21. Arrancacorazones – Attaque 77 (2003)
La segunda canción más popular de una de las bandas fundamentales del punk argentino es una balada. Luego del buen recibimiento de Radio insomnio (2000) de la mano de “Beatle”, Attaque 77 lanzó Antihumano (2003), donde homenajearon a René Favaloro (“Western”), ensayaron una crítica en clave ska contra la clase política del país (“Éxodo-ska”) y apagaron la distorsión para contar una historia de amor narcótico (“Arrancacorazones”). Apoyada, cada vez más, en la voz de Mariano Martínez, la banda que se había dado a conocer con la inoxidable “Hacelo por mí” volvía a sonar con fuerza gracias a una de esas melodías imposibles de olvidar. “Más, dame un poco más/ quiero intoxicarme en vos/ arrancacorazones”, implora Martínez en su registro grave. Años más tarde, se convertiría en el único cantante y guitarrista, tras la partida de Ciro Pertusi, en 2008.
M.S.
22. Desde el viento en la montaña hasta la espuma del mar – Pez (2002)
Hay un lugar remoto, muy difícil de alcanzar, donde el rock nacional clásico y el legado de Crazy Horse convergen y estallan como olas contras las rocas de un farallón sónico imponente. Se trata de una canción, la primera de El sol detrás del sol, sexto álbum de Pez y uno de los más valorados en su extensa discografía. En un trabajo que fluctúa entre lo pastoral (hay acústicas, flautas y armónicas) y lo progresivo, este track (nada menos que el más escuchado del grupo en Spotify) parece aterrizar desde alguna otra era, con su particular descarga eléctrica, sus acoples y su lava hardrockera, mayormente ausentes del siguiente tema en adelante. “Si la lluvia moja mi alma el aire la va a secar/ Si no hay un dios algo bueno habrá/ Y el rocío y cierta calma y el último sol de abril/ Me embestirán, tendré que partir”, canta Ariel Minimal, en una especie de manifiesto emocional de mediana edad.
D.F.
23. Opa – Dillom (2021)
Dillom es el artista que los rockeros aman amar. Y “Opa”, el primer tema con el que trascendió el nicho del trap. La fórmula: un beat juguetón y siniestro como el andar de Chucky el muñeco maldito y una letra de egotrip ironizado y referencias a Lovecraft y Edgar Allan Poe. Una polémica, pequeña y autoinflingida, con una pequeña cantando por televisión de aire la parte de “lo fumo con falopa” le dio un poco más de visibilidad y Dillom remató el storytelling con una versión ATP (“lo tomo con la sopa”, decía la misma parte). POST MORTEM fue debut y consagración para Dillom, que enseguida hizo buenas migas con rockeros forjados en el siglo XXI (Miranda! y Santiago Motorizado) y otros anteriores (Andrés Calamaro). El futuro es radiante para Dillom, y “Opa” un mojón clave en el recorrido hacia allí.
S.CH.
24. Tanto amor – Massacre (2011)
Por varios discos, la fuerza creativa de Massacre pareció perseguir esta canción. Al fin logró alcanzarla en el segundo track del inspiradísimo disco Ringo, sucesor del exitoso El mamut, que había dejado abierta una ventana hacia el mainstream que la banda no desaprovecharía. Barroca, exuberante, “Tanto amor” es la quintaesencia de Massacre siglo XXI: una oda al romance juvenil y las guitarras ampulosas, sobrecargada de imágenes para todos los sentidos; también de influencias, desde la psicodelia californiana hasta el indie de los noventa e incluso algún rastro de Eddie Van Halen en el gran solo del guitarrista Pablo “Tordo” Mondello. Lo curioso es que, según admitiría más tarde el propio Walas, esta canción estuvo a punto de quedar fuera del disco debido a que no terminaba de convencerlo. Casi no les entraba tanto amor.
D.F.
25. Debajo del álbum blanco – FlopaManzaMinimal (2003)
Una serie de fracasos sentimentales sirvió para dar forma a la canción más representativa del disco que unió las voluntades creativas de Flopa Lestani, Manza Esaín y Ariel Minimal (ver nota aparte en este mismo número). En un clima reflexivo de madrugada, Flopa se pasea entre recuerdos y balances de algo que finalmente no terminó funcionando. “Creo que la mención del Álbum Blanco resulta un gancho importante. Fue un recurso que encontré y que al parecer funcionó bastante bien”, explicó su autora a Rolling Stone. Las armonías vocales y los entramados de guitarras cristalinas del trío ofician de telón de fondo para empujar el tema hacia un estribillo catártico que desentraña una conclusión irrefutable: el dolor de quien parece haberse dado cuenta de que lo dio todo, y así y todo no es más que el número dos en la lista de la memoria del otro.
J.V.
26. Corazón y hueso – Daniel Melingo (2011)
A fines de los noventa, Daniel Melingo, entonces conocido por su rol en íconos de los ochenta como los Abuelos y Los Twist, además de los modernos Lions in Love, descolocó a todos con un radical golpe de timón: un disco de tango despojado, crudo y sombrío. Iniciaba una nueva etapa. Sin embargo, aunque el compromiso con esa música era auténtico y profundo, el “tango” de Melingo tenía más capas de lo que se notaba a primera escucha. Con tiempo y sucesivos discos, fue cada vez más claro que el músico no había perdido pulso rockero ni vocación por el cambio. Casi quince años después de aquel “debut” arrabalero, Melingo (en coautoría con su pareja, María Celeste Torre) entregaría una de sus mejores canciones, “Corazón y hueso”, que, conservando del tango solo la melancolía, desnudaría otra vez la dimensión de un talento más allá de los géneros.
D.F.
27. El amigo de mi padre – Gabo Ferro (2005)
Toca decir, primero, que el notable debut solista de Gabo Ferro (Canciones que un hombre no debería cantar, 2005) se adelantó en varios meses al estreno de Secreto en la montaña (Brokeback Mountain, 2005). Porque la singular chacarera que el ex Porco ahí incluye, “El amigo de mi padre”, antecede a la idea de los cowboys gays de la premiada película de Ang Lee. Y desde la voz de un niño, va contando los vaivenes emocionales de un padre “que era más padre/ cuando su amigo venía”. A las espaldas, la madre llora y entre litros de mate y confesiones al oído, el amor furtivo de estos dos hombres de campo va tendiendo sus redes. “Y cuando le preguntaba/ cómo era su familia/ me decía que tenía/ una doble biografía/ (cosa que yo no entendía)”. No ganó tres Óscar, pero se convirtió en susurro popular
J.B.
28. Wapo Traketero – Nicki Nicole (2019)
Que haya sido compuesta con un hilo de WhatsApp con amigos y referentes de la escena del trap es apenas un signo de los tiempos. La canción va sobre un dealer fachero, y sus líricas son puro equilibrio sobre la cuerda floja de la ambigüedad, una característica que, por el vértigo sembrado, siempre admitió buenas noticias para el pop. Esto es, exactamente lo opuesto que el actual escrache marketinero de Shakira a su expareja en la BZRP Music Sessions #53. La Nicki de “Wapo traketero” parece no inventarse un personaje ni regodearse en rodeo ajeno: suena como una chica empoderada, que no deja de mirar la tentación por encima del hombro, consciente de las elecciones que pueda tomar, coqueteando con el peligro y lanzando una advertencia final evidentemente sorora: “No te dejes engañar”.
J.B.
29. La crecida – Los Espíritus (2015)
Hay una frase clave en esta canción de Santiago Moraes: “Ya cerró el bar de Carlitos, donde ayer me di la biaba”. En el rescate de un término absolutamente anacrónico, y en una capacidad de descripción que conjuga a Charles Bukowski, Raymond Carver y Roberto Arlt, ocurre la magia. El blues, la psicodelia y los ritmos latinos, producen en su conjunción un efecto hipnótico que termina en un anhelo: “Y mi corazón espera que mañana ya no llueva, y yo te vuelva a ver”.
H.I.
30. Toro y pampa – Almafuerte (2006)
La consumación del Iorio rural y el último gran clásico de Almafuerte. Ya con el último aliento, la banda que le dio al heavy argentino su idiosincrasia definitiva tuvo en “Toro y pampa” un clásico de impronta criolla. Para el Tano Marciello, se trató de hacer eso que hace como pocos: un riff, un solo, un arreglo, arpegios… y por momentos pareciera que todo eso al mismo tiempo. Y sobre ese enjambre guitarrero, Iorio le da rienda suelta a su imaginaria criolla y también de mesías para los remeras negras: “Vengo rockeando desde hace tiempo/ Soñando siempre una canción para animarte/ Y darte aliento”. Después de “Toro y pampa”, Iorio fue al extremo de sus posturas y al piso más bajo de su creatividad. El tema quedará, entonces, como la estocada final de uno de los letristas más consumados del rock argentino.
S.CH.
31. Casitas inundadas, a votar – Divididos (2002)
El álbum postcrisis de 2001 de la Aplanadora del Rock no escapó a la realidad de un país en llamas, y en “Casitas…” Mollo apuntó contra la política, con sesgo ambientalista, tanto por las inundaciones en Buenos Aires como por el desmonte chaqueño. El tema tuvo su versión definitiva un año más tarde, registrada en el disco en directo y en plan acústico, Vivo acá.
32. Campanas en la noche – Los Tipitos (2004)
Sobre una línea de bajo acechante y una guitarra que amaga y explota, Walter Piancioli canta esta historia de miedo, espera y redención basada en el clásico poema “El cuervo” de Edgar Allan Poe. Pocos hits del rock nacional de los 2000 sonaron tanto sin aburrir.
33. Estaciones – Rosario Bléfari (2004)
La sensibilidad de Bléfari y la fragilidad con la que se hacía carne en sus canciones no son algo que vaya a descubrirse en este párrafo. Porque para ello basta con prestar atención a la forma en la que estructuró sus cuatro estaciones, como paisaje de una sola canción y una historia de desamor.
34. International Love – Fidel Nadal (2008)
Siguiendo los consejos de Pablito Lescano (menos Selassie I, más rimas para el pueblo) y subido al groove pop del productor Ezequiel Araujo, el ex TTM consigue su “No Woman, No Cry”.
35. Fumar – Kapanga (2002)
Doce años después de la recordada frase de Andrés Calamaro y el “porrito”, que le trajo varios problemas judiciales, Kapanga editaba una verdadera oda a la marihuana. La banda oriunda de Quilmes que había retratado la escena nocturna de finales de los noventa en “El mono relojero” ahora se encargaba de confeccionar un himno a la medida de los fumones, con un estribillo para corear a los gritos.
36. Asesíname – Charly García (2003)
Ante cada resurrección o caída, Charly siempre da una estocada. Acompañado por un peculiar video junto a Celeste Cid, “Asesíname” muestra a un García reposado y sabio como en sus mejores momentos, para el desparejo Rock and roll yo.
37. Sacate la mierda – Carajo (2002)
De la cantidad de canciones que reflejaron la crisis de 2001, “Sacate la mierda” rankea entre las más clásicas y catárticas. Carajo en ese entonces era la apuesta difícil nacida de las cenizas de A.N.I.M.A.L. y gracias a este hit de combustión espontánea no tardaron en confirmarse como la nueva gran cosa del rock pesado alternativo. De allí en adelante, solo revalidaron credenciales disco a disco.
38. Arde la ciudad – Mancha de Rolando (2004)
La banda de Avellaneda combina folk-rock criollo y conciencia social en un hit que tiene la rara virtud de evocar un hecho nefasto de nuestra historia con un estribillo delicado e irresistible. El mérito le corresponde a Manu Quieto, que dedicó este tema a quienes buscaban a sus familiares desaparecidos durante el Mundial 78.
39. Carnaval de Brasil – Andrés Calamaro (2007)
Un Salmón in love con nuevas energías, la paternidad esperada y el sentido intacto para construir himnos emocionales como este. Suavidad harrisoniana y una lírica que mezcla certezas y contradicciones. Un estribillo romperradios y corazones.
40. Oda a la sin nombre – Skay (2002)
La clave está en el riff (filoso, preciso, cristalino, ultraadherente) que sale de la inimitable guitarra de Skay. Se trata de una balada folk, con reminiscencias de Tom Petty y una letra en primera persona que evoca a la parca, una y otra vez.
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