba de presentarse a trabajar hasta que se informara la reestructuración del organismo.
La pregunta flotaba en el aire: si el cine argentino dejaba de existir tal como lo conocemos desde 1994, cuando se sancionó la Ley 17.741, que regula su actividad, ¿qué películas se verían en la próxima edición del festival que más estrenos nacionales programa?
Toma 1: la batalla cultural
En agosto de 2023, cuando Javier Milei ya había salido primero en las PASO con más de 7 millones de votos, durante una entrevista en A24, Baby Etchecopar le preguntó: “¿Vas a hacer una auditoría del INCAA?”. El líder La Libertad Avanza, sin dudarlo, sentenció: “Lo vamos a cerrar, igual que la Televisión Pública, igual que Télam”.
Un mes y medio después de asumir, y con más de la mitad de los cargos gubernamentales sin nombrar, Milei designó como presidente del INCAA a Carlos Pirovano (especialista en microeconomía, exvicepresidente del Banco de Inversión y Comercio Exterior, BICE, y gerente de AFJP en la década del 90, sin experiencia en la industria audiovisual). En sus primeras declaraciones, Pirovano pidió “tiempo para poner los números en orden” y suspendió todo pago a productoras.
“Se terminaron los años en los que se financiaban festivales de cine con el hambre de miles de chicos”. Así cerraba el comunicado que emitió el Ministerio de Capital Humano el 11 de marzo pasado en el que anunciaba que tras una auditoría realizada por la Secretaría de Cultura, a cargo de Leonardo Cifelli, se había encontrado en el INCAA un déficit de 4 millones de dólares que el Poder Ejecutivo no estaba dispuesto a financiar. Horas después el comunicado fue borrado de la cuenta oficial de Instagram del ministerio: la provocadora sentencia carecía de fundamentos hasta para las primeras líneas del Gobierno.
A partir de entonces se llevaron a cabo un sinfín de recortes que incluyeron un nuevo organigrama reducido y el cierre de cuatro gerencias: Fomento, Fiscalización a la Industria Audiovisual, Exhibición y Audiencias, y Asuntos Internacionales e Institucionales. Mientras, los pagos se mantuvieron suspendidos, no funcionaron los comités de selección de películas ni los organismos de cogobierno como el Consejo Asesor y la Asamblea Federal, y se desfinanciaron los programas de acceso al cine y formación de público como Cine en Cárceles, Las Escuelas Van al Cine y Cine Inclusión, entre otros.
Cuando el propio Cine Gaumont se vio amenazado, la mismísima Mirtha Legrand intercedió. “Sería terrible y una lástima”, dijo en su mesa televisiva. A los pocos días, tras asistir a la cena de la Fundación Libertad, la dama de los almuerzos e ícono del cine de los años 50 declaró, para alivio de muchos: “Anoche me vino a saludar el nuevo director del INCAA [Pirovano] y me dijo que no cierran el Gaumont y que no cierran la escuela de cine [ENERC]”.
Toma 2: la motosierra
En primera instancia se produjeron 200 despidos al asumir Pirovano, que decidió no renovar aquellos contratos de origen precario a través de la condición de monotributo. Luego se sumaron más de 65 bajas entre planta transitoria y permanente. Y, a pesar de la significativa reducción, aún quedan 55 trabajadores de planta permanente dispensados de ir a trabajar sin que se los notifique sobre su reubicación en la nueva estructura y que también podrían pasar a disponibilidad (junto con otros 92 ya en esa situación). Si se incluye a los jurados de comités, se trata de una reducción de casi el 40% de los 756 trabajadores con los que el INCAA contaba hasta diciembre pasado.
Para el oficialismo, el objetivo es “la reducción del déficit”, entendido en un doble sentido. Por un lado, según la Ley de Cine, el 50% del presupuesto del INCAA debe ser destinado al fomento, pero la actual gestión aduce que según su auditoría el 60% se invertía en gastos administrativos –sueldos y mantenimiento–. Por el otro, si bien el INCAA es un ente autárquico con fondos genuinos provenientes de la venta de entradas de cine y el impuesto a la publicidad en televisión, entre otros, los últimos años gastó más de lo que recaudó y eso fue compensado con Aportes del Tesoro Nacional.
Las asociaciones de cineastas reclaman que si se gravara a las OTT (Netflix, Amazon, Disney) como indica la Ley de Cine, el presupuesto del INCAA se engrosaría. Pero el propio Pirovano rechazó esa posibilidad: no lo hizo el anterior gobierno y menos lo haría el actual, de ideología anarcocapitalista.
El método para reducir el déficit es la incertidumbre y el freno a la producción. Anuncios rimbombantes con pocos detalles. Mantener a la gente en vilo en todas las áreas de la cultura. Los dispensados, esperanzados con que cada semana les llegue la notificación sobre su reubicación, no quieren participar de acciones de protesta o visibilización de sus casos. La comunidad audiovisual se expresa en desacuerdo y recibe violencia, como en marzo pasado, cuando una manifestación masiva en las puertas del Gaumont fue reprimida con gas pimienta, palos y escudos, dejando un saldo de tres detenidos.
Toma 3: el cine que sí vemos
Desde la asunción, el Gobierno difundió informes sobre la asistencia del público a las salas para ver cine argentino. Una discusión vieja que vuelve a tratarse donde abundan los ejemplos extremos y las cifras descontextualizadas. El propio entonces jefe de Gabinete, Nicolás Posse, habló ante la Cámara baja de las 176 películas financiadas por el INCAA: “Dos de estas películas tuvieron 1 y 4 espectadores, en todo su tiempo de exhibición. Otras 12 películas no llegaron a los 100 espectadores, cien no alcanzaron los 1.000 y sólo cinco superaron los 6.000 sin llegar a los 8.000”.
A comienzo de año, el productor Axel Kuschevatzky (Argentina, 1985, Granizo) ya había realizado declaraciones a través de sus redes aportando un enfoque diferente: “Medir el éxito de una película por los espectadores en cines es erróneo. Las películas atraviesan muchas instancias de comercialización: este recorrido incluye el estreno en salas, distribución en plataformas premium, licencias a líneas aéreas, hoteles y barcos, licencia a cable premium. A eso hay que sumarle proyecciones en festivales y estrenos internacionales. En cada una de esas etapas (y sumándole la piratería) las películas acumulan cada vez más espectadores. Analizar el éxito o el fracaso de una película sólo por los resultados de la taquilla es incompleto, inexacto y hasta una visión antigua de cómo funciona el sector”.
El escritor Martín Kohan, autor de novelas adaptadas al cine (Ciencias sociales, Bahía Blanca) se dirigió durante una mesa redonda de la última Feria del Libro hacia Hernán Lombardi, actual diputado nacional, y Lucas Llach, economista y expresidente del Banco Central: “Les creo a los que dicen que hay mucho para corregir en el INCAA, pero el cuadro de situación es defenestrar películas diciendo que no las ve nadie. Reventar el INCAA no es dar una batalla cultural, es una arremetida contra la cultura”.
Respecto de la nueva forma de apoyo al cine, Daniel Pensa, presidente de la Cámara Argentina de la Industria Cinematográfica (CAIC), contó que desde el INCAA proponen un plan regido por ideas que no van en la dirección en la que está orientado el desarrollo audiovisual en el mundo. “Dichas políticas no acompañan al sector productivo sino que parecen querer castigarlo. Un ejemplo es que siguen juzgando las películas por la cantidad de espectadores en los cines, cuando hoy los espectadores en plataformas los multiplican por muchas veces. Además, ninguno se pregunta por qué varias de esas películas no apuestan a la distribución en salas, lo que los obliga a enfrentar un problema que varios países han resuelto con una cuota de pantalla generadora de espectadores de cines nacionales”.
La productora Vanessa Ragone –responsable de títulos como El secreto de sus ojos o Las viudas de los jueves– expuso el 14 de mayo pasado en el plenario de comisiones del Senado en relación a la Ley Bases (que incluye, a través de las facultades delegadas, la posibilidad de que el Presidente cierre el INCAA). La actual tesorera de CAIC afirmó que el sector audiovisual es una industria cultural naranja –no contaminante–, de enorme valor agregado, constante actualización tecnológica, con técnicos con altas calificaciones, más de 700.000 empleos registrados por año y que genera ingreso de divisas. Además citó un estudio realizado por el BID, que afirma que por cada 10 millones de pesos invertidos de manera directa en la producción audiovisual argentina, se generan 19 millones de pesos de manera indirecta en alojamiento, comida, transporte, sector textil y de la construcción, pagos de derechos de autor de música, de otras obras artísticas, contrataciones logísticas, pagos de cargas sociales e impuestos nacionales, provinciales, municipales, entre otros.
Por otro lado, aportó el dato de que el mercado de producción audiovisual mundial crece casi al 8% anual con una expectativa para 2030 de alcanzar los 170.000 millones de dólares. “Del cine de Gardel a El secreto de sus ojos, tenemos más de cien años de industria audiovisual, somos el único país en la región que ha ganado dos Óscar, y somos el referente audiovisual histórico para la región. El reconocimiento internacional de nuestro cine ha hecho que la comunidad audiovisual del mundo se pronuncie con preocupación respecto de la actual parálisis: desde el presidente del Festival de Cannes hasta Viggo Mortensen han hecho público su temor por el riesgo en el que se encuentra el cine argentino”.
Invitado al mismo plenario, Mariano Llinás –productor, guionista y director de títulos como Historias extraordinarias y La flor, y parte de esa rara avis que es virgen de subsidios del INCAA en sus películas– expresó: “No se trata de ahorrar plata. Se trata de proteger aquellas cosas de las que aún podemos enorgullecernos o de ser cómplices negligentes o satisfechos de su muerte”. Y agregó: “Quienes voten la delegación de facultades no serán recordados como quienes ahorraron dinero del pueblo, serán recordados como los que mataron al cine. El cine argentino necesita reformas urgentes, pero esas reformas no son estas. No es así como se nos ayuda. No sean ustedes quienes nos cierren la puerta ni quienes la abran a quienes han declarado su voluntad de hacernos desaparecer”.